Barrio San Pantaleón – Instituciones

Los Sin Techo

La Organización No Gubernamental (ONG) “Los Sin Techo” es una de las entidades que más trabajó, y trabaja, en el barrio San Pantaleón. De la mano de un vecino e impulsor de la vecinal, Juan Dávalos, el padre Rosso llegó al barrio, a aquella treintena de ranchitos atrás del cementerio. Dávalos, acaso por su profesión de Maestro Mayor de Obras, y conocedor del desvelo de Rosso de cambiar ranchos por casas para los pobres, propuso esa primera iniciativa para que “Los Sin Techo” empezaran a dejar su huella en San Pantaleón, allá por fines de los 80’.

Esta ONG, que funciona en calle San Jerónimo 3328, en el edificio donde se encuentra el Colegio Mayor Universitario, lleva su tarea solidaria muy lejos del centro de la ciudad. Se trata de una organización no gubernamental, creada por el padre Atilio Rosso, que trabaja para el desarrollo integral y la organización comunitaria del sector marginal y postergado de la ciudad de Santa Fe.

Como lo mencionan en su sitio web, “En el período 1985-2000 desarrolló una estrategia basada fundamentalmente en responder al derecho a la vivienda, al desarrollo del hábitat y a la falta de organización del sector marginado. En este período se beneficiaron 7000 familias con planes de erradicación de ranchos y 1500 con provisión de agua potable domiciliaria. Además emprendió un proyecto de desarrollo urbano (mejorado de calles, eliminación de basurales, regularización dominial, etc.), capacitación, salud materno infantil, desarrollo comunitario, atención a niños con carencias nutricionales y educativas, violencia familiar, entre otras”.

Asimismo, destacan que desde el año 2000 desarrollan una segunda etapa destinada a proteger el derecho a la vida y ayudar a los niños a alcanzar niveles de desarrollo intelectual normales. Para ello han construido once centros de salud materno e infantil y han instalado la primera red inalámbrica de Internet en los barrios periféricos “con más de 120 computadoras destinadas a la estimulación educativa de niños, jóvenes y adultos y a su integración a la sociedad y al conocimiento”.

“Los Sin Techo”, tomada como una de las organizaciones ejemplares por su trabajo que articula aportes de entidades, Estado, y esfuerzo de los propios beneficiarios, también se ocupa de la formación para el trabajo en los barrios más humildes. Abre oportunidad con cursos por televisión y prácticas presenciales dentro del proyecto de educación satelital, que también brinda cursos de oficios totalmente presenciales en sus espacios asentados en los barrios.

Los Jardines del Movimiento

El Movimiento Los Sin Techo trabaja con la infancia desde el año 1994 en el barrio San Agustín, donde instaló su primera salita maternal, y en la que para el año 2020 el movimiento cuenta con dos jardines de infantes de un total de 18 salas, a los que concurren alrededor de 500 niñas y niños de tres, cuatro y cinco años.

Según exponen desde la ONG, estos jardines tienen el objetivo de sacar a los chicos del cirujeo y poder incluirlos socialmente. Estos espacios son un factor de estímulo para muchos niños que nacieron y se criaron en las “villas”. Formalmente el movimiento tiene dos instituciones reconocidas ministerialmente en 2010 como instituciones privadas incorporadas. El Jardín Nº 1.491 “Nuestra Señora de Los Sin Techo” que tiene salas en San Agustín, Abasto, La Ranita, Pompeya, Las Lomas, Loyola y el barrio Chaqueño; y el Jardín Nº 1.492 “Divino Niño”, con aulas en Barranquitas, Los Hornos, San Pantaleón, Alto Verde, Chalet, Centenario y Arenales.

En una nota publicada por El Litoral en 2014 bajo la pluma de Mariela Goy, se destaca el sentido pedagógico que el movimiento le asigna a los jardines. Al mismo tiempo, lejos de ser una iniciativa bien intencionada, aunque intuitiva, “Los Sin Techo” fundamentan en experiencias y modalidades aplicadas en otros países el sustento de su proyecto educativo.

El citado artículo menciona que “Los jardines de Los Sin Techo comenzaron con la pedagogía clásica pero siempre preocupados por generar proyectos innovadores que ayuden a mejorar los progresos educativos de los chicos. ‘Desde hace unos años, comenzamos a trabajar con las Inteligencias Múltiples, de la metodología de Reggio Emilia (zona de Italia), con la cual hemos logrado unos resultados muy buenos con respecto a los aprendizajes de los niños, a su interés y a la movilización que se produce alrededor de las familias’, explicó Nilda Díaz”.

En otro pasaje del artículo se refiere a que la organización aplicó “la Pedagogía Montessori en una salita de Alto Verde”, en la que los niños pueden formar hipótesis sobre alguna cuestión de su interés, y donde gravitan las emociones en el aprendizaje anclado a esos temas. En una realidad marcada por un contexto socioeconómico minado de dificultades, no es extraña la reflexión de Nilda al medio cuando refería sobre este aprendizaje desde lo emocional y cercano: “Entonces, por más que te encuentres con que te robaron o que se rompió algo o que se llenó el pozo negro, los logros que consiguen nuestros niños son los que nos entusiasman para seguir adelante”. De esta manera se le da prioridad a la creatividad del alumno.

Cada sala cuenta con distintos espacios en los que los pequeños alumnos pueden expresarse y desarrollar habilidades. Hay un rincón de lectura, otro de arte, otro lógico matemático, de dramatizaciones y de teatro. Como lo refiere en otro pasaje del artículo, alrededor de 500 niños asisten a los jardines de Los Sin Techo, y son atendidos por unas 18 maestras jardineras, tres directoras, dos psicopedagogas y unas 50 “mamás cuidadoras”. Estas últimas son vecinas de los barrios que ofrecen su trabajo ad honórem o a cambio de una porción de alimento para llevar a sus familias.

El Movimiento en el barrio San Pantaleón

Según datos del Movimiento Los Sin Techo, a fines de los ochenta había más de 30 ranchos en el barrio San Pantaleón. Como fuera mencionado, de la mano de Dávalos, llegó al barrio Atilio Rosso, un sacerdote de los denominados “Tercermundistas” por dar a su trabajo pastoral un profundo sentido de transformación social. Así, el movimiento se hizo presente con su primigenia acción, la de erradicar ranchos y reemplazarlos por casitas –humildes– aunque de material y mejores condiciones sanitarias. Al tiempo ya se habían reemplazado unos 33 ranchos por viviendas dignas.

En el barrio San Pantaleón el Movimiento profundizó su presencia y la hizo permanente, al trabajar con los más pequeños. En 1999 construyó en el “Jardín de Infantes Monigotes de Los Sin Techo”. Lo asentó en un terreno ubicado en una esquina de Estrada y Regis Martínez. A este espacio educativo de Nivel Inicial asisten diariamente cerca de 30 niños, en salitas de 4 y 5 años. Cerca de las necesidades, el jardincito se encuentra en la parte más pobre del barrio, atrás del cementerio, arrinconados contra el reservorio que quedó conformado desde San Pantaleón hasta la Circunvalación Oeste.

Alguna vez, de tantas, “Los Sin Techo” promovieron campañas de donaciones para sus jardines, para las necesidades de los chicos en cuanto a indumentaria. Allá por 2013 fue “Monigotes” de San Pantaleón el epicentro de esa convocatoria. Así lo reflejaba el vespertino local cuando describía bajo la producción de Florencia Arri la escena en el jardín: “’Mirá seño ¡me quedan!’. Con los ojos bien abiertos y una zapatilla en la mano, Elián García reclamó la atención de la maestra, Alejandra D’Stefano. Al tener su mirada agregó: ‘¿Hoy me las puedo llevar?’. Elián no llega al metro de altura, tiene cuatro años. Como él, la veintena de nenes y nenas del Jardín Monigotes vivieron esta mañana un alboroto particular”.

Como dato del valor de esa presencia del movimiento, muchas veces en lugares donde los distintos estamentos gubernamentales no han llegado, resuenan las palabras de la entonces maestra Alejandra, cuando refería que “en cada familia son muchos hermanitos, y a veces no hay abrigo para todos. Desde la institución tratamos de hacer frente a esas falencias, pero a veces no podemos”.

En otro artículo del mismo medio, días antes, que originó la gran cantidad de donaciones, describe que “El Movimiento Los Sin Techo está íntimamente ligado a la historia del barrio, la franja sur de San Pantaleón que está detrás del cementerio municipal, su crematorio y el cementerio israelita. En este caserío precario -en el que aún persiste medio centenar de ranchos- viven unas 300 familias. Según la entidad, allí viven unos 1.200 chicos, con diferentes carencias. La señorita Alejandra lo traduce en palabras simples: ‘El problema es que la mayoría tiene un solo calzado, y cuando se moja o se embarra quedan descalzos’. La falta de vestimenta es, a sus ojos, un inconveniente importante. ‘Si no pueden usar su par de zapatillas, no tienen otro para reemplazarlo. Son muchos hermanitos en cada familia, cada uno con sus necesidades’, insiste”.

Lo cierto, y como ejemplo San Pantaleón para muestra, es que sin la presencia del “Tercer Sector”, como también se llama a las instituciones con voluntariado que busca mejorar la vida de las personas sería mucho más difícil la realidad y la vida en muchos de los barrios de Santa Fe. “Los Sin Techo” de perseverancia en esa tarea, con objetivos claros, lejos de intereses políticos partidarios, con apoyos estatales y de otro orden canalizados hacia los destinatarios.

El Movimiento social comenzó con la idea de erradicar ranchos, tarea que no ha dejado de hacer dado que cada año se asientan en la capital provincial nuevas familias en precarias moradas. A modo de ejemplo, según relevamiento de la ONG en los inicios del año 2020 en la ciudad existen unos 1.650 ranchos en las que se apiñan para sobrevivir en la orilla de la sociedad unas 5.300 familias.

Y pese a que la obra de cambiar ranchos por casas parece nunca terminar, el Movimiento trascendió las fronteras de esos objetivos y se adentró en la educación, la cultura, el trabajo comunitario y la mutua ayuda, con la dignificación del hombre. Su impulsor, el padre Atilio Rosso, merece un capítulo aparte, para contar su propia historia y su “opción por los pobres”, detrás de los pasos de Osvaldo Catena, y tantos otros que hicieron sentir a Cristo y su mensaje entre los más humildes de Santa Fe.

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