Barrio Sur – Vecinos

De Santa Fe a Japón (en moto)

La aventura de “dar la vuelta al mundo” viene desde la osadía de los navegantes del pasado, y también desde lo sueños literarios como los de Julio Verne. Esa idea de viajero prendió, vaya a saber por qué, en un vecino de Santa Fe, un santafesino del Barrio Sur Nuevo.

José Tumino tuvo su pasión de viajar y conocer, pero en motocicleta. Aventurero, fue cada vez más lejos en sus viajes, hasta que un día ese viaje lo llevó hasta el Japón, luego de andar por América, Europa, África, Asia y Oceanía. “Mi primer viaje fue en una ‘paperino’, en el año 64’, y de ahí en más todos los años hacía un viaje hasta que en el año 1970 terminé de recorrer toda Sudamérica, y entonces hice la locura de largarme a dar la vuelta al mundo”, decía en 2005 en el programa Alma de Barrio de LT10 AM 1020 Radio Universidad.

Así, llegó el 14 de junio de 1970 cuando Tumino partió de Santa Fe en una moto de la marca más famosa de Japón. “La moto era una Honda 300, pero le bajamos la cilindrada a 150 para que tenga más aguante la caja, el cigüeñal, sabiendo que iban a ser muchos kilómetros, porque en esa época no había motos aptas como ahora –por 2005 cuando se hizo la nota radial- en ese entonces tenía que llevar la moto a mano en el ripio, hoy planean a 100 kilómetros por hora, y ahora está todo asfaltado así que no hace tanta falta una moto especial para dar la vuelta al mundo”. José tenía en ese entonces 24 años, ya contaba en su haber con siete viajes en moto por Sudamérica, de los que se destacaba haber recorrido el Mato Grosso por primera  vez en moto.

En un tiempo donde no había sistemas de posicionamiento satelital (GPS), ni teléfonos celulares, tanto el derrotero como la comunicación eran en sí mismas otra aventura dentro de la aventura. Cuando pasaba por las embajadas argentinas hacía avisar a sus familiares por dónde andaba. Escribió cartas, y entre las que llegaron abiertas y las que nunca llegaron, sus amigos y vecinos tenían pocas noticias de sus avances. Recién en México pudo hablar por teléfono a su Santa Fe natal.

Elegir la ruta, evitar en lo posible los caminos no pavimentados, era la consigna. Aunque en muchos lugares era difícil no transitar por caminos no asfaltados, dado que sólo un sendero de ripio había. José manejaba del alba al atardecer, “Me levantaba cuando todavía era de noche, y salía, y dormía en la ruta, porque no había plata para parar en hoteles. Y después llegó un momento que en la ruta Panamericana, por más que hubiera tenido plata no había hoteles que valieran, así que trataba de ir por rutas con pavimento y dormía al costado del pavimento, no tenía carpa ni nada, una frazada nomás”.

En la moto Tumino llevaba como preciada mercancía “… dos bidones de nafta, uno de agua, llevaba herramientas, un calentador y algunas cositas para cocinar, y algunas conservas para ir parando y comiendo por el camino”. Y con esa escasez de pertrechos afrontó desde las heladas tierras altas de Chile y Perú, hasta los agobiantes calores del Sahara. Al respecto, en una nota que publicara el diario El Litoral mencionaba que pasaba hambre dado que no encontraba a nadie por esos caminos desolados de la América del sur. Decía Tumino “Hasta el día de hoy tengo la duda si no me encontré en Perú con guerrilleros que estaban vestidos de gendarmes; después de estrictas normas de seguridad me hicieron ingresar a un lugar donde me dieron de comer pollo con fideos después de tres días en que no probaba bocado”. (El Litoral 4/7/2012)

México, un lugar para no olvidar

En su aventura José Tumino recorrió cerca de 200 países y manejó su Honda 300 165.000 kilómetros, pero un país, su gente, y una persona en especial, quedaron grabados a fuego: México y Cantinflas. Decía en la radio Tumino: “Cuando llego a la capital de México miraba que no había nadie y no entendía nada, porque había tenido un recibimiento antes de la gente, en Orizaba, como 600 kilómetros antes. Estaba hecho pedazos yo, y entro por la avenida Sonora, un silencio, un domingo a la mañana, nadie me esperaba, tenía una amargura, ‘para qué tanto sacrificio’ me preguntaba, y por ahí veo escrito ‘Bienvenido Hermano Argentino’, así dije ‘espero que sea un buen síntoma’… y a las siete, ocho cuadras, estaban como dos mil personas esperándome, con Televisa, así que me pararon, me bajaron de la moto, me envolvieron con la bandera mexicana y me llevaron en andas…”.

En su estadía en México logró conocer al ídolo popular más grande del país: Cantinflas. Rememoraba  José: “Era un tipo especial, con todo el dinero que tenía, la fama, tenía una humildad, era más respetado que el presidente, que ojalá tuviéramos un Cantinflas los argentinos”. Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, “Cantinflas”, fue no sólo un gran actor de cine popular, ampliamente reconocido y galardonado, que por su personaje como trazo grueso de las clases más pobres de México, representó el sentir y la idiosincrasia de los latinoamericanos. Cantinflas hasta promovió una cena a beneficio del raid de Tumino en la que le entregaron unos 46.000 dólares (una fortuna en ese entonces). Entre esas conversaciones, el santafesino guardó en su memoria lo que el mexicano pensaba sobre los argentinos: “Una vez me dijo: ‘El argentino, según el escalón económico que esté es el escalón de orgullo que tiene, no es como el mexicano o los otros países…’, y a mí no me gustó que me dijo eso… y al final con el tiempo me di cuenta que tenía muchísima razón”.

A lo largo del viaje superó desde la detención de los soldados egipcios en el marco de la Guerra de los Siete Días con Israel, hasta la vez que no le dejaban cargar en la bodega del avión su Honda 300, para poder cruzar de África a Asia, desde Egipto a la India y continuar su derrotero. Un camino que inició en el Barrio Sur de Santa Fe y lo llevó hasta Japón.

160.000 kilómetros después un día llegó al imperio oriental. “Cuando llegué a Japón –decía José para LT10– lo que menos me esperaba es que me recibieran 21.000 obreros de Honda. Ese día todos tenían que ir con la ropa nueva, porque cuando hay una visita les daban 20 minutos para prepararse, y yo pensaba que eso lo hacían con los presidentes, no con un ‘crotto’  que había llegado en moto…”. Y ante la hazaña concretada, por él y por la moto de regreso en la fábrica de donde había salido, Tumino recordaba con afecto a su “compañera” de los caminos del mundo, “La ‘hondita’ llegó hasta Japón, hecha pedazos pero llegó…”, y ante la pregunta de qué dijeron los japoneses al ver la moto y la hazaña de haber llegado desde Santa Fe hasta Japón, José Tumino recordaba en el programa Alma de Barrio: “Desarman el motor y les digo que lo único que quedó del motor fue la caja, ‘lo demás lo cambié todo por el camino’, entonces me felicitan y me dicen que era la primera vez que veían una caja gastada como esa de una moto Honda sin que se rompa…, y como premio me dieron una moto nueva una 750”.

Al final esa moto nueva no pudo traerla a Santa Fe, la mal vendió para con esos dólares pagar su pasaje de vuelta. Por otro lado, la Honda 300 de Tumino no terminó su historia allí, como lo menciona la referida nota de El Litoral: “Después de dejarla un tiempo en Osaka para su exhibición, lo que quedaba de la moto Honda 300 con cuadro reforzado de una ‘Súper 5’, con barras rellenas de aluminio, rayos hasta 4 veces más grandes de lo común y amortiguadores traseros de una Gilera 300, regresó y se paseó por varios museos de Argentina, hasta que recaló definitivamente en el Museo Guiness de Nueva York, como la moto que batió el record de kilómetros recorridos en la historia”.

Santa Fe querida

José Tumino, conocido por quienes fueron sus amigos con el mote no peyorativo de “El Loco Tumino”, era un tipo de barrio profundamente sentimental. Por ello, más allá de viajar por miles de caminos, de conocer más de 200 países, su Santa Fe, su barrio, estaba como atado al recuerdo. Así lo recordaba en la radio, “El problema mío es que soy una persona muy sentimental, extrañaba todo, la familia, los amigos, extrañaba todo y no veía las horas de volver a Santa Fe”.

Pese a que parezca contradictorio, el mismo espíritu aventurero que lo llevó lejos lo trajo de regreso, y el viaje, quedó como una experiencia inolvidable, más allá de ser la primera vuelta al mundo en moto: “No me arrepiento de haber hecho el viaje, de dar la vuelta al mundo con una moto en aquel momento, pero no lo volvería a hacer. Y lo que viví no lo cambio por nada en el mundo, hice grandes amigos afuera, que después de 30 años me sigo mandando cartas y hablando por teléfono, son las cosas hermosas que me quedaron, levantar el teléfono y que de México me mande el pasaje para que vaya a visitarlos”.

Nada fue gratuito para José, no sólo en el dinero que gastó para su aventura, sino además para su propio físico, porque como decía, “las secuelas malas que me quedaron en el cuerpo todas se curaron, el derrame, los dolores de espalda, todo se curó, pero las secuelas buenas siguen conmigo por siempre”

José Tumino falleció en Santa Fe el 3 de junio de 2012 a los 66 años.

ENVIANOS TU HISTORIA-03
Barrio Sur – Vecinos

4 comentarios en «Barrio Sur – Vecinos»

  1. Los Tumino eran los dueños de la carnicería del barrio, estaba situada en Gral Lopez enfrente de donde comenzaba Avda Freyre. Era mas grande que yo pero me acuerdo, perfectamente, de este aventurero.

  2. hola quisiera hacer una nota sobre jose tumino soy de sanc arlos centro santa fe y no tenia idea de este grande , en el verano estuve leyendo la historia de Emilio Scotto que dio la vuelta al mundo con una honda golwing y me parecio facinante por eso quisiera saber si se puede hacer una nota sobre jose tumino

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll hacia arriba