Barrio San Lorenzo – Vecinos

Margot Villar, fuera de los moldes de época

En otros tiempos, no muy lejanos, las imposiciones culturales de género, ancladas en viejos pensamientos patriarcales, reservaban para las mujeres determinados lugares dentro del conjunto social. Estereotipos sustentados desde la educación, desde el cine, los medios de comunicación, la religión, la práctica cotidiana. Así, las niñas, ya desde los juegos infantiles, eran orientadas hacia el hogar, a ser madres, esposas, y tal vez, con algún grado de proyección personal, maestra. Los demás eran ámbitos del hombre, el conocimiento, la profesión, la política, el deporte, el arte.

Pese a los moldes y preconceptos, muchas mujeres lograron trascender en su vocación, su decisión, en elegir su propio estilo de vida, no sin pagar con esa elección el precio que el contexto social del momento les aplicó. Y así, hubo aviadoras, deportistas, políticas, médicas, poetisas, escritoras, abogadas, escultoras, actrices, cantantes, como excepción a la regla. Y muchas veces aquellas mujeres que se atrevieron a soñar un sueño propio, estaban muy cerca, quizás en el mismo barrio.

Así fue la vida de Margot Villar, vecina de Barrio San Lorenzo.  En el programa Alma de Barrio de LT10, allá por el inicios del 2003, se relataba: “Margot fue una mujer sufrida que rompió los esquemas tradicionales de la mujer sumisa, madre de familia y esposa. Como una elección de vida, Margot decidió que sería artista, que seguiría su vocación. Así, con 13 años subió en una fonda de artistas de varieté que estaba en una  esquina de Boulevard Gálvez, casi al llegar al Puente Colgante. Ese día la invitaron a subir a cantar, y subió a las tablas, y no bajó más. Recorrió con las compañías de antes los caminos de la provincia, de la Argentina y de Uruguay y de Brasil. De pueblo en pueblo, cantando, bailando, viviendo ‘la diaria’, como se dice, pero haciendo lo que le gustaba”. (Alma de Barrio – LT10 Radio Universidad)

Margot decía ante el grabador: “Podía cantar lo que yo sentía, no lo que estaba de moda o cantaba ‘fulano de tal’ sino yo no lo sentía. A mí me gustaba cantar como yo lo sentía, como lo podía hacer yo…”, y su voz desgranaba aquel tango “¿…te acordás hermano qué tiempos aquellos?, era otros hombres más hombres los nuestros, no se conocía coca ni morfina… los muchachos de antes no usaban gomina…” y su voz resonaba en el comedor de la humilde casa, a mitad de un pasillo con salida a General López, frente a la estación del Mitre donde terminaba el empedrado. En esa sencilla morada exhibía su cuaderno que atesoraba fotos, recortes de diarios, volantes de promoción de sus actuaciones, como por ejemplo aquel que decía “27 de Junio de 1954, Teatro Municipal 1° de Mayo, Actuación de Margot Villar”. Como muchos de otros recuerdos de la gente del oeste de la ciudad, fotos de actuaciones, esa parte de la historia de Margot, fotos en estudios de radio, hasta una con Edmundo Rivero en el viejo estudio mayor de LT9, se la llevó el Salado, en el 2003.

Margot hizo radioteatro en varias radios de Buenos Aires y del interior. En radio Universidad de Córdoba, y en LT14 de Paraná. Pero además fue cantante, y como ella decía, “antes los cantores tenían que tener un rótulo, ‘el cantor de los cien barrios porteños’, ‘la voz del arrabal’, así que a mí me pusieron: Margot Villar, ‘La estrella santafesina de la canción’”.

Por la onda de la Radio Universitaria, se escuchó una tarde de sábado la voz limpia y clara, de perfecta dicción, son ese toque de nostalgia de las personas mayores que hablan desde el recuerdo. “Yo era muy joven, muy jovencita, -decía Margot- y los que estaban en el elenco eran toda gente mayor… entonces yo era toda atención, para saber lo que era un mutis, para saber lo que era una entrada, para saber no cortar el diálogo, para entrar cuando fuera necesario para no dejar a un compañero colgado en su personaje…”.

Vale recordar que los radioteatros fueron populares, tanto en sus temáticas, al inicio relacionadas al gaucho y el ámbito rural,  pero que poco a poco se fueron expandiendo hacia todo tipo de temas. El teatro radial despertaba la imaginación, y al mismo tiempo, daba un lugar a las historias propias de las clases bajas en el gran primer medio de masas que fue la radio hasta la aparición y difusión de la televisión. Justamente, Carlos Ulanovsky, en “Días de radio. Historia de la radio Argentina” que: “El radioteatro llego velozmente al corazón de los oyentes y modificó horarios, ritmos y costumbres. La compañía de teléfonos observaba que a la hora del radioteatro disminuía la cantidad de llamados. Grandes tiendas como Harrod’s tuvieron que colocar altoparlantes para que la clientela no dejara de ir. Los empresarios cinematográficos de todo el país exigieron a la radio que cambiara el horario porque la pasión por ‘Chispazos’ (por ‘Chispazos de tradición’ que inició el radioteatro en 1932 en Radio Belgrano) estropeaba la asistencia a la función de la tarde. Los anunciantes del ciclo, los cigarrillos Condal, se opusieron firmemente y apenas si consintieron a autorizar la instalación de parlantes en algunos pocos cines”.

Los radioteatros eran una parte importante de la radiofonía. Al mismo tiempo de acercar un entretenimiento a los sectores menos pudientes sin acceso a otro tipo de bienes culturales, eran un vehículo de transmisión de pautas y conocimientos, prácticas sociales, cuestión que incluso fue vista y desarrollada por el peronismo. Y como es de suponer, los radioteatro eran realizados en vivo y en directo, sin grabaciones ni ediciones, así lo recordaba Margot Villar: “Íbamos en vivo, así que no había posibilidad de decir, bueno me equivoqué lo cambio, no… ahí teníamos que estar muy atentos todos, y nos apoyábamos mutuamente, porque si un compañero tenía alguna vacilación el otro que tenía un poquito más de tiempo haciendo teatro salvaba la situación con una frase oportuna, con una palabra, con lo que fuere…”. A modo de ejemplo en el libro “El radioteatro en Entre Ríos”, de Rubén Bourlot, se cita que una vez, “Impedida de actuar la actriz Margot Villar en un capítulo de Lisandro Fierro, el tropero, fue reemplazada con singular acierto por una empleada de las oficinas de LT 14”.

En el recuerdo de Margot aparecían tiempos donde los caminos de su vocación la llevaron muy lejos de Santa Fe, para volver a su ciudad: “Hice radioteatro en casi todas las radios importantes del país. Acá he comenzado en LT9, pero también hice algunas grabaciones en LT10”. Al respecto Rubén Bourlot detallaba en su trabajo que “En 1950, José Olivero encabezaba el elenco de radioteatro de LT 14, acompañado por la primera actriz Margot Villar, que ponían en el aire radionovelas de Juan Carlos Chiappe; entre otras ‘Y ella esperaba’, ‘Lucía, la Federala’ y ‘Lisandro Fierro, el tropero’ en el horario de las 17. En la crónica que anunciaba esta última obra se la caracterizaba como ‘de hondo contenido dramático cuya acción transcurre en la época de Federales y Unitarios’”.

Sobre sus comienzos en Santa Fe, la vecina de Barrio San Lorenzo rescataba de su memoria: “El que estaba cuando yo empecé era Alberto Torres, y también las personas que estaban en radioteatro eran Isabel Lencinas, Luis Suárez, Oscar Montenegro… Al principio dábamos obras regionales y nacionales: ‘Lo que le pasó a Reynoso’, ‘En un burro tres baturros’, ‘Dolor de madre’, toda esa serie de obras así, que llegaban al público y eran didácticas, porque le hablaban a los oyentes de costumbres, de sentimientos, le hablaban de respeto”. Margot fue contemporánea de otras voces del radioteatro santafesino, como Pancho Luna, Nelva Ortiz, Mercedes Carrillo y Margarita Ravena, como lo mencionara Osvaldo Neyra en un artículo del diario El Litoral en 2001.

En esa misma nota, Neyra, bajo el subtítulo “Aprendiendo con Margot”, valoraba que allá por 1988, junto con otros actores santafesinos, realizaron un ciclo en Radio Nacional Santa Fe titulado «Esta noche, teatro». Al respecto, Osvaldo puntualizaba: “Para dar entrada a quienes se interesaran en participar, abrimos un registro en la Asociación Argentina de Actores. Fueron varios los anotados y entre ellos nos llamó la atención el nombre de Margot Villar, una de las figuras más populares del radioteatro santafesino. De inmediato nos comunicamos con ella y la convocamos para intervenir en un par de obras con roles acordes con su experiencia y prestigio”.

Margot actuó en el rol de madre en la obra «Romeo y Jeanette» por los micrófonos de LRA14, “Un rol secundario pero fuerte que gracias a ella cobró relevancia y se impuso”, decía Neyra. Asimismo detallaba que fue protagonista en la obra «Cosas de papá y mamá», “…en la que se sacaba chispas con Héctor Rioja, otro actor de larga trayectoria y gran capacidad”. Sin embargo, la condición de Margot de buena persona y de su amor por el radioteatro fue lo que trascendió aquella participación. Así lo rescataba el autor de la nota: “Pero más allá de los logros estrictamente artísticos de aquella colaboración, me quedó para siempre el recuerdo de la calidad humana de Margot Villar, de su calidez y generosidad. Ella nos enseñó todos los trucos de un oficio que dominaba. Cómo modular las voces, cómo administrar los volúmenes, cómo alejarse sin moverse del lugar, cómo llorar y reír, en fin, cómo hacer radio de manera profesional. (…) Fue una maravillosa lección que todos los que tuvimos la suerte de compartir la experiencia, supimos aprovechar”. (Diario El Litoral – 3/2/2001)

Como cantante Margot incursionó especialmente en el tango. Por ejemplo, en Santa Fe formó parte de un conjunto bajo la dirección de Ersilio Broda, un acordeonista venido de Sastre. Al sumar su voz –ya famosa en la región- este conjunto tenía presentaciones todos los sábados, y muchos domingos, en bailes de clubes y fiestas de toda la ciudad, pero especialmente en la zona norte. (Diario El Litoral – Revista Nosotros – 27/3/2010)

Sin embargo, su voz de cantante cobraba otro color, una entonación diferente, cuando hablaba del teatro en radio. Recordaba Margot que “Con Miguel Ángel Flores hicimos ‘Mi hijo el Dotor’, y después estaban también los hermanos Rioja con quien hicimos radioteatro y teatro, que hacíamos también”. En esa obra ella tenía un rol protagónico: “En ’M ‘hijo el Dotor’ yo hacía de la madre, y se trata de un muchacho y de sus padres campesinos, donde el hijo va a estudiar a la ciudad, entonces una vez que es doctor… subestima a los padres…”.

Como si fuera una situación inevitable, pero deseada, volvía a crear aquel clima de imágenes y sensaciones, solo con las palabras. Como era antes, desde el micrófono en el estudio hasta la radio a válvulas tipo “capilla”, entorno a la que se reunía la familia, a escuchar a Margot Villar… “Entra un peoncito y viene gritando… ‘¡señora!’, y el hijo está durmiendo… entonces la madre le dice: ‘¡Pero calláte muchacho de porra!… ¿no ves que m’ hijo el dotor está durmiendo…?. ¡Calláte!’”.

Margot fue artista porque quiso hacer eso de su vida. Al igual que muchas mujeres de otros tiempos, no le importó el qué dirán de los otros, ni el comentario de feria de las vecinas chismosas al verla pasar. Doña Margot rompió con los esquemas de su tiempo y no se cansaba de repetir que volvería a ser la misma actora, cantora, artistas que fue si naciera de nuevo. En el tango que cantaba allá por 2003, en su pequeña casa de Barrio San Lorenzo, Margot Villar decía “…25 abriles… ¡volver a tenerlos!”. Margot, al igual que Tita Merello, tenía en sus ojos esos “25 abriles” eternos brillando, sólo era cuestión de saber mirar.

 

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