Altos vecinos del albardón Verde

Florencio, el último gladiador del río

FLORENCIO ROMERO - EL LITORAL

El albardón costero de Alto Verde dejó para la historia a muchos vecinos ilustres de Santa Fe. Uno de ellos fue Florencio Romero, bautizado en su barrio natal como “mojarrita”, no tanto por pescar en el río, sino más bien, por nadar en él. Nacido el 20 de septiembre de 1939, criado en Alto Verde, su vida pasó por muchas profesiones y trabajos, pero siempre relacionado al río, en especial por su pasión de nadar en él.

Otra de sus pasiones fue la de escribir, de manera que logró publicar con apoyo de Cultura de la Municipalidad de Santo Tomé en 2012 el libro “Nadador, Carpincho Blanco y otros cuentos”. 

También la militancia política en las filas del Partido Comunista, lo llevó a tener siempre posiciones que iban por otros caminos de las mayorías circunstanciales del momento.

Como nadador de larga distancia, reconocido nacional e internacionalmente, más allá de sus participaciones en la Santa Fe – Coronda en la década de 1960 y 70, se destacó por sus raids, o hazañas, como la de unir Santa Fe con Rosario a nado, ya como adulto mayor. 

En el sitio “LongSwims Database” se detalla la performance de Florencio en las maratones Santa Fe – Coronda en las que compitió, y siempre arribó al pontón corondino: 1963 Feb 10 – 63 Km (10:29:45) / 1965 Feb 7 – 63 Km (10:07:10) / 1966 Feb 13 – 58.7 Km (           09:56:00) / 1974 Mar 10 – 57 Km (09:57:00) / 1977 Mar 13 – 56.7 Km (09:34:00) / 1978 Feb 5 – 56.7 Km (09:29:52). (https://longswims.com/p/florencio-romero/)

A modo de un resumen en cierta forma cronológico de algunas de las notas y publicaciones que lo tuvieron como protagonista, hasta su fallecimiento el 27 de mayo de 2023, y luego también.

FLORENCIO ROMERO - LA CAPITAL 2001
FLORENCIO ROMERO GUIA - EL LITORAL

En 2001, con 62 años, gustoso de los desafíos, Florencio se propuso nadar en las cataratas de Iguazú. Venía de nadar entre Santa Fe y Rosario en marzo de ese año, cuando un nuevo desafío lo conmovía para brazada a brazada pelear entre los rápidos y la correntada del río Iguazú.

El diario La Capital se hacía eco en ese momento y publicaba que “el veterano nadador Florencio Romero” iba a intentar unir las cataratas con Puerto Iguazú “un trecho comparativamente corto en extensión pero preñado de peligros, puesto que deberá sortear una zona de rápidos de cinco kilómetros de extensión. Esta será la primera vez que alguien intente concretar una prueba de tan difíciles características”, destacaba el decano de la prensa argentina.

FLORENCIO ROMERO Y DIEGO DEGANO - EL LITORAL

La publicación, del 18 de noviembre de 2001, detallaba además que “Romerito, como popularmente se lo conoce, tiene previsto estar en el Parque Nacional de las Cataratas del Iguazú el martes venidero e intentará concretar la nueva hazaña el 24 a la mañana. Contará para ello con el apoyo del personal de Parques Nacionales, que le aseguró que le brindará tanto asesoramiento como apoyo técnico. El nadador santafesino quiere con su actitud enviar ‘un mensaje de paz, especialmente ahora cuando el mundo vive una nueva guerra’ y tiene el deseo de que en vez de gastarse tanto dinero en armamento se lo destine a fines más altruistas, tales como crear escuelas para la niñez desvalida”. (https://archivo.lacapital.com.ar/2001/11/18/articulo_201.html#)

Por ese tiempo Romero estaba a cargo de la escuela de natación con su nombre que funcionaba dentro del Centro Especializado de Natación “Diego Degano”, ubicado en el Club Unión de Santa Fe. Vale decir que también Florencio Romero actuó como profesor de natación en el Club Unión de Santo Tomé, ciudad donde vivió.

De regreso a la nota de La Capital, se exponía que “Romerito entiende que la prueba le demandará unas tres horas de esfuerzos en aguas templadas que tendrán, según estima, una temperatura promedio de 28 grados. ‘A mí me conviene hacerlo en aguas más frías, pero creo que la temperatura alta no será ningún impedimento’. Lo que más le preocupa son los cinco kilómetros de rápidos, en los que el agua corre a 22 kilómetros por hora. Este padre de dos hijos y abuelo de otros tantos nietos, confía en que los prácticos del Parque lo sepan guiar por ese sector tan peligroso del río que le ofrecerá las mayores dificultades”.

“Viejo lobo de río”, se escribía en el subtítulo, y para dar cuenta de esa afirmación se mencionaba: “Cuando era joven, Romero fue un embarcado que navegaba las aguas del Alto Paraná en barcos que cargaban madera. Por consiguiente, conoce la región y sus aguas, pero confiesa que ‘hace más de 40 años’ no visita la zona, aunque tiene una actualizada información sobre ella. Ante la obvia pregunta de por qué se decidió a realizar la prueba, el veterano nadador comentó que ‘siempre busca nuevos desafíos’. El santafesino nadó toda su vida, pero ya mayor interrumpió sus pruebas durante unos 20 años, aunque desde hace tres ha regresado con todo, al punto de haber logrado unir a Santa Fe con Rosario en una prueba que le demandó más de 33 horas de exhaustivo esfuerzo físico. Ahora lo esperan las Cataratas, los rápidos del río Iguazú, una vía de agua de unos 10 metros de profundidad a la que no le teme, según cuenta sin que en ningún momento se le caiga su constante sonrisa. Como le confesara a La Capital cuando se proponía arribar a Rosario a nado, su intención también ahora es la de demostrar que hay que tenerse confianza y no bajar los brazos, ‘que en la vida hay que luchar para conseguir los triunfos’”.

La voz de Florencio en “Alma de Barrio” (LT10)

A los pocos años de esa nota, en el programa “Alma de Barrio” de LT10 AM 1020 Radio Universidad, una tarde de 2003 se emitía la nota realizada por el periodista y conductor de espacio Fernando Pais, en la que Florencio conversaba sobre su Alto Verde, su historia, sus raids como nadador de aguas abiertas, sus hazañas propias y en las que acompañó a otros nadadores, desde la canoa, como al mismo Pedro Candioti, o hasta Fernando Fleitas, que ganó la Santa Fe – Coronda con la reconocida conducción de Florencio.

El guión de aquella entrevista permite entrelazar las palabras de periodista con las propias de Florencio, en su humilde casa en una esquina de Santo Tomé.

Alma de Barrio – Barrio: Adelina Este, Santo Tomé – 1/11/03

Nota: Florencio Romero

1 – En la esquina de Lubary y Pedroni, en barrio Adelina Este de Santo Tomé vive Florencio Romero, el último gladiador del río. ¿Y por qué digo el último gladiador del río?, porque Florencio es el único que todavía intenta en nuestro país raids de nado entre localidades. Como lo hacía el Tiburón del Quilla, como Don Pedro Candioti, Romero se propone nuevos desafíos para nadar 15, 20 y hasta 30 horas sin parar.

En 1980 Florencio unió Santa Fe con Rosario, brazada a brazada en 27 horas, 20 minutos, y según dice Romero, hizo le puso cuatro horas menos que Don Pedro no porque él sea mejor que el Tiburón, sino porque “Don Pedro nadaba Over y yo lo hice en estilo croll que es más rápido”. Como en todo, la técnica avanzó en la natación pero el espíritu de vencer los desafíos sigue vivo en el corazón de este santafesino.

Y de gurí, como se dice en la costa, Florencio empezó a bracear en Alto Verde, donde nació hace ya unos cuantos años…

FLORENCIO ROMERO - UNO SANTA FE

2 – Sin lugar a dudas, Don Pedro Candioti con sus increíbles hazañas encendió la pasión de toda una generación por nadar. El Tiburón era un referente para los jóvenes deportistas del río. Pero las técnicas fueron progresando y el gran cambio para el nado en Santa Fe se dio en 1961 con la Maratón Santa Fe- Coronda con una prueba que significó un adelanto para el deporte santafesino. Florencio debutó en la tercera edición, en 1963, y a pesar de que no llegó primero, llegar para el significó ganar igual.

3 – A pesar de correr maratones, Florencio Romero tenía en mente otros desafíos, más personales, más solitarios para ganarle la pulseada al río. En su raid a Rosario se convirtió en el primer nadador de maratón argentino en realizar este tipo de pruebas de gran fondo. Y al conversar con Florencio en la galería de su casa, recordé a Don Pedro Candioti que para superar el cansancio, el sueño y el agotamiento mental de nadar tantas horas, relataba complicadas fórmulas químicas.

Romero me decía que el aspecto psicológico de semejante esfuerzo no está del todo estudiado. Florencio tiene una técnica en particular, y es tomar ejemplos de hombres que a lo largo de la historia han demostrado una voluntad inquebrantable.

Al tener la oportunidad de hablar con alguien que se fue hasta Rosario, NADANDO, le pregunté sobre le cansancio mental y en qué piensa una persona cuando nada tantas horas, y esto me decía Florencio Romero…

4 – Al hablar con Florencio Romero, de 64 años, en su casa de Adelina Este en Santo Tomé me pareció hablar con un Quijote que va detrás de utopías. Que pone su esfuerzo y que si el desafío es grande, mejor para templar el espíritu. Y en Florencio Romero deportista encontré ejemplos de voluntad, preparación y sacrificio. Ejemplo, de voluntad para seguir, preparación para no improvisar, y sacrificio para que no sea fácil. En estos tiempos donde se busca, se propone y se hace todo lo contrario, no es poca cosa el ejemplo de Florencio.

En diciembre Romero intentará un nuevo raid de 120 kilómetros, y para ello nada 6 kilómetros por día…

Y en este punto pensé en tomar al deporte como desafío y a la natación como camino para cambiar conductas, sobre todo en nuestra zona, rodeada de ríos. Le pregunté a Romero si hay esos desafíos, si desde la Dirección de Deportes de la Provincia se proponen raids para incentivar el esfuerzo y premiar la juventud.

5 – Hoy el vecino ilustre de Alma de Barrio es el último Gladiador del Río, es santafesino y vive en el barrio Adelina Este de Santo Tomé, se llama Florencio Romero, ojalá muchos tomemos la posta y nos propongamos nuevos y más grandes desafíos para cumplirlos…

Fernando Pais

“Alma de Barrio” – LT 10 – AM 1020 – 1/11/2003

En 2011 un nuevo desafío nadando en Alto Verde

En una profusa nota realizada por el diario Uno Santa Fe en 2011 el cronista conversó con Florencio sobre su infancia, su vida, el regreso a Alto Verde. También sobre su pasión por escribir, que lo llevó a publicar un libro con relatos e historias que están relacionadas a Alto Verde y a sus vivencias de pibe en el albardón y la isla.

La nota, rescatada por el blog Alto Verde City, no se encuentra en internet dentro de los archivos del medio que la publicó originalmente. Desde Santa Fe mi Barrio la reproducimos para dar otro soporte a esta entrevista en la que Florencio dejaba parte de su historia, que es también la historia del nado en aguas abiertas santafesino.

Uno Santa Fe – 1/3/2011

Florencio «mojarrita» Romero

“Al río lo extrañaba demasiado” A los 71 años, el destacado entrenador y guía santafesino Florencio Romero se trazó un nuevo desafío: el año venidero, unirá a nado el puerto de nuestra ciudad con el futuro emplazamiento de dicha estación fluvial.

“A los 5 años crucé el Canal de Acceso, es decir, aprendí a nadar de casualidad. Vivía al lado del río y, como todos los chicos, jugábamos ahí. Un día me alejé de la costa y, de repente, me di cuenta de que ya no hacía pie, que no tocaba el fondo. 

Y así lo hice”, recordó Florencio Romero –nacido el 20 de septiembre de 1939 en Alto Verde y, desde hace casi 40 años, radicado en el barrio Villa Adelina Este de Santo Tomé– quien, además de pescador en su infancia y juventud, se convirtió en uno de los símbolos insoslayables de los raids y uno de los referentes del legendario maratón Santa Fe-Coronda.

Y, tal es su compenetración con el mismo, que participó diez veces como nadador y, en innumerables oportunidades, como guía, condición en la que logró cuatro victorias: una con Diego Degano, otra con Fernando Fleitas y, las dos restantes, con la holandesa Edith Van Dijk en la categoría Damas. Por ello, merced a su riquísima trayectoria, por las manos de Florencio Romero pasaron todos y cada uno de los mejores nadadores –tanto nacionales y extranjeros– de largo aliento de las últimas cuatro décadas. Y no sólo eso: hasta cursó estudios de Filosofía y Economía Política. ¡Ah! Y es un eximio cuentista: Nadador, Carpincho blanco y El sitio de las sombras –tres de sus tantas obras–, son imperdibles… 

FLORENCIO ROMERO - UNO SANTA FE
DIPLOMA SANTA FE - CORONDA - FB SANTA FE INVENCIBLE

Con 61 primaveras, Romero se convirtió en el único nadador que, con esa edad, unió Santa Fe y Rosario, donde empleó 33h 20’. “Fue el 6 de marzo de 2001, y soy el único que recorrió todo el río Coronda, desde que nace hasta que sale al Paraná, pasando Puerto Gaboto. Fue una prueba durísima, de más de 170 kilómetros, y finalicé la misma en el Monumento a la Bandera. Pero, como siempre digo, no fue la última y, para mí, siempre será «la penúltima» porque, siempre, pienso en hacer otra”, le dijo Romero a Ovación.

Rienda suelta a su pasión

Y, tal es así que, el destacado nadador, entrenador y guía, volverá a hacer de las suyas en nuestras aguas. “Desde chico, mi obsesión siempre fue unir puntos nadando. Uní un montón de puntos y, el año que viene, como reconocimiento a nuestro puerto y el nuevo, voy a ser el 1º en unir ambos lugares. Unir el puerto viejo con el nuevo carga mucho simbolismo y, en total, serán entre 15 y 18 kilómetros de nado. Largaré desde el Dique I, seguiré aguas arriba por el Canal de Acceso durante unos 8 kilómetros y, el resto, será por el río Colastiné hasta la altura de donde estará el futuro puerto”, adelantó Romero.

“Después de este raid, haré una nueva Santa Fe-Coronda en 2012 y, también, como me quedaron algunas pruebas en el tintero –por ejemplo, nadé los 78 kilómetros entre Rosario y San Nicolás–, ahora quiero unir San Nicolás con Ramallo, que son 58 kilómetros. La idea es ir uniendo puntos, como lo hiciera Don Pedro (Candioti)”, agregó.

 

Una vida a pura brazada

“En mi juventud, en Santa Fe había una división muy marcada entre los nadadores de pileta y los de río porque, a nosotros, nos miraban como a sapo de otro pozo. Nadábamos mal, porque no teníamos técnica como los de pileta y, en esta camada, excepto Carlos Larriera, quien ya competía hasta internacionalmente, el resto, veíamos a esto como un espejo de las hazañas de Don Pedro Candioti, influenciados y deslumbrados por sus logros. Habíamos aprendido a nadar over y, en esa época, la Santa Fe-Coronda fue un antes y un después, un quiebre fundamental ya que, para nadar más rápido, tuvimos que ir a una pileta para perfeccionarnos”, rememoró.

FLORENCIO ROMERO - UNO SANTA FE

Con 14 años, Romero ya había unido Puerto Brugo-Santa Fe y El Cerrito-Santa Fe, con más de 60 kilómetros en cada prueba. Y, para participar de maratones, fue al Club El Quillá y, su profesor, Tatán Martínez, corrigió su estilo, ya que pasó a nadar de over a crawl, o libre. Era 1960 y, al año siguiente, se disputó el 1º Santa Fe-Coronda; su 1ª participación –de las diez que tiene en la misma–, fue en la 3ª edición, el 10 de febrero de 1963, que ganó el holandés Herman Willemse, en la que arribó 11º.

Al año siguiente, Mojarrita –como cariñosamente se lo conoce en todo el ambiente de la natación– fue por más. Ese 1964 marcó el debut del legendario egipcio Abdellatief Abou Heif, quien se llevó la victoria y, Romero, ocupó el 7º puesto de la General. Y, como buen hijo de esta tierra, nunca se rindió y siguió buscando la victoria. Jamás se bajó del top ten (alternó entre el 6º y 8º puestos) y, el 13 de marzo de 1977 –edición en la que el formidable rosarino Claudio Plit logró su 4º triunfo consecutivo–, Romero, quien arribó 13º, ganó en la categoría Veteranos.

Muchos pensaron “listo, lo consiguió, ya está”, pero se equivocaron. En 1978, cuando el estadounidense John Kinsella subió a lo más alto del podio y cortó la racha triunfal de Plit, Mojarrita finalizó 12º y, al año siguiente, cambió las antiparras por un pizarra de indicaciones y fue guía por 1ª vez: “Lo llevé a Claudio Plit, y perdimos con (el estadounidense) James Kegley. Nos pasó en el Vado, ahí nos ganó la carrera. Hacía piques de 50 metros, impresionante y, así, se fue escapando. Luego pude ganar cuatro veces: con Degano, con Fleitas y, dos, con Edith Van Dijk. Además, hasta pude tener mi propia escuela de natación”, recordó.

 

Inseparables

“¿Que por qué vuelvo? Es como que nací y me crié en el río, que es mi amigo, y lo extrañaba demasiado. Es probable que haya muchos nadadores, y es bueno que así sea, pero no hay muchos deportistas. Para ser un buen deportista hay que amar lo que uno hace, en este caso la natación, amén del paisaje y defender la ecología. Es pasión, y la describo en mi cuento Nadador, donde el deportista vive una gran contradicción: tiene que hacerse amigo del río, y tiene que pelearlo al río. Por eso, así se entabla una relación mágica: amigo y adversario al mismo tiempo…”, reflexionó Romero.

Y prosiguió: “Esto será un regreso a mi entorno, desde que era chico en Alto Verde, ya que voy a pasar por el Canal de Acceso, donde aprendí a nadar. También será reencontrarme con mi niñez y juventud y, mientras vaya nadando, voy a recordar a mis padres, Wenceslao y María, y a Manuel Pérez, mi acompañante eterno. Además, deseo dejar un mensaje no sólo para los jóvenes sino, también, para los que peinan canas.

Los invito a no dejarse estar, que hagan cosas y se mantengan en permanente actividad ya que, la vida, es una sola y hay que aprovecharla. Ni hablar de que es altamente beneficioso para la salud. Mi vuelta al río es un homenaje a los viejos nadadores y que no tuvieron la suerte de sobresalir, como Pedro Galmez y Antonio Barceló pero que, con sus aportes a la natación, permitieron que la misma tenga el nivel de hoy. Quiero reinvindicar todas estas cosas y, también, al periodismo, que siempre me dio una mano y resaltó que lo mío era genuino y que había mucho sacrificio detrás”, destacó.

“La coordinadora de todo este trabajo que tengo por delante es mi señora, Susana Meynet, con mi hija Jésica, quien es profesora de Literatura y, además, amigos en la apoyatura logística, como Alfredo y Jorge Bordón. Voy a entrenar entre 5 y 6 kilómetros diarios en la pileta del Club Unión de Santo Tomé, para estar en muy buenas condiciones y cumplir con estos desafíos”, cerró Romero.

(https://altoverdecity.es.tl/-g-Mojarrita-g–Romero.htm)

Brazada a braza entre las estrellas

Uno de los periodistas deportivos de Santa Fe más importantes de la historia, Ricardo Porta, al partir Florencio Romero a otros ríos y otros arroyos por los que nadar, desgranó una emocionante nota en el diario El Litoral, para recordar al último gladiador del río

El Litoral – Martes 30/5/2023

Por Ricardo Porta

Florencio Romero: adiós a un grande de las aguas abiertas

Se lo recuerda por muchas cosas, entre ellas por su brillante actuación como guía de Fernando Fleitas en aquella inolvidable Santa Fe-Coronda de 1991, cuando lo sacó primero del Vado y desde allí mantuvo la ventaja hasta el final.

«Usted tendrá que marcharse de aquí, ya bastante ha sufrido en estas islas, las perspectivas de trabajo en este lugar no son buenas, mejor dicho, son pan para hoy y hambre para mañana. Lo mejor será que busque abrirse camino en otro sitio… Es lamentable que no haya estudiado y que apenas sepa leer. Esto ha sido un error de mi parte, por eso quisiera que en esta etapa que va a comenzar, tenga la oportunidad de aprender. Creo que nunca es tarde, el conocimiento es lo que hace sentir un poco más libres, más hombres «. (Nadador, Carpincho Blanco y otros Cuentos, de Florencio Romero y comienzo de La Despedida del citado Libro).

Como Eraclio Catalin Rodríguez Cereijo (Horacio Guarany), Florencio era hijo del increíble Alto Verde que, con sus características, inspiraron al «Potro» y con sus versos inmortalizaron al pueblito santafesino: «Alto Verde querido, pueblito humilde del litoral, sus ranchitos dormidos algún día despertarán….».

«Mojarrita» fue jubilado, vendedor de diarios y revistas, de libros, nadador e instructor de aguas abiertas, cartero, marinero… Pero básicamente estaba apasionado por el río. Su pasión también por la política y el deporte lo hicieron un personaje que atravesó las fronteras nacionales.

Lo conocía precisamente por haber trascendido, pero cuando lideraba el equipo de periodistas deportivos de LT 9, comencé a idear la logística para lo que sería el recordado triunfo del notable Fernando Fleitas en la edición ’91 de la tradicional Santa Fe-Coronda. Yo lo tenía como comentarista estrella en las transmisiones de las competencias de aguas abiertas en la zona. Florencio era irremplazable en esa tarea, por sus profundos conocimientos en la materia. Y sobre todo por el dominio sobre el comportamiento del Río Coronda. No había secretos para él.

En septiembre del ’90, lo conocí a Fernando Freitas. Me lo presentó Carlitos Macua, estaba junto a uno de sus empleados: Javier «Memo» Káiser, en su imponente local de López y Planes esquina Iturraspe. Fernando venía de terminar la temporada de aguas abiertas en el mundo. Cuando le di la mano le dije: «Fernando…serás el ganador de la próxima Santa Fe-Coronda»… Y así fue nomas.

En la semana previa al 3 de febrero de 1991, lo convoqué a Florencio a mi oficina: «Sacrificaré el domingo a mi comentarista de la competencia, porque serás el guía de Fernando». Él abrió grandes sus ojos y creo que estuvo más satisfecho, porque le devolvía la adrenalina de la competencia. Florencio era irremplazable por sus detalles absolutamente responsables. El sábado, o sea el día anterior a esa maratón, recorrió el Río, lo analizó metro a metro. Con Fernando, cada uno desde una punta a la otra, estudiaron en profundidad El Vado. Y descubrieron lo que en esa prueba ignoraba su rival Diego Degano. Después de la largada, ambos llegaron brazada a brazada, liderando la carrera. A la salida del Vado, Degano, a instancias de su guía, el fallecido hermano Jorge, hizo la lógica, siguió por la izquierda, en cambio Fernando aprovechó el remanso que lo sacó rápidamente, por la mágica guía de Mojarrita Romero, obtuvo allí la primera ventaja de treinta metros… Y esa pequeña ventaja, a los pocos minutos se transformaron en los doscientos irrecuperables para el anterior ganador, que veía cómo se le escapaba su rival por no poder superar el remanso que lo retuvo.

Florencio hijo me comentaba desde España, donde hace 20 años está radicado, durante su día más triste: «Mi padre me dejó dos legados, la música y los libros… Su humildad, lealtad y amor por el río».

Y también me agregó: «Marcela, mi hermana, que como yo, lo amaba, me contó la paz que irradiaba en su último lecho su papá… con unas antiparras en su pecho»…

 «Mi padre murió y el río lo está esperando en su cauce. Porque sabe que su hijo ha vuelto para quedarse».

( Final de la Poesía de Florencio (h) a su padre, hecha a horas de su muerte)

 «Adiós papá, un beso a mamá».

Y se marchó.

(Final de La Despedida, último cuento de Nadador, Carpincho Blanco y otros cuentos, que en febrero de 2013 me regaló y autografió).

(https://www.ellitoral.com/maraton-santa-fe/coronda/siguieron-estirpe_0_EImTODhqFC.html)

Florencio el escritor

En el final de este repaso, breve, por la vida de Florencio Romero, es dable compartir uno de sus cuentos en el libro que publicó en 2012: “Nadador, Carpincho Blanco y otros cuentos”. Un cuento, casi autoreferencial, en el que se ahonda en los aspectos físicos y psicológicos, y espirituales de un nadador en un desafío.

Como homenaje a Florencio, y a su condición de ser uno de los últimos gladiadores del río, acaso el último de Santa Fe, y a su condición de persona y de vecino, de Alto Verde y de Santo Tomé.

Nadador

A los jóvenes nadadores con afecto

Faltaban unas pocas horas para que Nadador se lanzara por enésima vez a las aguas marrones del Paraná, en ese momento sus amigos le preguntaron si esta era la última travesía que iba a realizar, no podía mentirles porque nunca lo había pensado y volvió a repetir la respuesta de siempre, es la penúltima. La pregunta tenía su fundamento en este hecho irrefutable del paso de los años a los que él parecía no prestarle atención.

Se mostraba sereno, consiente más allá del lugar cronológico que ocupara este intento, sería el más duro de todos los que les había tocado enfrentar en su larga trayectoria de nadador. Se había preparado durante meses y cumplido puntualmente el trabajo gris del entrenamiento, sin el cual es imposible abordar semejante empresa; su estado físico era excelente, nunca antes se había sentido tan bien, sin embargo en su fuero más íntimo sabía que esto sólo no bastaba, que había algo que era difícil de resolver, ni siquiera los especialistas había podido encontrar una respuesta adecuada, su cuerpo lo había experimentado en más de una ocasión, cuando transcurren las horas lo físico pasaba a un segundo plano.

Después de las diez horas de nado el cansancio llega inexorablemente y comienzan a surgir fenómenos psíquicos muy difíciles de dimensionar y controlar porque están en la esfera de la conciencia y dependen de la mente, del corazón y de convicciones profundas de cada individuo que es quien necesariamente debe construir su propia defensa, de lo contrario sucumbe.

Nadador necesitaba volver a sus orígenes reavivan sus fuerzas y lo alientan a seguir. Aprendiendo a nadar por la imperiosa necesidad de ganarse el sustento, así había entablado esa relación primera con el agua que lo había signado para siempre, zambullidor avezado, capaz de nadar varios minutos bajo el agua y arrancar del fondo de la laguna el blanco nácar de las conchillas, ahora que sus brazas se hundían en el río milenario, comprendía esa fusión mágica con el agua. Allí, en el líquido elemento estaba su razón de ser, en esta lucha titánica que había emprendido se sentía contenido y protegido, el río era su más temible adversario pero al mismo tiempo su gran amigo, promotor de esta pasión que guardaba desde la niñez y que ahora rememoraba a cada instante.

Veinte horas cuarenta minutos le marcaron con precisión desde el bote, se alimentó, acomodó sus antiparras y siguió nadando, su cabeza operaba como una computadora, el cálculo era casi exacto, había lanzado 72.600 brazadas y le faltaba otro tanto, en ese momento lo invadió un terrible mal humor y comenzó a maldecir una y otra vez a pelear al río. ¿Pero acaso no era su gran amigo, qué juego diabólico era este donde quemaba sus energías buscando alcanzar la meta que se había propuesto?… Nadie contesta… y se da cuenta que está solo. A medida que pasan las horas Nadador busca casi con desesperación romper la soledad y la monotonía del nado, hay que alimentar la mente y el espíritu, de lo contrario no hay fortaleza ni coraje para vencer. ¿Pero de dónde sacar el alimento capaz de llevar al hombre de despojarse de lo humano hasta negarse a sí mismo? ¿De dónde sacar el plus esfuerzo que lo transporte a otra dimensión? … tampoco hay respuesta… está solo Nadador.

Ya ha llegado la noche larga y oscura, la sombra de los montes le lanzan desde la costa figuras fantasmales que se reflejan en el agua y lo cubren totalmente hasta hacerle perder el sentido de la ubicación, nunca esperó con tantas ansias la llegada del día para que los rayos del sol calienten su

LIBRO FLORENCIO ROMERO
LIBRO FLORENCIO ROMERO

 cuerpo. Desde el bote sus amigos lo alientan y tratan de animarlo, pero no pueden mentirle, la advertencia es casi una imploración, se caen las piernas, están nadando parado. Nadador sabe que eso es terrible, porque cuando ocurre el agua le llega a la boca y la respiración se hace difícil y penosa, además es una señal que ya conoce, porque lo que sigue es el cansancio profundo que anula casi totalmente sus fuerzas y le impide mantener su cuerpo horizontal.

La idea negativa de abandonar se comienza a cruzar una y otra vez por la cabeza, ha llegado el momento crucial, su físico está totalmente agotado, solo en su mente está la salvación, hay que pensar en positivo, afirmarse en los grandes ejemplos, porque ellos pueden ser el aliento espiritual que ayuden en este trance a mantener la lucha hasta vencer. Sólo los grandes espíritus templan al espíritu.

En el bote hay algarabía, Nadado ha logrado salir del abismo y volver a nadar a 64 brazadas por minuto, y sólo le falta una hora para tocar el punto de llegada, ¿de dónde han salido estas fuerzas que ahora lo empujan como un soplo mágico? ¿Qué misterio encierra la naturaleza humana? ¿De dónde sale este empecinamiento por vencer y superarse? Sus brazos son lanzados unos tras otros con una fuerza desconocida, es evidente que ya no está solo, ni tampoco es él. 

En este punto exacto donde se confunde lo real con lo irreal es donde comienzo a encontrar el sentido de mi nado, ya estoy llegando a la meta, el tiempo se vuelve inmenso y cada minuto es una eternidad. El lugar de llegada se mezcla en la mente con recuerdos y cosas queridas que ya no están pero que han quedado grabadas para toda la vida en lo más recóndito de mi conciencia. Puedo ver a mi madre en una nube blanca aplaudiendo mi llegada, también a mi vieja abuela con su fe mística prendiéndole velas a sus santos adorados para que todo me vaya bien, veo todo tan nítido y tan cerca que me parece estar con ellos.

Estas sensaciones son tan fuertes que estoy casi obnubilado y quisiera quedarme así para siempre, sin embargo lo que prima en mi mente es llegar… llegar… esta idea bulle en mi cabeza hasta convertirse en una obsesión, de repente cambia todo, ya no veo a mis seres queridos y un intenso olor a flores frescas me hacen sentir en un jardín multicolor tan grande como el río mismo, es la última brazada y el top de llegada me produce un gran alivio. Una sensación de euforia y de paz domina todo mi ser… en este momento me doy cuenta que he vencido. 

Florencio Romero

“Nadador, Carpincho Blanco y otros cuentos” – Santo Tomé 2012

Horacio Pueblo de Alto Verde

Eraclio Catalín Rodríguez fue un niño que creció en Alto Verde luego de haber llegado del norte de Santa Fe con su familia. Ese pequeño, con el tiempo, se transformó en uno de los artistas populares argentinos más reconocidos.

Relacionado al género del folklore, su canción pasó por distintas instancias, en especial en los años entre y durante dictaduras, en las que sus letras y compromiso social, y político ideológico, lo llevó a sufrir censura, persecuciones y hasta un atentado explosivo en su casa perpetrado por de la Alianza Anticomunista Argentina, grupo paramilitar más conocido como “la triple A”.

El niño Eraclio de Alto Verde, y el cantante popular ataviado de pilchas gauchas, conocido como Horacio Guarany, eran la misma persona. Varias de sus canciones, y poemas, hacen referencia al barrio, en especial “La Litoreña”, que retrata en sus versos aquel Alto Verde querido de su niñez.

En su albardón lo recuerdan en las paredes, como en un mural de este siglo en el frente de la vecinal, o en el centro cultural “Puerto Guarany” inaugurado en la orilla del barrio frente al riacho en 2025. En los ranchitos donde todavía resuenan sus canciones en los equipos de audio, o en los desfiles del centro tradicionalista de Alto Verde, en el recuerdo de la cooperativa de pescadores que impulsó.

Un niño que cuando era alumno de la Escuela N° 95, la “Simón de Iriondo” de la casilla de madera en ruinas, ante la visita del gobernador Manuel de Iriondo habló en nombre de sus compañeros y leyó un escrito propio en el que decía, por ejemplo: “Nuestro humilde barrio viste sus mejores galas con la llegada de vuestra Excelencia y su digna comitiva. En nombre de los alumnos de este establecimiento os doy la bienvenida cordial esperando que vuestra visita sea de positivo resultado para nuestra escuela. Mucho ha hecho el presidente actual para el progreso de la escuela, siendo la iniciativa más importante la creación de la Escuela Hogar. Pero llevándose a la práctica esta iniciativa en un edificio reducido hácese necesaria la construcción de un edificio apropiado, esperando se lleve a cabo este pedido. Hago entrega de este humilde ramo de flores en nombre del alumnado de esta escuela”. (El Litoral – 21/3/1938)

HORACIO GUARANY - PH TIEMPO ARGENTINO
EL NIÑO ERACLIO CON EL GOBERNADOR IRIONDO - 1938 - LIBRO DALLA FONTANA

Un Eraclio que nació en Intiyaco, en el norte santafesino, el 15 de mayo de 1925, que volvió a Alto Verde muchas veces, en las que siempre su gente simple y sufrida, lo recibió como uno de los suyos. Un Horacio que cantó a los argentinos y latinoamericanos, y que falleció en su casa de “Plumas Verdes”, en Luján, Buenos Aires, el 13 de enero de 2017.

Una biografía sucinta de Horacio publicada, y actualizada por usuarios, en Wikipedia menciona:

Su padre, José Rodríguez, era un trabajador guaraní oriundo de la provincia de Corrientes que trabajaba como hachero de la empresa británica La Forestal, y su madre, Feliciana Cereijo, era una inmigrante española nacida en León. El 15 de mayo de 1925, nació Eraclio Catalín Rodríguez Cereijo, el antepenúltimo de sus 14 hijos, cerca de Intiyaco, en el norte de la Provincia de Santa Fe, aunque fue anotado en la cercana localidad de Las Garzas. Al poco tiempo, la familia se trasladaría al barrio Alto Verde de la capital de la provincia.

De niño gustaba de la música, del canto, y aprendió a guitarrear con el maestro Santiago Aicardi. En 1943 viajó a Buenos Aires a intentar con el canto. Vivió en una pensión, y cantaba en el barrio porteño de La Boca, en el boliche La Rueda, sobreviviendo. Guarany también trabajó luego embarcado de cocinero, y también como foguista.

Militancia política

Después del derrocamiento de Juan Domingo Perón se afilió al Partido Comunista, durante las presidencias de Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, solía decir que pertenecía «al glorioso Partido Comunista», lo que le trajo complicaciones.

Carrera artística

Se inició con la Orquesta de Herminio Giménez, cantando música paraguaya y en idioma guaraní. ​En 1957 debutó en Radio Belgrano de Buenos Aires, consiguiendo que su interpretación de «El mensú» (de los hermanos Ramón Ayala y Vicente Cidade), se difundiera en las estaciones de radio.

Fue pionero del Festival Nacional de Cosquín en 1961, y fue un clásico, año tras año con conocidas composiciones como «Guitarra de medianoche», «Milonga para mi perro», «La guerrillera», «No sé por qué piensas tú», «Regalito» o «Si se calla el cantor».

Muchas de sus célebres composiciones musicales acompañaron las letras del gran poeta tucumano Juan Eduardo Piatelli, canciones como «Canción del perdón» o «No quisiera quererte», entre tantas otras.

Debut en la actuación y dictadura militar

En 1972 filmó su primer largometraje Si se calla el cantor, con Olga Zubarry, sobre el triunfo de un cantante luego de malas experiencias.

En 1974, dirigido por el mismo director Enrique Dawi, filmó La vuelta de Martín Fierro, con Onofre Lovero, un relato de la vida de José Hernández y de su obra.

Durante el mismo 1974 recibe amenazas de muerte, atentados con bombas, de parte del grupo parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), es conminado a abandonar el país en 48 horas, y en diciembre debe exiliarse, primero en Venezuela, luego en México y finalmente en España.

La dictadura militar hace desaparecer todos sus discos, además de censurar la difusión de algunas canciones como «La guerrillera» o «Coplera del prisionero», entre otras​ Retorna en diciembre de 1978, y el 20 de enero de 1979 le ponen una bomba en su casa de la calle Manuel Ugarte, en Buenos Aires; decidió permanecer en Argentina, aunque debió realizar espectáculos solamente en el interior del país.

Con el retorno de la democracia, en diciembre de 1983, vuelve a brindar recitales y presentaciones televisivas. En 1989 apoyó la candidatura presidencial de Carlos Saúl Menem, que era su amigo personal. Afirmó haberle dicho: «Carlitos, yo sé que vos no nos vas a defraudar», y que de ahí salió la frase publicitaria que promovió a este político, pero en reiteradas ocasiones Guarany aclaró que no fue menemista ni apoyó las medidas de los años noventa.

Consagración y últimos años

En 1987 actuó en la Fiesta Nacional de la Tradición Frente al Mar en Miramar (Provincia de Buenos Aires).

En 1989 adquirió una finca en Luján, llamada Plumas Verdes, según explicación del propio artista en su libro de memorias (Memorias del cantor), llamada así porque queda «en el regocijo del loro», con mucha arboleda añosa y frutales.

En 2002 condujo el programa Los cantores del camino junto a Roberto Rivero, emitido por Canal 7. En 2007 filma El grito en la sangre, dirigido por Fernando Musa y actuando junto a Abel Ayala, Florencia Otero y Roberto Vallejos. La película está basada en la novela Sapucay, del propio Guarany.

Siguió con su arte y oficio de cantar y de escribir aunque el 24 de octubre de 2009 dio su último recital en el Luna Park, pero solo se despidió de aquel local que lo viera más de veinte veces lleno en su carrera.

En febrero de 2012 realiza una tetralogía contando su vida en forma musical en el Teatro ND Ateneo de Buenos Aires, con cuatro conciertos.

En 2013 recibió su último premio como profesional, este fue otorgado por el Congreso de la Nación Argentina.

https://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Guarany

En una nota publicada en el diario nacional Tiempo Argentino, realizada por Juan Manuel Strassburger, publicada el 13 de abril de 2014, la voz de Horacio surge en la charla con el periodista, reeditada en 2017.

Horacio Guarany: “Cuando te enojás te clavás puñales a vos mismo”

Por: Juan Manuel Strassburger

En Plumas Verdes la sudestada no alcanzó el casco principal. Horacio Guarany “88 años para 89” acciona el portón que permite la entrada a su estancia de Luján y ahí nomás arranca con su clásico verdugueo. Una suerte de chanzas, puteadas y gastadas amistosas que va mechando con sonrisas socarronas y más de un consejo sabio que suelta con naturalidad. “Soy muy nervioso, he pasado muchos momentos difíciles en la vida que me han desequilibrado el sistema nervioso. Por eso las risas, las palabrotas. Es mi forma de descargarme”, explica (no hacía falta, de todas maneras) esta leyenda viva de la canción popular argentina; peregrino de la guitarra al hombro y del monte hecho canción.

“No voy a decir un desquite, una venganza o una deuda porque puede caer mal, pero después de aquellas películas siento que merecía esta vuelta”, señala respecto a El grito en la sangre, la película de Fernando Musa (director de Fuga de cerebros, de 1998, y NS/NC, de 2002), que significa el retorno del cantor a la pantalla grande luego de su paso intenso pero fugaz con Si se calla el cantor (1973) y La vuelta del Martín Fierro (1974), ambas de Enrique Dawi. “Yo no precisé hacer ese personaje. Yo me sentía el Martín Fierro. Estaba totalmente seguro de cómo caminaba y de cómo hablaba”, recuerda de su gran interpretación del gaucho de José Hernández.

Ahora, con El grito en la sangre, Guarany vuelve a calzarse el poncho. Esta vez, para interpretar con maestría a un capataz de estancia que cobija paternalmente a un joven muchacho (“un paisanito”, en sus propias palabras) que busca vengar la muerte a traición de su padre y cumplir con el mandato familiar. De lo contrario, el alma paterna vagará sin descanso. 

HORACIO GUARANY - PH EL LITORAL
HORACIO GUARANY Y AGUSTIN TOSCO - PH PAUSA

Y con ella, la culpa de Cali, el paisanito en cuestión, que durante el transcurso del film (una verdadera aventura con todo lo que la gauchesca debe ofrecer: escenas de doma, duelos en la pulpería, sentencias para el recuerdo, romance de campo y mucho tranco a caballo con la pampa de fondo) demostrará que el diminutivo le queda chico.

“Fue increíble lo que hizo este Abel Ayala”, se entusiasma con el protagonista (conocido también por haber hecho antes El Polaquito), que brilla con su tono humilde y enternecedor. “Diez días antes de filmar no sabía andar a caballo. Entonces lo llevé a una estancia y se quedó a vivir. Una semana después, ¡montaba más que (Irineo) Leguisamo!”, celebra. Y lo mismo con la manera en que conquista al personaje de Florencia (Otero). “Cómo le habla, con qué humildad. Y sin caer en el cocoliche. ¡Es bien auténtico!”.

Con muy buenas actuaciones de la propia Otero (como la bella y pícara hija del estanciero), Emilio Bardi (el malogrado padre de Cali) y una participación especial de Ulises Dumont (ver aparte), Musa logra un “western gauchesco” que es la gloria: un relato clásico digno de John Ford, con toques a lo Leonardo Favio, como hacía años no se veía en el medio local. “Cuando San Luis Cine aceptó mi proyecto de adaptar al cine mi novela Sapucai -cuenta Guarany- con mi mujer un poco nos desorientamos. ¿Y ahora qué hacemos?, nos dijimos. Por suerte lo fui a ver a Favio, amigo mío de toda la vida, y le dije: ‘¿Te animás?’ ‘Estoy jodido’, me dijo. “¿Pero por qué no lo llamás a Fernando Musa? Él te va a poder hacer una gran película”. Y la verdad que no se equivocó.

– Viéndote en la pantalla grande es inevitable encontrar cosas tuyas en el personaje. Por ejemplo, la manera paternal en que aconsejás a Cali, el protagonista. ¿Es así?

-Cuando estás enamorado no pensás las palabras sino que brotan y salen solas producto de esa armonía, de esa vibración que tiene el amor. En la película me pasó lo mismo. Yo no actué. Hice el personaje que fui toda la vida: un hombre de campo, que se crió entre caballos. Entonces, me daban el diálogo y me salía todo natural.

El autor de “Guitarra de medianoche” se entusiasma con una tipología del hombre del campo que la película acierta en retratar en sus tonos y miradas. Y agrega: “Yo, por ejemplo, sé cómo se sienta un hombre de campo: con las piernas abiertas, porque sobra espacio; y mirando lejos, porque no se corta el horizonte. También habla fuerte, porque te habla de lejos, y con frases cortas, sentenciosas, como le enseñó su contacto con la naturaleza.”

-¿Y cómo ama ese paisano?

-Depende. Tengo una canción que dice: ‘Era verano en Tucumán y yo te amaba como se ama en el norte: sin apuro’, pero también otra del Chango Rodríguez: ‘Yo vengo del lao de Oruro, del pago de la Diablada, adonde uno se enamora de las mujeres casadas’ (risas). El hombre ama en todos lados. Por supuesto que el hombre de campo es más respetuoso. El de ciudad es más atrevido y directo. Usa otro lenguaje. Y la mujer misma acepta eso. En el campo, en cambio, la mujer es más recatada. Y por las costumbres. No porque sean mejores o peores.

 -¿Sos feliz?

-Sí, tengo la obligación de serlo. ¡Si estoy viviendo! Pasé mucha miseria, muchas prohibiciones, sufrí mucho. Pero mirá la vida que tengo ahora. Con la mujer más increíble y con todo esto que me rodea. Si es por mí, me metía en un ranchito, pero ella no me deja (risas). Entonces, no me queda otra que ser feliz. Aunque también estoy muy triste porque tengo 88. ¡Y es tan linda la vida! ¡Quiero hacer tantas cosas! Y yo sé que la flaca me está esperando con la guadaña, Es lógico.

 -Bueno, que espere sentada porque no hay tantos que lleguen vitales a tu edad.

-Sí, pero porque odian. Y el odio mata. Es cicuta que destruye al hombre. El odio, la venganza y el resentimiento: matan. Cuando te enojás te clavás puñales a vos mismo. No hay que odiar. Hay que perdonar a todo el mundo. Por supuesto que el que comete un delito debe ser castigado. Pero sin odio. Hay que reírse mucho. La risa espanta todos los venenos. ‘Tirá buena porque vuelve’ (risas). Hay que ser generoso. Cuando puedo dar soy el tipo más feliz de la vida.

 -¿Cómo fuiste como padre?

-Como dice Landriscina: ‘No fui un buen padre, fui un padre bueno’. Tan bueno que cuando mi hijo decía que no quería ir a la escuela, yo le decía: ‘Y bueno, si no quiere ir, no vaya’. La madre fue la que los crió. Y menos mal porque sino hubiera arruinado su educación. Cuando ves que tu mujer es una madraza, lo mejor es no meterse.

 -¿Qué lugar pensás que ocupás en la memoria popular argentina?

-El de ser tipo muy querido. El otro día fui a Tucumán y en la puerta del hotel había un montón de pibas y pibes esperándome. Me siento querido. Y eso me enorgullece. Creo que Guarany es un gran tipo que en el arte no miente. Y si miente, es porque se equivoca; no porque quiera mentir. Un tipo que logró la maravilla de ser reconocido en todo el país y en muchos países como un autor y un cantor. Eso me gusta, claro. Pero no hace sentir más que otros. Aunque ojo: cuando tengo que demostrarlo sí. Ahí digo: pará, yo soy esto. Conmigo no te metás. Pero si nadie me provoca, no pasa nada. Muchísimos me han ayudado en esta vida. Porque uno no inventa nada, simplemente recibe para después dar.

 La infancia: “Yo me crié de prestado”

Cali, el protagonista interpretado por Abel Ayala, es un paisano que se hace hombre a la fuerza. En su carácter, ¿tiene algo del joven Guarany? “Es otra cosa”, dice. “Pero sí tiene algo de la tristeza, del desválido muchacho del campo. Por ejemplo: yo me crié de prestado. Conmigo éramos 14 hermanos viviendo en el monte. Mi padre era un indio y mi madre una linda gallega. ¡Qué otra cosa iban a hacer que tener hijos! Por eso, cuando La Forestal quebró y quedó toda la gente en la calle, nos vinimos a Alto Verde, una isla. A las muchachas mi madre las metió de empleadas, sirvientas, y a los muchachos, en donde pudieran. Hasta que ella pudiera armar su rancho, que iba armando con maderas de los cajones del puerto. A mí, como tenía siete años, me metieron en un boliche para hacer despacho de bebidas. Ahí atendía a los borrachos y a las convidadas y me fui haciendo hombre”, cuenta, con picardía.

https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/horacio-guarany-cuando-te-enojas-te-clavas-punales-a-vos-mismo/

LA LITORALEÑA

Horacio Guarany

Alto verde querido
pueblito humilde del litoral!
Tus ranchitos dormidos,
yo se que un día despertarán…

Pañuelito celeste
que Pancho Díaz solía llevar,
prendidito a su cuello
por esas costas del Paraná.

Canoita que pasas
rumbo pa’ la ciudad.
aguas arriba un día
tras la esperanza
tey’ de llevar!

Mañanitas dormidas
puertos de ausencia te hacen llorar!
Lágrimas de amargura
que el tiempo nuevo sabrá borrar…

Paraná solitario
puñales verdes litoreños…
Han de brotar un día
con Pancho Díaz regresarán

CARNET DE COLON DE HORACIO - RADIO GOL SANTA FE
BOTEROS DE ALTO VERDE III - LIBRO DALLA FONTANA

Kiwi, el ermitaño de Alto Verde

Acaso por su entorno fluvial, tal vez por su particular geografía de un alteo, por mirar al poniente sobre el agua, por la marginalidad literal de su espacio. Por alguna razón en Alto Verde recaló un personaje particular, con una vida y un hacer distintivo.

Más conocido por su apodo, Kiwi, que por su nombre, Héctor Rolando Rodríguez, este vecino vino a traer poesía, arte al alero de su rancho, en la orilla del riacho.

KIWI - PAUSA

Para algunos, como Enrique Butti, Kiwi había nacido en Santa Fe en 1941, para otros, otra en este caso, Nidia Orbea de Fontanini, el poeta vio la luz en Santa Fe el 26 de febrero de 1942. Lo cierto es que desde 1972 se trasladó a vivir en Alto Verde.

Allí, con la misma greda del albardón conformó su obra en piezas de arcilla, tan particulares y únicas como sus poemas minimalistas, de pocas palabras y versos.

En el sitio SEPA Argentina se recopilan datos, poesías y algunas publicaciones sobre Kiwi. Una de ellas corresponde a la revista “Nosotros”, editada por el diario El Litoral. Puntalmente las citas refieren a la publicación del lunes 2 de noviembre de 1990, cuando bajo el título “Kiwi / Corazón de pájaro”, con foto en tapa del suplemento, bajo una producción de la periodista Araceli Retamoso,

La nota comenzaba con una descripción del entorno en palabras de la cronista, “su lugar está en la soledad de la isla, en un sitio donde sólo se escucha el canto de los pájaros y el murmullo del agua al moverse”.

El mote de Kiwi fue contado por el propio artesano y poeta, quien refirió que “La verdad es que suena raro y medio extranjero.  Lo que me contaron es que una tía quiso ponerme nombre de pájaro y el que le gustó fue ése.  Pienso que me vio tan feo cuando nací, así narigón, todo chiquito… y me quedó el Kiwi para todo el viaje”. Tanto lo nombraban de ese modo que hasta se sentía raro que lo llamaran, o llamarse a sí mismo con el nombre que lo bautizaron.

En la nota Retamoso describía: “Su casa, en una zona retirada de Alto Verde, no tiene más que lo estrictamente necesario para asegurar su subsistencia, una pava de lata, un colchón y unos cuantos libros. Tiene cincuenta y siete años, vive solo -por elección, desde hace casi treinta.  Dice que es un ermitaño gruñón, otros aseguran que viene de una familia acaudalada y que quién sabe por qué razón, eligió una forma de vida tan primitiva como alguna vez lo hiciera un tal Francisco, un joven de la aldea de Asís. 

La verdad es que Kiwi pasa las horas cabalgando en su soledad sin tiempo, escribiendo, creando con sus manos mágicas formas talladas en barro.  Un poco artista, un poco filósofo, un poco poeta”. (https://sepaargentina.com/2020/08/11/kiwi-poeta-alto-verde/#_Toc138269587)

En otro apartado de esa publicación de 1990, recuperada por el sitio web SEPA Argentina, Kiwi mencionaba que era oriundo del barrio Guadalupe, y que eran “cinco hermanos de los cuales yo soy el tercero.  Acá en Santa Fe sólo están el más chico y el más grande. Mis padres fallecieron hace algunos años”.

KIWI - PH JUAN NEME
KIWI MUESTRA 2020 - WB MSF

Sobre su humilde y astringente modo de vida Kiwi manifestaba a la cronista de la revista semanal del vespertino: “Tengo muchos yuyos, ortigas, mastuerzos, con los que hago ensaladas. Cuando el río sube, como en la última crecida, he llegado a comer cantidades de huevos de tortuga, no son muy ricos pero se pasan. No es como el de gallina, no los podés hacer fritos.  A los de tortuga si los hervís no se endurecen del todo.  Yo los mezclaba con perejil y ajo. También tengo una planta de mangos y unos bananeros, pero la inundación los perjudicó bastante.  La verdad es que cuando hay poco, hay que ser creativo”.

KIWI MUESTRA 2020 - WB MSF
KIWI MUESTRA 2020 - WB MSF

Vivir en una isla, pese a estar en el albardón, trae sus consecuencias con las crecidas, en especial al no estar dentro del anillo defensivo que finalmente protegió a la parte principal de Alto Verde. Sin embargo, Kiwi tenía presente cómo resolvía los problemas de las periódicas inundaciones, en especial la última antes de esa entrevista: “Yo me quedé acá, tuve que subir todo, porque el agua llegó a sesenta centímetros del rancho.  Puse unos tablones y unas vigas, hice un caminito y puse mi cama cerca de la ventana.  Podría salir porque todavía había un pedacito de barranca. Así que al invierno me lo pasé en la barranca leyendo, cocinando, cortando leña; me puse a hacer cositas talladas para los collares, ahora no sé si las haría”.

Sobre su vida similar a la de los costeros, por elección, refería: “A mí siempre me gustó el agua, el monte; dio la casualidad de que mi hermano estuvo acá y me consiguió este lugar, que es lejos para llegar y no tengo vecinos. El tráfico más grande que vi fue para la época de la creciente, del lado del agua, las canoas y las lanchas no paraban de pasar”.

El diálogo entre la periodista y el entrevistado quedó expresado por Araceli Retamoso del siguiente modo cuando consultó por su aislamiento, tan cerca de la ciudad.

Interrogado acerca de por qué decidió vivir solo, respondió: “Creo que fueron las circunstancias de la vida y las propias elecciones las razones que me empujaron a vivir solo.  Me gusta mucho esta forma de vida o más bien me acostumbré a ella, no aguante demasiado el hecho de estar con gente. Hace poco, como dos años, vinieron unos parientes míos de Tucumán para llevarme a una fiesta de cumpleaños en Santa Fe, en la ciudad. Me tuvieron que llevar medio a la rastra, hasta me vistieron y todo, porque estaba impresentable. 

No veía la hora de irme de la fiesta, así que me consiguieron un auto para volverme. Encima querían llevarme a pasear un tiempo a Tucumán, pero yo me negué, sabía que no iba a aguantar”.

Ante la hipótesis de su casamiento y la posibilidad de formar una familia, contestó: “En realidad creo que no soportaría ni me soportaría nadie. Cuando estoy con alguien mucho tiempo es como si me faltara el aire. Además, uno cuando se compromete con otro tiene que estar atento a muchas cosas, a otros ritmos distintos de los que yo siempre busqué”.

Sobre su veta de artista plástico, en la nota Retamoso destacaba que “el Kiwi modela el barro que junta de la barranca. Pareciera que esos pedazos de tierra fangosa cobraran vida en sus manos. Sus trabajos se asemejan a los del arte indígena, dotados de una belleza singular. Caras, animales extraños y collares son algunas de las obras que realiza en la paz de la isla”.

KIWI - PH JUAN NEME

Además de arte era una forma de subsistencia, ya que la poesía poco podía reportarle en términos económicos. Por ello vendía sus particulares artesanías, pero refería que “la gente a veces dice que son caras”, a lo que insistía frente a la periodista “…yo valoro mi trabajo.  Antes iba a ferias, a muestras y las vendía. Ahora no salgo tanto y hago muy poco, me cuesta agarrar viaje, estoy como desentusiasmado, pero sé que no me tengo que dejar estar.  A las que hice, y que no se llevó la creciente, las tengo en cajas, como esperando a ver qué dice el agua.  También escribo y me inspiro en las cosas de la isla y lo que uno siente, lo que brota del alma”.

Casi al final de la recuperación de esta nota por parte de SEPA se publica en el sitio web el siguiente párrafo que describía por el lado de Araceli Retamoso lo que este ermitaño de Alto Verde a veces generaba en sus propios vecinos: “Kiwi describió algunas señales acerca de cómo siente que lo ve la gente: “…el otro día me llamó la atención algo: yo venía para acá por el camino de la defensa y se pararon una señora y una chica adolescente.  La señora me preguntó si yo era Kiwi, ‘el que escribe’.  Parece que la hija quería pedirme unos poemas para leer y no se animaba a venir por mi casa. ‘Por miedo a que usted se enoje o que la eche, no se anima’, me dijo la madre.  Parece que hay gente que me tiene miedo…”.

Fuera de ese halo de misterio, de cierto romanticismo artístico, y de un estilo de vida a contrapelo de las formas de su tiempo, Kiwi mantuvo contacto con santafesinos que se acercaban hasta su rancho, a compartir unos mates, sus historias y poemas, charlas o silencios, para que hable el río, el viento, el árbol, el pájaro. 

Como Juan Neme que no sólo lo retrató con su cámara sino que además pudo grabar su voz en un casette en el que recita sus poemas.

En otra nota de Rosario 12, edición relacionada al diario Página 12, Beatriz Vignoli detallaba el 25 de enero de 2017: “La leyenda local del Robinson Crusoe de Alto Verde amenazaba con diluir el alcance de su obra hasta volverlos, a autor y creaciones, tan imperceptibles como las ánimas en pena que pueblan su terrorífico poema narrativo Angüeras. Para que el mito no se lleve todo en su agua de creciente es que existe esta recopilación. Ilustrado con retratos que le hizo el fotógrafo Juan Neme, Salir a cazar poemas incluye sus tres poemarios editados por Aguirre Molina, autor de un prólogo que se lee como una crónica. Los dos primeros salieron como plegables y el último, como libro: Poemas (1986), Angüeras (1989) y El espejo natal (1991). Cuenta el diario El Litoral que antes de eso hubo una serie de fotocopias de autor y después de eso salió una selección que recopiló la Comisión Provincial de Actividades Artesanales, en 2002”. (https://www.pagina12.com.ar/15999-esculpiendo-en-el-barro-del-habla)

Kiwi, Héctor Rolando Rodríguez, falleció en 2011, y la municipalidad de Santa Fe, desde su área de cultura, conformó una muestra “Kiwi, el barro y las palabras”, que por razones de la pandemia y las medidas de aislamiento de 2020 se transformó en un recorrido virtual. La muestra se describía desde el municipio como “una muestra-taller en construcción permanente. La principal apuesta de este proyecto artístico-pedagógico consiste en la convocatoria abierta a las vecinas y los vecinos de diversos barrios de Santa Fe, especialmente los de Alto Verde, para que puedan completar el rico patrimonio disperso de este artista santafesino. El espacio que cobija a la muestra funciona también como un taller de construcción colectiva de la memoria afectiva de Kiwi, nuestro poeta y alfarero de la costa”.

Para 2025 la muestra podía ser visualizada de manera virtual en el siguiente vínculo con algunas actividades interactivas:

https://www.santafeciudad.gov.ar/capitalcultural/artes-visuales/kiwi-el-barro-y-las-palabras/

A modo de cierre un poema de Kiwi, el ermitaño de Alto Verde, poeta, artista, santafesino.

KIWI - REVISTA NOSOTROS 1990

Rendido de cansancio…

Rendido de cansancio

me recuesto en el pasto.

El susurro del viento en las totoras

me serena y adormece.

En tanto las aves acuáticas

canturrean.

Descansa, reposa,

late.

En nosotros está el pulso

del seno de la tierra.

Altos vecinos del albardón Verde

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