Barrio Sur – Vecinos

Don Pedro Candioti, “El Tiburón” del Quillá

En la ribera del viejo arroyo que ya no corre más en el barrio sur se fundó el 28 de abril de 1938 con su mismo nombre el Club Náutico “El Quillá”. Las palabras del Dr. Julio Vera Candioti resumen el origen del club cuando dijo que “El Quillá es Candioti y Candioti es El Quillá”. Y cuando este socio fundador se refería a Candioti hablaba de Don Pedro Candioti, “El Tiburón del Quillá”. Aquel santafesino que nadó más de 100 horas y que unió brazada a brazada la ciudad de Rosario con la Capital Federal. Alrededor de las hazañas de este verdadero deportista amateur se tejió la institución que todavía permanece viva en la margen del lago del Parque del Sur, y en la memoria de los santafesinos.

Candioti nació en Santa Fe el 24 de julio de 1893, tataranieto de Francisco Candioti, el “Príncipe de los Gauchos”, primer gobernador de la provincia e iniciador de la tradición federal y autonomista santafesina. Pedro aprendió a nadar como se aprende todavía en la costa, tirándose al agua sin más. Con solo ocho años, en la siesta calurosa de Santa Fe, “Pedranga” como le decían, se iba de su casa, caminaba unas pocas cuadras hasta el Convento de San Francisco, y nadaba con otros pibes del barrio, en las aguas del arroyo Quillá, arroyo que corría antes de que la mano del hombre lo transformara en un lago.

En la página web del Club El Quillá se menciona que al poco tiempo, en 1908, compitió en varias pruebas organizadas por el Club de Regatas de Santa Fe. Desde ese momento comienza a perfeccionar su técnica y estilo, “…bajo la dirección del profesor de natación del club, Constancio Pizingrilli”. Todavía en 1913 practicaba varias disciplinas, como fútbol, atletismo y remo, pero pronto llegaría el momento de encauzar su rumbo hacia la natación de aguas abiertas.

En el programa Alma de Barrio de LT10 AM 1020, en 2003 se exponía por los micrófonos de Radio Universidad que “Entre las anécdotas de Pedro Candioti cuando era niño se cuenta que los marineros de la Subprefectura se la tenían jurada. Querían pescarlo junto a los otros sabandijas del barrio cuando nadaban en el arroyo. Es que una vez Pedranga lo había desafiado desde el agua a un marinero llamado Machengo, marinero al que lo cansó nadando sin que lo pudiera agarrar. Y solo tenía once años”. En un lenguaje adaptado para la oralidad se podía escuchar por la radio para completar la anécdota: “Bueno, una tarde estaban todos en el agua, y los pibes se bañaban como se hacía antes, desnudos. Entonces llegaron varios marineros. Algunos pibes salieron del agua y quisieron escapar pero al tratar de buscar la ropa, los representantes del orden los atraparon. El que alcanzó a escaparse, nadando hasta la otra orilla, fue ‘Pedranga’, y para no ser atrapado también, salió corriendo desnudo manoteando a la pasada su ropa. En ese momento le salen al cruce unos marineros, los esquiva y sigue corriendo desnudo por calle San Martín. Pero en la esquina de la larga cuadra ya había otros dos marineros esperándolo. Así que ‘El tiburón del Quillá’, con once años, desnudo, y con sólo un chaleco en la mano, se mete en el convento de San Francisco. Finalmente los marineros lo atrapan detrás de la pila de agua bendita donde se había escondido. La travesura termina en la Comisaría de Órdenes, con el reto del comisario y la posterior penitencia del padre en casa. Dicen que después Pedranga mejoró sus escapadas hasta el Quillá porque al volver a su casa se ensuciaba con tierra antes de llegar para que su padre no se diera cuenta de que había estado nadando”.

Don Pedro Candioti tiene hazañas como deportista que parecen imposibles de realizar. En su carrera hizo numerosos raids, en los que sumó entre 1922 y 1946 la impresionante cantidad de 7.269 kilómetros recorridos a nado. Al parecer esta obsesión por nadar comenzó un día en el Club El Quillá cuando le dijo a los muchachos: “Che me voy a Santo Tomé, quieren acompañarme”. Después fue, “Che me voy a Coronda”, y tan poco en serio lo tomaron que cuando llegó a las playas corondinas el “Tiburón del Quillá” no tenían cómo volverse hasta Santa Fe, y al otro día tenía que dar clases en la escuela, ya que era profesor de secundaria. Otro día dijo, “Che quiero ir hasta Rosario”, y lo hizo, con 32 años de edad en el año 1925, se fue nadando desde Santa Fe.

Hasta que una vez, hablando con su amigo Domingo Pallavidini, conversó de esta manera: “Ché, ‘Inglés’, ¿sabés una cosa? Ando con ganas de largarme a Buenos Aires…”“¿Si?”, preguntó de compromiso el amigo. “       Si. He pensado muchas veces que …”, y Pallavidini curioso lo interrumpió preguntando: “¿Te vas a ir en barco o en tren?”. “¿Qué, barco, tren? ¡Estás loco…!”, lo increpó Pedro. “¿Cómo, qué querés decir?”, requirió Pallavidini a Candioti. “Pero ché, Inglés… Yo hablo de ir nadando…”.

Y lo que parecía una locura se transformó en varios intentos, cuatro veces antes de desistir de ese recorrido. La vez que estuvo más cerca fue cuando nadó desde Santa Fe a Zárate en 87 horas recorriendo 381 km. Casi nada.

Cuentan que muchas veces se perdió en los raids por las tormentas que lo tomaban de sorpresa en el río. Según dicen una vez que se les perdió a las embarcaciones que lo seguían se quedó solo en medio del Paraná, de noche. Entonces, vio una luz en la isla y nadó hasta el lugar para sorpresa y estupor de los pescadores que en medio de la tormenta vieron a un tipo cubierto de lalonina que les decía que venía nadando de Santa Fe.

En el mencionado programa Alma de Barrio, Marina Candioti, nieta del “Tiburón del Quillá”, daba testimonio de esa perseverancia, casi tozudez de Don Pedro que lo llevó a conquistar varias veces el récord mundial de permanencia de nado en aguas abiertas. Decía la orgullosa descendiente, «Hubo varias perdidas. Porque siempre el río le jugaba una mala pasada, la sudestada, el viento o la tormenta, como diciendo ‘no te voy a dejar llegar…'». Nada fue fácil, pero la voluntad, y el acompañamiento pudo más, «Y era un desafío… –reflexionaba Marina– era testarudo también porque por ahí le decían: ‘bueno… ¡basta Pedro!’, cuando varias veces la sudestada lo hizo volver, cuando no lo dejaba llegar y lo agotaba, justo llegando al Río de la Plata se embravecía y no lo dejaba llegar…».

En cuanto a los logros alcanzados sus recorridos son impresionantes, en una época donde la ciencia aplicada al Deporte estaba con mucho terreno por ganar. A modo de ejemplo vale citar lo mencionado en el sitio del Club Quillá donde se puntualiza que en una estadística recopilada por Domingo Pallavicini, “amigo, director de ruta y colaborador de Candioti en numerosos raids”, se destacan “…las sesenta y cuatro pruebas realizadas por Candioti en los treinta años siguientes (en referencia a 1916); pruebas que recién fueron fiscalizadas, para el correspondiente registro oficial, a partir de 1922, lo que establece mejor que nada cómo es que los primeros raids no fueron tomados en serio ni por el propio Candioti. Del record completo de todos los raids de Pedro A. Candioti, registrados oficialmente, tomamos los siguientes datos ilustrativos: del 4 al 5 de marzo de 1922 hizo 75 km. de Santa Fe a lago Coronda en 13 h. 34´. Al año siguiente, del 17 al 18 de febrero, nadó 104 kms. desde Santa Fe a Puerto Aragón en 26 h. 1´, obteniendo así el título de campeón mundial. En 1924 intentó el cruce del Río de la Plata, nadando desde la Colonia a km. 37, donde debió abandonar debido a las malas condiciones del tiempo, cubriendo esos 29.5 km. en 14 h. 3´. Desde el 21 al 25 de febrero de 1925 une Santa Fe con Rosario en 35 h. 2´, superando por casi nueve horas la marca del campeón mundial Sullivan en esos 168 kms”.

Más adelante se expone en el mismo sitio de Internet: “Entre 1925 y 1930 realiza otras hazañas, pero es en este último año según su biógrafo Estol, que la figura de Candioti se consolida. Realiza entonces, desde el 14 al 17 de marzo el raid de Goya a Santa Fe; 390 kms. en total, en 66 hs. 15´. Desde el 12 al 15 de marzo de 1931 realiza la primera tentativa de unir Santa Fe con Buenos Aires, que finaliza en Pto. Alsina, con un recorrido de 345 kms. en 71 hs. 55´. La segunda tentativa del 27 de febrero al 1° de marzo de 1932, termina en la boca del Gualeguay con un recorrido de 355 kms., en 61 hs. 45´. Desde el 20 al 24 de febrero de 1935 efectúa el tercer raid que finaliza en Zárate, después de 87 hs. 19´, con un recorrido de 381 kms. El cuarto raid, desde el 21 al 24 de febrero de 1936, finaliza en la boca del Baradero, después de 65 hs. 35´, con un recorrido de 305 kms. A partir de 1940 las tentativas son de unir a Rosario con Buenos Aires, unión que consigue realizar desde el 13 al 16 de marzo de 1946, cruzando los límites de la capital federal, después de nadar 75 hs. 18´, con un recorrido de 318 kms”.

En cada una de sus hazañas Pedro no estuvo solo. Muy por el contrario era seguido por un grupo de amigos del Club El Quillá, del Club Velocidad y Resistencia, y por los propios santafesinos. Es más, Candioti con su raids fue movilizador de la comunidad local en pos de un sentido de pertenencia, de un orgullo, de una identidad que lo llevó por sus logros a la tapa de El Gráfico, pero especialmente al corazón de los vecinos.

Su nieta rememoraba aquel acompañamiento. Decía Marina: «En su casa con los amigos recordaban cuando por ejemplo la gente cuando pasaba lo aplaudía. Como en Ramallo, que siempre los esperaban, fuera la hora que fuese, había una gran cantidad de canoas y de embarcaciones esperándolo». Y un acontecimiento muy particular: «O aquella vez que mi abuelo se dormía y le hicieron tocar el himno y se despertó y siguió nadando…». Lo que recuerda Marina Candioti sobre el himno fue cuando intentó, y lo consiguió, el récord de permanencia con 100 horas 33 minutos, al nadar desde San Javier a Santa Fe en el año 1939. En esa oportunidad ya no había forma de tenerlo despierto, estaban en el Colastiné con las luces de Santa Fe a la vista. Entonces alguien desde los botes le dijo a Perrazo, uno de los amigos de Candioti: “Che… hacé que toquen el himno”. Y las armónicas comenzaron con la canción patria y entonces Candioti hizo la venia para rendir su homenaje al himno, y después siguió nadando. Al cabo de un tiempo, y no sin otras peripecias, llegó a Regatas, donde toda Santa Fe lo espera para aclamarlo como el campeón mundial de permanencia. Vale destacar que Don Pedro tenía 46 años cuando nadó 100 horas.

Pedro Candioti no era un improvisado ni un loco. El entrenamiento, la disciplina, la organización y una fuerza de voluntad poco vista lo llevó a nadar por ejemplo desde Rosario a Buenos Aires, después de cinco intentos fallidos. Pero decir, como ya se mencionó,  que “El tiburón del Quillá” llegó solo a la tapa del Gráfico es un error. Candioti nadaba, pero todo un grupo de amigos lo apoyaba y lo ayudaba para conquistar el río. En cada brazada iba también la esperanza y el esfuerzo de un grupo de santafesinos que “tiraba para adelante” junto a Pedro. Julio Hachmann, Manuel Vera Candioti, Israel Cirelli, Pedro Bayúgar, Francisco Micheltorena,  Ezequiel Agudo Franco, Carlos Vera Candioti, Perrazo, Vera, Costa. Palma, Barceló, Niklinson, López, Sánchez, Quiroga, y tantos otros

El signo de esa conducta deportiva, y en la vida, se trasluce en los recuerdos de su nieta, cuando Marina dice que «Con empeño todo se puede. En realidad nada le fue fácil, todo le fue muy difícil, aún la adversidad climática que no la podía prever, hasta ese obstáculo lo tuvo que permanentemente lo echaba para atrás. Sin embargo no bajó los brazos, por eso el lema de Almafuerte ‘no te sientas vencido ni aún vencido’, es muy propio de él y ése es el mensaje…».

En un ejemplo de vida y de conducta que trasciende los años y aglutina sentires costeros santafesinos, la nieta del gladiador de las aguas reflexionaba en 2003 para Alma de Barrio por LT 10: «A nosotros, su familia y los que los que lo llegaron a conocer nos transmitía esa imagen, de hombre firme en sus decisiones, muy emprendedor, pero no emprendedor en lo que se piensa hoy en un empresario, que quiere crecer para tener el auto, para tener otra casa, para tener… No. Emprendedor por el proyecto y por darse el gusto de decir me marco éste objetivo y lo alcanzo. Y me voy marcando otro y lo alcanzo. Es decir, ir proponiéndose metas, sabiendo que esas metas eran difíciles».

Don Pedro dio su última brazada en los ríos de la vida un 20 de diciembre de 1967. Como dijera Horacio Guarany en su poema “Carta a Santa Fe”, “…Pedro no asoma más su brazada de tiburón y macho en ‘El Quilla’”, aunque siempre habrá en el sentir santafesino un recuerdo para el viejo incansable luchador del río: Don Pedro Candioti.

Programa Alma de Barrio – LT 10 Am 1020 Radio Universidad – 11 de enero de 2003 – 8 Fernando Pais)

www.clubquilla.com.ar

Tributo a Pedro Candioti – Julio Migno

        En el horno de la fiesta santafesina solo el río le daba a los muchachos del Quillá la frescura que buscaban. Uno, cruzado con mojarra por sus desplazamientos en el agua, se enderezó en ella y paró la oreja cuando escuchó a los compinches: “¡Pedranga rajá…! ¡Los milicos!”.  El bocinazo amigo surgió entre las manos en cerco sobre la boca para adquirir resonancia multiplicada. Y… no hubo más hielo, un ruido de “latas” rubricado de malas palabras en la orilla y dos ojos de lechiguanero buscando al escondido que se desplazaba a lo biguá, zambullendo y sacando apenas la cabeza para espiar. Y… y se les escapó nomás al “chanfle” que lo buscaba al norte y le salió al sur. A cincuenta metros manoteando el atadito de ropa dejado entre los yuyos, y una burla de yapa: “¡…ahí lo tocaste…!”.

Pedranga… otro día les decía a los amigos: “Vayan hasta Coronda con mi ropa que les llego, churrasqueamos y volvemos…”. Y era así nomás. Para él ir a Coronda era dar vuelta a la manzana. Pedro Candioti. En éste mundo cualquier mortal se infla con un soplido. Hacen una llamita y gritan “¡incendio…!”. Ponen un huevo y le sacuden al cacareo hasta reventar… El “Tiburón del Quillá” se curvaba como la espiga, lleno de granos de alta calidad, sin bambollas, único, generoso, manso, risueño, de humor y gracia bien santafesinos, tenía registro de anécdotas sabrosas, y un circuito cerrado de amigos que paladeaban en silencio la ocurrencia de la golosina obsequiada. 

Disciplina de hierro. Días de gimnasia con unas clavas de hércules, “más pesadas que un vencimiento…”, como decía el recordado “tordo” Chena; un rígido y austero plan de alimentación, severa norma de vida y una idea madre y motriz: “¡llegar!”. Era idea fija y consigna. Y… llegaba nomás. Mil celadas le puso el río, apostando contra pronósticos meteorológicos. Adversidades de tragedia griega, imponderables de brujos rezando al revés. Tormentas, sudestadas, extravíos, que los hubo, todo un arsenal de magia negra en contra no mellaron su acero toledano templado en el Quillá.

Paciencia, larga Muralla China. Tesón de busca tesoros, perseverancia del que ve marcha y procura llegar a la estrella ghetiana. Amigos fieles, de su mismo credo deportivo y humano, de fidelidad “marca Sol”. En el barco “Corazón” el timón, conocimiento y capitanía de los hermanos Palacios; la idoneidad de los médicos amigos, para asistirlo y elaborarle dietas no tóxicas; en la planificación orden, conducción y rumbo; el avituallamiento de bastimentos y energías; la voz serena y el brazo fuerte, mano de hierro fuerte enguantada del doctor, hermano, Julio Hachmann; y los peces que nadaban en torno al “tiburón”. Grandes nadadores y mejores amigos, los de su sangre, los Candioti, Supisiche , Niklinson, Ramón Perazzo y tantos otros. Rosario, Paraná, Ramallo, San Pedro, qué no conocieron, de qué cáliz amargo no bebieron. Cicuta y hiel de adversidades y derrotas, y muchas, muchas veces, el hidromiel de la victoria olímpica.

Horas y horas masticando rabia e impotencia, con la empresa casi a pique, el himno de la Patria espoliando su orgullo de titán criollo, la cancha de River y la llegada… porque, ¡llegó sin discusión a la Capital Federal!. Y las cien horas con yapa desde el San Javier de mocovíes, hasta un Santa Fe de la Vera Cruz que lo recogió maternalmente en sus brazos.

No perdió el rumbo,  ni en el río, ni en la vida. Llevaba computadora, cronómetros y brújulas en su frente, y profesor de química gustaba probar la reciedumbre de la mente recordando fórmulas en los momentos críticos, en demostración cabal de reflejos intactos. Vida honesta, humilde, decorosa, afanes de profesor farmacéutico, orgullo de la Patria. Conocido en el mundo entero, rodeado de su familia, amigos, alumnos de la escuela de comercio.


No aceptó dádivas ni canonjías. No medró al amparo de su nombre y de su hazaña. Píndaro se hubiera deslumbrado al presenciar esa eminencia humana. Y suspirando a Diágoras el púgil, a los corceles rivales del huracán, a sus atletas invencibles, hubiera consumido las fiebres invencibles de sus odas inmortales, en este inmortal santafesino. Cada brazada del titán era una hoja de laurel para la ciudad querida. Cada puerto tocado una piedra preciosa para la corona de sus glorias. Cuánta falta hace su presencia y su ejemplo para la juventud. Cómo hubiera sufrido al saber que ya consume los óleos santos dilapidándolos en drogas funestas.

Santa Fe necesita su estatua. Un bronce emergiendo de las aguas. Triunfante y sonriente, para demostrarnos que los grandes no mueren, porque las generaciones se pasan la posta del recuerdo a lo largo de toda la historia.  Querido “Tiburón del Quillá”, hubieras cumplido 91 años el 24 de julio. Sigue de vigía el cariño de tus santafesinos. Sabemos que andas organizando, porque te conocemos, un raid por ignoradas geografías. Mientras, custodiamos tu gloria legendaria. Pedro Candioti, santafesino hasta las raíces. Era un argentino.

 

Julio Migno

Texto escrito y leído por el vate santafesino en el Programa “En Marcha” – LT 9 AM 1150 – Radio Brigadier López – Año 1984

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