Barrio Sur – Historia

El otro Barrio Sur

El desarrollo de la ciudad desde su casco histórico colonial fue ganando terreno sobre la trama urbana que a fuerza de apertura de calles, cuadrículas de manzanas, daba una fisonomía de crecimiento. En este sentido, la conformación de corredores principales de comunicación, como las avenidas y bulevares especialmente, dieron un impulso al asentamiento periférico de pequeños e incipientes núcleos poblacionales que terminaron por conformarse como barriadas. A la par de esta extensión en el espacio de la urbanidad se dieron actividades particulares y puntuales que propiciaron el progreso en diferentes sectores. Da cuenta de estas situaciones de desarrollo, en especial en la gran expansión de la ciudad desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, el surgimiento de barrios como Roma al impulso de la hoy Avenida Freyre; del barrio del Puerto entorno de la Plaza España y el ferrocarril francés, a modo de simples ejemplos.

Y en el suroeste de la ciudad, la llegada de los trenes a la estación de Zavalla y General López, junto con la extensión del camino hacia El Paso por la Boca del Tigre y la consolidación de J.J. Paso como eje transversal, y hacia el norte por el propio Bulevar Zavalla y la Avenida Freyre, conformaron un espacio de intersticio que poco a poco fue trocando las pocas casas de anchas paredes adobe y techo de tejas por casas de material. El tranvía, primero a caballo y luego eléctrico, dieron a su vez una vinculación entre estación de trenes y centro.

Se trata entonces de un área que se podría denominar como “Sur Nuevo”, por oposición a aquel “Sur Colonial” de la ciudad traslada desde Cayastá. Así, este Barrio Sur Nuevo, bajo el manto institucional de la Vecinal “Zona Sur Pedro Candioti”, se estableció como un área de transición que poco a poco completó la trama urbana en el espacio encuadrado por J.J. Paso al sur, Zavalla y Avenida Freyre al oeste, Juan de Garay al norte, y Urquiza al este.

Al comienzo, más allá de la Aduana en 4 de Enero y General López, todo era más bien quintas, campo, con la vieja calle 23 de Diciembre (hoy Gral. López) como eje vertebrador del ingreso al propio centro de la ciudad y su Plaza Mayor. El otro derrotero hacia el oeste tomaba bordeando la costa del Quillá, en algo por el camino hacia El Paso de Santo Tomé, en lo que hoy es J.J. Paso, y al que se llegaba por las bajadas de San Gerónimo, de 4 de Enero, o de 9 de Julio, especialmente.

Inicialmente, el espacio hoy ocupado por la Legislatura provincial, y antes por la vieja Aduana, eran terrenos de la quinta de Tarragona, un importante comerciante del siglo XIX, prominente político que protagonizó un particular episodio con los “jóvenes” santafesinos en ocasión de la Revolución de Mayo y de la elección del representante local para asistir a la Junta de Gobierno en Buenos Aires.

En realidad todo el sector que aquí se toma como Barrio Sur Nuevo correspondía a quintas y espacios que aunque lindantes a pocas cuadras del centro de la ciudad estaban hasta principios del 1900 con grandes terrenos sin apertura de calles. Así da cuenta un plano de Juan Gazzano de 1888 sólo calle 4 de Enero llega hasta el camino hacia El Paso, que como se ha dicho es hoy J.J. Paso. Urquiza se cortaba a la altura de calle Uruguay, y sólo San Lorenzo cruzaba un amplio espacio para poder llegar a la misma arteria sur. Es más, en este plano, y en otros más antiguos, aparece una plaza de dos manzanas en el corazón del Barrio Sur Nuevo. Esta plaza se ubicaba delimitada por las calles 3 de Febrero, Francia, Paraná (hoy Entre Ríos) y Saavedra. Así surge también  en el plano realizado por Gabriel Carrasco del año 1887, donde se la nombra como “Plaza del Interior”. En ese mismo plano aparecen como algo pobladas las manzanas hasta calle San Lorenzo, y más al oeste sin asentamientos. Por el lado sur las quintas ocupaban desde calle Uruguay hasta J.J. Paso.

Dentro de la ocupación del espacio, la plaza se urbaniza, como muestra el plano de 1901, sin embargo las quintas permanecen, por lo menos hasta 1907, cuando ya Urquiza se abre paso para llegar hasta el futuro bulevar del sur. Luego, a partir de 1910 la zona completa se cuadricula en manzanas, aunque por ejemplo calle Saavedra siguió cortándose en Entre Ríos, donde hacia el sur era como un patio para los chicos, las vecinas tenían sus gallinas, los chicos sus tramperas de pajaritos, según los vecinos más memoriosos del lugar. Todavía hoy en esa cuadra queda una casa totalmente fuera de la línea de edificación, y en ese trayecto desde Entre Ríos a Uruguay, con las veredas y las casas muy por encima de la calle dado el bajo que siempre en el lugar.

Rodolfo Rueda vivía a una cuadra y media, y recuerda que todavía a fines de los ’50, “Calle Saavedra se cortaba en Entre Ríos, estaba cortada en la vereda sur con un alambrado entretejido con ‘campanitas’, algún ‘pisingallo’ y hasta algún cañaveral. La mano era doble mano, y por acá (por Saavedra de General López para sur) pasaba el ‘10’, era la línea ‘G’, y doblaba en Entre Ríos porque estaba cortada, a veces llamaba la atención a ciertas horas verlo pasar parado en el estribo al ‘gigante Jorgito’…”. Jorgito era un famoso personaje de Santa Fe de los 50’ y los 60’, hijo de un zapatero, que por su gigantismo tenía una altura y cuerpo enormes, aunque era muy amable y apreciado por todos los vecinos, y que hasta actuó como “fenómeno” en un circo llamado “Búfalo Bill”.

En esto de describir las calles del barrio vale decir que muchas permanecieron de tierra, o de adoquines, algunas en mal estado, por muchos años. Eran calles por donde hasta las carretas que venían de Córdoba pasaban en los ‘50. Por ejemplo, Urquiza, límite este del barrio, era de empedrado pero grande con convexo, no el que tiene la cara que conforma la calzada más plana. Esta avenida fue ensanchada y pavimentada por el año 1962, momento donde las obras ya se habían concretado entre Pellegrini y Suipacha. Sin embargo, esta arteria, como primitivo límite oeste de la ciudad, tenía varias viviendas fuera de una misma línea de edificación, así en 1933 lo testimoniaba el diario El Orden en una nota gráfica con varias consideraciones de una arteria que se presentaba ya entonces como medular.

Otra de las calles importantes del Barrio Sur Nuevo, era y es, Francia. Allá por 1923 se daba cuenta de la falta de afirmado, de luz y de veredas, en un tiempo donde mucho había por hacer para mejorar la ciudad todavía. (Diario Santa Fe 12/4/1923) Aunque tiempo después, entre General López y Rosario (hoy Lisandro de La Torrre), se iniciaban las obras de afirmado en 1926, con la colocación de adoquines, por lo que el diario Santa Fe del lunes 16 de abril de ese año decía “Con este motivo, sus vecinos, que por espacio de tantos años, han sufrido el suplicio de los barriales en tiempo lluvioso y de abundante tierra cuando éste era seco, se encuentran halagados ante la perspectiva de ver realizada una vieja aspiración”. (Diario Santa Fe 16/4/1926)

La historia del nombre de calle Francia es una historia dentro de la misma historia. Las arterias de la ciudad han cambiado de denominación en algunas oportunidades desde su primera denominación oficial a mediados del siglo XIX, en 1855 con el plano de José Germán Niklinson, con motivo de la sanción de la Constitucional Nacional en 1853. En realidad la ciudad no llegaba hasta Francia por esos años, la nomenclatura terminaba en 4 de Enero. Pero luego, la calle que hoy es Francia se llamaba San Juan. En el diario El Litoral del jueves 23 de febrero de 1956 reproducía un artículo de José Carmelo Busaniche, donde el historiador relataba que en 1909, con motivo de la inauguración del monumento al General San Martín, en la plaza del mismo nombre, el intendente de entonces, Edmundo Rosas,  “propiciaba el cambio de nombre de la calle San Juan, que era la que lleva actualmente –y todavía– la denominación de Primera Junta y pedía que en adelante se la designara con el nombre de Boulogne-Sur-Mer”. Sin embargo, el Concejo optó por una solución diferente, cambiar el nombre de la entonces calle San José, no por el de Boulogne-Sur-Mer sino por el de Francia, y hacer el mismo homenaje que el Ejecutivo pretendía con la nación que “…dio albergue al Gran Capitán y honra hoy sus méritos y virtudes”. Acto seguido Busaniche trazaba una lúcida relación histórica entre la Argentina y Francia, desde la Revolución de Mayo hasta esos días, donde destacaba la inmigración francesa en Entre Ríos, pero especialmente en Santa Fe. Y entre esos vínculos exponía que la primera inversión de capitales franceses en el país en materia ferroviaria fue el Ferrocarril Francés, aquel que levantara a una cuadra de Plaza España (antes plaza de las Carretas) la estación que luego se demoliera para construir la terminal de colectivos. (El Litoral 23/2/1956).

En su origen, como calle San José primero, también en calle Francia, en la zona de su cruce con Moreno, tuvo una laguna, lo que provocó que las primeras viviendas del lugar construidas a fines del siglo XIX tuvieran sobre elevadas, con veredas levantadas, para evitar anegarse ante copiosas lluvias.

Por otro lado, en las cuadras que comprenden a San Lorenzo, Bulevar Zavalla, 3 de Febrero y Amenábar había una gran cantidad de árboles frutales, ya que allí era una zona de quintas. A la altura de 4 de Enero, donde se encuentra la escuela Sagrada Familia, había dos quintas, una de Pujato, y la otra de “Lima”. En realidad la segunda debía su nombre no al apellido del propietario sino a la gran cantidad de cítricos de lima que había en el lugar.

Y cerca de allí, en la esquina de 4 de Enero y Entre Ríos, estaba un variopinto de comercios, y hasta una vieja morada. Era la casa del Dr. Olinto Pividori Leturiondo, “…hombre que había nacido en 1900, y que nació en ella, sus paredes de adobe medían setenta centímetros, la edificación llegaba hasta el mismo cordón de la vereda, por ambas calles, en cierta oportunidad lo obligaron a cortar una parte de la esquina, por falta de ochavas se producían accidentes…”. Según Rueda, en su blog, los padres de Olinto “… tenían caballos y vacas lecheras en ese mismo sitio”. De la casa ya demolida se conservan un par de fotos; pero gracias a la pluma inquieta del santafesino Alfredo Ariel Carrió, periodista, poeta, hay también un dibujo de esa casa de antaño que ilustrara un poema del recordado “Pájaro Campanero” en 1979. (http://pochorueda.blogspot.com.ar/)

Otra de esas esquinas recordadas por la presencia de una peluquería era la ubicada al noroeste, donde en 2013 funciona una farmacia. Allí estaba la peluquería de Antonio Rebechi. Recupera de su memoria Rodolfo que “Tenía el estilo de las peluquerías de antes, con mucho de sanitario, por ello la onda de vestir guardapolvo almidonado y lucir corbata con un nudo que parecía hecho con reglas y escuadras, Antonio por su prestancia, parecía más un médico que un peluquero”. A la selecta clientela, que incluía desde abogados a médicos y políticos de la época, se sumaban los pibes del barrio. Y muchos de los que entraban al local sólo lo hacían para saludar, y también para conversar con los clientes o Don Rebechi, de fútbol, de Unión y Colón que no estaban en la A, de los clubes cercanos, Alumni y Amenábar.

Hay además otra encrucijada en el barrio, que además en el imaginario popular ha teñido de fantasmas y aparecidos a una casa. Se trata de la esquina de Freyre y 3 de Febrero, allí donde Freyre conserva el mote de Avenida pese a ser una simple calle de una mano. En ese lugar había por los ’50 un comercio, en la ochava noroeste, era la panadería de Riera, donde “…eran famosas sus galletas entrerrianas, el pan galletón y el sabroso pan con chicharrón que allí amasaban, el local tenía un aspecto de panadería antigua, con madera obscura y con estantes sobre los cuales se apreciaban productos envasados de la época”. (http://pochorueda.blogspot.com.ar/)

En las otras esquinas había un corralón de materiales y una tienda, pero la esquina que permanece como congelada en el tiempo, es la sureste, que corresponde a una casa señorial, aunque abandonada, que carga con el estigma de estar “embrujada” y de ser “la casa de los ruidos” para los vecinos superticiosos. Rodolfo Rueda menciona: “Yo la conocí habitada, con sus ventanas abiertas y el sol entrando a través de ellas, he visto a las niñas que allí vivieron , cuando regaban las plantas con flores, haciendo podas, entrando y saliendo, yendo al colegio y regresando riendo y haciendo comentarios. Conocí sus pisos de madera, encerados y alfombrados, con escaleras y barandas torneadas, con jardín al frente, protegido por altas rejas de hierro. Siempre se habló de esta casa en medio de un halo de misterio. Algunos decían que los ruidos solamente se oían al pasar el tranvía, como si al paso de un vehículo tan pesado se accionara alguna pieza anclada bajo los rieles, pero también se decía que los ruidos se oían por las noches, y en momentos en que el tranvía no pasaba por ahí”.

Luego, de algún tiempo sin moradores, allá por los ’60 llego una familia con varios hijos, pero que trágicamente, en esa misma esquina, en el verano del año 1970, perdió a uno de sus niños en un accidente con un camión que pasaba por el lugar, y que también terminó malogrando su vida por el suceso. Hasta en el bar cercano, el Copacabana, el comentario de los parroquianos, tahúres y compadritos, era que por las otras muertes de hijos o parientes de los dueños de la tienda, y la panadería, de la casa, ese cruce de calles llevaba el mote de “Cuadrado de la Muerte”. Lo cierto es que en 2013, y desde hace varios años, la casa de la esquina sureste está abandonada y con herrumbrados carteles de inmobiliarias que intentan venderla.

Ensanche de la avenida del Brigadier

La modernización urbanística de la ciudad, con la ampliación de las calles en su ancho, fueron realizadas paulatinamente. Algunas de esas obras demoraron mucho tiempo, como el ensanche de la Avenida General López, que terminó por realizarse en 1961. La arteria llevaba originalmente, la designación de “23 de Diciembre de 1851”, “que aludía a la ruptura de Santa Fe con el gobierno de Rosas, y fue instituida en el plano levantado por José Germán Niklinson”, como lo mencionar la profesora Pascualina Di Biasio en el fascículo tres de la colección “El Camino de la Constitución”, editado por la Municipalidad de Santa Fe en 2010.

En realidad, lo que se ensanchó fue la parte sur, vereda norte, por eso todas estas casas, desde varias cuadras al este, tenían un gran jardín delante, un espacio verde que luego con la ampliación de la avenida fue destinado a la calzada. Para ello se realizaron expropiaciones sobre las casas existentes, o sobre los terrenos. Asimismo, se estableció desde el municipio que se debía dejar un espacio entre las casas y lo que sería la futura avenida. Y la historia del ensanche llevó varios años, por ejemplo, en 1938 el Municipio remitía a la Legislatura la declaración de utilidad pública necesaria para la expropiación de los terrenos en el lado sur de General López, entre San Jerónimo y Zavalla. Las propiedades a afectar eran 43 según lo evaluado. (El Litoral 24/6/1938)

Al año siguiente el Concejo Municipal aprobaba los convenios celebrados por el Ejecutivo donde se paga la expropiación a trece propietarios, donde no sólo había terrenos sino por ejemplo el caso de Pascual Colombo, que vivía en Zavalla y Freyre, que debió demoler tres habitaciones, el tapial y una verja. Como lo mencionaba El Litoral, “En todos los contratos se establece el pago al contado y que la nueva pavimentación frente a los inmuebles de referencia será por cuenta de la Municipalidad”. (El Litoral 19-6-1939)

Sin embargo, los años pasaron, y por ejemplo a los 25 años de la sanción de la ordenanza 2392 de 1939, ratificada por ley provincial, que determinaba el ensanche de General López la avenida. Va de suyo que para 1951 las nuevas propiedades se adaptaron dejando un amplio jardín sobre el frente, pero al mismo tiempo convivían con antiguas edificaciones que además no habían percibido el pago por las expropiaciones. Para 1955 el tema era abordado por el diario El Litoral en una editorial donde exponía que más allá de ser una obra para el Barrio Sur era “…una verdadera necesidad de la planta urbana, cual es la de habilitar una amplia arteria que facilite el desahogo del tránsito en esa zona y en dirección al puente carretero Santo Tomé y la ruta nacional N°11”. (El Litoral 17/5/1955) Algunas construcciones viejas expropiadas ya habían sido demolidas para ese entonces, mientras que otras estaban desocupadas. Si bien en 1955 se realizaban algunas tareas para el ensanche la discusión principal pasaba por preservar o talar las antiguas tipas alineadas en la vieja vereda sur, desde Urquiza a Zavalla. Se barajaba dejar las tipas en un cantero central, pero al juzgar por la fisonomía actual de la avenida del Brigadier los añosos árboles fueron talados.

En 1956 sólo dos cuadras se habían ensanchado, pero sin pavimentar esa ampliación, eran las correspondientes entre San Jerónimo y 1° de Mayo (El Litoral 24/8/1956), y en las mimas condiciones continuaba la obra dos años después, en 1958. (El Litoral 6/5/1958). En 1959 las autoridades anunciaban que se culminarían esas tareas con un préstamo de dinero, junto con otras obras viales urbanas. Para octubre de 1959 los trabajos se realizaban con notables dificultades y atrasos, tanto así que motivó una interpelación del secretario de Obras Públicas municipal por parte del Concejo.

Durante esas obras del ensanche, demoradas muchos años por cierto, los muchachos y pibes del barrio tenían una zona especial de juegos, entre barriles, máquinas, carteles, montículos de tierra producto del movimiento de suelo. Esa “vereda” ancha era de tanta amplitud -hasta la línea de edificación- que por ejemplo en la Escuela Colón permitía a los chicos jugar entre el borde de la angosta General López y el edificio escolar. “Había espacio hasta para remontar barriletes… -recordaba Rueda- por eso le decíamos ‘el campito de la Escuela Colón’”.

Finalmente llegaría 1961, y en coincidencia con el retiro de los tranvías eléctricos de circulación, quedaba inaugurada la Avenida General López ensanchada y pavimentada. En noviembre de ese año se ponía en funcionamiento el nuevo y moderno alumbrado público, que cambiaba notablemente el aspecto del Barrio Sur. El Litoral daba cuenta de ello en una crónica que no economizaba en descripciones y adjetivaciones. Decía el vespertino del 18 de noviembre: “General López, la otrora estrecha calle sombreada por coposos jacarandaes, ha experimentado la rotunda transformación de ser convertida en amplia avenida con iluminación ‘a giorno’”.

Así, la avenida del Brigadier dejaba de ser angosta, con su calzada de arena y casonas coloniales, más los ranchitos al oeste de la vieja Aduana. Esa calle que se llamó en 1886 General López en honor al centenario del nacimiento del Patriarca de la Federación, un día fue el derrotero del cortejo fúnebre con sus blandengues y su bayo cabos negros suelto, detrás del féretro que traía a Estanislao a Santa Fe, y que llevaba a la inmortalidad la leyenda de la Provincia Invencible como bandera de su autonomía federal santafesina.

El tranvía y otros lugares

El tranway formaba parte de la vida del barrio. Estaba el ramal que iba por General López, para acercarse a la estación del ferrocarril, llegaba hasta San Juan y volvía por 3 de Febrero, hasta Urquiza, donde estaba el cambio de vías, que el motorman debía accionar con una llave y un ruido de rieles que se escuchaba a varias cuadras, en una ciudad más silenciosa que hoy, así la vía quedaba habilitada para el tranway que venía del centro para la estación. Una línea tranvía, el Uno, tomaba por 3 de Febrero hasta 4 de Enero, doblaba hasta Uruguay, en San Jerónimo viraba hacia el norte y así seguía para el centro.

Los pibes del barrio ponían “rompeportones” en las vías para que al paso de las ruedas explotaran. O improvisadas bombas de estruendo con una mezcla hecho con sustancias compradas en la botica, que puedas en las tapas de las latitas de pomada, o de las botellas de cerveza, al ser aplastadas explotaba, levantando el polvo del piso del tranvía, con el consiguiente insulto del conductor, el pasaje, y el guarda.

Otro de los lugares favoritos de los chicos del barrio era un campito que estaba en Avenida Freyre, entre General López y Zazpe, donde hoy hay una estación de servicio. Allá por los años ‘50 y ’60, para los pibes del Barrio Sur Nuevo, y de Alfonso también, en ese lugar se jugaba al fútbol, pero además, fue un sitio donde se asentaban desde circos hasta parques de diversiones trashumantes. En cierta ocasión estuvo el Circo de “Búfalo Bill”, vaya a saber de qué origen en realidad eran sus artistas y propietarios trotamundos. El promotor local de esos espectáculos era Don Mancini que vivía en calle San Lorenzo, frente a los patios de la Escuela Normal. También se establecía cada tanto algún parque con juegos mecánicos itinerante, donde se sorteaban desde una oveja viva, que había que llevarse atada a una soga, hasta enseres para cocinar.

Y uno de los puntos neurálgicos del Barrio Sur Nuevo era, y sigue siendo, la comisaría de General López y Saavedra, que antes era “La Cuarta”, y que hoy es la Seccional Segunda. Pero la comisaría, antes de estar en el edificio especialmente levantado para esos fines, estuvo sobre la avenida del Brigadier, pero hacia el oeste, entre Saavedra y San Lorenzo.

Rueda, que vive a metros por Saavedra, recordaba que en ocasión de la Revolución Radical de 1933, “cuando González Montaner acaudillaba a los radicales y ya había tomado el Regimiento 12, y venía un personaje del barrio, el Ñato Aragón, y tomaron la Cuarta, porque esta comisaría era la Cuarta antes. Bueno, González Montaner, el Ñato Aragón y dos o tres más, vinieron hasta la comisaría, y estaba Cavagna de comisario, al verlos llegar se metió abajo del escritorio y los dejó tomar la comisaría…”. Relato de sus padres y tíos, reviven las imágenes en las palabras de Rueda: “En la Cuarta había una pajarera, entonces el Ñato Aragón se acercó y abrió la jaula al grito de ‘Libertad! Libertad! Libertad!’, y todos los pájaros salieron volando. El Ñato llamó a un cabo y se hizo lustrar los zapatos, en ese tiempo todos andaban de zapatos… Luego vino la contra revolución, así que al Ñato Aragón se lo llevaron preso a Entre Ríos, y en Paraná le rompieron todos los dientes…”.  

Entre los sucesos trágicos los vecinos de “La Cuarta” pudieron seguir los acontecimientos. Desde la ventana de la casa de Rueda, ahí en calle Saavedra antes de 3 de Febrero, del lado oeste, “…mis tíos y mi papá vieron cómo a un desconocido que no acató la voz de alto un policía. El milico puso rodilla en tierra y le tiró con el fusil, el hombre ese cayó frente al portón de Chamizo…”, recordaba Rodolfo en las historias contadas por sus antepasados.

En la parte de atrás, que da a Saavedra de la comisaría, donde hoy hay un estacionamiento, antes estaba la caballeriza, donde estaban los montados de los policías. En ese lugar, al lado de una ventana con rejas, propia de una comisaría, pintada con pintura roja, a pincel, perduró por muchos años la inscripción: “Votad Iriondo-Araya”, que era la fórmula del fraude patriótico, que se proclamó en el Teatro Municipal, expresión local del conservadorismo en la “Década Infame”. En ese patio en la época de Perón, en cierta ocasión se guardaron las bicicletas enviadas por la Fundación Eva Perón para entregar a los chicos en una competencia escolar.

No muy lejos de allí existe un grupo de casas que en su momento se dio en llamar como “Barrio 3 de Febrero”. Estas viviendas, muy particulares en su construcción y diseño, están sobre la mencionada calle, en la zona de manzanas centrales del barrio que tienen además varias calles cortadas. Las casas están dispersas sobre la vereda sur de 3 de Febrero, entre San Lorenzo y Zavalla. La FADU, en su trabajo sobre el “Inventario del Patrimonio Histórico Arquitectónico Santafesino”, menciona que “Este conjunto forma parte de un plan de viviendas de alquiler destinadas a obreros y empleados, que ocupara dos manzanas completas entre las calles 3 de Febrero, San Lorenzo, Amenábar, Avenida Freyre y Bv. Zavalla y los frentes a los pasajes Quiroga y Echeverría del barrio Sur”. El complejo habitacional se originó en la ordenanza 2320 del Concejo Municipal sancionada en 1925, cuando se autorizó la construcción de casas económicas, en virtud de los altos alquileres del momento. Fue la “Empresa Constructora de Casas Baratas Adolfo Levene” la que presentó la propuesta de hacer esas casas en los terrenos que había adquirido en la sucesión de Vicenta Iturraspe de Iriondo. Así, en marzo de 1928 se firmó el contrato de construcción, tareas que concluyeron para 1932.

La tipología se asemeja a lo hoy denominado “dúplex”. “…las viviendas se agrupaban de a dos compartiendo una de las medianeras, con un amplio pasillo sobre el lado opuesto. Con un pequeño jardín al frente, quedaban separadas de la línea municipal por una sencilla verja con alambre tejido y al fondo poseían un patio con lugar para huerta”. Vale decir que la huerta familiar, como así también el clásico “gallinero” en el fondo, era una práctica no sólo de las clases más pobres sino también de los asalariados y obreros, que ayudaban a la economía familiar con este tipo de plantíos para el autoconsumo. Además variaban con una o dos plantas, con tres frentes libres por lo que daba una amplia iluminación y ventilación al interior. Vale destacar, como lo hace el referido relevamiento, que “Aunque modificadas en su mayoría, estas casas constituyen un interesante conjunto que ejemplifica los conceptos con que se pretendía resolver la problemática de la vivienda popular en las primeras décadas del siglo”.

En el Barrio Sur Nuevo hubo numerosos almacenes con despacho de bebidas. Como zona de transición del centro hacia la periferia que se consolidaba en el oeste con los barrios Centenario, San Lorenzo y Alfonso, más allá de la clientela de vecinos propios, un sinnúmero de personas, especialmente viajeros que partían o arriban a la estación de ferrocarril cercana en Zavalla y General López, hizo que mucho de ellos fueran parroquianos en los estaños de los mostradores, o en mesas de madera o metálicas. Por ejemplo, en la esquina sureste de General López y Freyre estuvo por años el almacén de Perna, con despacho de bebidas, mesas en su interior, y hasta un carrito de verduras en la puerta. En el auge de  la estación del Ferrocarril Mitre, era una parada obligada para los changarines a esperar el silbato del tren que llegaba para descarga la estiva de bolsas, o cargarlas. También, quedaba de paso para los carros que volvían a las quintas del sur, o del otro lado del Salado, y pernoctaban de regreso del Mercado de Abasto en Freyre y Mendoza.

Sin embargo, también hubo en el Barrio Sur Nuevo una serie de bares. De estos bares se destaca, además de los descriptos en el capítulo del Barrio San Lorenzo, el “Copacabana”, que perteneció al apodado “Hacha” Buto y que estaba en la esquina suroeste de General López y Avenida Freyre. Este comercio, que pese a tener fisonomía de café “a lo porteño”, no vendía café ni otra infusión caliente, sí bebidas de todo tipo y una especie de menú al paso, con una rotisería que incluía desde lechón rostizado hasta sabrosas torrejas. Era un local chico, con cerca de seis mesas y ventanas para los asistentes, que fisgoneaban detrás de los cristales el paso de alguna mujer hacia la estación. Era un lugar de “burreros” aficionados a las carreras de caballos, de oportunistas de ocasión, y en especial, de los guardas de los trenes que tenían una pieza en la construcción lindera para refrescarse, cambiar sus ropas antes de tomar de nuevo el servicio en la estación.

La escuela del barrio

Las primeras escuelas públicas de la ciudad surgieron hacia fines del siglo XIX. Por ejemplo se puede citar nuevamente a Cervera que resalta en su trabajo que en “1907 en el municipio había 10.218 niños en edad escolar (6 a 14 años); sólo 5782 concurrían a la escuela (el 57.2 %)”. De ellas, la escuela N° 6 fue la Escuela Colón, que antes de ubicarse en su actual emplazamiento en Francia y General López, estuvo muy cerca, en la misma cuadra sobre la avenida que recuerda al Brigadier, pero hacia Saavedra.

El diario Santa Fe permite acercarse con certeza a la vieja Escuela Colón, la que estaba en la vereda sur de General López, entre Francia y Saavedra. El jueves 9 de mayo de 1918 publicaba la crónica que mencionaba que la directora del establecimiento manifestaba tener 521 alumnos, “entre niños y niñas”. El periodista observaba que no se había incrementado la matrícula desde 1915, a lo que la imposibilidad edilicia de aceptar más alumnos fue la respuesta. Es que la primitiva Escuela Colón funcionaba en “…tres casas, iguales, que compartían los fondos de los patios, con columnas de hierro en las galerías”, recordaba Rodolfo Rueda. Esas viviendas se encontraban en el predio que hoy ocupa un supermercado. Funcionaba en doble turno, con siete grados por la mañana y seis por la tarde. (Diario Santa Fe 9/5/1918)

Muchos años después la Escuela Colón, todavía en su viejo emplazamiento, fue noticia a raíz de la creación, por iniciativa de la Cooperadora, de un “Parque Infantil”. Este parque se instaló justamente en el lugar que hoy ocupa el establecimiento, en la esquina suroeste de General López y Francia. El predio estaba destinado a la práctica de deportes del alumnado, y gracias además al apoyo del Consejo Superior de Educación y de la Intendencia Municipal, se logró disponer de un terreno de “50 por 53 metros…” decía el diario, al mismo tiempo de incentivar a los vecinos del barrio a apoyar la iniciativa. (Diario El Orden 24/2/1933).

Por esos años también la Escuela Cristóbal Colón desarrollaba un concurso literario con participación de alumnos primarios de varios establecimientos. Hasta llegaba el listado de los alumnos premiados a las páginas de El Litoral, que el 10 de noviembre de 1934 destacaba la iniciativa de la escuela. El primer premio de sexto grado fue adjudicado a José María Coco, de la Escuela Sarmiento, bajo el título “Mi barrio”. (Diario El Litoral 10/11/1934). En 1935 el tema propuesto para el concurso literario de la Escuela Colón era “Cómos será Santa Fe futuro”. Con el auspicio de la cooperadora los premiados recibían su galardón a fin de año, en una fiesta especial, y para dar cuenta de la importancia que el certamen tenía en la ciudad vale decir que trece escuelas participaban

Llegaría el tiempo del nuevo edificio para una entidad educativa que crecía en matrícula, como crecía la ciudad hacia el suroeste. En 1935, bajo la gobernación de Luciano Molinas, los arquitectos Bertuzzi y Navrati, proyectaron tanto el edificio de la Escuela Colón como el de la Escuela Vicente López y Planes, que siguen los preceptos arquitectónicos de la modernidad racionalista. En términos edilicios la construcción “…se organiza según una tipología en ‘L’ con dos plantas de aulas que vuelvan a un patio interior. En el ala este se ubican en planta baja el área de gobierno y el patio semicubierto y en los pisos altos biblioteca, apoyo pedagógico y aulas; el ala norte queda conformada por aulas en los tres niveles y los núcleos sanitarios en correspondencia”, según relata el Inventario del Patrimonio Histórico Arquitectónico Santafesino. En 1996 fue ampliada con una modificación edilicia, y como lo menciona el citado trabajo de la Faculta de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UNL, “Lingüística y funcionalmente la obra adhiere a los códigos del Movimiento Moderno, hecho que convierte a esta obra en pionera de la arquitectura escolar racionalista en Santa Fe”.

Y con el nuevo establecimiento, el que hoy todavía brinda educación a los niños santafesinos en Francia y General López, allá por fines de los años ’30 ocupaba espacio en las páginas de El Orden. Señalaba el medio en una nota ilustrada con sendas fotografías que era “encomiable” la labor directiva, pero que a su vez “La colaboración de la Sociedad Cooperadora del instituto representa un factor preponderante en los progresos conquistados”. Era el aniversario de la fundación de la ciudad en 1938 cuando el diario expresaba sobre la Escuela Colón: “Si el trabajo ha sido activo, no mejores han sido los esfuerzos en el sentido de vincular la escuela al hogar, lo cual ha sido logrado en una forma amplia”. El flamante edificio impulsaba a la comunidad educativa a incentivar a los alumnos en su formación, desde realizar viajes de estudio a Rosario a organizar o participar en diversos concursos infantiles de dibujo o escritura. Asimismo, es notable de destacar que el apoyo de la cooperadora siempre fue distintivo de las escuelas públicas.

En 1938, en la Escuela Colón, por ejemplo colaboraban con la biblioteca, con indumentaria para los niños menos pudientes, hasta con un consultorio dental y un comedor infantil, teniendo en cuenta la procedencia de alumnos de los barrios San Lorenzo, Centenario, hasta Varadero Sarsotti. Y un dato no menor es lo mencionado en la nota bajo el subtítulo “Costeando el estudios a dos alumnos”, donde El Orden resaltaba: “Pero si hay algo de noble que merece destacarse como ejemplo, es al gesto de la cooperadora de esta Escuela, que viendo que dos excelentes alumnos veían malogradas sus aspiraciones de seguir una carrera, tomó a su cargo costearles sus estudios; y es así que dos alumnos que cursan la Escuela Superior de Comercio, uno de los cuales está en tercer año y el otro en segundo, siguen sus estudios merced a este gesto de la cooperadora”. (Diario El Orden 15/11/1938)

“La escuela del barrio era la Escuela Colón”, decía Rodolfo Rueda, egresado y vecino de toda la vida del Barrio Sur. Justamente, Rueda recordaba que en la época del enfrentamiento de Perón con la Iglesia, en el frente de la Escuela Colón, sobre Francia, se proyectaban películas gratis para todo el barrio, justo a la misma hora de la misa en la parroquia cercana de Santo Domingo, ya que la templo de La Merced, en Moreno y Freyre, recién se habilitó en 1955, cuando ya el peronismo había sido derrocado por el golpe Militar encabezado por Rojas y Aramburu. A esas funciones iban los chicos del barrio, y de la escuela, que se sentaban en la vereda para ver los filmes de la época.

Al parecer, la estrategia de los curas de Santo Domingo para no perder feligreses, especialmente a los púberes, fue luego de la misa también proyectar películas, pero le agregaban una “yapa” irresistible para los pibes. En la improvisada función cinematográfica, y a cambio de diez centavos (una suma ínfima para la época), daban chocolate caliente con pan de Viena dulce a los chicos que primero había asistido a la celebración de la eucaristía. Como dijo Rodolfo recordando aquellos años de inocencia infantil: “¿a dónde íbamos a ir un pibe con diez centavos…? ¡al cine de los curas que nos daban chocolate caliente!”. Y completaba la anécdota donde aparecían las tensiones políticas e ideológicas de aquel momento: “… me acuerdo de haber visto compañeros que los padres eran tipos notables del peronismo santafesino ahí en la parroquia, a los que el cura que sabía quiénes eran le  preguntaba… ‘ché que te dijo tu padre que venías acá’, a lo que la respuesta era siempre la misma ‘no… mi padre no sabe… me mata si sabe que vine acá…”. Pero nada era gratuito porque trascartón el clérigo lo invitaba a participar activamente de las actividades de la parroquia, “‘…pero vos tenés que venir a acción católica, a los grupos de los sábados o de los domingos…’ les decía el padre Arismendi”, recordaba Rueda, cura al que “…le gustaba mucho la riña de gallos”.

En aquellos años de los ’50 en la escuela Colón, pública, laica y gratuita, iban desde el hijo del peón y el obrero, al hijo del comerciante y el profesional. Aquello de igualar desde la Educación se sostenía en la escuela del barrio. Eso era en la primaria, luego los más pudientes iban a la Inmaculada, pero como dice Rueda “se habían criado con los pibes del barrio, o por ejemplo en la Escuela Belgrano, con los pibes de la Isla Clucellas o de Alto Verde, o en la Colón, donde en mí época hasta un chico del Varadero Sarsotti venía”.

Otras escuelas

La presencia de entidades educativas vinculadas a la fe católica se destaca también en la zona del Barrio Sur Nuevo. Por un lado, en J.J. Paso, entre Urquiza y Francia, se destaca la Escuela San Cayetano. En la página web oficial de la entidad se mencionar que “El 29 de Diciembre de 1963, se firmaba la cesión del entonces ‘Hogar San Cayetano’ de la Sociedad Protectora de la Niñez a los Religiosos Concepcionistas. El compromiso era continuar y afianzar aún más la labor asistencial y educacional llevada a cabo hasta el momento por aquella benemérita entidad de bien público. De esta manera nace en 1964 el ‘Instituto San Cayetano’…”. En cuanto a la Sociedad Protectora de la Niñez, origen de la entidad, vale recuperar que al comienzo del siglo pasado surgía en la zona sur la institución para dar una asistencia a los niños desamparados, en especial niños huérfanos. En ese tiempo se adquirió el predio de Urquiza y J.J. Paso, y en junio de 1908 se colocó la piedra fundamental del edificio que contó con subsidios de entidades provinciales y nacionales, más el aporte de donaciones particulares.

Pero, como lo refiere la Escuela San Cayetano, “Concluida la construcción no se pudo habilitar para los fines previstos accediéndose en 1917 a pedido del Gobierno para la instalación temporaria de un Batallón del Regimiento 12 de Infantería que se radicaba en la Ciudad. Así fue, y su permanencia en este local se mantuvo durante 12 años sufriendo deterioros el edificio a través de los años. Por ello luego de su desocupación pasan varios años para su recuperación tras una serie de gestiones de un subsidio para ese fin”. Con todo, el 5 de abril de 1935 comenzaba sus actividades el Hogar San Cayetano con asistencia un reducido grupo de niños y jóvenes carenciados.

La entidad afrontó situaciones difíciles para sobrellevar sus actividades, por ello, los directivos buscaron en una congregación la continuidad necesaria. Así, se realizaron contactos con la Orden de Concepcionistas, fundada por el Padre Luis María Monti en 1857. Así, a fines de 1963 se hacían presentes en Santa Fe los primeros religiosos para continuar con la labor asistencial y educacional. Surge entonces el Instituto San Cayetano “que pretendía ser abierta a otros niños y jóvenes de la comunidad que no necesitarían estar internados”.

En 1964 el colegio inició su primer ciclo lectivo con preescolar y de primero a cuarto grado, “Los alumnos sumaban 140 y 50 internos; de ellos la mitad provenía del organismo provincial de Bienestar Social”. El crecimiento llevó luego a la creación del Jardín de Infantes «Inmaculada Concepción» en 1981, y después, en 1983, la Escuela Media «Padre Luis M. Monti». (http://www.cfic.com.ar/historia.php)

Vecinal Barrio Sur

La hoy Asociación Vecinal Zona Sud, corresponde con su jurisdicción no sólo al Barrio Sur Nuevo sino al Barrio Sur Colonial, delimitados así para esta publicación. El barrio en sí se llama, según los planos de 2013, como “Zona Sur Pedro Candioti”. Luego de años de inactividad, recientemente la asociación vecinal fue nuevamente conformada, en especial entorno a las gestiones de entidades intermedias y vecinos para la recuperación y saneamiento del Parque del Sur.

Pero por las necesidades del Barrio Sur Nuevo, y del Colonial también, los vecinos de otros tiempos se agruparon para conseguir y reclamar mejoras. Esos adelantos necesarios eran principalmente de apertura y arreglo de calles, de obras de saneamiento, de agua y cloacas, cuestión que hasta cubrir los límites oeste de la barriada llevó más tiempo que imaginable al estar tan cerca del centro de poder de la provincia.

El primer antecedente encontrado de una entidad vecinal aparece en el diario Santa Fe, en 1922, cuando el 4 de abril de ese año el medio abordaba el abandono de las autoridades para con el Barrio Sur. En especial se mencionaba que Urquiza estaba pavimentada solo hasta 3 de Febrero, dado que se había extendido la línea cinco del tranvía, pero que el estado de 4 de Enero en el mismo tramo era deplorable, como así también toda la zona hacia el suroeste de la legislatura. En ese artículo se habla de la existencia de una asociación denominada “Progreso Urbanos del Sur”. (Santa Fe 4/4/1922). Luego, para 1937, en una recorrida del intendente Francisco Bobbio por el lugar se apersonaba en el humilde local de la “Asociación de Amigos Zona Sur”, como entidad que nucleaba a los vecinalistas interesados en el progreso de su barriada. (El Orden 22/9/1937)

La entidad tiene por domicilio la “Casa Cisterna”, aquella que le fuera donada a la entidad en 1947 con la nacionalización de los ferrocarriles, vivienda primigenia del lugar, y que fuera adquirida con los terrenos para construir la estación, en una zona donde prevalecían las quintas de Cisterna.

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Barrio Sur – Historia

2 comentarios en «Barrio Sur – Historia»

  1. Q maravilla!!!! Soy SILVINA CORTES conducción femenina de PLATAFORMA DE RADIO único programa radial de turismo y cultura santafesinos que se emite los domingos de 8 a 11 horas en RADIO GOL 96.7 d la ciudad de Santa Fe. Vin vuestro permiso leeré algunos párrafos para el segmento HISTORIAS DE BARRIO.

    1. Gracias Silvina por recorrer nuestro sitio y darle difusión a los contenidos. Gracias por mencionarnos en el programa y estamos en contacto para siempre recibir aportes. Muchas gracias!

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