Barrio Barranquitas Este – Instituciones

Carmelitas de la Fe

En Barrio Barranquitas Este existe un lugar que cobija acaso el sentido más profundo y sentido de la Fe Cristiana, en la entrega a la devoción y la oración. Es la capilla de San José y Santa Teresa de las Hermanas Carmelitas Descalzas, ubicada en López y Planes al 4100.

Desde el sitio en internet de la Orden Seglar de los Carmelitas Descalzos en Argentina se menciona específicamente que el Monasterio San José y Santa Teresa tuvo su creación el 15 de marzo de 1938. Según relatan, su génesis procede de La Plata y que “El Carmelo de la ciudad de Santa Fe tiene su origen en el deseo de algunos laicos comprometidos que buscaron dar una adecuada respuesta a la situación de la Iglesia local que contemplaba la frialdad religiosa de los fieles y la presencia de sectas religiosas con una imparable actividad proselitista. La primitiva iglesia del monasterio había servido de centro catequístico y allí se celebraban los sacramentos para los fieles de aquella zona que no contaban con suficiente atención pastoral. La iglesia definitiva fue inaugurada en 1953”.

Respecto de esta particular congregación en el citado sitio Web se señala sobre la la orden del Carmelo Seglar que “El carisma del Carmelo Teresiano se hace presente en la Iglesia y en el mundo de diversas maneras. Así, tenemos en la gran familia del Carmelo Teresiano a los Frailes Carmelitas Descalzos que buscan unir a la vida de oración y el apostolado en sus diversas modalidades; las Monjas Carmelitas Descalzas que viven la vida contemplativa y los Laicos del Carmelo Seglar”. Vale destacar que hay unos 25 mil miembros en todo el mundo, reunidos en 1.736 comunidades presentes en 75 países.

Sobre el “estilo de vida” que representa formar parte de la congregación, se describe que es una vocación que “…consiste fundamentalmente en una gracia especial por la cual hemos sido llamados a la santidad en comunidad de vida e invitados a una misteriosa unión con Dios, en una forma de vida en la que hemos de fundir íntimamente el culto de la oración y la contemplación con el servicio apostólico de la Iglesia; es el ideal que Dios nos ha propuesto por medio de la doctrina y el ejemplo de nuestros Santos Padres como una plenitud singular de la existencia cristiana”.

En la ciudad de Santa Fe, y en particular en el Barrio Barranquitas Este, este profundo sentido de la fe, tiene más de 75 años de historia y la consagración de su vida de una vecina santafesina para su concreción: Rosario Palacio de Villar. Justamente, en el marco de la celebración de los tres cuartos de siglo la comunidad del Monasterio de San José y Santa Teresita editó una publicación donde queda plasmada como esa inquebrantable fe superó todas las dificultades para consagra su vida a Dios.

Dice el escrito que “Fue Rosario Palacio de Villar, una mujer viuda, quien en 1934 advirtió el rápido incremento del protestantismo en el barrio donde se erige este monasterio, lo que atraía a muchas familias con ayudas materiales. Conmovida y apenada ante tal situación y movida por un gran celo apostólico se decidió a fundar una escuelita para niños que los instruyera en la fe cristiana”. En esa especie de escuela de catecismo “se daban clases de religión y se preparaba a los niños para la Primera Comunión. Se fueron incorporando a esta tarea otras mujeres comprometidas en la fe, como Alicia Sarsotti y María Belloti, y una religiosa Hija de Nuestra Señora del Calvario”, con una continuidad en la catequesis que llego hasta 1985.

“Los días de fiesta los asistía espiritualmente un padre Agustino Recoleto, ya que el barrio pertenecía -entonces- a su jurisdicción. Poco tiempo después, el arzobispo Nicolás Fasolino concedió el permiso para la celebración de la Santa Misa, todos los días festivos.”, se menciona en la publicación. Esta situación instó a los padres de Rosario a alentar la idea de fundar un colegio de religiosos, para lo que estaban dispuestos a donar una casa. Dice el escritor que “Rosario acogió dicha propuesta aunque en su corazón albergaba el poder fundar un monasterio porque veía con gran claridad el valor de la oración”. De este modo, “En marzo de 1936, Rosario comentó al arzobispo su deseo de fundar en la diócesis un monasterio de clausura, en conformidad con su madre y una hermana y con el beneplácito de su director espiritual. Por entonces, los centros evangelistas se iban aislando hasta extinguirse del todo”.

En esta suma de voluntades, unidas por la fe, la señora Mercedes García, que anhelaba que un convento de las Carmelitas Descalzas se creara en Santa Fe, en 1936 tomó contacto con una benefactora cordobesa que “ofrecía costear una fundación de esa Orden en Santa Fe. Fue el arzobispo Nicolás Fasolino quien la animó, ya que él quería para la arquidiócesis a las hijas de Nuestra Señora Madre Teresa de Jesús”. De este modo, “Mercedes se puso en contacto con las Madres Carmelitas de Córdoba y luego con el Monasterio de Regina Martyrum de La Plata. Tras varias gestiones infructuosas, finalmente se concreta la autorización para la fundación del Carmelo santafesino”.

No fue sencillo sostener el Carmelo de Santa Fe dada la falta de vocaciones para integrar el monasterio. Así lo refleja el citado escrito a 75 años de su creación. “Luego de un tiempo de la fundación del convento se fue experimentando la frialdad e indiferencia y hasta la poca simpatía hacia la vida contemplativa. La vida de clausura no encontraba eco en una ciudad de poca fe. Ante esta situación, que se iba haciendo notoria para la comunidad, el arzobispo se vio en la necesidad de publicar en el diario un pedido a las religiosas y personas piadosas para que se acercaran al Monasterio. Con generosidad acudieron los fieles al llamado del Prelado”.

En la capillita  no sólo se rezaba y daba cuenta de la fe desde el claustro de clausura, sino que además se desarrollaban para el barrio los oficios relativos a la grey católica. Así, se brindaba instrucción en religión a los niños de la barriada, “…obra llevada a cabo por la señora Villar, quien -libre ya de todas las dificultades- vivía en una habitación exterior del Convento”. Vale decir que Rosario, la inspiradora y benefactora del Convento, no sólo hizo de su vida a la fe como objetivo, sino que además se consagró al Carmelo  y trabajó afanosamente para que el edificio del monasterio se levantara. Ante ello, el arzobispo Fasolino no permitió a Rosario Villar ingresar como religiosa hasta que la obra no estuviera en marcha, tal como era el anhelo de la devota mujer.

Igualmente, el camino de la Fe para Rosario no sería fácil. “El 19 de junio de 1944 –sigue el escrito– ingresa a la Comunidad como postulante Rosario Palacio de Villar, después de vencer un sinnúmero de dificultades y dilaciones impuestas por el mismo arzobispo. Dichas dificultades le sirvieron para afianzarse más en la vocación de Carmelita Descalza. Una de las principales causas fue el dar tiempo a que su única hija (religiosa en el Instituto del Niños Jesús) pronunciara sus votos perpetuos”, es decir se convirtiera en moja también.

Como corolario de este derrotero de fe, perseverancia y amor a Dios, recién a los 48 años de edad pudo ingresar a la vida plenamente religiosa. Rosario Palacio de Villar pudo vestir el Santo Hábito, un 21 de diciembre de 1945, cuando recibió el nombre de Hermana María de Jesús Sacramentado. “La Santa Misa fue presidida con profundo gozo por el arzobispo Nicolás Fasolino”, y mencionan desde la comunidad religiosa que la hermana María “Hizo su Profesión Simple el 2 de febrero de 1946 y la Solemne el 3 de febrero de 1949. Partió a la Casa del Padre el 5 de mayo de 1978”.

El particular espacio de clausura y oración permanece en Barrio Barranquitas Este, donde las Carmelitas siguen presentes, tal como su impulsora en Santa Fe lo hubiera deseado, como testimonio de su inquebrantable fe y voluntad de servir a Dios.

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