Barrio Barranquitas Oeste – Historia

Barranquitas Oeste

Como reza en viejos planos de la ciudad, “Las Barranquitas”, o el antiguo “Distrito Barranquitas”, el Barrio Barranquitas, fragmentado en cinco vecinales, tendrá su división a uno y otro lado de Avenida López y Planes para esta tarea de reconstrucción del pasado. De este modo se escindió en dos barriadas para su estudio: Barranquitas Este y Oeste, con su divisoria en la avenida que lleva el nombre de quien fue el autor de la letra del Himno Nacional.

Esta arteria, viejo camino a las colonias que más allá del cementerio y el matadero se adentraba hacia el norte transformándose en Blas Parera (compositor de la música de la canción patria), es una de las cicatrices urbanas que marcaron con el tiempo diferencias entre los moradores de sus cercanías. Estos distingues en algunas ocasiones fueron –y son– sutiles, pero en otros denotan profundas divergencias. En el caso de ambas Barranquitas estas diferencias se pueden encontrar en la condición social y económica de sus habitantes, donde el plano inclinado del terreno hacia el Salado es una metáfora de cómo hacia el oeste los vecinos de la barriada viven en condiciones menos favorables que sus coterráneos hacia el este.

Sobre estas particularidades, y en dos franjas bien delimitadas por las avenidas norte-sur que surcan el barrio, la lonja de manzanas entre López y Planes y la Avenida Perón tienen su particular característica. Igual puede considerarse a las manzanas linderas al oeste de Perón, pero de allí hacia los bañados del río, ahora vueltos reservorios cercados entre casas y la Circunvalación Oeste, la condición de las viviendas, las calles y los servicios denotan realidades de marginación para sus pobladores. Esta condición se acentúa si la mirada trasciende el presente en evolución hacia una mejor urbanización y vuelve la vista hacia el pasado.

Transversalmente, como una especie de cizalla que divide ambos espacios casi a la mitad, la Autopista Provincial Santa Fe-Rosario (AP 01), no hace más diferencias en Barranquitas Oeste que las que políticamente delimitan las jurisdicciones de las vecinales.

Enmarcada así, Barranquitas Oeste tiene cuatro vecinales en su territorio: BARRANQUITAS SUR – BARRANQUITAS OESTE – UNION, PROGRESO Y LIBERTAD DE BARRANQUITAS – PRO-MEJORAS BARRANQUITAS. Esta subdivisión ubica a la vecinal con menos manzanas a la de Pro-Mejoras Barrio Barranquitas con diez de cantidad y un amplio predio -antes ocupado por la curtiembre de Baragiola luego por una concesionaria de autos y camionetas-, y a Unión Progreso y Libertad de Barranquitas con la mayor cantidad de superficie (aproximadamente 40 manzanas de irregulares dimensiones y formas dadas por los pasajes, cortadas y calles sin salida).

Esta antojadiza subdivisión en tan reducidas jurisdicciones, como en otros grandes barrios escindidos en varias entidades, en gran medida obedece a al menos estos motivos. Crecimiento y desarrollo con mejoras de un sector más neurálgico en detrimento de otro, lo que acarrea diferentes necesidades, urgencias y acciones. Por ello, a veces los vecinos de una parte se organizan en una nueva vecinal para reclamar y accionar sobre su realidad. En otros casos, difíciles de documentar más que en los recuerdos de algunos vecinos, se trata de meras divisiones oportunistas para dominación territorial partidaria de algunos sectores. Como sea, en el caso de Barranquitas Oeste, donde una gran porción de su superficie (casi la mitad) son bañados o reservorios, se dieron cuatro vecinales en un espacio que en otros sitios de la ciudad no alcanza a cubrir la superficie de una sola vecinal.

Poblando las Barranquitas

Enantes límite oeste y norte de la ciudad, el Distrito Barranquitas fue tierra abierta al Salado. Paso de malones que entraban por los bajos del río hasta estribar en los albardones y hacer estragos en la Santa Fe colonial. Y luego, desde esos bajíos se parapetaron los vecinos acaudillados por Mariano Vera para sitiar a Díaz Vélez, invasor porteño que tomó la ciudad allá en 1816. De esa estirpe de vanguardia para la defensa, o de refugio a la reconquista, las Barranquitas se fueron poblando de manera anárquica, sin demasiada urbanización hasta la aparición de los primeros loteos, lógicamente en la vera de López y Planes y de Fray Cayetano Rodríguez. Hacia el Salado, la presencia de dispersos ranchitos, precarios venditos de apenas bolsas y paja, dieron ese paisaje de pobrerío orillero a la zona. Vale decir que el apelativo de “vendito” deviene de la forma en “V” invertida que tiene un simple techo a dos aguas con una cumbrera y dos horcones, que se asemeja a la posición de las manos en la misma forma al orar.

En el rastreo de los espacios y sus propietarios, aparece en 1913 el predio del Cementerio Municipal, en un plano de ese año. Allí también figuran como subdivisiones principales del entorno las dos avenidas troncales de hoy, Perón y López y Planes, más Fray Cayetano Rodríguez. Vale decir que la Presidente Perón antes se denominaba Blas Parera, en clara prolongación de la avenida norteña hasta el extremo del Bulevar Pellegrini. Entre ese damero figuran como propietarios, de sur a norte, “Ambrosio y Constanzo” (para lo que hoy es la vecinal Barranquitas Sur); “J. Buffatti” hasta llegar un poco más al norte de Iturraspe; luego un espacio sin asignación de titularidad hasta la altura de calle Artigas, y desde allí hasta Fray Cayetano Rodríguez una parcela bajo el nombre de “Di Marini y Arteaga”.

El surgimiento del barrio como “Distrito” o “Pueblo” data de una disposición oficial de 1921. Así se desprende de la Ordenanza N°1940 del 18 de marzo de 1921, con la rúbrica del entonces presidente del Concejo, Ignacio Costa. En ella se menciona que se aprobaba el “ensanche al norte del Pueblo de Barranquitas”, con la donación de los terrenos de los “señores doctores J. Manuel Marini y doctor Rafael M. Funes, cuyos linderos son: Al Este, camino Vicente López y Planes (hoy la avenida); al Oeste, camino del bajo al Cementerio Municipal (hoy Avda. Perón); al Norte, Camino Fray Cayetano Rodríguez, y al Sud, Banco de Crédito Territorial”. El segundo artículo refería a que se aceptaba la donación gratuita para “la apertura de calles públicas y ochavas”.

Al tiempo, en una nota enviada al intendente José Aguirre en 1924, los firmantes aportan para el hoy el dato de los vecinos residentes en aquel momento. Entre esos apellidos de la segunda década del siglo pasado figuran como moradores de Barranquitas: Cantoia, Quinteros, Ortiz, Giudici, Brosutti, Leiva, Gerussi, Galli, Aguirre, Calbot, Gómez Díaz, de la Mata, del Barco, Sarto, Roldán, Eusebi, Luesma, Candioti, Belloti, Segallini, Mendoza, Ambrosio, Mugni, Acerbi, Chiara, Bellini, Sottini, Merlotti, por citar algunos. (Santa Fe 26/11/1924)

En el rastreo de crónicas relacionadas al barrio se puede llegar hasta 1922, cuando los vecinos frentistas de López y Planes (llamado en ese tiempo también en ese tiempo por el diario Santa Fe como “camino Nogueras”) reclamaban ante el gobierno provincial extender por esta avenida el servicio de “Aguas Corrientes” (Santa Fe 1/11/1922). Pero también, en 1926, el mismo medio reflejaba el reclamo de la vecindad de poseer un “buzón de correos” en la seccional de policía, dado que el existente más cercano estaba en la Sociedad Rural (sobre Bulevar Pellegrini). (Santa Fe 21/10/1926)

Allá por los años ’30 el incipiente vecindario mantenía su cultura de chacra en algunos de sus moradores, en tanto mantenían ciertas prácticas de economía de subsistencia algunos, y otros, un poco más extendidas como forma de vida. A modo de ejemplo, en 1932 el municipio clausuraba un criadero de cerdos en calle Domingo Silva, entre La Paz y Cochabamba, por razones lógicas de salubridad.

Justamente, para 1930, en otro detallado plano de la ciudad atesorado en el Archivo Histórico Provincial, pueden verse ya las subdivisiones y los primeros parcelamientos de la zona. Aquí surgen también -más allá de nuevo propietarios- las primeras calles abiertas con sentido este-oeste, que arrancan por el norte del barrio, cercano a Fray Cayetano Rodríguez. Por un lado aparecen nombres nuevos sobre los mismos grandes terrenos, siempre desde el sur al norte: “Broquín y Marelli”, luego “Minella y Bocaglio”, todos antes de Iturraspe, y el propio “Buffatti” con un terreno más pequeño que el anterior, sobre López y Planes, donde hoy está la Escuela Falucho. Desde allí, y hasta calle Bolivia ya demarcada, una gran propiedad entre las dos avenidas a nombre de “Zuberbuhler”. En el extremo norte queda el cuadriculado de las calles este-oeste Bolivia, Perú, Europa (hoy Artigas), Ecuador; y norte-sur Brasil, Cochabamba, La Paz. También figura en este plano una amplia lonja de terreno a nombre de “Rodríguez”, desde Perón a López y Planes, entre Ecuador y Europa, sin apertura de calles longitudinales.

No pasaría mucho tiempo más para que, al menos en los planos de la ciudad, el Barrio Barranquitas Oeste entre Blas Parera (hoy Perón) y López y Planes, se demarcara con calles. En 1935, en un plano publicado por la “Librería San Martín”, figuran otras dos calles este-oeste, que si bien no poseen nombre, hoy corresponderían a Pedro Zenteno y Córdoba. Más al sur aparece la vía cruzando en diagonal con sentido suroeste-noreste, por donde hoy está Iturraspe, pero que en ese tiempo no estaba abierta. Es más, se pueden ver una suerte de pasajes y calles sin salida con subdivisiones de los terrenos más pequeñas, acaso como base de lo que luego serán las actuales callejuelas intrincadas y cercenadas por los rieles que pueblan la zona sur de esta zona, casi hasta el predio del Club Unión, donde ya si se visualiza Cándido Pujato.

Sin embargo, y más allá de los planos y mapas, los relatos de los vecinos y de los medios impresos de esa primera época de población de la barriada dan cuenta de otra situación no tan sencilla. Las calles aparecen demarcadas, y seguramente, las manzanas conformadas comenzaban a lotearse y ocuparse paulatinamente con viviendas, pero los grandes baldíos y las cavas también formaban parte del paisaje de las Barranquitas.

Una de las cavas estaba sobre calle Iturraspe, pero había otras más para el lado de calle Brasil, incluso a una cuadra de Fray Cayetano Rodríguez. Se dice que tenían hasta camalotes, vecinos memoriosos contaban que en una de estas cavas se suicidó una muchacha por un desengaño amoroso. A principios de los años ‘30 el paisaje de esta parte de las Barranquitas era más bien campero. Mucho terreno, pocos árboles y algunas casillas precarias desparramadas por el lugar. Los moradores más viejos recordaban que era un barrio abandonado hasta que las cavas fueron rellenadas, cuando comenzó la urbanización de la zona, primero con la apertura de calles y luego con el asfalto, todo desde fines de los ’40 en adelante.

En el Archivo General de la Provincia se guarda bajo el número 185 un plano de 1946 que ilustra cómo fue creciendo el Barrio Barranquitas Oeste, denominado así en aras de este trabajo. En él se dibuja por ejemplo Pasaje Leiva, pero únicamente desde López y Planes hasta las vías, es decir sin salida a la antigua Blas Parera. En sentido inverso, es decir comenzando en Blas Parera (hoy Perón) pero sin llegar hasta López y Planes, aparece Iturraspe. Solo Juan del Campillo, al parecer, llegaba de una avenida a la otra, aunque no queda claro que tuviera paso a nivel sobre las vías. En realidad, ahora al oeste de esos rieles se encuentra un gran predio ocupado por un corralón de materiales de construcción.

Por primera vez aparece una urbanización más al oeste de Avenida Perón. Se lo inscribe “Barrio Farrel”, y estaba ubicado en la prolongación de las calles Perú y Europa (hoy Artigas) hacia el Salado. El ancho de esta barriada era de sólo tres cuadras, con calles de sur a norte, Lamadrid y Juan Díaz de Solís. Quedaron unas doce pequeñas manzanas, lindantes con Blas Parera (Pte. Perón), metros al sur de la gran curtiembre de Baragiola.

Hoy ese “Barrio Farrel” correspondería aproximadamente a los límites de Gaboto, Ecuador, Perón y Perú. No es extraño que coincida en un plano de 1946 la mención a esta pequeña barriada, dado que allí fue uno de los lugares de la ciudad donde fueron confinados algunos de los moradores del recordado “Campito”, en el barrio Sur Colonial (25 de Mayo y el río entre Juan de Garay y 3 de Febrero). Vale decir al respecto que ese traslado no fue compulsivo y a la fuerza, como en otras épocas sufrieron los pobladores del Campito. En esta oportunidad, dentro del primer gobierno de Perón, se les brindó casas de material, es decir una salida habitacional digna, no sólo cambiar de lugar su rancho para desocupar la zona hacia donde se extendía el puerto en el Barrio Sur, y donde finalmente se construyeron los elevadores de granos. (ver “El Campito” en Barrio Sur)

Lo cierto es que la vida era muy distinta en Barranquitas Oeste antes de los años ‘50. Los chicos del barrio iban a la escuela Uruguay, que en empezó a funcionar en calle Artigas (antes Europa), entre Brasil y Cochabamba, previo a trasladarse a la esquina de López y Planes y Fray Cayetano Rodríguez.

Entre algunos de los apellidos de los primeros vecinos de esa zona norte cerca de Fray Cayetano Rodríguez figuran Dinner, Almazán, Barraza, Adat, Natella y las hermanas Reggiardo. Entre la década de 1930 y la de 1940 inclusive en calle Ecuador, entre Cochabamba y La Paz, estuvo el “Club Independiente de Barranquitas”, entidad que luego desapareció. Hoy, ese mismo predio es ocupado por el Club Social “Chacarita Juniors”, fundado en 1939.

Por aquellos años el tren era otra postal cotidiana del barrio, que pasaba seguido y también las zorras que usaban los mecánicos para trasladarse por las vías. Una anécdota que se recuerda en Barranquitas fue cuando a bordo del tren pasó Eva Duarte de Perón por el barrio. Cuando la locomotora que traía a Evita hizo sonar su silbato salieron todos corriendo para verla pasar, y algunos niños de entonces recuerdan ya de grandes que la gente mayor lloraba cuando pudieron verla saludando desde el vagón.

También en Barranquitas, antes de la llegada masiva de las casas y del relleno de las cavas, había muchas vacas en el barrio y se vendía la leche en jarro. En la esquina de lo que es hoy avenida Perón y Fray Cayetano Rodríguez, vivió una señora llamada Jacinta. Esta mujer era quien vendía leche en esa parte del barrio, con el clásico jarro de enlozado y el tacho de aluminio donde almacenaba la leche recién ordeñada.

En una publicación de El Litoral de 1957, con motivo de la crecida de los ríos y las lluvias, se mencionan en una nota a dos partes de Barranquitas Oeste con otros nombres. Por un lado aparece el barrio Farrell, que ya fuera mencionado, donde se debieron evacuar varias viviendas y que estaba contigo al barrio “El Salado”, que según el medio se ubicaba “a la altura de calles Blas Parera (hoy Perón), Domingo Silva y Leiva, detrás de las vías del F.C. General Mitre”. Se mencionaba que el agua en ese momento había llegado hasta la vía y provocaba que las “calles vecinales” se anegaran y complicara la situación de “cientos de familia” que comenzaban a ser evacuadas. (El Litoral 9/10/1957)

También, una parte del barrio, en la zona norte cercana a Fray Cayetano Rodríguez, aparentemente por los años 60’ se lo conoció como La Florida.

El tranvía en Barranquitas

Cada espacio de la ciudad se entrama con el resto de los barrios mediante las formas del transporte público con la zona central donde se concentran servicios y ámbitos necesarios para la vida, como educación, salud, seguridad social. En tal sentido repasar las formas de vinculación pone el acento en desandar ese recorrido que al mismo tiempo de conectar potenció el desarrollo del barrio. Para Barranquitas Oeste, sin lugar a dudas, la Avenida López y Planes y su perpendicular límite norte hacia Blas Parera propone el derrotero necesario a recorrer. Sobre ese antiguo camino hacia el norte fue el tranvía el primero de los servicios públicos de transporte en unir las “Barranquitas” con el centro.

Los vecinos para ir al centro de la ciudad tomaban el tranvía N°3 que venía por Fray Cayetano Rodríguez y seguían por Blas Parera al norte. De este modo Barranquitas, el cementerio y el matadero municipal (en su primigenia ubicación cerca de Blas Parera) estaban conectados con el “centro” por intermedio del tranvía. Pero el servicio, que tenía una sola vía para ir y volver en todo el recorrido, era a su vez materia de reclamos, tanto por la baja frecuencia del servicio como por la suspensión del recorrido de los coches en horas nocturnas. Así lo trasuntaba el diario Santa Fe cuando en 1927 decía que “la empresa de los tranvías eléctricos, no mantiene más o poco más de las 21 horas, un servicio a la altura de las necesidades vecinales”. Acto seguido remataba “No estaría demás, en consecuencia, que la empresa respectiva disponga que los coches de la línea 3, circulen hasta las 23 horas”, ello al menos hasta el cementerio requería el medio, y que en el centro llegaran hasta “Salta y San Jerónimo”. (Santa Fe 11/1/1927)

Una particularidad de la línea era que contaba con un choche muy especial, el que estaba destinado al ingreso hasta el matadero municipal. Este tranvía no poseía laterales como los coches normales, en su lugar, tenía unos “ganchos” en el alero del techo, que estaba reforzado. En eso borde iban colgadas las medias reses de los animales faenados en el matadero, y de ese modo, con la carne fresca, venían los carniceros y puesteros de los mercados con su compra para despostar y vender. Esos particulares tranvías ingresaban a los mercados por las vías que ya estaban dispuestas para tal fin, tanto en el Mercado Central, el de Abasto y el Norte.

Las vías del tranvía corrían por el centro de lo que es Avenida López y Planes, incluso permanecieron visibles entre el empedrado y las pavimentaciones hasta fines de los años 70’. Luego fueron sepultadas por nuevas obras, y cada tanto, en las reiteradas transformaciones que ha sufrido el corredor, aparecen esos rieles enterrados, que eran de una sola trocha para el ir y venir.

Calles y callejones

En el capítulo correspondiente a la parte este de Barranquitas fue profusamente tratada la historia y desarrollo de obras en la Avenida López y Planes. No obstante, en el buceo del pasado sobre el sector oeste de la vecindad aparecen en forma temprana los reclamos de los vecinalistas por el estado de las calles, y en especial de López y Planes. En 1924 pedían, más allá del arreglo para un mejor tránsito, del riego de la avenida dado que era la vinculación con el norte, con el cementerio, el matadero y el camino a Esperanza. También solicitaban que “…las calles Bolivia, Perú, Europa, La Paz y Cochabamba sean abovedadas, por cuanto el tránsito se hace imposible debido a las zanjas, pozos y lomas que existen…” y aportaban como dato que hacía más de “35 años” que habían sido abiertas. (Santa Fe 26/11/1924)

Pero incluso más atrás en el tiempo, en 1922, es posible encontrar referencias a los reclamos de los primeros pobladores, siempre en relación con la avenida, al que se la conocía ya como “Camino Nogueras”, o el “Camino al Matadero”. Se señalaba que si estado no podía ser “más desastroso, y por esta causa, los vehículos que circulan con toda suerte de dificultades”. A ello se sumaba el no funcionamiento del alumbrado, que estaba a cargo de la misma compañía de tranvías.

Como siempre, para los vecinos y sus dirigentes barriales el estado y la necesidad de obras en la Avenida López y Planes fue un reiterado reclamo. En las crónicas aparecen en forma periódica esta necesidad. Por ejemplo, en 1939, la vecinal redoblaba esfuerzos para que se llamara a licitación para la “repavimentación de la avenida Vicente López y Planes, la ampliación de la calle Fray Cayetano Rodríguez y su repavimentación, así como la pavimentación del camino Blas Parea hasta empalmar con el camino pavimentado ‘Simón de Iriondo’ (Ruta Nacional N°11). (El Litoral 14/2/1939) Por ese tiempo la vecinal “Unión y Progreso de Barranquitas”, abarcaba toda la barriada, al este y oeste de López y Planes, y las necesidades eran por igual de importantes para las dos zonas: apertura de calles, iluminación, extensión de la red de agua potable, relleno de cavas.

En relación con el empalme de López y Planes con Bulevar Pellegrini y el final de Avenida Freyre varia iniciativas vecinales se sucedieron para adecuar esa intersección. Uno de los primeros de los que se tiene cuenta data de 1939, cuando tres vecinales elevaban una propuesta para desarrollar. El Litoral de junio de aquel año exponía –con croquis incluido–  que el proyecto surgía de la Vecinal Unión y Progreso de Barranquitas, República del Oeste y hasta Piquete las Flores apoyaba la idea. Esta gestión proponía expropiar unos terrenos de los jardines del Club Unión para poder albergar el espacio necesario para dar continuidad a la Avenida Freyre hacia López y Planes, con una resolución que permanece en el tiempo, más allá de la no existencia de la rotonda sobre Pellegrini.

El proyecto finalmente fue presentado a las autoridades municipales por los vecinalistas, pero todavía para 1957, es decir 18 años después, no se había concretado, y recién entonces tenía aprobación por parte del Ejecutivo Municipal. (El Litoral 13/12/1957). No obstante, pasarían otros años más, y algunas discusiones con el Club Unión y la afectación en parte de sus terrenos que tenía la obra, para que por ejemplo en 1962 se pudiera habilitar una de las calzadas del enlace, la que iba por López y Planes hacia el sur hasta Avenida Freyre. (El Litoral 26/2/1962)

Vale recordar que hasta la segunda década de los años 2000 la Avenida Freyre, como López y Planes, Fray Cayetano Rodríguez y Blas Parera, formaban parte de la jurisdicción de la Ruta Nacional N°11, que fue transferida en su traza a la Circunvalación Oeste cuando quedó abierta hasta el norte de la ciudad de Recreo.

La intersección de los dos bulevares(Pellegrini y Freyre) y López y Planes fue reformada en el último tiempo dos veces, con las mayores modificaciones en el año 2020 cuando se dejó habilitado el nuevo empalme, sin el estacionamiento que existía antes.

Sobre la pavimentación de las calles, y como dato ilustrativo, para 1965 la vecinal reclamaba que se pavimentaran calle Río de Janeiro, desde López y Planes hasta Blas Parera (hoy Perón), como así también Iturraspe desde la mencionada avenida hasta Facundo Zuviría, en Barranquitas Este. (El Litoral 22/2/1965). Vale decir que dos años después, ya para 1967, existía la vecinal para el sector este de López y Planes, llamada “Pro-Adelanto Barranquitas”.

De todas formas, la pavimentación de las calles internas, y en algunos casos hasta su apertura, se demoró bastante tiempo. En 1975 uno de los reclamos de los vecinos reflejado en el vespertino de formato sábana era “…el caso de la calle La Paz, entre el pasaje Cochabamba y pasaje Leiva. Actualmente la comunicación se realiza a través de un angosto pasadizo, y en el primero de dichos pasajes hay un gran basural. Sin embargo, ya se ha previsto la expropiación de un inmueble ubicado sobre el pasaje Leiva, el viejo ‘callejón de los polacos’, para que pueda convertirse en realidad esa apertura”. (El Litoral 27/8/1975)

Respecto de la denominación de este pasaje vale repasar lo expuesto por Guillermo Quiroga en su blog “Barrio Santafesino”, donde menciona que “Antiguamente la calle era conocida como ‘el callejón de los polacos’, por la cantidad de ciudadanos europeos que se habían instalado en el lugar. Aun hoy muchos viejos vecinos del barrio se siguen refiriendo a la calle como ‘el callejón de los polacos’. Este pasaje se caracterizaba por tener muchas personas dedicadas al cultivo de flores. Grandes terrenos se destinaban a tal fin. Hoy no queda ni uno”.

Avenida Blas Parera / Presidente Perón

La hoy Avenida Presidente Perón es la continuidad hacia el sur de la Avenida Blas Parera, desde su intersección con Fray Cayetano Rodríguez. Es más, así se la llamaba años antes de su cambio de denominación por el líder del Justicialismo. Pero antes de llamarse Blas Parera ese “camino” al borde oeste de las Barranquitas, entre la Maestranza Municipal (Pellegrini y Perón) y el Cementerio, se lo conocía como el “camino del bajo”. Así se desprende de una nota de El Litoral de 1936 donde los vecinos reclamaban por el mal estado y falta de mantenimiento de esta vinculación que lindaba con los bañados del Salado. Por niveles del terreno, naturalmente era “…donde las aguas del río Salado llegan a cada creciente ordinaria”.

En los planos era directamente la prolongación de calle Paraguay hacia el norte hasta “empalmar con el camino Blas Parera”, según el medio. Justamente, como “defensa” del barrio, el “Camino del Bajo”, fue levantado con el refulado de material de los bañados del Salado, como lo refleja el diario: “A raíz de la inundación de 1929 –la más grande que se produjo después de la de 1905– se proyectó el terraplenamiento del camino del bajo, con el objeto de evitar que fuese cortado otra vez por las crecientes. Las obras se realizaron por obreros municipales, en cuanto al reflujo de las aguas permitió extraer tierras de la costa del río Salado. Las crecidas posteriores no alcanzaron a cubrir la calzada, llegando solo a ambos costados de la misma”. Al respecto vale decir que en 1973 y en 2003, en ambas oportunidad, la primera por inexistencia de una defensa oeste con el Salado al norte de la autopista, en la segunda de 2003 por la no conclusión de esa defensa con la inexplicable abertura de calle Gorostiaga al oeste del hipódromo, las aguas del río llegaron hasta la Avenida Blas Parera (1973), luego llamada en ese tramo Perón (2003).

Originalmente había sido proyectado como un camino alternativo para el tránsito pesado, para evitar que ingresara a la ciudad por López y Planes. Desde allí se conectaba por Mariano Comas hacia el puente colgante, y por el oeste, a través de avenida Freyre hacia la vinculación con Santo Tomé por Zavalla y el camino hacia El Paso (luego con el Puente Carretero). Como corolario de esa nota, el diario decía con buen tino: “Completando esta obra (por los arreglos del Camino del Bajo) debería exigirse a los que levantan viviendas, aunque sean ranchos o casillas, que lo hagan a un nivel superior al de la crecida de 1929”. (El Litoral 5/6/4/1936)

Las Barranquitas zona de cavas

Barranquitas, ambos lados de López y Planes por igual, tuvo como parte de su paisaje grandes cavas. Las hondonadas, resultantes algunas de antiguos hornos de ladrillos o de extracción de suelo para el terraplenado de las vías férreas que se entretejen en la zona, fueron producto de preocupación para los vecinos.

Una nota del diario El Litoral de 1957 ilustra con claridad la incidencia de las cavas en el desarrollo del barrio. Dice el vespertino en esa época: “Las cavas, problema casi tan viejo como Santa Fe, siguen siendo un escollo insalvable para el espíritu progresista de la gente del barrio, y un factor que gravita pesadamente en desmedro del adelanto general de la zona. Su existencia ha provocado que la edificación no siguiera un ritmo paralelo y el trazado caprichoso de algunas calles, amén de lo que estas deficiencias significan en materia de salubridad”. (El Litoral 6/5/1957)

Esta situación de la presencia de cavas puede extraerse de publicaciones en diarios de diferentes épocas. Por ejemplo, durante una recorrida por el barrio del intendente Bobbio en 1937 se destacaba la situación de falta de salubridad y desbordes de dos cavas confinadas entre Juan del Campillo y Domingo Silva, al oeste de López y Planes, “…en una de las cuales se han producido ya tres casos de personas ahogadas”. (El Orden 5/7/1937) Más hacia el norte, en López y Planes al 4800 (entre Ecuador y Artigas) había un grupo de precarias viviendas construidas sobre lo que se conocía como las cavas de Rosinsky que habían sido rellenadas.

Otra de las cavas estaba en Ecuador y Brasil, donde también se cobró allá por la década de 1940 la vida de un indigente. Allí también, en forma cercana, estaba otra gran depresión, en calle Cochabamba, entre Fray Cayetano Rodríguez y Ecuador. (El Orden 28/8/1945)

Por aquellos años los vecinos reclamaban por arreglo de calles, plantación de árboles por parte del municipio traídos del vivero comunal, incluso por la conformación de una plaza, o parque escolar, para los niños de la creciente barriada.

En esa postal de barrio que se puede trazar con las palabras impresas en 1937 aparecen los callejones del lugar, “…verdaderos laberintos que crean un problema al tráfico del barrio, callejones que abrieron los propietarios de esas tierras con el único afán de vender sus lotes sin tener en cuenta para nada la demarcación de las calles, que debieron abrirse en lugar de esos callejones, muchos los cuales tiene dos o tres metros de luz”.

En 1972, con las copiosas lluvias y crecida del río Salado que terminó por derrumbar al año siguiente el flamante puente de la nueva Autopista a Rosario, los bajos de Barranquitas Oeste eran noticia. Por ejemplo, en vísperas del aniversario de la ciudad, el 13 de noviembre de 1972, el vespertino local colocaba como pie de la foto que “Unidades móviles extractoras como ésta, ubicada a la altura de calle Artigas, trabajan para aliviar la situación en el oeste de la ciudad”, y daba cuenta luego de la esquina con Perú donde una gran laguna se trataba de controlar con una bomba. Don Pantaleón Valdés era el presidente vecinal y el diario mencionaba sobre las cavas del lugar que “Se hace necesario el rellenamiento de las depresiones existentes, algunas de ellas ubicadas junto a viviendas económicas erigidas para erradicar los ranchos. Pero si no se procede a la nivelación de referencia, se reproducirán los inconvenientes”. Había en ese entonces unas 432 familias ubicadas entre las calles Perú, Blas Parera, Fray Cayetano Rodríguez y el murallón de defensa al oeste. (El Litoral 13/11/1972)

Años después la situación continuaba de igual manera con relación a las cavas. En 1977 el mismo medio recorría el barrio y reclamaba, como los vecinos, que las autoridades municipales (en ese tiempo de facto) tomaran medidas para erradicar los bajíos. Decía el diario “No es difícil ver en ese lugar una vivienda de material, cuyo frente da a una arteria pavimentada, y cuyos fondos están cerca de depresiones llenas de agua, bordeadas por ranchos”. (El Litoral 28/6/1977)

Esta situación de la presencia de cavas, en una barriada asentada en zonas bajas, rodeada de avenidas y terraplenes de vías, con los bañados cercanos del Salado, la situación de las napas freáticas y su consecuencia en los pozos ciegos fue una problemática de graves implicancias para la parte central de Barranquitas Oeste. Por ello, la necesidad de extender la red cloacal hasta el barrio era vital, que ya había llegado a algunos sectores del norte de Mariano Comas y de la propia Barranquitas Este.

Ese reclamo vecinal se hizo sentir, según del diario El Orden, hasta con el mismo presidente de la República, general Perón. La nota de 1949, con foto incluida de los trabajadores con sus palas cavando zanjas para extender las cañerías, mencionaba en particular que quince cuadras contarían con el servicio. “Se está colocando los caños desde avenida López y Planes, entrando por Córdoba, Pasaje Luis María Drago, por Iturraspe hasta Brasil”. Es decir era la primera extensión de la red hacia el barrio. (El Orden 2/9/1949) No obstante, la extensión del vital servicio para la salubridad pública abarcó muchos años más hasta alcanzar a todo el barrio.

¿Aviones en Barranquitas?

Es sabido que los bañados del Salado, en especial luego de las crecidas, quedan como una zona plana, muchas veces de arenales sin vegetación. Este ámbito a la vera del serpenteante río, entre el curso de agua y las casas de Barranquitas, fue propicio para el aterrizaje de aviones.

Sí. En una oportunidad, una escuadrilla de la Armada Argentina, aterrizó en Barranquitas y ello fue noticia en los medios de la ciudad. Se trataba de la “escuadrilla de aviones de la armada que mandaba el Teniente Mazza”. Era 1933 y los santafesinos esperaban el arribo de las máquinas. Primero sobrevoló la ciudad un avión Foker T 201, el que “…aterrizó en calle Europa, a escasa distancia del Salado, en jurisdicción de Barranquitas”, decía el diario El Orden. Recibieron a los aerodinos desde el jefe del Regimiento 12, el jefe de Policía y hasta el entonces presidente de la Bolsa de Comercio don Francisco Bobbio.

El medio destacaba tan inusual acontecimiento con el primer avión llegado luego del mediodía, que anticipaba el arribo de la escuadrilla: “El avión Foker T. 201 es un hermoso aparato, capaz de grandes velocidades y con comodidad para seis pasajeros”. Había llegado al mando del Teniente Petrucci proveniente de Resistencia (Chaco). El relato del cronista evidencia ribetes de espectáculo para una sacudida barriada en su apacible calma cotidiana: “A las 16 y 30 horas, fue avistada la escuadrilla, que avanzaba volando regularmente, en correcta formación. Inmediatamente, hubo un gran movimiento en el público, siendo necesaria toda la energía del  piquete puesto de vigilancia (habían movilizado soldados del Regimiento 12) para evitar que numerosas personas corrieran al encuentro de los aviones. Éstos, después de evolucionar sobre el terreno, iniciaron el descenso, volando en forma de V, y tomando tierra con gran habilidad”.

Eran seis aviones, biplano, bajo el mando del Teniente Mazza, pero llegaron solo cinco. Uno de ellos, luego de una escala desde Resistencia en Goya, en inmediaciones de San Javier, debió aterrizar por un desperfecto de motor, por lo que ese aparato quedó en un camino rural de la costa a la espera de una reparación que vendría desde Buenos Aires, pero quedó al cuidado de un marino. (El Orden 17/7/1933)

En verdad otras experiencias en la ciudad de aterrizajes de aviones en zonas costeras hubo, como por ejemplo, con otro fin más lúdico y de espectáculo, en la playada frente a la Rambla de López, allá en la Setúbal, en barrio Guadalupe Este.

Escuela Falucho

En 1932, bajo la intendencia de Agustín Zapata Gollán, vecinos de Barranquitas se acercaban hasta el despacho donde el titular del ejecutivo los recibía para atender sus necesidades y pedidos. De esa reunión surgía la propuesta, motorizada por a partir de allí por el descubridor de las ruinas de “Santa Fe la Vieja”, de crear en los fondos de la Escuela Falucho un “parque escolar”. El Litoral daba cuenta de esta iniciativa y mencionaba: “Esa mejora la realizará la comuna a pedido de la sociedad vecinal de aquel suburbio”. (El Litoral 26/9/1932)

Pese a la buena nueva la construcción del parque no se concretaba todavía para 1933, entonces los vecinalistas redoblaban sus gestiones para lograrlo. En ese tiempo la Escuela Falucho llevaba el número 18 como “Escuela Fiscal”. Ante la inminencia del inicio de las obras del parque los vecinos solicitaban al presidente del Concejo Municipal la donación al barrio de 220 metros de alambra tejido y de postes de material para cercar el parque y evitar el ingreso de animales. Para ello se ofrecían y expresaban que “…nos encargaríamos nosotros del transporte del mismo así de hacerlos colocar, de modo que no irrogará gastos alguno al H. Consejo”. (Santa Fe 21/1/1933)

Para 1979 la escuelita del Barrio Barranquitas Oeste ampliaba sus dependencias, con la inauguración en julio de ese año de cuatro nuevas aulas. Una entidad que ya contaba con medio siglo de existencia “…con una acción que ha beneficiado a varias generaciones de santafesinos…”, decía el vespertino local. La directora del establecimiento era en aquel momento la Sra. María Rosa Marcón. (El Litoral 1/7/1979) Para ese momento iban a la escuela, doble turno, unos 650 niños de la populosa y necesitada barriada (El Litoral 26/5/1979). A modo de señalamiento de los discursos del contexto en plena Dictadura Cívico Militar, donde un coronel retirado como Coquet era intendente de facto (no votado), el que refería en la entrega del Fondo de Asistencia Educativa (FAE) en la Escuela Falucho que “…el Año del Niño y la Familia nos encuentra unidos para formar, a través de la escuela, el hombre sano de cuerpo y espíritu que la Nación requiere”. A su turno, la directora, María Rosa Marcón mencionaba, según el vespertino: “que todo cuanto se haga para mejorar el ambiente escolar repercutirá en la educación de la niñez, presente y futuro del país; quedando evidenciada la verdad sanmartiniana de que ‘nada hay en la Patria, superior a la Patria misma’”. (El Litoral 26/5/1979)

También el edificio de la Escuela Falucho alberga otras instituciones educativas, en especial para adultos a su vez con varios grados radiales. En particular en la sede de Iturraspe y López y Planes funciona la Escuela Primaria para Jóvenes y Adultos N° 2504. La entidad repasa su historia y menciona que fue fundada en 1957, por iniciativa de algunos pobladores de la zona, entre los que se contaban las familias Golfeto, Giudice y Ferrari. Dicen en su blog “Por aquel entonces contaba con dos cargos docentes, un directivo con grado a cargo: la Sra. Cantero y un maestro. Atendían aproximadamente 30 alumnos y en su mayoría adultos, padres y vecinos de la Escuela N°18”.

Con el tiempo, para 1976 el barrio creció en población por el traslado de familias provenientes de Rincón, La Guardia, Colastiné, todos de bajo recursos económicos, desarraigados de su lugar por las crecidas. Ello, trajo aparejada la necesidad de ampliar la cantidad de maestros, aspecto que se sostuvo a lo largo del tiempo con nuevos cargos anexados en 1986.

La acción educadora de la Escuela para Jóvenes y Adultos se adentró en otras barriadas con centros de educación para adultos CEPA, como en Villa del Parque, en San Pantaleón y Schneider. En Barranquitas, por iniciativa de un grupo de vecinos y miembros de la vecinal Pro Mejoras, se iniciaron los trámites y en 1987 se recibió la noticia de la creación de CEPA N° 6713 en el barrio. Vale resaltar, como lo mencionan desde la Escuela, que ya antes que se conformara el CEPA “la docente Lucila Maidana se encontraba trabajando ad honoren en el barrio (…) por lo cual se le ofreció el nuevo cargo a ella”. Primero el CEPA 6713 funcionó en calle Perú 4009 “en un salón cedido por la Sra. Corina de Váldez, miembro de la vecinal”. Luego estuvo un tiempo en la Escuela Lourdes de barrio Schneider hasta que en 1997 se trasladó nuevamente, para finalmente recalar en la vecinal Pro Mejoras Barranquitas Oeste, ya con el número de CEPA 113, en el local ubicado en Artigas 4100, al oeste de la avenida J.D.Perón.

“A finales del 2005 se decide buscar otro emplazamiento debido a que la matrícula había descendido notablemente”, refieren en el repaso de su historia la entidad, por lo que luego de un relevamiento se logra emplazar el CEPA en las instalaciones de la Vecinal Barranquitas Oeste (P. Centeno y J. D. de Solís).

De regreso a la Escuela Primaria para Jóvenes y Adultos N° 2504, la oferta educativa se amplía en la sede de la Escuela Falucho con clases de inglés y tecnología para sus alumnos del tercer ciclo, como con los Centros de Formación Laboral con terminalidades en electricidad, peluquería y mimbrería.

Plazoleta Nelson Mandela

Barranquitas Oeste, denominado así en el marco de este trabajo como la barriada ubicada al oeste de López y Planes, tiene pocos espacios verdes. Dos para ser más precisos. Uno de ellos es el inaugurado en agosto de 2016 en la intersección de Iturraspe y Gaboto, en el barrio Barranquitas Sur, con el nombre de “Plaza Nelson Mandela”, creada por ordenanza Nº12162 en base a una iniciativa conjunta de la Casa de la Cultura Indoafroamericana de Santa Fe, el Concejo Municipal impulsada por la edil Adriana Molina, las instituciones del barrio y el Gobierno de la Ciudad. El espacio verde contaba con juegos infantiles, equipamiento urbano y una reducida cancha de futbol.

En el acto de inauguración la presidente de la Casa de la Cultura Indoafroamericana, Lucia Molinas, destacó que una plaza “…lleve el nombre de nuestro líder: Nelson Mandela. Además, es importante porque se inaugura en un día trascendente para toda la población, en que se recuerda la noche del 22 al 23 de agosto de 1791 cuando en Santo Domingo tuvo lugar la rebelión de la población negra que culminó con la independencia de Haití”. La referente, citada en el parte de prensa oficial, destacó que “es muy importante porque estamos hablando de nuestra identidad, muchas veces negada; y de Nelson Mandela, el líder sudafricano que pasó muchas vicisitudes en su vida, pero que logró encontrar a través de la paz y de una lucha persistente, la igualdad y la equidad en toda Sudáfrica”.

El Salado y Barranquitas

Ha sido recurrente para la barriada el anegamiento por crecidas del Salado. Esa situación, en especial, se vivió con periódica repetición hasta la construcción de la Autopista a Rosario, que con su terraplén desembocando a la altura de calle Iturraspe, junto con la extensión del cierre oeste de la defensa desde el terraplén de la vía del viejo puente del ferrocarril Belgrano hasta la propia autopista, cuando quedó más protegida la zona suroeste de Barranquitas, siempre al poniente de Avenida Perón.

En 1931 una crecida obligó a evacuar a numerosas familias de Barranquitas ubicadas en los bajos, al oeste de Blas Parera. Entre esas familias trasladadas por el Cuerpo de Bomberos aparecían apellidos como Cusevich, Genevolich, Aumada, Rodríguez. Pereira, Vera, Casal, Gamboa y Ruiz. (El Orden 30/3/1931).

Por ello, la situación más agobiante de la barriada se vivió en la inundación de 1966, donde ya todo el oeste hacia el bañado estaba inundado, y cuando desde la intendencia se solicitaba a Vialidad Provincial hacer una “nueva línea de defensa sobre calle Blas Parera (hoy Perón), previendo una posible “rotura del terraplén más al oeste”. De estas citas se desprende que para defender las viviendas más cercanas al Salados e había conformado y reforzado un terraplén de defensa que había tenido filtraciones y comprometido a su vez por las precipitaciones, había anegado unas cien casas. Lo importante es ver cómo a la Avenida Perón de hoy, en ese entonces Blas Parera, se la tomaba como una posible barrera para evitar que entrara el agua hacia el este de Barranquitas donde “la densidad de población es mayor”, decía el medio. (El Litoral 10/3/1966)

Como la vulnerabilidad del oeste de la ciudad a la altura de Barranquitas era evidente, y recurrente en cuanto a las inundaciones con la crecida del Paraná y/o el Salado, la necesidad de una defensa más al oeste del murallón que representaba la propia Avenida Blas Parera (hoy Perón) era vital para una inmensa cantidad de vecinos que en precarias casas se habían asentado en los dominios bajos del viejo río Salado. Justamente, para esta zona, en 1966, la Municipalidad iniciaba la construcción de un terraplén de defensa. Decía El Litoral que se iniciaban los trabajos para la “erección de un terraplén de defensa circundando a los barrios Villa del Parque y Barranquitas, en una extensión de 1.400 metros, partiendo del terraplén del Ferrocarril Mitre y terminando en las adyacencias del Cementerio Municipal”. Al respecto se detallaba que “Estos trabajos, que harán necesario un gran movimiento de tierra, serán ejecutados por la municipalidad por vía administrativa y en su realización colaborará la Dirección Provincial de Vialidad con el préstamo de las máquinas necesarias”. Era tiempo de la intendencia de Lofeudo, cuando desde Villa del Parque se iniciaban las tareas con la intención no sólo de establecer una defensa contra el río sino además de conformar “una calle marginal, de cuyas veces hará el terraplén ya que se ha previsto darle una altura de dos metros y cuatro de ancho, para que pueda ser utilizado para el desplazamiento del tránsito”. (El Litoral 20/4/1964)

Sin lugar a dudas unas de las crecientes más complicadas para Barranquitas Oeste, y la ciudad de Santa Fe, fue la 1966, cuando el Río Paraná alcanzó los XX metros en el hidrómetro del puerto local. En particular para la barriada el terraplén de 1966 fue protección y trampa al mismo tiempo, dado que a la altura del río se sumaron reiteradas y copiosas lluvias que quedaban encerradas dentro del precario anillo defensivo, con el consecuente anegamiento de las viviendas. En tal situación, en febrero de 1966, se mencionaba que uno de los puntos más críticos de esa vanguardia defensiva contra el Salado estaba comprometida en su estabilidad en “unos 300 metros entre Pedro Centeno y Artigas”, por el oleaje erosivo. Destacaba la crónica, como para dar cuenta de la gravedad de la situación, que “…si el río crece unos centímetros más o bien si se registran más tormentas (…) la situación adquirirá contornos de verdadero desastre, ya que grandes sectores densamente poblados se verán anegados en pocos minutos”. En este contexto, personal municipal y vecinos colocaban bolsas con arena y en ciertos lugares el Salado estaba a sólo quince centímetros de la cota de la defensa, por lo que cualquier oleaje pasaba por encima. (El Litoral 7/2/1966)

Finalmente, al otro día, la profecía se hizo realidad, el terraplén cedió a la altura de las calles Córdoba y Centeno, por lo que agua invadió rápidamente la zona y unas 400 familias  debieron escapar de sus viviendas, incluso del conocido Barrio Farrel. Como si fuera un premonitorio y repetido relato para los vecinos del oeste, el diario en 1966 describía acontecimientos que luego se reiterarían en el tiempo. “La situación que atraviesa barrio Barranquitas es desesperante. A las 3 de la mañana, un sector del terraplén de contención –a la altura de Pedro Centeno y Córdoba– cedió ante el empuje de las aguas del Salado, que anegaron Barranquitas Oeste hasta la avenida Blas Parera (hoy Perón). El panorama que presenta la zona es desolador: del agua emergen aquí y allá ranchos abandonados y semiderruidos por el embate del agua y el viento”. Con la rotura de la primera defensa comenzaron a elevar la cota de la avenida Blas Parera con tierra y bolsas de arena, como segunda línea defensiva.

Lejos de terminar la situación de emergencia, en marzo de 1966 el problema de anegamientos se profundizó.  Luego de restablecer el primer muro oeste de defensa, y pese a no volver a sus precarias viviendas hacia el poniente de la antigua Blas Parera, el muro entre las vías del Ferrocarril Belgrano (Villa del Parque) y el cementerio volvió a colapsar. Decía el vespertino local “Los esfuerzos desesperados de centenares de hombres para controlar la situación fueron impotentes a pesar de que se trabajó en forma denodada hasta lo último, elevando el nivel a la construcción con bolsas de arena y tierra”. El nuevo escenario de superación de la primera defensa contra el Salado obligó a concentrar entonces las tareas de elevar la cota de la defensa sobre el murallón que hacía de precario camino entre el cementerio y la maestranza municipal, antes Blas  Parera hoy Presidente Perón. “La nueva defensa”, subtitulaba El Litoral, “Equipos mecánicos de varios tipos y muchos camiones son utilizados para reforzar la nueva defensa erigida en Blas Parea, desde el cementerio municipal hasta calle Centeno. Toneladas de tierra son volcadas en la arteria y colocadas de manera conveniente por las motoniveladoras. Con bolsas de tierra se aseguran las bocas de alcantarillas para que las aguas no pasen al sector este del barrio densamente poblado (En referencia a las casas ubicadas entre Perón y López y Planes)”.

Era a mediados de marzo y unas 1.200 personas, entre niños, mujeres, hombres y ancianos, estaban evacuados, sólo del oeste de Barranquitas. Buscaban ayuda y comida en la maestranza municipal y se asentaban a la vera de las vías del Ferrocarril Belgrano, y los más beneficiados, en vagones ubicados en la zona del barrio Mariano Comas. La defensa precaria sobre la antigua Blas Parera apenas resistía, y las filtraciones complicaban su estabilidad, y la tranquilidad de la mayor parte poblada de Barranquitas Oeste, entre lo que hoy es Perón, Fray Cayetano Rodríguez, López y Planes, y las vías del FFCC Belgrano. Las piezas gráficas de los diarios de la época dan cuenta de esa situación, de un lado asomaban sólo los techos de los ranchos y las casas, del otro, las viviendas todavía sin agua, y en el medio un precario terraplén de tierra reforzado con bolsas con un interminable ir y venir de maquinaria para elevarlo y sostenerlo.

Como es de imaginar, en un recinto cerrado y carente de desagües por gravedad por lo alto del río, y sin bombas extractoras, faltaba una copiosa lluvia para que se anegara el resto del Barrio Barranquitas Oeste que se sostenía precariamente. A fin de marzo de 1966 la combinación se dio y muchos vecinos debieron autoevacuarse o resguardar en los techos sus pertenencias. Al agua caída se sumaba la que venía desde el este por el canal de calle Perú. Así, las tres primeras manzanas, al este del terraplén de Blas Parera, a todo el largo del barrio, estaban inundadas, con cientos más de familias evacuadas, el agua alcanzaba hasta un metro y medio de altura. Ante ello, los damnificados del barrio clamaban por bombas arroceras para sacar el agua, en un marco de emergencia que abarcaba a toda la ciudad y pueblos de la costa. (El Litoral 31/3/1966)

Para mediados de abril de 1966 la situación de anegamiento continuaba, no solo para los vecinos de los ranchos al oeste de la defensa de Blas Parera (hoy Avda. Perón), sino también para los que quedaron encerrados y anegados por lluvias al este. Unas tres mil personas estaban afectadas, y 15 manzanas anegadas en la franja más baja cercana a la avenida Perón, entre las vías del FF Belgrano y Fray Cayetano Rodríguez. Las bombas habían llegado y extraían agua, pero muchos vecinos no habían podido retornar a sus casas por estar todavía anegadas. A modo de ejemplo vale decir que la Escuela N° 567 “República Oriental del Uruguay”, ubicada en su primer edificio correspondiente a una casa en Artigas 3860, estaba parcialmente inundada en varias de sus dependencias. Pese a ello, sus docentes concurrían y unos trecientos alumnos, de los 330 de la matrícula en ese entonces, iban entre calles y veredas anegadas a la escuela. Todo un signo de voluntad y persistencia. (El Litoral 19/4/1966)

1966 pasó, pero lo dicho, las inundaciones volverían al barrio, en 1973, cuando el Salado se llevó el angosto y flamante puente de la Autopista Santa Fe-Rosario, pero también en 1977.

Con el viejo puente del Ferrocarril Belgrano todavía inhiesto para cruzar el Salado y sus bañados, la nueva creciente del Paraná de 1977, complicaba otra vez más a los barrios del Oeste. Desde Villa del Parque hasta el Cementerio el mismo terraplén del oeste era reforzado de nuevo con bolsas de arena para evitar que el agua lo superara. A comienzos de marzo hasta los pibes de Barranquitas Oeste trabajaban juntos con sus padres en llenar bolsas y depositarlas para defender de las aguas sus casas.

Con el viejo puente del Ferrocarril Belgrano todavía inhiesto para cruzar el Salado y sus bañados, la nueva creciente del Paraná de 1977, complicaba otra vez más a los barrios del Oeste. Desde Villa del Parque hasta el Cementerio el mismo terraplén del oeste era reforzado de nuevo con bolsas de arena para evitar que el agua lo superara. A comienzos de marzo hasta los pibes de Barranquitas Oeste trabajaban juntos con sus padres en llenar bolsas y depositarlas para defender de las aguas sus casas.

Sin embargo, como si fuera una profecía repetida, luego de ser superado el primer atalaya al oeste, los desagües volvieron en 1977 a complicar a la barriada. El 4 de marzo era afectadas casas en las inmediaciones de Ecuador y Brasil, donde “Ello es consecuencia de haber reventado un caño del sistema de desagüe de la zona. Un verdadero torrente de precipita hacia la calzada…” describía el vespertino fundado en 1918 por Salvador Caputto. Esta situación anegaba numerosas viviendas, pero donde se vivía con mayor zozobra era al norte del ingreso de la autopista a la ciudad, es decir en calle Iturraspe. En ese contexto el diario teorizaba sobre la necesidad de elevar el terreno, a fuerza de sepultar las casas asentadas en los bajos con el refulado de arena del Salado, o construir una extensión del “Terraplén Irigoyen”, que terminaba a la altura de las vías del FFCC Belgrano en Villa del Parque y se iniciaba en el Puente Carretero. (El Litoral 4/3/1977) Algunos vecinos se autoevacuaban y buscaban el albardón de la Autopista inhabilitada por la caída del puente sobre el Salado en 1973, o contra los paredones del Cementerio Municipal, en precarios ranchitos. Una historia repetida de casas asentadas en zonas bajas al oeste de Blas Parera (Perón) encerradas entre el precario terraplén más hacia el poniente, con la necesidad de extraer el agua de los desagües que desembocaban allí con bombas. En esa emergencia fue instalada una bomba en la otrora curtiembre de Blas Parera y Fray Cayetano Rodríguez, en lo que antes se denominaba como “Barrio Florida”, en la parte norte de Barranquitas Oeste. Para dimensionar lo que este tipo de emergencias hídricas provocaba vale rescatar que según los datos oficiales de la época eran unas 1800 personas las evacuadas, pertenecientes a casi 350 familias. Tiempos donde unos 500 chicos eran asistidos por turnos en el comedor de la Vecinal Unión y Progreso de Barranquitas, con la ayuda de Defensa Civil. (El Litoral 7/3/1977)

Lejos de solucionarse la situación la problemática se extendió hasta la zona más cercana a López y Planes del sector norte de Barranquitas Oeste. “El ‘pico’ más avanzado en barrio Barranquitas –decía El Litoral– se registra en la intersección de Cochabamba y Artigas, a escasos 200 metros de la Av. López y Planes, donde la crecida ha invadido viviendas y por ende, provocado la evacuación de muebles y enseres familiares”.  Era agua que ingresaba por los desagües y que no tenían salida salvo con bombas extractoras que no estaban colocadas en esa parte del barrio. (El Litoral 11/3/1977) Lo cierto es que en esa creciente, más allá de los distritos costeros como Alto Verde, Colastiné o La Guardia, en la trama urbana de la ciudad era Barranquitas Oeste el barrio más afectado, cuando el remonte de las aguas del Paraná por la desembocadura del Salado, elevaba el nivel del río y lo sumaba a las copiosas y reiterativas lluvias.

Para fin de ese marzo de 1977, a un año del Golpe Cívico-Militar más trágico de la historia nacional, la gente de Barranquitas Oeste empezaba a volver a sus casas, en especial en la zona entre la hoy Perón y López y Planes. Describía el diario una vivencia que volvería a repetirse incluso con mayor virulencia hasta llegar a la tragedia evitable de 2003: “La gente va volviendo, lentamente a sus hogares. Hay que quitar el lodo que se ha acumulado en las habitaciones; hay que airear las piezas para que se vaya la humedad, cosa que habrá de ocurrir dentro de un lapso bastante prolongado; reparar muebles afectados por el agua; pintar paredes, reponer plantas que fueron cuidadas con esmero y cariño durante años. Recorrer calle Brasil significa volver a entrar en contacto con la realidad vivida hace pocas semanas. Muchas casas muestran las huellas dejadas por la inundación. Hay viviendas donde la marca del nivel adonde llegara el agua, está a más de un metro del suelo. Claro que no es la única arteria que refleja la magnitud de los daños materiales experimentados pro la gente de Barranquitas. Precisamente, en esa calle se puede advertir que el pavimento ha ‘reventado’ debido a la presión del agua que brotaba del canal de desagüe N° 9. En otras calles hay montañas de barrio, que son fruto de la tarea de librar la calzada de la capa que las cubría”. Y cerraba la crónica de 1977 el vespertino con descripciones del estado del barrio, y agregaba un sentido prescriptivo, a la postre premonitorio, al decir que “Tal, en líneas generales, la situación que vive Barranquitas. Se ha aventado el fantasma de las inundaciones, pero quedan sus tremendas secuelas, los costos multimillonarios en pérdidas y en trabajo de lucha contra los elementos. Queda también una seria lección, que deberá aprovechar la comunidad santafesina, para evitar que esto vuelva a repetirse, realizando obras con visión de futuro, gastando una sola vez ingentes sumas, que deben invertirse en cada oportunidad en que el Salado juega una mala pasada a la ciudad”. (El Litoral 30/3/1977) La historia demostraría que en 2003, y en 2007, se volvería a tropezar con la misma piedra de inoperancia, imprevisión, desidia y corrupción, especialmente en 2003 con vidas de vecinos perdidas.

La condición de vulnerabilidad social se expresa en Santa Fe también como vulnerabilidad hídrica, con vecinos empujados a asentarse en zonas bajas y sin servicios ni mejoras. Esta situación social/hídrica, se repitió en el tiempo con otras inundaciones/evacuaciones y pérdidas de todo para los más pobres del oeste de la ciudad. En 1929, en 1938, en 1966, en 1973, en 1977, en 1983, en 1995, en 2003, en 2007. Un dato de crónica periodística viene a dar una clara prueba de la situación de los vecinos y de cómo a lo largo del tiempo la reiteración de las emergencias hídricas calaron hondo en la historia de los pobladores de Barranquitas Oeste. El periodista destacado por El Litoral describía sobre esas vivencias de 1966 en los vecinos: “Agobiados por el esfuerzo desplegado, ya que todos colaboraron para poner a salvo muebles y enseres, ayudando asimismo a trasladar a personas que se encontraban enfermas y a los niños, un nutrido grupo de vecinos transmitió a un cronista destacado en el sector afectado sus impresiones sobre la situación originada. Señalaron la actuación del personal policial que en todo momento trabajó con eficiencia y responsabilidad, pero en cambio criticaron la actitud de funcionarios municipales y de otras dependencias, quienes al ser requeridos para indicar el lugar, la manera de instalar las bombas y trasladar las cañerías se desentendieron, abandonando al vecindario a su propia suerte, según afirmaron los vecinos. Tal es así, agregaron que un mecánico residente en las inmediaciones con la colaboración de quince hombres trasladaron a pulso los caños, el combustible y herramientas, más de quinientos metros y luego se dieron a la tarea de poner en funcionamiento el equipo, que atienden desde anoche, y que fue cedido en préstamo por una firma de Coronda, gestionado por el jefe de policía y el comisario de la seccional”. (El Litoral 1/4/1966)

Ante esta repetición de tragedias hídricas evitables, en especial las de 2003 y 2007, no es extraño que en la cultura ciudadana y en las prácticas cotidianas de los vecinos arrinconados entre las avenidas y el Salado, entre la marginalidad y la falta de oportunidades, la violencia y la pobreza se expresen como marcas propias de un destino que debería ser modificable.

Las obras de infraestructura y protección hídrica son una parte importante para dar seguridad de hábitat, junto con las mejoras que avanzan en el oeste, pero siempre detrás de la necesidad y del crecimiento de las carencias de modelos sociales y económicos que no lograron reducir la marginalidad, o incluso la acrecentaron. En tal sentido, en los barrios del oeste, como Barranquitas, el componente de las inundaciones -clavado en la memoria colectiva- se suma como un elemento más que se agrega a la incertidumbre general en la que viven los vecinos, sin demasiadas expectativas de futuro. Junto con la violencia urbana y la precariedad económica, laboral, alimenticia, educativa, se agrega como marca que la propia historia ha dejado de una día para otro perder todo por una nueva tragedia hídrica. El camino para desterrar definitivamente esa profecía de volver a ser una barriada otra vez inundada ha tenido pasos hacia adelante, sin embargo, al inicio del Tercer Milenio, el camino para la seguridad hídrica no está terminado, en especial, para los que menos tienen y pueden en Santa Fe.

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Barrio Barranquitas Oeste – Historia

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