De Molino a Fábrica Cultural

Molino Lupotti

El viejo Molino Franchino

En su blog sobre historias de barrios, Guillermo Quiroga resume el pasado de este molino que otrora fuera uno de los más importantes de la ciudad, y en un punto neurálgico de la trama urbana, tanto que hasta tuvo su propio ramal ferroviario, conectado al Ferrocarril Francés en 1903, para acceder más fácilmente con los granos a sus depósitos, y así con el puerto de Ultramar funcionando, hasta las bodegas de los barcos.

Como consecuencia de la importante actividad agrícola de la región, dentro del modelo de país agroexportador, en 1893 se inicia en la localidad de San Carlos Centro, el “Molino Santa Teresa”, de Boero, Lupotti y Franchino S.A. Éste traslada al año siguiente la sede industrial a su actual emplazamiento en la ciudad capital.

Con el correr de los años cambia sucesivamente la razón social: “Molino ciudad de Santa Fe”, de Franchino y Lupotti Soc. Comercial y Colectiva a partir de 1914, “Molino Ciudad de Santa Fe” de Lupotti y Franchino Ltda. desde 1927, sociedad que terminaría en 1985, continuando hasta el final de su actividad con el nombre de “Molinos Franchino” SAyC.Parte del edificio original ya estaba construido antes de trasladarse la firma a Santa Fe y contaba con tres cuerpos principales y una chimenea cilíndrica hecha en ladrillos comunes a la vista. Dicho conjunto fue arrasado por un ciclón en el año 1920.

La construcción del nuevo edificio, silos de ladrillo común y tres cuerpos adosados, estuvo a cargo del Sr. Peter Adolf, oriundo de Bavaria y especialista en la construcción de estructuras industriales con perfiles metálicos. En 1903 se anexa un desvío ferroviario para facilitar el transporte de granos del norte del país, extendiéndolo con posterioridad a la zona portuaria.

En 1928 son reemplazados los antiguos motores a vapor por los eléctricos y, dos años más tarde, se anexa la planta elaboradora de maíz. En 1961 se produjo un incendio que obligó a la restauración de parte del edificio, construyéndose en 1973 los silos para embolse de harina. Finalmente se agregan el molino forrajero y las cocheras.

El 29 de julio de 1995 cerró sus puertas y el edificio fue abandonado. (www.barriosantafesino.blogspot.com)

El Molino, Fábrica Cultural

En noviembre de 2006 el Gobierno de la Provincia proyectaba un polo cultural abierto en el Molino Franchino, cuando era desde hacía años un edificio en abandono. Un grupo de arquitectos jóvenes trabajó sobre el tema y expusieron las maquetas y el anteproyecto de lo que sería la futura «ciudad cultural joven». Ricardo Giavedoni, Patricia Mines, Marisa Cubalo y Victoria Paredes hicieron la investigación, los planos y el relevamiento del sitio.

Luego, en 2007, la legislatura sancionó la expropiación de la casa particular ubicada en la esquina noreste del bulevar, y de esta manera integrar toda la manzana con idéntico destino enfocado hacia la cultura.

En este marco, el Gobierno Provincial se convocó a la Asociación de Artistas Plásticos Santafesinos para que participaran y gestionaran durante 2007 un fondo provincial de casi doscientos mil pesos. Estos recursos se utilizaron para cerramientos, desratización, demolición, remoción de estructuras, limpieza específica y lavado de todo el edificio, incluyendo su frente.

Al respecto, el Gobierno Provincial manifestaba en una comunicación oficial sobre la Fábrica Cultural: “La realización de esta obra fue llevada a cabo por la Unidad de Proyectos Especiales del Ministerio de Obras Públicas y Vivienda, en las personas de los arquitectos Luis Lleonart, Silvana Codina y Francisco Quijano. Y la planificación conceptual del espacio estuvo a cargo del equipo del Ministerio de Innovación y Cultural. Recuperando uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Santa Fe se pensó y creó un espacio público de encuentro ciudadano, en donde el contacto con la materialidad fuera complejo y profundo. Con una distribución de lugares planteada por la división de soportes materiales, no por disciplinas o ejes temáticos, se desarrolló una idea de proceso, creación común con otros, para contribuir al fomento de los vínculos afectivos y sociales, y a la relación de cultura y trabajo para las nuevas generaciones”.

En su sitio web oficial la Municipalidad de Santa Fe menciona que “El ex complejo industrial harinero fue incorporado al sistema de parques y espacios públicos en 2010, convirtiéndose en una Fábrica Cultural, sitio de desarrollo de actividades didácticas y expositivas, en donde se muestran los procesos de fabricación y acabado de cada producto creado”. Asimismo, sobre el nuevo destino del predio define que “La fábrica cultural busca la articulación de programas especiales para maestros, estudiantes universitarios, adultos mayores; programas de construcción intergeneracional, vivencial y lúdico para todas las edades; y está abierto al público en general. Es un espacio de formación, con programas de aprendizaje, proyectos y experimentación, en el que aprendices y tutores trabajan para la inclusión social. Una gran fábrica de objetos, donde máquinas, materiales (madera, resina, vidrio, nuevos, etc.) formas y colores, conviven”. Espacio de numerosas muestras y actividades, el ex Molino Franchino fue recuperado por el Gobierno Provincial, con “…una calle interior de 25 metros de ancho con atravesando de manzana, remoción y realización de nuevos pisos y veredas, que propiciaron la experiencia de recorrido peatonal”.

El desarrollo incompleto

Como anexo al repaso de la historia del molino harinero, vale la pena marcar una característica de la propia historia del siglo XX de la ciudad. Porque Barrio Candioti en buena medida refleja una característica que marcó a Santa Fe con su modernización a mitad de camino, que pese al formidable desarrollo comercial y de ingreso de divisas desde el ámbito privado de la economía, ese crecimiento exponencial gracias al ferrocarril y el puerto, no se tradujo en un desarrollo industrial de mayor durabilidad y creación de riqueza genuina, sino que se agotó en las ganancias como producto del intercambio mercantil.

Al respecto, y a todas luces asimilable a la historia de Barrio Candioti, Felipe Cervera en su trabajo “La Modernidad en la ciudad de Santa Fe”, menciona que “Una primera conclusión a anotar es que todas estas realizaciones públicas y privadas –enumeradas previamente en su libro a modo de resumen–, más otras que venían de atrás (el FF.CC. en particular), muestran que para 1915 la ciudad había concretado un profundo y rico proceso de cambio, que constituía el hecho que llamamos Modernidad. Al mismo tiempo que ello había llevado a que la misma contara con una notable dotación de Capital Social Básico: Salud – Administración Pública – Educación – Finanzas – Transporte (ferroviario, fluvio-marítimo, y urbano). Y este hecho es fundamental en orden al proceso de desarrollo económico social que vivió la ciudad de entonces, junto con el paralelo crecimiento de la productividad que genera el incremento del Capital Social Básico. La falencia del mismo radicó en la no creación de industria (síndrome que, un siglo después, aún arrastra la ciudad).”.

En tal sentido, Candioti fue una barriada con algunas industrias, en su gran mayoría de producción de alimentos, como las usinas lácteas, el molino, y la cervecería, algún frigorífico, más otras, de las que pocas permanecen en actividad. Por ejemplo, en el Anuario Municipal de 1914, las dos “industrias” que se destacan como relevantes eran el Molino Lupotti-Franchino y la Cervecería, y como se hizo líneas más arriba, Cervera se pregunta “¿Cuál es el signo común de estos rubros? El signo es que se trata de artículos de consumo. Ninguno es para reproducción de bienes, ni siquiera para exportación y producción de divisas. Satisfacen necesidades de la población, hecho importante sin duda, pero son actividades vegetativas, que no hacen a un mecanismo de desarrollo”. Por ejemplo, y en particular sobre el Molino Lupotti-Franchino, originado en el primer molino Boero de 1893, recién para 1908 la molienda de harina autoabasteció a la ciudad, en tanto que pequeños saldos se exportaron a Brasil luego de ese período. Esta situación sobre la exportación de harina cambió cuando en 1921 comenzó a funcionar en el dique 2 del puerto el Molino Marconetti.

De Molino a Fábrica Cultural

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