Asociación Vecinal Loyola Norte
La Asociación Vecinal Loyola Norte ha realizado una importante labor de mejora y promoción del barrio. Para el año 2017 no contaba con un local propio, lo cual no era una limitación para el accionar de los vecinos y las vecinas. El barrio sufre y ha sufrido el olvido por parte del Estado, tal es así que para el año 2015 aún no contaba con agua potable.
Algunos vecinos y algunas vecinas conversaron con el diario UNO en ese año. Alejandro Coronel comentaba: “El barrio tiene más de 30 años y todavía no tenemos agua potable. Hay chicos, personas mayores, que tienen que estar comprando el agua todos los días. Y lo peor es que el servicio llega hasta Loyola Sur, del otro lado de la vía, a solo una cuadra de donde vivimos nosotros (…) Queremos que nos integren a la ciudad, somos parte de ella y no contamos con ninguno de los beneficios del resto de los barrios. No tenemos iluminación, ni mantenimiento, ni telefonía porque se roban los cables. No entran los remises ni las ambulancias”.
Elisa Mártires, por su parte, sostenía que “Tenemos agua acumulada en las calles, yuyales, mosquitos. Es una boca de lobo. La plazoleta que está entre Hugo Wast, Alfonsina Storni y Larrechea está llena de yuyos altos, hay gente que ata sus caballos a los juegos. Y ahí hay un poste con electricidad también”. Otros reclamos tenían que ver con la falta del servicio de recolección de residuos, la presencia de pozos y la ausencia de veredas aptas, la falta de iluminación pública y la inseguridad (UNO, 08/03/2015).
Ante la falta de respuestas de la municipalidad y del Estado en general, los vecinos y las vecinas de Loyola Norte no podían sino “cargarse al hombro” las mejoras del barrio. En octubre del 2017 las personas del barrio se juntaron con el objetivo de recuperar un espacio público. Esta iniciativa estaba relacionada con la recuperación de la actividad de la asociación vecinal en los meses previos.
La plazoleta se ubica entre Furlong, Río Negro y Avenida Santa Fe y era el único espacio público del barrio. Las actividades incluyeron la limpieza de microbasurales, el corte de los yuyos del lugar, la colocación de plantas, etc.
Cristian Pérez, el presidente de la vecinal en ese momento, comentaba que “Desde hace algunos meses se regularizó la vecinal y comenzamos a trabajar por el barrio. Salió la iniciativa desde la comisión directiva la idea de recuperar esas esquinas que eran un basural y tuvimos la cooperación de la delegación de la municipalidad. Estamos tratando de recuperar ese espacio que tenemos ahí, ahora estamos reclamando el tema de las luces”. Sobre los pasos a seguir, el presidente de la institución sostuvo: “Todos los sábados nos vamos a reunir desde las 14, para mantenerlo, arreglarlo, ponerle más plantas, la idea es recuperar este lugar. Ahora conseguimos unos arcos que el fin de semana que viene los vamos a colocar, también queremos unos bancos para que los vecinos tengan un lugar donde ir a tomar mate y reunirse”.
Ante la falta de una sede vecinal, la importancia de este espacio verde era crucial como lugar de reunión para los vecinos y las vecinas del barrio, como así también para los chicos y las chicas (UNO, 10/10/2017).
Hacia principios de 2023 el barrio Loyola Norte no contaba con una vecinal formalmente constituida. Los reiterados esfuerzos anteriores que tenían el objetivo de conformar una institución que representara a los vecinos y las vecinas no había dado sus frutos. Sin embargo, un grupo de personas comprometidas por la mejora del barrio estaban buscando, hacia abril de 2023, la constitución de una comisión directiva.
Las necesidades y los reclamos del barrio no habían cesado, de hecho, se podría decir que, en muchos sentidos, habían aumentado en los últimos años. Uno de los problemas más relevantes que los vecinos y las vecinas le comentaron a la Fundación Centro fue el tema de la inseguridad. Si bien la Comisaría Séptima funcionaba de manera normal, el patrullaje era insuficiente y el barrio había sufrido varios homicidios.
Con todo, Loyola Norte aún continuaba lidiando con un problema histórico: el agua potable. La conexión del barrio a la red de agua se había realizado durante el 2022 pero el servicio se interrumpía durante el día, por lo que los vecinos y las vecinas debían acumular agua durante la noche (Fundación Centro, 11/04/2023).
Centro de Alfabetización para Jóvenes y Adultos
El Centro de Alfabetización para Jóvenes y Adultos se ubica en José Gorriti al 5900. De acuerdo con el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe, hacia el año 2014 existían 288 centros de alfabetización para adultos y jóvenes, a los cuales asistían más de cuatro mil quinientos alumnos y alumnas. Estos centros se complementaban con más de trescientas escuelas primarias nocturnas, a las que concurrían más de diez mil estudiantes.
Vecinal San Ignacio de Loyola Sur
La Asociación Vecinal San Ignacio de Loyola Sur se ubica en José Pedroni 6650. Fue fundada por un matrimonio del barrio, compuesto por Hugo Cavallo y Teresa Blasco, en 1992. El barrio recién comenzaba a poblarse y, en sus comienzos, la asociación funcionaba en el domicilio del matrimonio.
De acuerdo con Liliana Benítez, vecina del barrio, en diálogo con Dalla Fontana para su trabajo “Ciudad Invisible”, la jurisdicción del barrio comprende al norte desde las vías del ferrocarril Belgrano, al este desde la calle Cafferata, al oeste desde la Avenida Circunvalación y al sur desde Beruti, Gobernador Menchaca y Gorriti.
Sobre los orígenes de la institución, Liliana sostenía: “En su inicio, la vecinal estuvo formada por don Hugo Cavallo, Teresa Blasco y un grupo de vecinos hace, aproximadamente, unos 30 años. Don Hugo vivió en este barrio y vino desde Villa Hipódromo. Yo también vengo de ahí. Él contaba, que, en ese tiempo, existía la posibilidad de un desalojo de la Villa y cuyos dueños eran de una familia de Antonio Dalla Fontana y sus hijos. Entonces, se vino mucha gente de ese lugar y comenzaron a comprar los terrenos al Colegio Inmaculada y se fueron afincando entre los años 1975 a 1977. El Sr. Cavallo vio la necesidad de requerir ayuda al municipio porque ni estaban trazadas las calles, comienza a proyecta la vecinal con un comedor comunitario en José Cibils al 6300, casa de la familia Cavallo. Para entonces, las madres hacíamos el trabajo complementario de ayudar en un tiempo donde la olla estaba flaca, creo que en el tiempo de Raúl Alfonsín”.
Los terrenos donde la vecinal logró su sede propia fueron donados por el colegio inmaculada. Liliana Benítez sostenía al respecto: “Una persona que nos ayudó muchísimos fue don José Salvador Fernández, un señor que era administrador y representante legal del colegio Inmaculada con la venta de los lotes. En 1990, esto era todo yuyo y monte de aromitos y solo se pasaba por el Camino Viejo a Esperanza. Para entonces, don Salvador y su hijo José María, abrieron las calles del oeste de los campos de la orden ignaciana entre Gorriti y las vías del ferrocarril con motoniveladora, jalones y cinta métrica. Gracias a él, logramos los dos lotes donde hoy funciona la sede vecinal logrado en 2002”.
(Miguel Ángel Dalla Fontana, “Ciudad Invisible. Piquete Las Flores y sus barrios”).
De acuerdo con la Ordenanza N° 11293 del Honorable Concejo Municipal de la Ciudad de Santa Fe del 15 de junio del 2006, fueron donados dos lotes sobre la calle José Pedroni (N° 33 y N° 34): “Dónase a la Asociación Vecinal “San Ignacio de Loyola Sur”, personería jurídica Res. IGPJ Nº 085 del 7 de marzo de 1.994 las siguientes fracciones de terreno de propiedad municipal, que de acuerdo al plano de mensura y subdivisión inscripto en la Dirección de Obras Públicas de la Municipalidad bajo el Nº 7.038, se identifican como lotes treinta y tres (33) y treinta y cuatro (34) de la manzana Nº 8.366” (Ordenanza N° 11293 HCSF, 15/06/2006).
Para el año 2022 la vecinal contaba con una sede propia, en donde se desarrollaban diferentes talleres: costura, panificación, comparsa, etc. Liliana Benitez, presidenta de la asociación, esta vez en diálogo con Alma de Barrio, comentaba que la institución contaba con un comedor comunitario desde el año 2003, en el contexto de la difícil situación que atravesó la ciudad a partir de la inundación: “nos pidieron que hagamos comida en la vecinal para Loyola Sur y otros barrios aledaños. Desde ese entonces el comedor no dejó de funcionar y prepara 420 raciones de comida por día, que se entregan a las familias de nuestro barrio y de los barrios cercanos”.
Con el paso del tiempo todos los espacios verdes con los que contaba el barrio fueron ocupados de forma irregular por familias necesitadas. “Es por este motivo que no contamos con un espacio de recreación al aire libre”, contaba Liliana. Por otra parte, al barrio sólo entra la línea 1 de colectivos. “Necesitamos que se hagan obras en calle Gorriti que es el principal acceso al barrio y al nuevo Hospital Iturraspe”, culminó Liliana (Alma de Barrio LT10 AM 1020, 07/05/2022)
Sobre las comparsas del barrio, Liliana comentaba en “Ciudad Invisible” que “Venían los chicos de distintos barrios y necesitaban darle un nombre. Como armaban sus cosas con reciclables y decidimos hacer una murga y la llamaron ‘Muñecos de trapo’ porque para regalarle a los chicos eran muñecos confeccionados por las madres en el costurero. Ese fue nuestro primer nombre y después fuimos creciendo y comprando los redoblantes, tambores y cambiaron el nombre porque le daba un poco de vergüenza”. De ese modo, el nombre de la comparsa fue modificado por “Herederos del Sol”, en homenaje al comedor “Rayito de Sol” de la vecinal. Liliana comentaba que esto fue una idea de uno de los chicos del grupo.
En el ingreso de la sede vecinal se encuentra un espejo, un símbolo de la asociación que cuenta con una historia interesante. Liliana Benítez la comentaba de la siguiente manera: “La historia del espejo es aproximadamente unos veinte años atrás. Nosotros nos relacionamos con religiosas católicas venían todo días 25 de cada mes a rezar el rosario frente a una capillita con la virgen del Rosario que teníamos en la puerta donde funcionaba la vecinal. Luego, se preparaba una chocolatada para todos los chicos. Las monjas traían donaciones entre ropas en general y calzados. Y en ese tiempo se sacaban muchas fotos que a la semana volvían con estos recuerdos para dejarlas o que los chicos se las puedan llevar.
Y un 25 cuando llegan con las fotos y se las comienzan a mostrar a los chicos. Y la pibada comenzó a decir: “Acá estoy yo…y yo acá”, decían los chicos y pero uno de ellos miró la foto detenidamente y dijo:
– “Este soy yo porque acá están las zapatillas que vos me regalaste”.
Y se comparó las zapatillas (que estaban destrozadas) con la de la foto. Esa fue la forma con la que se reconoció. Entonces, le preguntaron:
-“¿Vos no tenes espejo en tu casa?”
-“No, mi mamá tiene un espejito donde miran para pintarse”.
Era una familia muy humilde y eran muchos chicos, muchas mujeres que vivían en un ranchito que se los había prestado un Centro Comunitario. Entonces, Delia Villalba de Lazaga que era catequista de la Iglesia del Tránsito, se conmovió muchísimo. Ella fue una mujer que trabajó incansablemente por el barrio. En ese tiempo, Alejandro Colussi hacía una campaña por los comedores de copa de leche. Entonces, Delia le elevó una nota solicitando un espejo. Cuando esa nota llegó a las manos del periodista, éste se preguntaba ¿cómo un espejo? cuando hay tantas necesidades alimenticias. Entonces, el comunicador social la sacó al aire, y Delia explicó el porqué del espejo: qué los chicos necesitaban conocer su imagen entera como también las personas que colaboraban en el merendero. Esto los ayudaría a salir de esa rutina diaria tan común de levantarse y no poder mirarse a un espejo para arreglarse y levantar su autoestima.
Entonces, cuando la Sra. Delia recibió el espejo lo colocó en el ingreso de la vecinal. Así fue que cuando uno ingresaba al salón se encontraba el espejo (como ahora) y todo el mundo se arreglaba, se acomodaba la cofia con la que cocinaba. ¡Fue muy emocionante!
Y con todo esto se hizo una nota y salió en los periódicos y Alejandro Colussi cuando al contar esta historia ganó un premio periodístico. El espejo lo donó una señora anónima y lo tenemos colgado en la vecinal ¡Y es una hermosa historia!”. (Miguel Ángel Dalla Fontana, “Ciudad Invisible. Piquete Las Flores y sus barrios”).
Centro de Salud Loyola
El Centro de Salud de barrio Loyola se ubica en José Cibils al 6500. Su historia comenzó hacia el año 2004, cuando luego de la inundación del año anterior se decidió transformar un viejo galpón en un dispensario. Se trata de un centro de atención de la salud del nivel secundario, por lo que cuenta con medicina clínica y enfermería, guardia y laboratorio.
Durante el 2012 la institución estuvo cerrada varios meses por reparaciones: se había caído el techo sobre el sector de consultorios y las obras demoraron más de lo que debían, por lo que el personal debió trasladarse al Centro de Salud de barrio Estanislao López para continuar con sus actividades.
Con el tiempo se retomó el servicio de salud en el dispensario del barrio, con actividades e intervenciones artísticas como murales en su exterior desarolladas por la Vecinal Loyola Sur. Además, la vecinal concretó en 2018 trabajos de mejoramiento del centro de salud, al pintar paredes y aberturas.
Comedor “Corona Vida” de Loyola Sur
El Comedor “Corona Vida” de Loyola Sur surgió en un contexto difícil e inédito: la pandemia de coronavirus y el aislamiento preventivo y obligatorio. Nació en abril de 2020 con el objetivo de ayudar a las familias del barrio. Fue iniciativa de una familia de Loyola Sur, los Duarte, motivados a colaborar con sus vecinos y vecinas frente a la pérdida del trabajo y la difícil situación socioeconómica. La institución funcionaba en la vivienda particular de esta familia, ubicada en Pasaje Ceballos 8550. Desde sus comienzos, el comedor brindó almuerzo y merienda, como así también organizó donaciones de ropa y calzado.
Eduardo Martín Duarte, fundador del comedor, en diálogo con Alma de Barrio comentaba que la iniciativa se sustenta con donaciones de particulares, comercios, empresas y del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia. La panificación que brindan todos los días se realiza en el mismo comedor.
El comedor “Corona Vida” continúa en funcionamiento tres años después de la pandemia. Entre las diversas actividades solidarias que realiza, vale mencionar la colecta de útiles, almuerzos para el día de la niñez, donaciones de ropa, entre otras. Hacia el 2022 el comedor logró el reconocimiento como asociación civil y personalidad jurídica.
Comedor y Merendero “Semillitas de Dios”
El Comedor y Merendero “Semillitas de Dios” es una institución social que brinda ayuda solidaria a niños y niñas de más de cien familias de barrio Loyola Norte y alrededores.
En el mismo lugar funciona además el “Centro Cambio de Vida Dios Proveerá”, donde viven 12 jóvenes en recuperación o recuperados de diferentes adicciones. Esa vivienda había sido facilitada para el funcionamiento de ambas instituciones por parte del pastor Evangélico Diego Reichel. En el 2021 trabajaban solidariamente allí Rodrigo López en el centro y su esposa Silvia Quiroz a cargo del comedor/merendero.
Escuela N°1416 y N° 3172 «Dr. Gilberto Beltramino»
La Escuela N° 1416 de nivel primario y N° 3172 de nivel secundario “Doctor Gilberto Beltramino” se encuentra en calle Viñas 8300. Es una institución educativa de gestión privada, que ofrece servicios educativos en los tres niveles: inicial, primario y secundario. Cuenta con biblioteca, laboratorio de ciencias, salón de usos múltiples y sala de informática.
De acuerdo con “Sobre nuestras huellas, sigamos construyendo”, la Revista Aniversario de la Escuela “Dr. G. Beltramino” publicada en el 2019 con motivo del 25° aniversario del nivel primario, su origen se remonta al año 1991, cuando un grupo de padres y madres del barrio le manifestó al párroco José Luis López de la Capilla Nuestra Señora de América la necesidad de contar con una escuela de enseñanza católica.
Con ayuda de las hermanas de La Divina Misericordia, la escuela comenzó a funcionar en unas salitas de la capilla en las que se dictaba catequesis. A partir de ese momento, las hermanas y las maestras comenzaron a recorrer el barrio, tocaron las puertas de las casas con el objetivo de sumar alumnos y alumnas a la nueva institución. Los primeros grupos fueron una salita de preescolar, que funcionaba por la mañana, y un primer grado, que tenía clases por la tarde.
En 1992 el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe autorizó la apertura de una sala de preescolar y un aula de primer grado, en los salones parroquiales como aulas radiales del Colegio Ceferino Namuncurá. La independización recién llegó hacia 1994, cuando la institución alcanzó el número de cuatro aulas. La escuela fue instalada en un terreno baldío que antes se usaba como potrero, con la importante colaboración de los padres y las madres de los/as estudiantes durante los fines de semana. Luego de siete años se completó el nivel primario con siete divisiones y, a partir de la necesidad de continuar con la formación, la escuela incorporó el nivel secundario.
Jardín Municipal Loyola Sur
El Jardín Municipal de barrio Loyola Sur se ubica en calle José Pedroni y C. Furlong Cardiff. El proyecto edilicio, que data del año 2012, intenta respetar la inserción en el espacio barrial y cuenta con su acceso principal por la calle Furlong.
En una primera etapa de construcción se contempló la instalación del nuevo ingreso, la construcción de dos salas de un año, una sala de dos años y el hall de ingreso, a partir de la refacción y demolición de la salita y los muros preexistentes.
La segunda etapa del proyecto implicó la construcción de la sala de tras años y la administración. Esta segunda etapa fue inaugurada en mayo de 2013, con la cual se completó la estructura edilicia. Durante el ciclo lectivo de ese año asistían más de ochenta niños y niñas al jardín.
Hacia el año 2020, se inauguró en el Jardín de Loyola Sur la primera intervención del proyecto municipal “Veredas para Jugar”, en el marco del Plan Integrar. Se trató de una serie de intervenciones lúdicas (rayuela, juegos con imágenes, etc.) en veredas de espacios públicos cercanos a instituciones educativas.
