Barrio Centenario
El pasado fluvial de la ciudad de Santa Fe aparece en recuerdos, fondeados en la memoria colectiva de los antiguos vecinos. Y en los barrios, el río de navegantes, el agua con huellas de recuerdo de pequeños navíos, remonta la corriente del tiempo para ir hacia el pasado, entre calles y casas, hasta el albardón, en la orilla de la evocación. Porque detrás de avenidas que son terraplenes de defensa, entre los autos y camiones que pasan, está el viejo río. Y es inescindible, aunque no presente hoy, la historia con rumor de marejada golpeando el casco, arribando a la orilla de la recordación.
Así es la historia de Alto Verde, de Colastiné, del propio Candioti Sur, del viejo barrio del Puerto, de Varadero Sarsotti, y en particular del Barrio Centenario. Nacido de un loteo de tierras bajas, zonas cercanas al agua en el suroeste de la ciudad, el Centenario debe su nombre justamente a esa primera venta de terrenos realizada allá por 1910.
En la Colección Historia de los Barrios I “Centenario”, publicada por la Municipalidad de Santa Fe en 1994, se detalla que el primer propietario de los terrenos que corresponden al Barrio Centenario fue Don Francisco Candioti, el llamado “Príncipe de los Gauchos”. Vale recordar que Candioti fue el primer gobernador elegido por los santafesinos luego de la Revolución de Mayo, y quien marcara el comienzo de la lucha por la autonomía provincial y el federalismo desde Santa Fe, para no quedar anexada como una parte de la provincia de Buenos Aires. Al lugar se lo conocía como “La Piedra”, o también como la “Fábrica de Candioti”, dado que por una merced del Cabildo, Don Francisco había accedido a los terrenos en febrero de 1800. Luego, la hija de Candioti hereda las tierras, y después pasa a una de sus descendientes, Eustolia Iriondo de Pizarro, quien finalmente los vendió a los señores Enrique Betemps y Leopoldo Bouvier. Esa venta data de mayo de 1909, por un poco más de 52 hectáreas, superficie que luego fue loteada en parte y puesta a la venta.
Betemps era un francés que había llegado a la ciudad contratado por la compañía Francesa de Ferrocarriles de Santa Fe, y que luego se puso al frente de la Sociedad de Crédito Territorial, empresa dedicada a actividades inmobiliarias y financieras.
Por ordenanza N° 1092 el loteo fue aprobado con exenciones impositivas para Betemps y Bouvier, por la donación de los terrenos para las calles. En ese tiempo se conocían al lugar como paraje “Las piedras”, o también por la zona de la “Fabrica de Candiotti”, que era justamente propiedad de Betemps y Bouvier y curtía cuero para suelas de zapatos.
En esta norma, sancionada en octubre de 1910, aparece oficialmente el nombre del barrio: “Centenario”. Los primeros lotes fueron subastados el 30 de octubre de ese año en el Café de París, frente a Plaza España, venta que fue publicitada en el diario Nueva Época. El libro editado por el Municipio en 1994 menciona que “En ese aviso publicitario ya se establecía la existencia de 60 casas en el barrio, cuyos límites era: por el Sud, el río Santa Fe y Talleres de los Armadores Señores Nicolás Mihanovich y Carlos Sarsotti (hoy Varadero Sarsotti); por el Norte, calle ‘al Paso de Santo Tomé’ (hoy J. J. Paso); por el Este, el Tiro Federal; y por el Oeste, la prolongación de la calle Córdoba (hoy Nicolás Rodríguez Peña)…”.
Vale decir que si bien el componente criollo de la población del Centenario fue alto, también hubo afincados allí inmigrantes polacos, franceses, checoslovacos, italianos y españoles, fundamentalmente aquellos venidos de Europa que no se adaptaban a la vida rural en la colonia y que tenía mayores destrezas manuales como albañiles u operarios.
Al comienzo, se ingresaba al barrio, y la zona del Tiro Federal, por un sendero que era la prolongación hacia el sur de calle Urquiza, según antiguos vecinos. Por ello el surgimiento de este espacio para la práctica del tiro al blanco está unido al comienzo del vecindario.
Como se menciona en la publicación realizada por el municipio en 1994, dada la afición por el Tiro al Blanco en Santa Fe y la región, “Surgió, entonces, la idea de fundar una institución que reuniera a los amantes de ese deporte. Luego de reuniones previas, llevaron sus inquietudes al entonces Gobernador de la provincia, don Luciano Leiva, quien hizo suyo el proyecto y dictó, el día 9 de noviembre de 1895, un decreto donde manifestaba que ‘siendo necesaria la construcción de un polígono de tiro’ se encargaba del mismo a una comisión presidida por Jorge M. Lubary”.
Por su parte, el municipio cedió los terrenos en el sur de la ciudad para establecer el campo de tiro. Este acto administrativo se concretó 29 de noviembre de 1895. Concluida la obra, se constituyó una sociedad local, a similitud de lo que era entonces el Tiro Federal Argentino de Buenos Aires. Así, el 16 de noviembre de 1899, en la casa de Lubary, se realizó la primera asamblea y quedó formada la primera comisión directiva, presidida por el Rodolfo Freyre.
Primera urbanización
En un lugar donde estaba todo por hacerse, y donde así lo estuvo en materia de servicios y mejoras por muchos años, Barrio Centenario mantiene en sus orígenes una relación directa con el Varadero Sarsotti (antes de existir la Avenida Mar Argentino que los separó definitivamente). Pero además existía el llamado “Puerto de Frutas”, la “noria” que proveía agua del río a las quintas, y astilleros fuera del varadero, en el corazón del barrio.
Hubo en el Barrio Centenario varias viviendas lacustres, de madera, montadas sobre pilotes, elevadas del suelo. Estas moradas respondían a la necesidad de proteger las casas en los continuos anegamientos del lugar, pero además, traían consigo la idiosincrasia y el saber de sus habitantes/constructores, que inmersos en una cultura fluvial, reproducían con el sistema constructivo lo aprendido en la costa, o en el puerto de Colastiné. Una de esas viviendas se conservaba para los años noventa, propiedad de Scotto Lavinia, en calle Vera Mujica 370 (Colección Historia de los Barrios I – Centenario – Municipalidad de Santa Fe – 1994). En el testimonio rescatado por esa publicación se menciona que esa casa fue construida en 1900, de quebracho por fuera y pinotea por dentro, elevada 1,50 metros del nivel de la calle.
Puerto de Frutas
Muchos vecinos del Barrio Centenario trabajaban en el Varadero Sarsotti, o en el nuevo puerto de Ultramar. Pero el lugar tenía su propio fondeadero, el llamado “Puerto de Frutas”, que estaba a la vera del arroyo Quillá, en lo que en su momento era el corazón del Centenario. Se ubicaba aproximadamente donde está el Club Náutico Sur, pero con una fisonomía muy diferente a la de hoy dada la construcción de la Avenida Circunvalación Mar Argentino a fines de los ’60. En ese improvisado puerto “…se embarcaban los producto frutihortícolas de los alrededores y de zonas cercanas a la ciudad, lo que ocasionaba un importante tráfico comercial”.
Vicente Fernández recordaba que en los años treinta, con el Quillá todavía corriendo libremente, el lugar de mayor concentración de embarcaciones del Puerto de Frutas era sobre el río en la prolongación de las calles 4 de Enero y 1° de Mayo. Hasta la construcción de las dependencias de la Guardia de Infantería de la Policía Provincial, antes ocupada por el Escuadrón de Caballería, toda esa zona era solo la ribera del río y quintas. Antes de 1910, a la par del río pasaba el camino que tomaba por el Varadero Sarsotti y que llevaba -por la costa del vado- hasta el puente de madera a Santo Tomé (denominado “Puente García” que desembocaba a la altura del espigón del balneario santotomesino “Brigadier López”).
Este particular “puerto” funcionó según datos hasta el año 1940. La historia escrita en 1994 dice que “Llegaban a esta estación fluvial, barcos de poco calado como chalanas y pequeñas embarcaciones que en ocasiones sumaban doce o quince. En ellos se cargaban y descargaban mercaderías diversas: madrea, bananas, mandarinas, naranjas, sandías, melones, combustibles, alimentos”. Estas embarcaciones venían cargadas con esos productos, pero en vez de volver vacías, llevaban elementos necesarios para las poblaciones costeras más allá de Rincón, o más al norte, incluso como Corrientes y hasta la República del Paraguay.
Cerca del “Puerto de Frutas”, en la desembocadura del arroyo Quillá en el Riacho Santa Fe, había un gran remanso en una especie de bahía en la costa, que lo llamaban “Pozo del Diablo”. El lugar era muy peligroso para bañarse, allí refrescaban sus montados los conscriptos del Regimiento 12, que tenían la caballeriza en J.J. Paso y Urquiza. El remanso era legendario, porque además corrían historias sobre ahogados en ese lugar que nunca volvían a aparecer, que no los hallaba “ni el pan bendito” (la creencia popular en la costa dice que si un ahogado no aparece hay que tirar al río pan bendecido, el que al flotar libre en la corriente y arremolinarse en algún lugar indica el lugar donde el cuerpo de infortunado se halla sumergido).
Una noria y una balsa a Santo Tomé
Allá por 1914 arribó al naciente vecindario un inmigrante mallorquín, Francisco Nogueras, que estableció en la desembocadura del Quillá, a la altura de lo que hoy es calle Colón, un particular servicio para las quintas del barrio. Se trataba de una noria, de tracción a sangre, que colectaba agua con unos baldes mediante un mecanismo movilizado por un cansino caballo. El líquido elemento se depositaba en una gran pileta, de la que se canalizaba el fluido hacia las quintas, especialmente de los Torres, aunque también se proveían los vecinos de agua “potable”.
La quinta de la familia Torres estaba detrás del Tiro Federal, hasta la barranca del Quillá- Eran unas cuatro manzanas, lindantes además con la quinta más pequeña de los Volta. Justamente, Volta padre e hijo, construyeron la primera vivienda “de material” del Centenario, la recordada “Casa Amarilla”, que tenía dos frentes con amplias galerías. Estos quinteros llevaban su producción al Mercado de Abasto, o al Mercado Central, adentrada la década de 1930. (Colección Barrios I – Barrio Centenario – Municipalidad de Santa Fe – 1994)
Por otro lado, existió un particular medio de transporte fluvial, dado que unir Santa Fe con Santo Tomé era -y es- una necesidad de escala metropolitana, pero a la vez regional. En 1914 se puso en servicio la primera balsa a maroma, de Juan Lapugnani, que según la ya citada publicación de 1994 partía del Barrio Centenario y “…efectuaba el cruce del Río Salado y por el mismo cobraba a sus pasajeros la suma de 10 centavos. El trayecto de la balsa hacia Santo Tomé se cumplía a la altura de la actual Laguna Bedetti (hoy Laguna Juan de Garay)”.
Cerca del centro, pero lejos
Desde los primeros años el barrio fue motivo de publicaciones por el deficiente estado de sus calles, por la ausencia de mejoras y la falta de presencia del Estado para beneficio de los vecinos y progreso del vecindario. En el diario Santa Fe del 23 de septiembre de 1919 se mencionaba: “¿Se ha oído hablar alguna vez del barrio Centenario?. Este barrio, que vive olvidado está situado en las inmediaciones del puente carretero a Santo Tomé (se refiere al de hierro levadizo que ya se llamaba así), y el Tiro Federal”. Más adelante, la nota –atesorada hoy en la Hemeroteca Provincial de calle Francia- caracterizaba a los pobladores y sus casas, amén de la situación de las calles “calamitosas, intransitables”. Concluía la breve publicación: “Sería bueno que la intendencia municipal. Le diera al barrio Centenario, una ‘manita’, para que mejore su situación actual”.
Por su parte, el diario Santa Fe acostumbraba a hacer recorridas por los barrios. Centenario no fue la excepción, y así, una primavera de 1924, exponía en sus páginas de formato sábana bajo el subtítulo “Lugares pintorescos”, una descripción del cronista: “Bajamos al citado barrio por calle 1° de Mayo. A la altura de Juan J Passo dominamos un panorama pintoresco. Frondosas arboledas sirven de ornato a diversas casas, que en éstos días primaverales yacen envueltas en una suave atmósfera impregnada de fragancias. Aquello es poético”, concluía. Y avanzaba en la caminata hacia el sur, “Más allá, frente a nosotros, se distingue la isla con sus verdes follajes, lugar propicio al esparcimiento y el reposo de los que en la ardua labor diaria experimentan la humana necesidad de una tregua. Se divisan familias que pasean en la isla, haciendo un a modo de veraneo” (el error de tipeo es del original). Ese paisaje correspondía al arroyo Quillá, en su desembocadura al riacho Santa Fe, justamente en ese año con una bajante que permitía según la nota, “…en determinados sitios se han formado caminos que permite llegar a la isla sin necesidad de botes o canoas”, descenso de las aguas que facilitó por ejemplo la construcción del Puente Colgante.
Varios años después, el mismo medio, un 1° de octubre de 1931, mencionaba: “En medio de sus características de antaño, más bien criollas, tiene sus aspectos modernos. No faltan allí el chalet de líneas elegantes, ni las casas construidas conforme a la moderna estética. Lo único, que se trata de una zona de poca influencia a las manifestaciones de la ciudad de hoy, que tiende a desarrollar sus vitales actividades y empujes hacia el norte”. No había por ese entonces calles de asfalto, aunque el agua corriente de red comenzaba a adentrarse como servicio en el lugar.
Por esos años el reclamo de los vecinos al intendente interino Dr. Zapata Gollán era por la iluminación en las calles. El Orden del 16 de julio se refería al vecindario como “…un barrio poblado, progresista, que tiene derecho a contar con alumbrado público y otros servicios comunales que hoy son poco menos que nulos”. Recién para 1933 comenzó a llegar la electricidad con el tendido de redes, lo que aparejó la instalación de comercios, pequeños talleres y aserraderos, como el de Sabattini y Bernal, en Tarragona e Independencia. (Colección Barrios I – Centenario – MSF – 1994)
Al poco tiempo, el mismo diario El Orden, bajo el título “Barrio Centenario es un Lugar Humilde y de Trabajo, que Merece una Serie de Mejoras”, puntualizaba una serie de notas gráficas y una descripción de los más humildes vecinos y sus moradas. Decía el matutino: “Hemos visto algunas viviendas improvisadas. Viven en ellas gente pobre, esa que lucha con toda clase de contratiempos sin desmayo y haciéndole siempre buena cara a la vida (…) Los que allí viven son hombres fuertes y trabajadores, pero ahora están de brazos cruzados por falta de jornal (…) Esas viviendas se levantan con dos postes y unas pocas lonas. Y así viven como pueden”. Por otro lado, se contaba que la Escuela Fiscal “Mariano Quiroga” contaba con ocho grados, y 229 alumnos, en dos turnos, mañana y tarde.
1941 sería un año de cambios para el barrio. Luego de 30 años de su loteo original llegaban obras más importantes para el lugar. Así lo reflejaba El Orden del martes 2 de septiembre de ese año. “URBANIZACION DE BARRIO CENTENARIO” decía el titular, y a continuación, “Toda la barriada sur de la ciudad ha sufrido una profunda transformación, por efectos de las grandes obras realizadas en esa zona, y ahora se prolongan hasta la mismo Boca del Tigre –o sea la entrada del camino de Rosario, Buenos Aires y Córdoba- con la ampliación del Parque del Sur hasta el Tiro Federal y el ensanche de la calle Juan José Passo que se convertirá en una hermosa avenida”. Pero esos adelantos eran solo en la parte norte del lugar, por lo que el diario aclaraba: “Solamente parece que quedará como está, es decir, en el más completo abandono, la barriada más sureña de Santa Fe la que forma el Barrio Centenario”.
Desde J.J. Paso hasta la costa se asentaban humildes viviendas todavía, sin servicios, donde según el citado medio “…pareciera que se alejara cien años de la ciudad capital, la ciudad moderna, que se destaca por su extraordinario adelanto edilicio”. Trazado de calles, asentamientos de viviendas sin urbanización, necesidad de elevación de los terrenos más suroestes del barrio, cercanos al Salado, insuficiencias que deberían esperar muchos años todavía, hasta bien adentrados los ’60. Las calles transversales eran llamadas por su orden, por ejemplo “primera sin nombre”, pese a que ya llevaba para esta época la denominación de Pietranera.
Lo cierto es que pese a la urbanización de parte del barrio, había una franja de terrenos pegados al sur de J.J. Paso que dificultaban su acceso, por la falta de apertura de las calles como Urquiza, Francia, Saavedra, San Lorenzo y Avenida Freyre en ese tramo. También vale decir que para esta época ya estaba levantado el terraplén Irigoyen, hacia el norte del camino a Santo Tomé, pero al sur de ese cruce, no había muralla de contención para el Salado, por lo que cada crecida las aguas invadían desde Varadero Sarsotti hasta la propia cancha de Colón en la Boca del Tigre.
La fe y la solidaridad
Como en la mayoría de los barrios postergados, de gente humilde, la intervención de clérigos comprometidos no sólo con la espiritualidad sino con la realidad de los vecinos logró mejorar la vida del vecindario. Centenario no escapa a esa historia, por ello es dable citar a modo de ejemplo la intervención del Padre Pagés Sellarés que logró movilizar la ayuda humanitaria para establecer en calle Saavedra 876, en noviembre de 1945, el dispensario público gratuito “San Antonio”, sin aportes estatales. (El Orden 3-11-1945)
Sobre la presencia católica, entre los testimonios rescatados en la publicación institucional del municipio en 1994, se incluye el de Alberto Alessio, nacido en 1906 en el barrio Centenario, que recordaba: “Los terrenos donde está la capilla Santa Sofía los donaron la familia Bouvier, que vivían cerca del Varadero, para hacer la iglesia del barrio. Para eso vinieron los misioneros y colocaron la piedra fundamental y una cruz muy grande. Lo que ahora está edificado (por 1994) era la casa de familia, la iglesia no se hizo nunca”.
En cuestiones de servicios sanitarios, más allá de la iniciativa del padre Pagés Sellarés, años después en 1958, el Estado provincial dejaba establecido un dispensario en el barrio, en el local de la vecinal. En la misma oportunidad la entidad barrial dejaba inaugurada una biblioteca, a la que dieron por llamar en honor a uno de los fundadores del barrio con el loteo de 1910 “Leopoldo Bouvier”. Años después, ese efector de salud extendía su servicio con pediatría para los niños del lugar (El Litoral 5/2/1959), en el marco de un proceso de descentralización de la atención de la salud desarrollada por el gobierno provincial de Sylvestre Begnis en la ciudad, con estrategias de atención primaria de la salud, llamada entonces “medicina preventiva”.
Otra de las entidades de bien público que se afincó con una dependencia en Barrio Centenario fue EMAUS, que el 27 de junio de 1959 colocaba la piedra fundamental en calle Saavedra (hoy Salustiano Zavalía), entre Malvinas Argentinas y Colón. En aquella oportunidad se exponía desde la institución que la presencia en la barriada daría servicios de consultorios social, médico y jurídico a los vecinos, “…de sus cooperativas de construcción de viviendas y consumo; por medio de sus aulas donde los hombres y jóvenes aprenderán un oficio que los faculte para defenderse en la vida y por medio de la guardería infantil donde las madres que trabajan fuera del hogar podrán dejar sus niños atendidos por personal competente”, decía la presidenta de la entidad, Francisca Capón Filas. (El Litoral 27/2/1959). Para 1962 ya disponía además un consultorio gratuito, donde el primer doctor –que trabajaba ad honorem- era Ángel Poletti. Hoy EMAUS continúa su trabajo solidario en el barrio, como lo hace en otros puntos de la ciudad. (http://www.emaussantafe.org.ar/inicio)
Ya para 1961 la cantidad de niños en el lugar hacía que la única escuela fiscal no pudiera dar respuesta ante la falta de más aulas. Vivían en el barrio unas 4200 personas en cerca de 800 viviendas. Por otro lado, la parroquia San Antonio de Padua planificaba ampliar su edifico escolar para el jardín y la escuela primaria. En 1963 otro centro de atención, una Unidad Piloto Materno-Infantil que daba atención integral con visitas domiciliarias, actividad de manzaneras vecinas del barrio, y profesionales en atención pediátrica y de embarazadas. Luego el efector sumó un consultorio odontológico, también gratuito. (El Litoral 23/11/1964)
Educar en el barrio
La primera escuela fiscal del Centenario, nacida en 1915, fue luego la actual Escuela N° 20 “Dr. Mariano Quiroga”. Ese nombre le fue impuesto a la escuelita en 1922, que como relatan las publicaciones de la época, funcionaba en condiciones muy precarias. El barrio crecía, y la necesidad de educar a más niños también. Así de las dos aulas iniciales se fue ampliando paulatinamente, hasta llegar en el cincuentenario en 1965 a tener 570 alumnos, y siempre con aulas insuficientes y en mal estado. En 1978 llegaría el momento de la construcción del nuevo edificio, en el mismo sitio de calle Zavalía 866. En aquella situación de demoler el viejo establecimiento y construir el nuevo se dictaron clases en la vecinal, en la capilla, en dos escuelas cercanas, en el club Colón y hasta en casas de familia. Esta condición se vivió hasta que el 21 de marzo de 1981 quedó inaugurado el nuevo edificio. El mismo predio es utilizado además por el Jardín de Infantes N° 54 “Germán Berdiales”, la Escuela Técnica Mixta de artesanías, manualidades y construcciones, la Escuela Primaria Nocturna N° 81 y la Escuela de Enseñanza Media para Adultos N° 1052, también por la noche.
Otras entidades educativas, algunas desaparecidas otras vigentes, formaron parte de la vida del Barrio Centenario. Por ejemplo, a los pocos años del loteo en 1910 fue creada la Escuela “Trejo y Zanabria”, más conocida por el nombre de sus primeros directores de apellido Chacón, que estaba en la esquina de Urquiza y Pietranera y existió hasta 1931. En ella se daban capacitación sobre oficios como carpintería, mimbrería, esterillado y herrería, con gran importancia como formadora de obreros calificados para los cercanos astilleros.
Se agregan en la lista de escuelas la de Técnico Profesional para Mujeres N° 70 (en Pietranera entre Francia y Urquiza) y la Escuela Taller “San Luis”, fundada por el padre Atilio Espinosa (aquel que recorrió con su acción pastoral también Barrio San Lorenzo), y que estaba en la casa de Manuela Müller (del astillero “Los Alemanes”) y donde se enseñaba carpintería naval especialmente. Funcionó hasta la construcción de la Avenida de Circunvalación, allá a fines de los ’60, al ser ocupados esos terrenos por el terraplén y la nueva ruta
Ante la necesidad, participación
La entidad barrial que aglutinó voluntades de trabajo, y canalizó mejor reclamos y solicitudes, que gestionó adelantos, fue como en la mayoría de los barrios de la ciudad la vecinal. Surgida en 1939, el acta fundacional manifiesta que era creada “con el único objeto de bregar por el adelanto de la zona, sin banderías políticas ni religiosas”. Más allá de esa primera fecha aparece un retome de actividades de la vecinal en 1957, ya con local propio.
En medio de las inundaciones de noviembre de 1957 se renueva la participación ciudadana para solucionar los anegamientos y muchas otras postergaciones. Como sucedería muchos años después en 2003, cuando ante la emergencia hídrica grupos de personas se unieron para ayudar y ayudarse, y trascendieron el momento para quedar como organizaciones de trabajo solidario, en el Barrio Centenario algunos vecinos que se unieron para reforzar la defensa en 1957 con bolsas con arena, terminaron por reflotar la vecinal.
La militancia barrial consiguió muchas mejoras para el lugar, mediante gestiones y reclamos, movilización que halló rápidamente la posibilidad de instalarse en un local propio, en calle Pietranera 3164. Hoy la institución tiene su sede en calle Zavalía 721. Como en otras vecinales, no sólo gestionar soluciones de servicios e infraestructura ocupaba el tiempo de los vecinalistas, sino también la cultura y la educación. Así, desde esos primeros años hubo talleres de expresión para alumnos primarios y hasta un grupo teatral para jóvenes “Teatro Independiente Centenario”, a cargo del recordado Carlos Catania. (El Litoral 16/9/1959)
El relleno de los terrenos y la defensa
Por años Centenario fue motivo de anuncios sobre la elevación de los terrenos bajos mediante el uso de dragas, junto con el establecimiento de una defensa costera efectiva que protegiera a la barriada de los frecuentes anegamientos. Los registros primeros surgen sobre este tema en 1938, en ocasión de una visita al barrio del Gobernador Dr. Iriondo, junto al entonces intendente Bobbio. Justamente, la Sociedad Amigos de la Zona Sur, que presidía Juan B. Nigro, había enviado una misiva expresando las necesidades del Barrio Centenario, lo que motivó la recorrida de las autoridades. Como dato surge que esta asociación abarcaba tanto al Centenario como a la zona de San Lorenzo y Chalet (conocido por esos años como barrio Sudoeste). Lo dicho, el ingreso al vecindario se hacía especialmente por calle Urquiza, al sur de J.J. Paso. En esa ocasión el gobernador dispuso obras de mejoramiento en las calles y la construcción de una plaza pública. No obstante faltaría mucho todavía para concretar el anhelo de no inundarse más.
Pero la protección contra el río, y la elevación de los terrenos con el refulado de arena, trajo aparejado la necesidad de retirar muchas viviendas ya establecidas en esas zonas bajas del Centenario. En 1950, unas 120 familias debían ser reubicadas en otros puntos de la ciudad, pero por su pertenencia al lugar no aceptaban un traslado compulsivo al “Monte Chañar” (en la zona de la plaza de la locomotora y Bulevar Muttis) o a “La Gran China”, en lo que hoy se conoce como barrio Juventud Norte (al oeste de la Iglesia del Tránsito en Blas Parera al 8000). Expresaban en su momento los deseos de ser reubicados “…detrás de los galpones de Varese…”, vale decir en lo que es hoy Barrio Chalet. Ese mismo año, el barrio sufrió anegamientos, pese al terraplén levantado como protección provisoria, muralla que no resistió el embate de las aguas del Salado por lo que se inundó la zona hasta las adyacencias de la cancha de Colón. (El Orden 26-4-1950). Una condición similar se viviría el año siguiente, cuando en abril de 1951 la defensa volvió a romperse y el barrio se cubrió de agua, con evacuación de vecinos y botes navegando a pala por las calles, y el predio colonista con unos 50 centímetros de anegamiento. (El Litoral 9/4/1951)
Recién para 1953 se logró comenzar a constituir de mejor manera la protección del barrio contra el Salado. Esas obras se completaron con el refulado y relleno de las zonas bajas, no solo del barrio Centenario sino además de barrio San Lorenzo y de lo que después ería Chalet, en una franja de unas 250 hectáreas desde el sur de las vías del Ferrocarril Mitre hasta la zona del corazón de Centenario. La draga “11 de Septiembre” del Ministerio de Obras Públicas de la Nación fue la encargada de ejecutar el movimiento de millones de litros de agua y material, con un plazo de diez meses. En el comienzo de las obras, un 19 de septiembre de 1953, se hicieron presentes el ministro de Obras Públicas de la Nación y el Gobernador. (El Litoral 19/9/1953)
De todas formas, los problemas de anegamientos continuaron, y al parecer por las crónicas periodísticas, todavía en 1958, cinco años después, la defensa del barrio contra el río era precaria y necesitaba de refuerzos con bolsas en cada crecida. Dan cuenta de esta debilidad la crecida de 1957, y una nota del diario El Litoral del 15 de septiembre de 1958 donde se detallaba que aquel proyecto de saneamiento de 1953 estaba inconcluso “…cuyo proyecto –ejecutado en parte- contemplaba la construcción de un camino de cintura con acceso a la zona portuaria. El talud del lado sur de este camino debía constituir el muro de defensa que conjuraría definitivamente las contingencias de las crecientes del río”. Ese terraplén débil tenía por ejemplo cortado la salida del viejo arroyo Quillá al riacho Santa Fe, donde se ubicaba una compuerta que permitía el paso del agua para la renovación de lo que había ya quedado como lago del Parque del Sur. (El Litoral 2/2/1959).
Pero esa misma defensa, era a la par también un obstáculo para la evacuación de las aguas de lluvia, que desde el centro de la ciudad se dirigen también hacia el Centenario. Así, en ese mismo 1959 una copiosa precipitación anegó casas en las zonas cercanas al terraplén. Defensa que en la trágica y evitable inundación de 2003 provocaría que en el barrio hubiera en algunos puntos hasta tres metros de agua.
Como dato vale decir que recién a fines de los sesenta ese camino se construiría por parte de Vialidad Nacional para transformarse en lo que es hoy la Avenida Mar Argentino (RN A007). Bajo contrato con la empresa Goldemberg, el primer tramo de la Avenida Circunvalación cuando se dio la contingencia de la inundación de 1966, una de las más grandes crecidas conocidas del Río Paraná. Centenario vivía con preocupación esos días marzo de 1966, donde cercados por el terraplén, las lluvias anegaban el barrio, aunque las aguas eran bombeadas hacia el exterior del anillo defensivo. Pasada la emergencia hídrica, para 1967 las obras avanzaban a buen ritmo, con la conformación del actual cuerpo del terraplén que daba protección definitiva al barrio respecto de las crecidas del Paraná y el Salado. No obstante, en 2003, la Avenida Mar Argentino debió ser dinamitada, a la altura de calle Zavalía, para permitir evacuar el agua que había entrado desde el norte, especialmente por la cancha de Club Colón y calle Peña, agua que había ingresado a la ciudad por la defensa inconclusa en calle Gorostiaga, en el Hipódromo Las Flores.
La historia más reciente
Por muchos años, una de las solicitudes de los vecinos que declararon con mayor ahínco fue la pavimentación de las calles. Para 1967 todavía era de tierra el acceso al Tiro Federal, entidad fundacional del barrio. Por los setenta el pedido seguía tan vigente como la intransitabilidad de las calles del Centenario. Marginado de los planes de pavimentación que beneficiaron a muchas vecinales, el barrio seguía postergado de esta mejora. En el rastreo de la necesidad del pavimento se adentra la pesquisa en los diarios de los ’70 y los ’80, y como una deuda pendiente, quedan todavía calles sin pavimentar para Centenario, en el extremo sur cerca del zanjón Tacca.
En otro orden en 1973, el Centro de Entidades Barrio Centenario, con participación de la vecinal y otras 18 instituciones, trabajaban para el mejoramiento integral. Así, solicitaban la limpieza del zanjón Tacca, la instalación de cuatro canillas públicas en la zona sur de la barriada, entre otras cuestiones. En esa oportunidad trascendía en mero reclamo y los propios vecinos excavaban para instalar la red de agua potable, con el fin de abaratar la obra, actitud de la que daba cuenta una pieza gráfica publicada en el diario El Litoral del lunes 2 de julio de 1973. Sin embrago, por el mismo año, en una recorrida sanitaria encarada por el entonces subsecretario del área Dr. Víctor Félix Reviglio (Gobernador 1987-1991) daba cuenta de niños con sarna y conjuntivitis, con precarias condiciones de salubridad en la parte más alejada del barrio (El Litoral 9/10/1973)
Finalmente, los vecinos del Centenario debieron esperar hasta 1979, cuando el municipio encargó a una empresa los estudios topográficos previos. Para 1980 comenzó la pavimentación de las calles, con inicio en lo que fuera el ingreso primigenio, en Urquiza y J. J. Paso. Al mismo tiempo se hicieron las obras de desagües que llevaron las aguas hasta el zanjón paralelo a la Circunvalación, y desde allí hasta el Barrio San Lorenzo, por detrás de Barrio Chalet, para arribar al reservorio de la casa bomba uno. En 1982 ya estaban las principales calles del vecindario pavimentadas.
El adelanto de contar con calles pavimentadas permitió que junto con la construcción del FONAVI San Jerónimo (un barrio en sí mismo dentro de Barrio Centenario) otras líneas de colectivos pasaran por el interior. Paradójicamente pese a estar tan cerca del “centro”, al comienzo los pobladores del lugar tenía lejos el transporte público de pasajeros. Como lo señala la Colección Barrios I, “Los medios más próximos eran los tranvías números 4 y 5. La gente debía caminar previamente 6 a 15 cuadras para ascender a los mismos”. Cabe señalar que según la misma publicación “Hasta el año 1960, el barrio careció de transporte para el desplazamiento de sus habitantes…”. El primer colectivo en entrar fue la línea N°3, con el ramal “Centenario”, al principio por calles de tierra, luego de mejorado con restos de asfalto, y antes de la pavimentación con hormigón, con adoquines retirados de calles céntricas.
Memoria fluvial
Varadero Sarsotti, con su astillero, y Barrio Centenario fueron una misma unidad poblacional hasta que se construyó a fines de los ’60 la Avenida Circunvalación que los escindió definitivamente. La apreciación general es que el único astillero en la zona era el de Sarsotti, sin embargo, aparece otro, el de Elías e Isidoro Palacio. Venidos de Helvecia en 1929 se afincaron en el Centenario, y en el final de calle Francia y el río (hoy Tarragona), tuvieron su propio varadero y astillero, donde construyeron y repararon embarcaciones, algunas de las que ellos mismos utilizaban para realizar fletes desde el Puerto de Frutas.
Pero había otro astillero más en el entorno fluvial del Barrio Centenario. Además de Sarsotti y de los Palacio estaba el astillero de los hermanos Müller, también dedicado a la fabricación y ventas de barcos de poco calado, de chalanas y balandras. Esta última factoría estaba en Fray J. M. Pérez y Reconquista, se llamaba “Los Alemanes”, por el origen de sus propietarios. Queda así plasmado cómo la condición fluvial del barrio daba trabajo a muchos vecinos, ya sea como porteadores en el Puerto de Frutas, o como obreros en la construcción de embarcaciones, estos últimos muy especializados en su tarea, en un oficio prácticamente perdido.
