El alma de Malvinas en los veteranos santafesinos

CENTRO EX COMBATIENTES

Centro de Ex Soldados Combatientes de Malvinas de Santa Fe

Dos historias: Hipólito Raúl Alarcón y Juan Carlos Roblero

El 2 de abril de 1982, la Argentina tomó posesión de las Islas Malvinas, territorio usurpado por los ingleses en 1833. La ocupación dio comienzo a una guerra que le costaría al país la vida de cientos de personas. Se trató de un manotazo de ahogado que la dictadura cívico-militar agonizante intentó dar a fin de perpetuarse en el poder. 12.193 efectivos argentinos fueron movilizados a las islas para esa guerra.

Soldados argentinos en la guerra de Malvinas

La gran mayoría eran conscriptos, jóvenes que tenían menos de veinte años o que rondaban esa edad, llevados a una guerra irracional en la que pese a la desigualdad de equipamiento, armamento y preparación lucharon con valentía y coraje.

Veteranos del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Santa Fe
CENTRO EX COMBATIENTES
Juan Carlos Roblero

En el Centro de Ex Soldados Combatientes de Malvinas de Santa Fe, ubicado sobre calle Pedro Vittori 4282, se pueden encontrar varias historias de los que estuvieron movilizados en las islas. Las que se abordan en Santa Fe mi Barrio son sólo dos de ellas, de las miles que el conflicto del Atlántico Sur dejó.

Hipólito Raúl Alarcón y Juan Carlos Roblero (que falleció en 2017), en el año 2016 daban una entrevista para “Alma de Barrio”, el programa de LT10. Juan Carlos Roblero tenía por entonces 53 años, cuando contaba su experiencia en la Guerra de Malvinas a bordo de un navío de la Marina: “Nosotros estábamos navegando haciendo un patrullaje antisubmarino en el sur del país cuando a las 15 horas aproximadamente nos dijeron que habíamos recuperado Malvinas y que enfrentábamos a Reino Unido. Nos pusimos contentos por haber recuperado las islas y luego pensamos, ‘pero los ingleses son la segunda flota del mundo’, así que primero fue todo alegría y después vinieron los interrogantes. Así que luego de recibir la noticia tuvimos que volver a Puerto Belgrano a cargar municiones, alimentos y pertrechos y nos hicimos a la mar nuevamente. En ese ínterin el pueblo fue a Plaza de Mayo y un general con tanto público dijo ‘si vienen presentaremos batalla’ y bueno como el argentino es bastante exitista ya estaba todo empaquetado y nosotros dentro del paquete. Fueron conmigo los compañeros que estaban en la unidad del Destructor ARA Piedrabuena. Eramos 180 hombres que nos veíamos todos los días y no teníamos comunicación entre unidades de combate distintas. La parte de la guerra que viví yo no es lo mismo que la que vivió alguien que estuvo en Malvinas. Yo estuve cumpliendo operaciones el 2 de abril recuperando Malvinas en el grupo de tareas 79. El grupo de tareas 80 fue el que desembarcó. Nosotros emprendimos a las islas cuando un 2 de mayo se produce el hundimiento del Crucero Belgrano. Sabíamos que había un submarino cerca que podía producir un ataque. Hicimos uno de los rescates más exitosos que se recuerde dentro de la historia naval”. (“Alma de Barrio” – LT 10 – AM 1020 – abril 2016)

Como decía Roblero, 150.000 personas se autoconvocaron en la Plaza de Mayo para vivar la patriada. “¡Si quieren venir que vengan..!”, gritó el dictador enfervorizado “¡…les presentaremos batalla!”

Pero luego, esa misma sociedad que había aplaudido al militar Galtieri fue la que culpó a los excombatientes, soldados y militares sin distinción, de haber perdido la guerra, como parte de una manipulaciín en la que los altos mandos los escondieron y los aislaron en su regreso de la contienda.

Roblero fue testigo, y actor, del rescate naval que logró sacar del agua helada a unos 900 soldados luego del hundimiento del Crucero Belgrano. De esos 900 sobrevivientes, más de cien, eran tripulantes santafesinos.

ARA Piedrabuena
Juan Carlos Roblero

En el año 1982 Juan Carlos Roblero tenía apenas 20 años.  Embarcado rescató a sus compañeros que habían caído al agua, luego del hundimiento fuera de la zona de exclusión establecida por los ingleses. 

Así para la radio recordaba el momento más duro que vivió en ese rescate: “Fue muy doloroso rescatar a los compañeros heridos y había muchos quemados e incluso muertos…izarlos a la balsa. Habían pasado tres días de frío pensando que los habíamos abandonado cuando nos fuimos por un momento de la zona de combate. Nosotros hacíamos lo que nos mandaban”.

Crucero General Belgrano
Hundimiento del Crucero Gral. Belgrano

En el final de la guerra, cuando capituló sin oportunidades de continuar la guarnición de Puerto Argentino, Roblero con sus compañeros recibieron la noticia que se había perdido la guerra: “Fue terrible, yo estaba en Ushuaia. Nosotros pensamos que con la rendición los 8.000 hombres que se encontraban en Malvinas estaban todos muertos, incluso compañeros nuestros”.

Y luego el regreso, ignominioso, impuesto por el silencio y la proyección sobre los combatientes el peso de la derrota. 

Así lo sentía Juan Carlos luego de tantos años en el 2016: “No fue la vuelta que nosotros esperábamos, porque nosotros volvimos a Puerto Belgrano y no nos dieron licencia. Los militares no quisieron dar la cara luego de haber sido derrotados. Se hizo un estudio llamado ‘Informe Rattenbach’ que determinó culpabilidades, pero que luego ocultaron porque se disponía la condena de ciertas autoridades que habían actuado mal durante la guerra, así que nadie resultó sancionado. Nosotros, en cambio, éramos civiles, no éramos profesionales”.   

De los 12.000 efectivos argentinos movilizados a las islas unos 1.000 eran santafesinos, y en su gran mayoría se trataba de conscriptos con escasa instrucción. Por el contrario, Inglaterra se lanzó a recuperar las islas con 28.000 militares profesionales, muchos de ellos mercenarios asiáticos.

Y luego el regreso, ignominioso, impuesto por el silencio y la proyección sobre los combatientes el peso de la derrota. Así lo sentía Juan Carlos luego de tantos años en el 2016: “No fue la vuelta que nosotros esperábamos, porque nosotros volvimos a Puerto Belgrano y no nos dieron licencia. Los militares no quisieron dar la cara luego de haber sido derrotados. Se hizo un estudio llamado ‘Informe Rattenbach’ que determinó culpabilidades, pero que luego ocultaron porque se disponía la condena de ciertas autoridades que habían actuado mal durante la guerra, así que nadie resultó sancionado. Nosotros, en cambio, éramos civiles, no éramos profesionales”.   

De los 12.000 efectivos argentinos movilizados a las islas unos 1.000 eran santafesinos, y en su gran mayoría se trataba de conscriptos con escasa instrucción. Por el contrario, Inglaterra se lanzó a recuperar las islas con 28.000 militares profesionales, muchos de ellos mercenarios asiáticos.

CENTRO EX COMBATIENTES
CENTRO EX COMBATIENTES
Veteranos del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Santa Fe
Cementerio de cruces blancas en Malvinas

En aquella visita de “Alma de Barrio” al centro de ex combatientes de Santa Fe, además de escuchar el testimonio de Roblero se rescataba para la radio universitaria la voz de otro veterano de Malvinas, Hipólito Raúl Alarcón, en ese tiempo con 56 años de edad. En las islas Alarcón, con 22 años se le asignó la función de artillero. Así lo recordaba: “Fuimos a Comodoro y de allí salimos a las 00:30 horas, dimos una vuelta porque nos habían tomado los radares, así que luego salimos nuevamente a las 4 de la mañana y aterrizamos en Malvinas a las 05:45 horas. Yo enseguida me di cuenta que habíamos llegado porque cuando me bajo del helicóptero me resbalo enseguida en el hielo. Y bueno bajamos los cañones y todos los equipos que teníamos y caminamos 200 metros para instalar nuestro cañón que pesaba unos 8.000 kilos. En media hora nos bombardearon y nos dejaron fueran de servicio al cañón. Nos bombardeaban sin parar. En circunstancias así vos defendés la vida, comés a los tumbos, no dormís casi nada. Nosotros estábamos sobre su lago congelado y día y noche nos bombardeaban. Apenas llegaba la mañana aviación de ellos. Nos volvían locos. Yo era duro, un hombre de 22 años que se crió a la baqueta en el campo. En cambio, había otros chicos más jovencitos que yo y criados de otra forma que estaban muy asustados y recordaban a sus padres y hermanos. Yo enseguida me abría de esas conversaciones, porque permanentemente nos bombardeaban y sentía el zumbido del proyectil o la bomba que se acercaba. Tenés seis segundos para meterte bajo tierra o esconderte debajo del hielo. Yo lo que quería era salvar mi vida. Yo disparaba con el cañón, cargaba y tiraba. No quería quedar herido. Es una cosa que no se borra jamás nunca”.

Hipólito contaba además su momento más duro en Malvinas, cuando cayó prisionero: “Del 8 de junio al 14 de junio que caímos presos ahí fue perder todo. Día y noche pasaban por arriba y ya los veíamos a ellos que se tiraban de los helicópteros y ya avanzaban de a pie y la infantería nuestra se replegaba a la artillería porque ya los habían pasado por arriba a ellos. Nos tomaron prisioneros y nos llevaron a unos galpones donde se esquilaban a las ovejas en Malvinas y donde estuvimos como dos noches. De ahí nos subieron a los barcos. Yo fui al Camberra desde donde desembarcamos 4.000 combatientes en Puerto Madryn. Me dieron un par de cachetazos porque sabían que yo era mayor que los otros muchachos. Uno me preguntó, ‘¿grado?’, soldado le digo y no me entendía y me daba un cachetazo. Al que era oficial o suboficial lo pasaban a aparte”.

Y después, el regreso, la vuelta en la que fueron ocultados, estigmatizados como responsables de una derrota previsible ante la descoordinación y errores de la comandancia. El volver fue casi un continuar una guerra interminable, una batalla contra el olvido y la vergüenza infringida. Decía sobre ese regreso para “Alma de Barrio” Hipólito: “Yo caigo preso el último día, el 14 de junio y en el momento de regreso no nos recibieron bien, estábamos incomunicados y nos escondieron en la Escuela Gral. Lemos en Buenos Aires. Ahí nos cambiaron de ropa, nos hicieron bañar y estuvimos un tiempo. Después nos enviaron a cada unidad donde pertenecíamos, para luego darnos de baja. A mí me dan de baja el 3 de agosto. Luego la sociedad nos echaba la culpa a nosotros por haber perdido la guerra, no nos reconocían y nos trataban como si fuéramos unos locos. Y todavía falta, no está bien reconocido el veterano. El único que nos reconoció fue Kirchner cuando nos censó. Recién ahí nos empezaron a respetar y dar más valor. Y acá en Santa Fe cuando estaba de gobernador Obeid. Y bueno ahora igual. Ustedes, los jóvenes, tienen que aprovechar, ahora que estamos vivos, para sacarnos toda la información que puedan. Nos vamos muriendo de a poco y es distinto lectura que testimonio. Y hay que seguir cerquita la causa Malvinas y hay que sentarse a dialogar. No se va a ver más nunca una guerra acá, no sirve la guerra ni la agresión y leer historia, ¿cómo va a venir Inglaterra a ocupar una isla que está en territorio argentino? Las islas son del pueblo argentino, sus recursos deben ser nuestros y de las futuras generaciones”.

Durante la guerra de Malvinas fallecieron 649 soldados argentinos, mientras que 1.082 resultaron heridos. Pero luego, hubo más fallecidos por las secuelas de la contienda y el olvido y la negación de la sociedad que por la batalla misma. 

Adolfo Fito Schweighofer

Ese proceso, ajeno a los ex combatientes, se lo conoció como la “desmalvinización” de la guerra misma, y de la Argentina. Solo luego de los años 90’ se inició un proceso en el que poco a poco los veteranos lograron, luego de no claudicar en su lucha por la visibilización de su condición de héroes de la Patria, derribaron los muros de la negación y el olvido y comenzaron a transitar un sendero de revalorización y respeto.

Veteranos del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Santa Fe

MISION BLANCA – Hugo Giménez Agüero

El alma de Malvinas en los veteranos santafesinos

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