Historia de la “La Lona”, Barrio San Roque

“La Lona”, “Amante Melgarejo”, “San Roque”

Los barrios de Santa Fe detentan en su nombre popular, más que en su denominación como vecinal, alguna característica distintiva que lo resalta del resto de los que integran la trama urbana. En muchas ocasiones la presencia de accidentes geográficos, de elementos de la infraestructura, de sus primeros propietarios, designan su nombre. En otros, muchas veces, la parroquia aporta ese signo diferenciador, y ciertos casos, sobre todo para el reconocimiento de la memoria urbana, algún acontecimiento, club, o entidad colectiva del pasado.

PLANO 1913 BARRIO LA LONA

Barrio “La Lona”, o de “La Lona”, o vecinal San Roque, son sinónimos en el aspecto territorial al definir un espacio reducido de la Santa Fe ferroviaria de antaño, criolla, ciertamente marginal, escindida de un Distrito de mayores dimensiones, como lo era Sargento Cabral. Sus límites son Salvador de Carril, Vélez Sarsfield, J.M. Gutiérrez y General Paz.

Como lo señala Dalla Fontana en su libro “Barrio Candioti Norte, Sargento Cabral, La Lona, Monte Chañar”, la instalación de las vías del FFCC Central Norte en 1909 al este, y antes el FFCC Francés en 1906 en el sur del lugar, hizo que esta zona despreciada por las apetencias inmobiliarias de parcelarla, y venderla por lotes, al menos hasta bien adentrado siglo pasado. Lo cierto es que la antigua propiedad de Josefa de Freire del Valle, allá por 1905, abarcaba desde el camino a Guadalupe (en ese tramo coincidente con la hoy Avenida General Paz) hasta la orilla de la laguna, y desde aproximadamente Salvador del Carril hacia el sur hasta donde luego se cruzaran las vías del FFCC Francés hacia Colastiné, coincide con el sector de la hoy vecinal San Roque.

Ya para la primera década del siglo XX un plano de la ciudad de 1913 daba cuenta de otros grandes propietarios, al subdividir aquel amplio terreno de Josefa de Freire del Valle en grandes parcelas con sentido este/oeste. Así aparecen, José Encina con dos terrenos, uno al centro del barrio y el otro sobre Salvador del Carril, y en el centro de ese sector, coincidente con la hoy con las calles Agustín Delgado y Martín Zapata, una lonja intermedia a nombre Luis Panchaud.

PLANO 1930 BARRIO LA LONA
PLANO 1935 BARRIO LA LONA
PLANO 1946 BARRIO LA LONA

Después, para 1930, el sector sur de Valle se divide, siempre desde las vías al este hasta General Paz al oeste, con un terreno a nombre de Manuela Rodríguez, entre J. M. Gutiérrez y Calcena aproximadamente; y queda el concitado José Valle, se podría inferir desde Calcena hasta Martín Zapata.

Para 1935 otro plano se marcaban calles y manzanas en el sector sur y norte del barrio, pero en el centro, quedaba todavía, el gran terreno de Valle, con los lotes alquilados. Condición que se sostiene y visualiza todavía en un plano de 1946, cuando toda esa propiedad se mantiene sin urbanizar, incluso como corte a la continuidad de calle Güemes desde y hacia Salvador del Carril.

El citado historiador de los barrios puntualiza con mayor precisión el derrotero en las primeras subdivisiones de la zona, cuando estos terrenos eran de José Elías Valle: “Por eso, los terraplenes y vías que cruzaron el sector imprimieron una ruptura asilamiento con el resto de la ciudad y trajeron aparejad la falta de cualquier inversión inmobiliaria. Entonces su propietario, en 1927, lotea y vende las primeras manzanas (de mayor valor) ubicadas General Paz y Lavalle, entre Calcena y Gutiérrez. Estas tierras fueron alejadas de la urbanización, falta de servicios e infraestructura, fueron ofrecidas en lotes para alquilar a bajo costo”.

En el desarrollo de la urbanización de La Lona se puede apreciar una condición similar a otros sectores del centro norte de la ciudad, en la que por las arterias principales que se consolidaron como avenidas norte/sur, o transversales, a la vera de esas vías de comunicación comenzaron los dameros manzaneros. Con la presencia cercana de la “Villa Francia”, primera urbanización en la zona oeste de Salvador del Carril y General Paz, los loteos más “formales”, avanzaron hacia el sur de Salvador del Carril, entre General Paz y las vías del FFCC Central Norte, y por la propia avenida, especialmente cuando fue abierta.

Paralelamente, más hacia el interior de La Lona, las ocupaciones con ranchos y viviendas precarias se dieron de manera más anárquica, en moradas ocupadas fundamentalmente por trabajadores informales de los ferrocarriles y hasta del puerto, con las peores y más pesadas tareas. Pero también desembarcaron en el lugar aquellos pobladores que se aceptaron en la zona costera, al este de La Lona, conocido como “Monte Chañar”, tratado en la historia del barrio Siete Jefes, que hoy corresponde a la zona del “parque de la locomotora”.

Como sea, esta precariedad y economía de subsistencia de las primeras personas que vivieron al interior de La Lona los empujaron a una situación similar a la que se vivió en la zona sur de Candioti, conocido como “El Chical”, y que de manera similar describe Miguel Ángel Dalla Fontana. 

Mientras que en “El Chical” era la subsidiaria de tierras del Ferrocarril Francés la que alquilaba los terrenos despreciables por la falta de servicios y sin urbanizar, en la zona de La Lona, José Elías Valle hizo lo propio para con los primitivos, y pobres, vecinos de La Lona.

El mecanismo era simple, en zonas donde los terrenos no podían venderse por la falta de servicios, de baja cota, o zonas inundables, se los “alquilaba” para que gente de la marginalidad pudieran establecer una vivienda precaria, un rancho, para vivir y así asegurarse que no los desalojaran y otra vez a rodar con otro rancho, en otro lugar despreciable de la ciudad para los intereses inmobiliarios. De este modo, con el pago del alquiler del “espacio”, si bien no iban a ser dueños del terreno, al menos no los echarían. Igualmente, con el avance de la ciudad y la urbanización, el crecimiento demográfico y económico, hasta esos lugares se transformaron en pingues negocios inmobiliarios. “El Chical”, “El Campito”, “Monte Chañar”, fueron muestra de ello.

Pero más allá de esta digresión, pero que igualmente tiene que ver con la historia de La Lona, vale recuperar lo hecho por Dalla Fontana, que en el caso de la barriada en cuestión, en tanto no fueron desalojados, muchos quedaron asentados en el lugar, con “un fuerte núcleo de pertenencia”.

Asimismo, sobre los terrenos que alquiló el propietario describe que “El Sr. Valle dividió las tierras en pequeñas parcelas de 15 x 30 m, para luego arrendarlas temporariamente a un bajo costo. El propio Sr. Valle recorría la zona cobrando las cuotas mensuales y, para la época, el registro era a través de la libreta de almacenero. Es indudable que el contrato de ambas partes era un mutuo acuerdo de palabra”.

FFCC BELGRANO - FB STA FE EN FOTOGRAFIAS - PH KARINA MOYA

Un dato que diferencia a La Lona de El Chical en cuanto a los terrenos radica en que no eran inundables, y que por la condición de estar cercado por vías al sur y al este, retrasaba la llegada de la urbanización y de los servicios. 

En la tarea investigativa Dalla Fontana aporta los apellidos de aquellos primeros pobladores de La Lona, o vecinal San Roque, allá por fines del 1920 y principios de los ’30. Esos moradores fueron “Tirone, Ramón García, Druán, Antonini, Melián, Serrani, Constancio Ruiz, Monchutti, Varela, Borda, Chimentin, Carizzo, Pinto, Melgarejo y muchos más”.

Con el devenir del tiempo, La Lona fue cambiando su fisonomía y los ranchos y vivienda precarias dieron paso a la urbanización y apertura de calles hacia su interior, tanto en sentido norte-sur como este-oeste, propiciaron la construcción de viviendas de material, casas de familias con mejores empleos y nivel socioeconómico, mientras que algunos de los ranchos o casas precarias, quedaron confinadas hacia el borde de los terrenos ferroviarios.

La llegada de los servicios, de manera paulatina, como el agua corriente, las cloacas, el gas natural ya en la última etapa, dieron a La Lona una calidad de vida similar a la que disfrutaban barriadas vecinas. Por el contrario, la pavimentación de las calles debió esperar más tiempo, no sin la activa participación de los vecinos. Por muchos años, desde principio de los ’70, la única calle pavimentada fue Güemes, que pasaba por el centro del barrio, y cruzaba las vías en el sur, para llegar hasta Salvador del Carril. 

El servicio de transporte público iba por ese corredor. Poco a poco se avanzó con pavimento de hormigón en algunas calles, mientras que otras interiores, pasajes, comenzaron por el conocido “cordón-cuneta” de hormigón y mejorado pétreo sobre la calzada, hasta la llegada del pavimento de concreto asfáltico, incluso, en las calles que corren paralelas a la zona de vías, pero todo ello ya en el Tercer Milenio.

FFCC BELGRANO - FB STA FE EN FOTOGRAFIAS - PH KARINA MOYA
CALLES DE LA LONA

El nombre, los nombres del barrio

La vecinal San Roque corresponde inequívocamente a la denominación de la parroquia del lugar. Pero antes de ello, popularmente, y luego también, el lugar tuvo como nombre distintivo el de “La Lona”.

Antes de adentrarse en la historia del por qué este nombre, vale la pena describir lo expuesto por Dalla Fontana en su libre, en el que dice que La Lona fue también conocida como “La Puñalada”, “Villa Empalme” en este caso por el cruce cercano de vías cerca de calle Gutiérrez y Calcena, sobre Vélez Sarsfield, y “Centro Comunitario 25 de Mayo”.

Otro nombre más reciente, impuesto al comienzo de la década de 1970, fue el de “Amante Melgarejo”, que correspondía al nombre de un militante de la juventud peronista asesinado en los años de violencia política previos al Golpe Cívico-Militar de 1976. En particular sobre Melgarejo en una publicación de 1976 por reclamos ante la obra de pavimentación detenida, se decía a propósito de la designación de la vecinal que “…el nombre de Amante Melgarejo, se debe a que hace ya mucho tiempo, se contó con un gran luchador por las cosas de la zona, que así se llamó. Un caso parecido al de don Demetrio Gómez en Alto Verde”. Para ese entonces la vecinal buscaba ampliar su local social, sumaba además una máquina de fabricar bloques de cemento, “…y luego de las tareas diarias los dirigentes y algunos socios ponen manos a la obra, porque hay que construir un saló de 8 por 11 metros, para dar lugar al funcionamiento de una guardería y un dispensario”. (El Litoral 18/9/1976)

Pero el mote de “La Lona”, deviene de los que iban al lugar por una particular pista de baile, al inicio de los años ’40.

Rescata Dalla Fontana los testimonios que recogió para su tarea investigativa. Así desgrana: “Algunos de los lugareños más antiguos, como Isabel Sánchez de Moscardini (88 años) y Elvira Figueroa de Ruiz (alias doña ‘Paca’, de 95 años) cuentan que la zona comenzó a poblarse aproximadamente en 1929. Estos vecinos se ubicaron en el antiguo callejón Encina al 1100. La Sra. Moscardini comenta que el sitio siempre fue conocido como Distrito Km 2, y que recién en la década del 40 es cuando se populariza como La Lina. Asegura también que a partir del traslado de los pobladores de Monte Chañar, el espacio cambió socialmente, y el vínculo entre los vecinos modificó costumbres y hábitos”. (“Candioti Norte, Sargento Cabral, La Lona, Monte Chañar”, Miguel Ángel Dalla Fontana, Santa Fe 2002)

Pero hubo otros lugares danzantes para la gente criolla y la muchachada del barrio. Uno se llamaba, o le decían, “la tierrita”, en Calcena y Lavalle. El otro, según el historiador, era una pista adentrada en Calcena al 1140, también de suelo natural. Hubo además un almacén, el llamado “Medio Litro, de un señor de apellido Rodríguez, en Güemes y Callejón Encina (luego Calcena), que la que había una tarima de madera y además de radioteatros algunos grupos musicales interpretaban música del litoral para la paisanada, que más de una vez dirimía a duelo de cuchillo sus diferencias por polleras, o por política. (Dalla Fontana 2002)

JARDIN DE INFANTES SAN ROQUE
PASAJE GUNTERN Y REGIS MARTINEZ

El barrio y su devenir

Por un lado, se pueden mencionar clubes de la zona de Vecinal San Roque incluyeron varios que ya no existen como tales. Uno el “Atlético Central Argentino”, relacionada a los trabajadores del riel de esa empresa. También el “Club Atlético Brown”, que se ubicaba e Lavalle y Agustín Delgado según Dalla Fontana; o el nombrado “Centro Cultural recreativo Central San Carlos”, donde de sus bailes nació el mote de “La Lona”. Otro rescatado por el historiador fue el “Club San Isidro”, en Güemes casi Pedro Ferré. Además, sumaba al “Club Atlético Social Avellaneda”, cuya sede se ubicaba en Pedro Ferré y Avellaneda, el campo de fútbol estaba situado en la manzana delimitada por Güemes, Quintana, Avellaneda y Gutiérrez.

Por el lado de las mejoras, como se mencionó, la primera calle interior en ser pavimentada fue Güemes, que previamente se había extendido por sobre las vías, en el doble cruce ferroviario que tiene en el lugar, y que se transformó en el eje medular de desarrollo interno con sentido norte-sur, en especial al abrirse el terreno de Valle que la cortada.

PAVIMENTO CALLE GUEMES - EL LITORAL 18-9-1976

En un artículo de 1976 El Litoral exponía luego de una ilustrativa foto de calle Güemes en la que la máquina para pavimentar había sido retirada por la empresa, por lo cual, “Ocurre que el vecindario, con gran espíritu de progreso, afrontó la financiación del pavimento de varias calles, entre ellas la que recuerda al general Güemes”. Y aseguraba el vespertino con relación a la esperada, y pagada obra, “Con ello se lograría la transformación total de una zona donde en tiempos no muy lejanos se había enseñoreado el rancho y que ahora, por imperio de los tiempos iba siendo erradicado”. (El Litoral 18/9/1976)

Al parecer las máquinas de construcción del pavimento de hormigón habían sido retiradas seis meses antes, con las obras incompletas y una calle que finalizaba abruptamente en el cruce con Gutiérrez. En ese contexto, la “Asociación Vecinal Amante Melgarejo”, como se llamaba entonces la hoy vecinal San Roque, detallaba que se contaba con parte del material, “…con 40 toneladas de piedra y 70 metros cúbicos de arena, faltando comprar solamente 37 mil kilos de cemento. Es decir que no se necesita mucho material para terminar la obra, al menos en esa cuadra que está lista para pavimentar”.

Un hito que cambió el barrio fue la presencia de la fe encarnada en la parroquia San Roque, que dio luego nombre a la vecinal, y que junto con la acción pastoral del padre Guntern tienen su desarrollo en el apartado de instituciones de Santa Fe mi Barrio.

Las migraciones internas que poblaron La Lona

Como en otros lugares de la ciudad la zona de la vecinal San Roque recibió en sus comienzos la migración, forzada en algunos casos, de moradores de otros espacios de la ciudad. Igualmente, en una barriada de gente humilde y criolla, otros llegados de más lejos, como de otras provincias, fueron poblando los espacios marginales de la capital provincial, también del mismo origen.

Así lo rescata la citada publicación al describir que crisis de los años 1929 y 1930 mediante, con el impacto que produjo en el modelo económico agroexportador, dependiente del mercado internacional, “…La Lona recibe de la provincia de Entre Ríos, una población con tareas de peones, estibadores, changarines, que se ubican, primero alquilando un lote y construyendo su rancho, y al cabo de varios años terminan instalándose definitivamente en La Lona”.

Pese a estar distante del puerto de Ultramar, en la zona centro de la ciudad, la zona de La Lona era un lugar “barato” y más estable para vivir para todas estas personas que vivían el día a día, con la “changa” como sustento, en las tareas más duras de la actividad portuaria, de los ferrocarriles, o de la albañilería. Estas razones, un lugar accesible y con menos posibilidades de ser desalojados, eran las que determinaron el por qué se asentaron tan distantes del puerto.

La experiencia de otros compatriotas, respecto de los desalojos compulsivos, estaban como ejemplo por aquellos días. Así fue la historia de otros llegados a La Lona, en particular los criollos que vivieron cerca del puerto y de la estación del ferrocarril francés, donde luego se instaló el predio ferial municipal, detrás de la Estación Terminal de Colectivos.

 Fueron los moradores de “El Chilcal”, que allá por mediados de la década del ’40 fueron desalojados de los terrenos que alquilaban a la compañía de tierras del ferrocarril, en precarias casas esparcidas en pequeñas parcelas dentro de un intrincado laberinto de pasillos y chilcas.

De este modo, la segunda oleada de ocupantes de La Lona, también alquilando terrenos, fueron los vecinos de “El Chilcal”, echados del barrio Candioti Sur cuando se abrió la avenida Leandro Alem a la par de la zona portuaria en 1945. (Dalla Fontana 2002)

FFCC BELGRANO - FB STA FE EN FOTOGRAFIAS - KARINA MOYA

Esos primeros vecinos pobres de la luego Vecinal San Roque, también llegaron deportados domésticamente de la zona de “Monte Chañar”, al extender la avenida Almirante Brown por la costa de la laguna hacia el norte del cruce de las vías del ferrocarril francés a Colastiné, donde en el Tercer Milenio se ubicó el bulevar Muttis.

Lo dicho, además de la mano de obra requerida por el puerto, que fue expulsando a Alto Verde o hacia el oeste de la ciudad a los que podían realizar esos trabajados duros, al valorizarse inmobiliariamente los espacios cercanos los diques portuarios, otra fuente de trabajo era el ferrocarril. En particular, en la zona contigua a La Lona, existió un punto de mucha actividad, predios que continúan para el 2022 en manos del ferrocarril pero ya sin demandar trabajadores, menos de los más rudos por la carga o descarga de rieles, carbón, o durmientes.

Este lugar se ubicaba en la confluencia de las vías de las dos líneas ferroviarias, la del FFCC Francés y del Central Norte, en un espacio sobre calle Dorrego, entre Calcena y Quintana. Miguel Ángel menciona que en ese espacio “Las empresas hacían allí el trasbordo de la carga y descarga de vagón a vagón, de productos transportados y el acopio de granos. Esto permitió que un buen porcentaje de pobladores de La Lona, contara con una importante oferta de trabajo durante todo el año”.

Más cerca, a partir de la década del ’70 y los ’80, la barriada de La Lona profundizó su ocupación y reemplazo de precarias viviendas por nuevas construcciones. Como en otras áreas de la ciudad, la dinámica de ocupación de los espacios fue empujada por la necesidad de clases sociales mejor acomodadas, con mejores ingresos y empleo formal, de ubicarse en las barriadas de la expansión hacia el norte del tejido urbano. Esa oleada llegó a “La Lona”, por lo que el criollaje debió poco a poco emigrar nuevamente, o directamente asentarse más al norte, o más al oeste, como signo de desarrollo no planificado de la ciudad de Garay.

DESALOJO FLIA CALVEIRA - EL LITORAL 19-10-1973
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A modo de ejemplo de la condición social y del esfuerzo de esos vecinos de antaño de la barriada se puede recuperar una nota aislada publicada por el vespertino local en 1973, con el caso de una familia que vivía una orden de desalojo de su casa por una deuda bancaria hipotecaria tomada para mejorar su vivienda. Hasta aquí no sería demasiado llamativa la noticia, pero en la descripción del ocasional cronista se evidencia esa historia de muchos vecinos de “La Lona”.

Decía el artículo que “Una situación de marcada expectativa…” se vivía en la vecindad del barrio, que por ese entonces estaba renombrado como “Melgarejo”, con motivo “…de una resolución judicial que dispone el desalojo de unos habitantes de la finca de calle Güemes 4755”. Y aquí se encuentra esa característica distintiva cuando el medio decía “Allí habita desde hace 20 años Ramón Calveira, changarín de la construcción, su esposa y sus siete hijos cuyas edades van desde el año y medio a los quince”. En los dichos de Ramón, corroborado por sus vecinos solidarios, El Litoral contaba la historia: “En 1952 el Sr. Calveira, que no sabe leer ni escribir, construyó su vivienda pro el plan Eva Perón del Banco Hipotecario Nacional. En 1967, ante la necesidad de efectuar reparaciones ordenadas por un inspector del banco, solicitó un préstamo de $ 50 mil moneda nacional. Recuerda que firmó un papel que se presume sea un boleto de compra-venta con el cual –acotó un vecino– el acreedor escrituró a su nombre en el Banco Hipotecario”.

Al parecer una persona había estafado con esa firma a don Ramón y a partir de ello había iniciado un juicio para quedarse espuriamente con la casa. Los vecinos del barrio, y en especial algunos militantes de la Juventud Peronista que tenían una acción presente en el lugar, prometían interceder para evitar la consumación de la orden judicial, que si bien era legal en sus procedimientos estaba viciada de irregularidades por el ardid de un personaje cuyo nombre y apellido se publicaba, pero que no viene al caso.

Lo cierto es que, frente a este changarín de La Lona, que había levantado con sus manos la casa en la que vivía gracias a un crédito de la época del segundo gobierno peronista en 1952, para 1973 sus vecinos, según el medio vivían la afrenta con un “…estado de crecida indignación y todo hace suponer que el lanzamiento (desalojo) no será tan sencillo y que la intervención de la fuerza pública podría complicar aún más las cosas, aunque todo se haga con mesura y moderación”. (El Litoral 19/10/1973)

No existen posteriores publicaciones de cómo resultó para don Ramón Calveira, su señora y sus siete hijos, la suerte judicial de quedarse o tener que abandonar a la fuerza su casa. Tal vez, como mudo testigo de una de las historias del barrio “La Lona”, de la humildad y fortaleza de lucha de sus vecinos, la casa de calle, con otro frente, y tal vez otros moradores, sigue en pie en Güemes 4755.

Historia de la “La Lona”, Barrio San Roque

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