Barrio San Lorenzo – Eva Duarte en Santa Fe

Eva Duarte de Perón en Santa Fe

Eva Duarte de Perón estuvo en la ciudad de Santa Fe al menos tres veces, desde el seguimiento del pasado que puede hacerse a través de los medios impresos. Como lo menciona en su blog “Historias colaterales” Cintya Mignone: “La del 7 de diciembre de 1947 no fue la primera visita de Eva Perón a Santa Fe; tampoco la última. Como esposa de Juan Domingo Perón, había acompañado al entonces candidato en su gira electoral el 1º de enero de 1946. Casi dos años después, Evita llegó a nuestra ciudad para inaugurar una serie de obras, la más importante de ellas, el Hospital de Niños que hasta el asalto de ‘Revolución Libertadora’ se llamó ‘María Eva Duarte de Perón’, y luego ‘Ricardo Gutiérrez’”. Vale decir que también el mismo 1946, pero el 14 de octubre, junto al General Perón, pasó por la ciudad, arribando a la estación del Ferrocarril Belgrano para abordar en el puerto en una embarcación hacia La Paz, Entre Ríos. (El Litoral 14/10/1946)

En esa oportunidad miles de santafesinos esperaron a Eva en la estación de Barrio San Lorenzo, con una compacta multitud que llegaba hasta más allá de Avenida Freyre por General López. En todo el recorrido, también muchos adeptos al peronismo, y vecinos, se acercaron a las veredas para verla pasar, de pie, en el descapotable que la conducía junto al gobernador de entonces, Waldino Suárez.

El Litoral, con posiciones políticas distantes del justicialismo, a diferencia de su contemporáneo en aquellos años El Orden, destacaba sobre la movilización popular: “la recepción brindada por el pueblo a la dama que nos visita, se caracterizó por el entusiasmo y el orden, pues no hubo en ningún momento que lamentar escenas desagradables que deslucieran el efusivo homenaje y todos los actos del programa divulgado se realizaron en la forma prevista. El pueblo de Santa Fe dio, como se esperaba, un ejemplo de cultura e hidalguía no reñidas con el más fervoroso anhelo de conocer y aplaudir a la huésped de la ciudad”. (El Litoral 7/12/1947)

Pero hubo una vez, algún tiempo antes de su relación con Perón y su militancia política, donde Eva Duarte, a secas, estuvo en Santa Fe. Una anécdota que sobrevivió más de 50 años en testimonios orales, hasta que un vecino de barrio sur la rescató y la plasmó en papel.

“La muchacha que perdió el tren”            (“Barrio Sur” – Rodolfo Rueda – 2001)

            Había oído esta historia, con varias versiones, hasta que tuve la suerte de hallar a uno de sus protagonistas, los otros dos fallecieron hace tiempo.

            Alberto Arioli -83 años- de pie y recostado sobre la pared de la Agencia de PRODE de Buenos Aires 3558, me extendió la mano, dijo que conocía a mi padre desde los días del Club San Lorenzo y comenzó su relato:

            “Si señor… fue aquí nomás, ahí enfrente”

            “Los tres que andábamos siempre juntos: Humberto D’Andrea, de aquí a la vuelta, Ángel y yo, que quedé para poder contárselo a usted”

            “Todas las tardes al oscurecer nos encontrábamos en aquella esquina, cuando estaba el café de Capocetti, Toto D’Angelo vino después”.

            “Ángel estaba en el Ferrocarril, Humberto y yo íbamos caminando despacito y sin apuro, entrábamos a la estación por Bulevar Zavalla, y así todas las tardes, íbamos a visitarlo, usted no se da una idea lo que era venir a la estación, era todo un paseo…”

            “Para Buenos Aires salía un tren a las 22 y otro al día siguiente a las 7, se llenaba de gente, había diarieros, revisteros, vendedores de globos, carameleros, floristas, heladeros, vendedores de facturas, todos vendían y vivían, la estación estaba siempre con gente que viajaba o que iban a sacar pasajes o a preguntar algo. ¿Ha entrado últimamente, vio lo que es ahora?”

            Conocí el final de aquellos días, con frecuencia me llevaban a esperar a una prima que estudiaba en Buenos Aires, era realmente como lo describe Arioli, las calles estaban ocupadas por camiones, chatas, carros, buscavidas, contratistas, comerciantes, todo era trabajo, changas y rebusques.

            “Era una noche tibia, digamos… octubre… mejor pongamos noviembre, ya andábamos en mangas de camisa, ¿estamos?”

            “Recién se iba el tren de las diez de la noche, y se iban alejando los que habían ido a despedir a otros, en eso, entra una chica, sencilla, con una pollera ancha; traía una valija y un bolso”

            -‘Buenas noches…’

            -‘Buenas noches…’

            -‘Disculpen, el tren que sale a las diez no lo veo…’

            -‘Hace dos minutos que salió…’, “Le explicó Ángel después de consultar su reloj”.

            -‘Ayyy… No…. por favor, no puede ser, ¿qué hago ahora?, tenía que haber salido hoy…’

            -‘Mire señorita, ahí en frente está la fonda de Robustiano García, un lugar limpio y cómodo, por poca plata puede comer y dormir, al otro día toma el de las siete’, trataba Ángel de convencerla”.

            “La chica no quería dormir sola en un hotel, entonces Ángel le sugirió que podía pasar la noche sentada en un banco bajo techo, no hacía frío y el policía se quedaría de ronda toda la noche”.

            “Esto tampoco fue una sólida solución para la chica que había comenzado a lagrimear, entonces Ángel me hizo una seña y se cruzó a su casa, al rato volvió y le dijo: ‘Mire señorita, yo vivo aquí en frente, con mi esposa y mi hija, recién me crucé a preguntarle a mi señora si está de acuerdo, le ofrezco pasar la noche en nuestra casa y cenar con nosotros, al otro día se levanta y se va en el tren de la mañana, ¿le parece bien?’”.

            ‘Sí, sé que estoy causando molestias, pero me gusta más’.

            “Ángel tomó su equipaje, cruzaron y fueron a su casa, en el trayecto ella le dijo que era actriz y venía de actuar, al llegar a la casa, la esposa de Ángel le dio un beso y le dijo que era muy linda, al otro día se despidió de todos y antes de subir al tren le dijo a Ángel: ‘Nunca olvidaré, a usted y a su esposa, y lo que hicieron por mí, sé que otra vez nos veremos’. Le dio la mano con suavidad, casi con timidez, subió y el tren partió”.

            “Y se fue. Y terminó todo, y pasaron los días y fue para nosotros una anécdota, un recuerdo… y nada más”.

            La historia relatada en 1996 a Rueda por el vecino protagonista de aquel encuentro continuó con la sorpresa que les despertó, al tiempo de esa noche de noviembre, descubrir en la tapa del diario “Crítica” una foto de la que parecía ser aquella muchacha. Y era. Con el mismo nombre, con la misma fisonomía. Así fue que ambos amigos de barrio San Lorenzo viajaron a Buenos Aires para tratar de verla, y saber si recordaba aquel gesto de buen samaritano, aunque con pocas esperanzas de que los recibiera.

Rueda retrató en papel las palabras de Arioli sobre ese encuentro en Buenos Aires: “…llegamos, entramos al edificio, habían pasado varios años, y cuando encontramos el lugar donde atendía salió un secretario y nos pregunta quiénes éramos y de dónde veníamos”.

            “En el mismo instante, cuando él le dice: ‘Dígale que está Ángel, que vino desde Santa Fe para saludarla, ella me recordará…’”

            “Usted sabe que se abre una puerta, sale ella y alcanza a oír todo, se pone seria y lo mira fijo a Ángel y avanza hacia nosotros con aire decidido. Vestía un traje sastre, tenía tacos altos y llevaba el cabello recogido, con rodete y teñida de rubio, parecía que había crecido, no sé cómo decirle, parecía más mujer…”

            “Tomó los brazos de Ángel con fuerza, le dio un beso y sonrió apenas, para luego decirle: ‘…Ángel, le dije que nunca me iba a olvidar de usted y de su familia, lo esperaba, sabía que algún día vendría a verme, vengan, entren…’”.

            “Una vez dentro ella le preguntó si militaba en algún partido, él le contestó que no, para él la política era que todos los argentinos tuvieran trabajo, que nuestro país fuera siempre respetado y se hablara de nosotros en el mundo entero. Entonces ella le contestó que la política debía ser eso, estar al servicio del pueblo, dejó el escritorio y se puso de pie”.

            El vecino recordaba con lujo de detalles lo distinta que se veía esa mujer con gran fuerza respecto de aquella muchacha de la estación de Bulevar Zavalla y General López. “Entonces ella se le acercó y lo miró fijo –por Ángel- le puso una mano en el hombro y le dijo: ‘Hágase peronista, busque un local cerca de su casa y monte una Unidad Básica, luche por los desposeídos, vienen tiempos bravos y ha llegado la hora de la mujer argentina, incorpore a su esposa’. Se sentó nuevamente frente al escritorio, llamó al secretario, le entregó algo y al rato éste se lo devolvió, se puso de pie nuevamente, volvió a mirarlo y a modo de despedida le dijo: ‘Usted será diputado, busque gente de corazón, que sepa tener gestos como el que usted tuvo conmigo, creo en usted, lleve esto, usted sabrá a quiénes entregarlo cuando llegue a Santa Fe, y espere mis noticias, yo sé cómo encontrarlo’. Y nos volvimos…”

            Rodolfo Rueda recuerda que Ángel Muchiutti, empleado del Ferrocarril Central Argentino, fue dos veces diputado. En el regreso de Buenos Aires traía en ese papel ciento cuarenta nombramientos para distribuir en reparticiones nacionales de la ciudad. El local que ocupó la Unidad Básica Justicialista formada por Muchiutti en el barrio fue una casa de la familia De Martino, en Zavalla al 1500. Allí, cuando en julio de 1952 falleció la “abanderada de los humildes”, los alumnos de la Escuela Colón, entre otros, fueron llevados a la capilla ardiente improvisada en el lugar.

            La muchacha que perdió el tren en Santa Fe era Eva Duarte. La militante del Justicialismo, protagonista indiscutible de su tiempo, fue Eva Duarte de Perón. Pero la mujer que esperaron miles de santafesinos un 7 de diciembre de 1947, cuando volvió a esa misma estación de barrio San Lorenzo, sería para siempre simplemente Evita.

Barrio San Lorenzo – Eva Duarte en Santa Fe

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