Barrio Santo Domingo

SHOTAINÁ (ESTOY AQUÍ)

Decir: “soy de aquí”, es decir también: “soy éste”, “soy yo y éste es mi lugar”. Parecería sencillo definir estas cuestiones básicas, quién soy, dónde vivo. Pero muchas veces, la mayoría, no es tan fácil, y no precisamente por cuestiones filosóficas o existenciales del hombre, de la constitución del sujeto social. Pero en muchas ocasiones decir “soy yo”, “soy así”, “soy de aquí”, puede resultar muy difícil en un contexto cultural, económico, social, que excluye, discrimina, segrega, condena.

Ese contexto se evidencia en los barrios del noroeste de la ciudad de Santa Fe, en lo económico y lo social, en lo cultural. Más profunda todavía resultan las condiciones para aquellos vecinos que forman parte de la comunidad Qom, y de los barrios “Tobas”, como la civilización por oposición a la barbarie definió en llamarlos, al deformar el vocablo guaraní que los denominaba así por su fisonomía de frente ancha.

Si a la condición del “ser” miembro de un pueblo originario se le suma la condición de vida en la marginalidad, el “soy de aquí”, se torna más difícil de expresar, en especial a los oídos sordos de su idioma, su cultura, sus necesidades y sus posibilidades.

Sin embargo, y más allá del embargo de oportunidades, en el Barrio Santo Domingo de Santa Fe florece una iniciativa que reconoce, impulsa, dignifica, visibiliza, promueve. Acciones propias de un proyecto anclado a la solidaridad y la cultura Qom. Se trata del grupo “Shotainá”, que a través de la “Legüera Cartonera”, realiza publicaciones bilingües qom/español en formatos de libros con materiales reciclados.

Cinco jóvenes, que aprendieron a leer y escribir en español en el Centro de Alfabetización de Adultos del barrio, más conocido por el lugar donde funciona como “La Casita de Pepe”, en la educación primaria de mayores. En una nota publicada por El Litoral se los nombra: Ariel Benítez, Cristian Gonzáles, Iván Lorenzo, Juan Yorqui y Agustín Gómez. Bajo la pluma de Nicolás Loyarte, el artículo describe que “Son apenas cinco de los nombres que nunca aparecen en los índices de pobreza, marginación y exclusión social. Tampoco sus rostros de tez como la tierra. No tienen agua potable, cloacas, gas, veredas, zanjas, iluminación, ni ningún otro servicio. Ni siquiera tienen calle. Viven en ranchos de chapas oxidadas montados sobre un campito sin nombre rodeados de basura y cavas ladrilleras en barrio Santo Domingo”.

Allí, en ese lugar, la idea de un maestro, Andrés Cettour, caló hondo en los muchachos que comenzaron a escribir su libro. El docente, en una entrevista para el programa “Alma de Barrio” de LT10 refería a la iniciativa nacida en 2018: “Shotainá es más que un libro, es un estilo de vida, es un proyecto que llevamos adelante con Legüera Cartonera y con los jóvenes Qom”. Andrés los conoció en las aulas del centro de alfabetización primaria para adultos, y allí, en el barrio, y recordaba que “tenían entre 20 y 25 años, con muchas historias para contar, tanto de si infancia en ‘El Impenetrable’ donde ellos nacieron, como también de Santa Fe. Así, a través estas historias, de estas vivencias que ellos tenían como forma de contar la visión de su vida, formamos un libro que se llama ‘Shotainá’ y que está a la venta desde 2019”.

Pero el sentido de la publicación no es sólo expresarse, contar su vida, poner en valor su idioma, también tiene un sentido solidario y social. Al respecto, Cettour puntualizaba en la entrevista radial que “Con la ganancia del libro podemos comprar materiales y los chicos, con sus familias Qom, están armando sus casitas en el Barrio Santo Domingo”. Los libros en sus páginas expresan el sentir del pueblo Qom, así lo repasa el docente al mencionar lo dicho en libro Shotainá, “La tierra es de quien la huele, y nosotros la olemos y la respiramos como ‘un árbol del Impenetrable la huele y respira’, que es un fragmento textual de uno de los cuentos de Shotainá, que están traducidos al castellano, porque en realidad están escritos en Qom, y hablan de ellos mismos, de su conexión con la tierra, de la conexión con la madre naturaleza, y también de estar presentes, porque eso significa Shotainá, estar aquí, estar en armonía con las cosas y los seres”.

La propuesta Shotainá suma voluntades en Santo Domingo, donde además de los vecinos qom, se agregan otros santafesinos solidarios e interesados, junto con agrupaciones como la referida Legüera Cartonera, las chicas de Kiva Comunidad, que están en la bioconstrucción de las casas. En realidad, también el trabajo en el barrio lleva a cambios de formas de hacer, así lo destacaba en el año 2020 el maestro al referir que “Las dos primeras casas las hicimos con ladrillos que produjimos nosotros, porque hicimos una ladrillería y quemamos 13.000 ladrillos, de esa cantidad nos guardamos 5.000 para hacer dos casitas y el resto los vendimos y compramos herramientas y otras cosas. Pero en la tercer casa nos dimos cuenta que había que obedecer la tierra, y preferimos elegir lo que esté en armonía con ella, entonces elegimos el barrio, la paja, la madera, y ahí aparecieron las chicas de Bio Comunidad con su propuesta que nos encantó y así hemos hecho dos más con bioconstrucción. Así tenemos cuatro viviendas techadas y tres familias viviendo en sus casas”.

La Legüera Cartonera es descripta por el citado artículo de El Litoral. Dice Nicolás Loyarte sobre la editorial autogestiva  que “confecciona libros con cartones de desecho”. Más adelante, la misma nota detalla que en menos de dos años de existencia han publicado “nueve títulos de autores con trayectoria, como Cecilia Moscovich y Analía Giordanino, entre otras, y también voces nuevas, como las de las mujeres de la Unidad Penitenciaria y las mujeres afrodescendientes”. Puntualmente sobre Shotainá, el periodista describe que Legüera Cartonera publicó unos 300 libros bilingües (en qom y castellano), editados desde 2019, en los que cada ejemplar “es único: tienen ilustraciones de tapa originales pintadas de forma artesanal por los autores”.

¡Aquí estamos!

La postura paternalista, europeizante, de superioridad, con la que en general se ha mirado a las comunidades aborígenes (que significa los que están desde el origen), ha marcado el sesgo de la estigma, la segregación, cuando no el desprecio peyorativo sobre los pueblos originarios. Pero al despojarse de esos prejuicios, preconceptos, y en especial, de esa sensación de superioridad, el descubrimiento es más deslumbrante para quienes ingresan a la vida de las comunidades que para los miembros de ellas, que bien conocen en general a los “blancos”, y sus actitudes, y sus modos de pensar.

El centro educativo para adultos en el barrio (la Educación), el trabajo comunitario (la Solidaridad), el conocer sin prejuzgar (el Sentir), pueden hacer la diferencia para trazar el camino entre mundos cercanos, pero distantes y desiguales a la vez. Así, en Shotainá, aquí está la Educación, aquí en una parte de Santo Domingo está la Solidaridad, en las casitas de los jóvenes qom está el Sentir que integra y transforma. Cettour lo vive y lo aprecia, “Nuestro proyecto es en base a eso, a sentir, en hacer lo que sentimos, en lo que nos parece valioso, importante, necesario. Y nosotros siempre decimos que nuestra misión aquí es simplemente correr los obstáculos que hay en el medio, para que el amor llegue, para que fluya…”.

Lejos de ser una utopía, la tarea de Shotainá lo demuestra, y así lo destaca el maestro Andrés: “Y hay mucha gente que quiere ayudar, que aporta, que te da… una mesita de luz, que te compra diez libros, que simplemente difunde el proyecto, o por ahí armando una canción, que ponemos en nuestro Instagram ‘Shotainá’”. Y cada cual encuentra más de lo que lleva, porque como dice Cettour, “La alegría es dar amor” y que “en mi caso como docente es devolverles todo lo que me habían brindado, porque al abrirme sus historias, al abrirme el corazón”. Lo que primero fue reconocer la cultura, luego se transformó en “cambiar esos ranchitos de chapa donde viven”, y luego fue mucho más que la suma de las dos cosas.

Recuerda  Andrés Cettour que fue a enseñar a los jóvenes a leer y escribir en castellano, que es necesario, pero que la primera frase que aprendió en idioma qom es cómo decir “amo a mis hijos”. Y ese sentir de fuerte pertenencia a la comunidad, al lugar, a su gente, “a permanecer unida”, decía el docente, “como una sola gran cosa, porque la familia qom es muy contenedora, se cuidan entre ellos y se ayudan”. De ese modo se construyen las casas, entre todos, como los Sin Techo, por autoconstrucción y ayuda mutua.

Shotainá se transformó no sólo en una palabra nueva para los que se acercaron a la comunidad, sino que adquirió otra dimensión. En ese contexto se ubica Andrés: “Es una palabra nueva, sabrosa, que más que un saber es un sabor de un mundo diferente, donde podíamos ver que pasaban cosas así de cooperación, de ayuda, de algunos valores que están en nuestra sociedad pero a veces están tapados por otros, y toda esta tarea con la comunidad nos conectó con nosotros mismos”. Tal vez por ese motivo, Cettour y sus compañeros y compañeras de tarea, piensan y siente a Shotainá como “un camino de retorno a casa, a las propias raíces, a las cosas que son esenciales en nosotros, y por eso el proyecto lleva ese nombre: ‘Shotainá, un libro para una casa’, y enlazamos las raíces al cielo”.

En la Santa Fe del Tercer Milenio, en uno de sus barrios más postergados, la cultura ancestral, el trabajo, la palabra (qom y castellana), derriban muros de indiferencia para levantar casas, desvanecen mitos huecos de sentido. En Santo Domingo, allá detrás del Camino Viejo a Esperanza, por senderos serpenteantes, alumbra la solidaridad y re-conocerse.  

Mientras escriben en su idioma, imprimen sus libros con materiales reciclados, y levantan sus casas con sus manos, los jóvenes qom del Barrio Santo Domingo no sólo dicen “soy éste”, y “éste es mi lugar”, más bien gritan silenciosamente desde su mirada milenaria: “¡SHOTAINÁ!”.

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