Barrio Schneider – Vecinos

Don Otto, el Alemán Santafesino

Santa Fe, como la Argentina, pero en especial la tierra de Garay, se encuentra atravesada por la llegada de inmigrantes. En varias oleadas, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el primer cuarto del siglo pasado, la provincia, y la ciudad, recibieron un aluvión de extranjeros que llegaban en busca de un mejor futuro. Escapando del viejo continente, de hambrunas, guerras, pestes, persecuciones religiosas, dictaduras, los que arribaron encontraron en los pagos del Brigadier, no sin dificultades y muchas veces similares situaciones de explotación, el lugar para asentarse, crecer, formar una familia, y hasta hacer grandes dividendos económicos. Muestra de ello son los apellidos que en la ciudad de Santa Fe, vía el par de generación de divisas entre ferrocarril y puerto, crearon hasta sus propios bancos, astilleros, molinos. Pero también, la socialización en la tenencia de la tierra, con la conformación de las colonias agrícolas, tiene en Santa Fe su manifestación más extendida y numerosa dentro del orden nacional.

"Otto Schneider. Tradición alemana en Santa Fe, cuna de la cultura cervecera argentina" - Luciano Alonso
"Otto Schneider. Tradición alemana en Santa Fe, cuna de la cultura cervecera argentina" - Luciano Alonso

No resulta extraño entonces que en gran medida esas colectividades de familias venidas de cantones y pueblos del otro lado del mar, mantuvieran su idiosincrasia, su cultura, su idioma, sus costumbres arraigadas, en grupos, casas, centros de mutua ayuda. Sin embargo, en la dialéctica de la interacción con lo nacional, lo local, la cultura, el idioma, las costumbres, muchas veces se entremezclaron, ciertamente con diferencias, en las cuales lo “criollo” y lo “originario nativo”, llevó las de perder, pero igual, se influenciaron mutuamente.

Surge como dato ilustrativo de esta situación lo mencionado por Felipe Cervera en su libro “La Modernidad en la ciudad de Santa Fe”, donde puntualiza, según los censos de la época, que en 1985 de los 28.462 habitantes de la capital provincial y zona cercana (Departamento Santa Fe) 19.126 eran argentinos y 9.336 extranjeros. Ya puestos en el censo de 1914 la población de la ciudad había trepado a 59.574 habitantes, de los cuales 18.186 eran inmigrantes. Dice Cervera al analizar el proceso que “Entre 1895 y 1914 uno de cada tres habitantes de la ciudad era extranjero”. Datos más precisos del censo de 1907 aportan guarismos sobre la zona rural norte de la ciudad, que arrancaba unas pocas cuadras más al norte de bulevar. En este registro citado por Felipe Cervera se destaca que toda la zona norte contaba con 3.944 residentes, de ellos 2.722 eran argentinos y el resto extranjeros, es decir 1.222 eran inmigrantes, con mayoría de italianos (877).

Pero más allá de los relativismos culturales, de los datos censales, y la profundidad de un análisis que requiere la conformación de la sociedad santafesina de la primera mitad del siglo pasado, surgen, como mojones distintivos para el acervo cultural de hoy, cuestiones extrapoladas de otras latitudes, que resignificadas en sus basamentos originales se instalan en el hoy como un rasgo identitario de la ciudad.

Este puede ser el caso de Otto Schneider. Alemán de origen, santafesino por elección, que con su arte de maestría cervecera dejó una huella indeleble espumante, en un simple vaso sin marcas ni lujos, que refresca hasta los más humildes vecinos de los barrios de Santa Fe.

En Prusia Oriental nació el 6 de abril de 1872 Otto Eduard Moritz Schneider. En su ciudad natal de Osterode siguió la tradición familiar y se formó como maestro cervecero. A la edad 34 años llegó a la Argentina. En el excelente trabajo de Luciano Alonso, historiador, investigador y docente de la UNL, se trata la vida de este alemán que dio apellido a la cerveza desde Santa Fe. El libro lleva el nombre de “Otto Schneider”, con el detalle de mencionar en la bajada “Tradición alemana en Santa Fe, cuna de la cultura cervecera argentina”, y la firma del teutón en la tapa. Esta obra, en la que se abrevará reiteradamente en varios apartados de Barrio Schneider, está sustentada en la calidad documental e investigativa, en el valor de sus datos, fotografías y testimonios recogidos.

El citado libro describe que “…Otto Schneider era un maestro cervecero y provenía de una familia con una larga tradición en la materia. Sus padres, Julius Schneider y Wilhelmine Meyke, eran propietarios de un establecimiento productor de cerveza. De las dos fábricas que aparecen registradas en Osterode en 1865 una es la “Dampfbrauerei Julius Schneider”, que de acuerdo con su denominación habría aplicado máquinas de vapor”.

Es un tanto insondable definir la decisión de emigrar a la Argentina de Otto. Lo cierto es que Schneider recaló en Buenos Aires primero, luego en San Carlos, y finalmente en la capital provincial. Así lo menciona Alonso, “Llegó en el vapor Cap Blanco el 13 de septiembre de 1906 y se instaló por los siguientes ocho meses en Buenos Aires”. En otro fragmento, en base a documentación aportada por la familia del cervecero, se describe que “De acuerdo con los certificados de su desempeño apenas arribado, el día 17 del mismo mes, ingresó como maestro cervecero en la Compañía Bieckert, lo que sugiere no sólo que disponía de contactos en el país sino que incluso ya podría haber venido con un contrato. Poco tiempo después, para mayo de 1907, consiguió ubicación como responsable técnico de la Cervecería San Carlos y ocuparía esa función hasta octubre de 1911”.

Un dato que agrega la publicación, y que describe al inmigrante venido de Osterode, es que al arribar Schneider no habla el castellano, idioma que “jamás lo habló con fluidez ni perdió su acento natal”. Lo dicho, para 1911 Otto se vinculaba, para siempre, con la ciudad de Santa Fe. “El 7 de octubre de 1911 –continúa el trabajo de Alonso– casi en paralelo con la fundación de la nueva cervecería y su alejamiento de la San Carlos, Otto contrajo matrimonio en Santa Fe con una joven inmigrante que en el acta de matrimonio fue identificada como Lilly Kunze”. Vale decir que en la investigación, publicada digitalmente en 2010, se profundiza acerca de la verdadera identidad de Lilly, que aparentemente tenía otro nombre, pero a la luz de la vida conyugal y del trato cotidiano con la familia, siempre fue referenciada con ese nombre y apellido.

De regreso al personaje que da nombre al barrio, Schneider comenzó a realizar inversiones gracias al progreso económico que obtenía por su trabajo en la Cervecería Santa Fe, no solo como maestro cervecero sino más bien como socio. En tal sentido Luciano Alonso menciona: “Las memorias santafesinas asignan a Schneider la propiedad de algún bar, pero carecemos de constancias sobre ello para la época de su desempeño en la Cervecería Santa Fe y quizás se trate de extrapolaciones de momentos posteriores. Para la década de 1920 su situación económica era holgada y prosperaba rápidamente. Más allá de cuánto rindieran sus acciones, como maestro o director técnico cobraba por hectolitro de cerveza vendido, lo que le garantizaba un ingreso considerable. En octubre de 1925 compró a Ernesto Mai una casa sobre la misma calle de la empresa en el Barrio Candioti, que se transformó en su vivienda”.

Otto Schneider en su quinta - El Orden 16-12-1931

Al poco tiempo llega Schneider a la zona noroeste de la ciudad, en aquel momento zona semi rural y de quintas, además recostada en los bajos del Salado, en el extremo norte del “Distrito Las Barranquitas”. Así se destaca esta etapa en el libro que rescata su vida: “Casi en paralelo realizó una serie de inversiones inmobiliarias. Ya en 1919 había comprado a Alejandro Domenicone dos predios ubicados en una zona que en ese momento era prácticamente suburbana al noroeste de la ciudad, más allá del Cementerio Municipal y cercano a los bañados del río Salado, donde erigió una quinta. En 1926 y 1927 adquirió otros terrenos mucho mayores en el mismo paraje, por compras a los hermanos Sovrano y a distintos miembros de la familia Choquet. El conjunto de los inmuebles superaba los 182.000 metros cuadrados, a ambos lados del camino al matadero (hoy avenida Blas Parera) y en las cercanías del Ferrocarril a Las Colonias. Tierras de menor valor que las céntricas dada su ubicación, pero en suficiente cantidad como para sentar allí años después un emprendimiento fabril”.

La ubicación no era antojadiza. Con visión emprendedora, empresarial, el emplazamiento era favorable en lo que ya se constituía como una ruta importante del corredor sur-norte paralelo al río Paraná (Ruta 11) y en la vinculación hacia el oeste por Esperanza y Rafaela (hoy Ruta 70). En el lugar podría expandirse y crecer, el único problema era la provisión de agua para fabricar la cerveza, dado que la proveniente del acuífero del Salado no era propicia. Para cuando la fábrica se instaló el sistema de Agua Corriente, tratada y potabilizada en el barrio Candioti, llegó hasta la zona del Cementerio Municipal. Otto hizo extender, a su costo, la red hasta la Cervecería, beneficiando el desarrollo del barrio. Pero sobre todo se aseguró un insumo básico en igualdad de condiciones que su competidor, ya que la Cervecería Santa Fe tomaba el agua para su producción también de la planta de calle Ituzaingó.

Justamente, la desvinculación de Schneider con la Cervecería Santa Fe tuvo, con la distancia en el tiempo, aspectos que luego se repetirían pero a la inversa, con la cervecería que fundó el germano con su apellido en manos que terminaron por cerrar y desguazar su fábrica de Avenida Blas Parera. La empresa “Cervecería Santa Fe”, de la que era socio y maestro cervecero, estaba formada por capitales santafesinos, muchos de ellos inversionistas que colocaron en este emprendimiento los excedentes de actividades comerciales vinculadas al puerto, a la exportación de granos y la importación de mercancías. Lo cierto es que los compradores del paquete mayoritario de las acciones fue la familia Bemberg, dueña de la Cervecería Quilmes en Buenos Aires, que en el acuerdo buscaban asegurarse que Otto se quedara en la fábrica de barrio Candioti Sur por dos motivos. Como lo analiza Luciano Alonso, uno para tener asegurada la calidad del producto y la continuidad funcional de la fábrica, dos para evitar tener un competidor de fuste en la zona.

"Otto Schneider. Tradición alemana en Santa Fe, cuna de la cultura cervecera argentina" - Luciano Alonso

Contra las incertidumbres que generaba renunciar, mal vender sus acciones y empezar de cero, Schneider se desvinculó de la Cervecería Santa Fe. La determinación devenía de la imposibilidad de tomar decisiones y manejar adecuadamente la planta, pero también, y en especial, por la estandarización de la producción que Quilmes hizo con la Cerveza Santa Fe, lo que bajó la calidad de la espumante cerveza con el nombre de la ciudad. Así lo describe el libro cuando menciona que “Mas a pesar de su protagonismo social y a su evidente prosperidad económica, no era un propietario independiente con poder de decisión a nivel corporativo. Paradójicamente, sería su incapacidad para resistir la venta de la Cervecería Santa Fe al grupo Bemberg lo que le decidiría a emprender la formación de una nueva empresa que asociaría definitivamente su apellido a la historia de la cerveza santafesina”.

De este modo, Don Otto, incluso con el dolor que le puso es destino con la muerte de su joven esposa, siguió adelante, y con otros socios santafesinos, sacó adelante su nueva empresa: “Cervecería Schneider”. Una empresa en la que los propios empleados, con cantidades mínimas, pero presentes, formaban parte de la sociedad, todo un rasgo distintivo diferente a la escala monopolizante del grupo bonaerense que tomó el nombre de la tribu de los pobladores originarios que vivían donde asentaron su empresa.

El desarrollo de la fábrica se aborda en el apartado de este trabajo que ubica al Barrio Schneider en la historia de Santa Fe, y el culto en Santa Fe por la cerveza y el liso en el segmento del Ser Santafesino. Por ello, quedan por tratar aquí en este tramo las vivencias de Otto Schneider en el barrio al que finalmente le dio su nombre. Un nombre que deviene para la barriada cercana, porque corresponde a la vecinal que está al este de Blas Parera, geográficamente al sureste de la ubicación de lo que fue la Cervecería y el Recreo Schneider donde finalmente se asentó.

En especial, la quinta de Otto, y su “recreo”, mucho más que un patio cervecero, emulaba los espacios en la Germania donde se compartía la cerveza y las comidas típicas de la cultura tedesca. En el escrito de Luciano Alonso se aborda esta relación entre Otto y el lugar, más allá de la empresa.

Dice el libro, puntualizando en los dos “recreos” que existieron: “En avenida Blas Parera y cerca del actual Hipódromo se abrió el ‘Recreo Don Gustavo’, de Gustavo Dempke, con amplios jardines y un laberinto de ligustros. Para ese momento Otto Schneider ya había habilitado su propio ‘Recreo’ sobre la misma avenida, del que nos ocuparemos en detalle. Como el local de Dempke luego fue alquilado por Otto Lindermann y recibió el nombre de ‘Don Otto’, muchas veces se lo confunde en los recuerdos locales con el ‘Recreo Schneider’ que estaba a escasas cuadras”.

Despejada esta posible confusión, Alonso menciona acerca del Recreo Schneider que “Sobre el segundo sabemos que lo atendió personalmente por unos años en la década del ’30, para alquilarlo hacia 1940 a un primer locatario y más tarde a la familia Achleitner”.

Vale mencionar que esta relación entre producción y consumo de la cerveza fueron aspectos centrales para el maestro cervecero. La publicación así lo destaca: “El local que sintetizó la visión de Otto Schneider sobre la cerveza fue sin duda su Recreo, que ya figura en la guía comercial de 1933. Para él la producción no era el último paso de su visión empresaria, ya que tenía que ir acompañada no sólo de una buena comercialización sino incluso de sugerencias sobre su consumo. Ya desde la compra de los terrenos en los que más tarde instalaría su fábrica, hacia mediados de la década de 1920, Schneider gustaba de utilizar su quinta para reuniones de diversa naturaleza”.

En el recreo, ubicado a la par de la planta productora de cerveza y que formaba parte de los terrenos de la casa de Don Otto, se servían además comidas típicas de la Alemania lejana. Cuenta el libro que lo recuerda que “… los predios estaban distribuidos a lo largo de la avenida Blas Parera y se extendían hasta los bañados del río Salado, de los cuales llegaban inevitablemente multitudes de mosquitos que los testimoniantes recuerdan casi como un azote bíblico”. En otro tramo se detalla que “Poco a poco Schneider fue realizando mejoras en ellos, como ser canchas de tenis y jardines hacia la zona lindante con el cementerio Israelita. El edificio central de la quinta –que todavía existe– estaba retirado del camino hacia el oeste y para mantener la cerveza lo más fresca posible contaba con un sótano”.

Puestos sobre cómo el gran patio cervecero de don Otto de formó parte también de la incorporación de la cultura cervecera santafesina, Alonso reflexiona que “El ‘Recreo Schneider’ fue probablemente su mejor aporte en materia del consumo de cerveza. Otto compró en el momento de construcción de su fábrica un almacén cercano que pertenecía a la familia Colombo, compuesto por una vieja casona construida en 1890 y varias habitaciones más nuevas que recibían pensionistas”.

No extraño entonces que aquel hosco y fornido grandulón, de bigotes y lentes, de hablar atravesado entre perfecto alemán y precario español, haya dejado una huella desde el sabor de su cerveza hasta el nombre del barrio donde vivió hasta el final de sus días. Dice el libro con relación al recreo instalado entre su casa y la fábrica, “Otto mantuvo la costumbre de concurrir al ‘Recreo’ asiduamente aunque lo alquilara a la familia Achleitner. Al menos tres veces por semana compartía almuerzos o cenas con sus inquilinos, momentos en los cuales en la mesa se hablaba alemán y los mayores no contestaban a los chicos si éstos se dirigían a ellos en castellano. Schneider alternaba sus reuniones sociales entre ese local, su quinta y la misma cervecería. Mientras el ‘Recreo’ oficiaba como lugar de reunión de sectores con mayor capacidad adquisitiva o de visitantes importantes y sus precios eran normalmente altos, la quinta era el ámbito familiar y la fábrica –o en su caso sus jardines– el espacio de reunión con negociantes o trabajadores. En una época en la cual la sociabilidad barrial se ha resentido, los vecinos de ‘la Schneider’ todavía recuerdan cómo la empresa formaba parte de la vida del barrio. Cada fin de año se hacía un asado en alguna esquina y la cervecería obsequiaba algunos barriles. ‘La fiesta se prolongaba hasta el otro día o hasta que no quedaba nada, hoy ya no lo hacemos, es una lástima’, recuerda uno de los habitantes más antiguos del lugar en una nota publicada por el Diario El Litoral el 21 de noviembre de 2006”.

Vino de la Prusia Oriental. Pudo elegir afincarse en Buenos Aires. Sin embargo, llegó a Santa Fe y se quedó aquí, hasta sus últimos días, y sus restos descansan en el Cementerio Municipal, muy cerca de donde tuvo su propia fábrica soñada, su Cerveza Especial Schneider, su quinta, su recreo para compartir su pasión por esa bebida que aprendió a hacer de niño, en la cervecería de sus padres, junto a sus hermanos.

Cada 30 de junio la Cervecería Schneider S. A. cerraba el ejercicio de la empresa del año calendario anterior. A los días, pocos, la sociedad, creada a la sazón con esa participación societaria por Schneider, repartía las utilidades del ejercicio. Dice Alonso en el libro citado que “Para algunos de los accionistas que apenas tenían participación en la empresa la ocasión no suponía más que la reunión con unos muy pocos pesos, pero tanto para ellos como para los más grandes tenedores de acciones ameritaba una gran fiesta costeada por la empresa para todas las familias. Y los que durante todo el año lo habían visto pasar por las instalaciones con un carácter hosco se encontraban con un Schneider desconocido, que jugaba carreras de embolsados con los chicos y participaba de la reunión como el más alegre de todos”.

Para casi los finales de la década de 1940, en pleno auge del Gobierno Peronista, y con una actividad industrial en su fábrica que no se contraponía con los nuevos derechos de los trabajadores agremiados, Schneider dejaba el manejo de la empresa. De hecho, los obreros de la cervecería de don Otto eran los mejor pagos de todo el país. La publicación menciona que “Ya había acumulado un importante capital, era propietario de numerosos inmuebles en la ciudad y participaba como locador o socio de algunos bares. Su hijo Rodolfo mantuvo un puesto gerencial en la firma hasta retirarse más adelante, luego de instalar una fábrica de gaseosas y sodas que producía las marcas ‘Pirulo’ y ‘Bidú-Cola’, durante años de mucha distribución en la zona”.

Luego de haber citado en reiteradas oportunidades el libro realizado por Luciano Alonso en 2010 es justo dejar el cierre de este segmento del vecino destacado del Barrio Schneider a la publicación.

“Don Otto falleció en Santa Fe poco antes del mediodía el 30 de junio de 1950. En 1952 Julio y Juan Marmorek –que eran personal de conducción de la Cervecería Santa Fe– adquirieron la mayor parte de las acciones de esa firma. Fallecido el inspirador de una compañía y transferida la propiedad de la empresa rival a nuevas manos, la puja entre las dos marcas iba a continuar hasta que la Schneider fuera comprada por la Santa Fe en 1979. Pero ya no estarían los actores individuales que habían animado esa competencia durante tanto tiempo.

A diferencia de otros capitalistas emprendedores de la época o de su misma rama de la industria, no sólo fue conocido por su éxito en los negocios sino también por sus modos de relación con su medio social. Sumó profesionalidad, sentido comercial, identidad alemana y vínculos sociales locales. Alcanzó reconocimiento como creador de cervezas de calidad, pero además como representante de un modo de sociabilidad. Schneider se construyó a sí mismo como personaje y dejó una imagen que se proyecta en la ciudad casi sesenta años después de su muerte.

Innovando permanentemente y al mismo tiempo remitiéndose en forma constante a su tradición alemana, consiguió asociar su nombre a la industria cervecera argentina y darle un lugar especial en su historia a una localidad provinciana como Santa Fe. La “Reina de las Cervezas” –por una cerveza especial que llegó a producir– fue uno de sus más logrados aportes en la formación de la ciudad como referencia nacional en la producción del ramo, en una época en la cual el desarrollo industrial ya pasaba por otros grandes centros como el Gran Buenos Aires, Rosario y Córdoba”.

 

 

 

"Otto Schneider. Tradición alemana en Santa Fe, cuna de la cultura cervecera argentina" - Luciano Alonso
"Otto Schneider. Tradición alemana en Santa Fe, cuna de la cultura cervecera argentina" - Luciano Alonso
Barrio Schneider – Vecinos

2 comentarios en «Barrio Schneider – Vecinos»

  1. La cervecería Schneider fue comprada en 1979 por la cervecería Santa fe, cuyos accionistas mayoritarios eran Julio y Juan Marmorek. Por ventajas operativas en 1983 la planta Schneider fue cerrada y las cervezas Schneider y Santa Fe fueron producidas en la planta de Calchines 1401 de la Santa Fe.
    La empresa era dirigida por el ingeniero Juan Esteban Marmorek hasta su venta al grupo Luksig en 1995.

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