En los barrios más nuevos de Santa Fe muchas veces se encuentra en los antiguos vecinos a los primeros moradores. En San Agustín II, cuando solo era una parte de los terrenos de la Escuela Inmaculada, o campos fiscales de la ex empresa del matadero en manos del municipio. Cuando era una zona rural, con animales a pastaje, y sólo con el frigorífico municipal al oeste contra el Salado. Cuando la barriada no existía y todavía no había llegado la Dictadura Cívico-Militar que hizo desde la intervención de facto del municipio el traslado compulsivo de gente pobre del sur de la ciudad a la zona.

Antes de empezar, allí estaba en su ranchito de campo, con su esposo trabajador en los corrales del frigorífico municipal, cuidando vacas, chivos, ovejas, chanchos y gallinas ajenas, Doña Gregoria Amata. La misma Gregoria que con 88 años vivía en el 2023 en el mismo terreno de entonces, con la pieza de bloques levantada en los años ’80, y una pared de chapas y palos, con puerta (también de chapa) rescatada en el cirujero de alguna demolición del centro.

En ese lugar contaba su historia para Santa Fe mi Barrio. Su historia de haber nacido en San Justo en 1935, de haber quedado con su madre y su hermana sola al morir su padre, para vivir como indigente un tiempo en Esperanza, luego en un tambo en Humboldt, hasta recalar, vaya a saber de qué forma, en lo que luego fue el corazón de Barrio San Agustín II, sobre calle Misiones al 7200, donde luego de quedar viuda sobrevivió como ciruja, con carrito y caballo, en su ir y venir al “centro”, sin irse nunca del barrio.