Del Asilo de Inmigrantes a la Cárcel
La Unidad Penitenciaria N°2 Las Flores se ubica en Avenida Blas Parera 8800. Forma parte de las unidades penitenciarias de la zona centro de la provincia.
La historia del edificio que luego albergó al centro de reclusión comienza a finales del siglo XIX. Hacia 1887 se utilizaba como “lazareto”, es decir, como un sitio para la estadía de las víctimas de enfermedades contagiosas. Se encontraba a unos siete kilómetros del límite de la ciudad, a menos de un kilómetro del Matadero Municipal, de acuerdo con el trabajo de Dalla Fontana “Ciudad Invisible. Piquete Las Flores y sus barrios”.
En ese sentido, la ubicación de este tipo de instituciones, tanto del matadero, como de los hospitales de enfermedades consideradas peligrosas o de enfermedades psiquiátricos, respondía a la premisa de las autoridades de ubicar los sitios “no deseables” o “no acordes” para el centro de la ciudad en las afueras de la misma.
La construcción del lazareto comenzó en la gran epidemia del cólera en 1886, que azotó gran parte del país. En la provincia de Santa Fe esta enfermedad contagiosa tuvo un fuerte impacto en Rosario y en la capital provincial, como así también en las colonias, que debieron solicitar fondos y personal médico al gobierno provincial para afrontar la epidemia. Los inmigrantes eran recluidos en el edificio como una medida de salud pública, ya que uno de los focos importantes de contagio se encontraba en el Puerto de Colastiné y en la ciudad de Santa Fe.
Dalla Fontana recupera en su trabajo un testimonio histórico importante: el informe de Nicolás Lozano, delegado sanitario, sobre la epidemia del cólera. En el documento, dirigido al Intendente de la Ciudad, Lozano sostenía que la ciudad contaba con un cuarto foco de contagio hacia diciembre de 1894: el Asilo de Inmigrantes transformado en Cárcel Pública. Los reclusos habían sido trasladados días antes desde la Aduana Vieja (hoy Palacio Legislativo), que también funcionaba como centro penitenciario.
Puntualmente, desde 1891 el edificio fue utilizado como Hotel de Inmigrantes por los viajantes que llegaban a la ciudad para luego asentarse en las colonias del oeste de la provincia. Este asilo funcionó hasta fines de 1894 y principios de 1895, momento en el cual se transformó en un centro penitenciario público.
De modo que, en la última década del siglo XIX, el ex Asilo de Inmigrantes fue reconfigurado en cárcel pública. Desde un principio, las condiciones del establecimiento no fueron las adecuadas, ya que se reconvirtieron dos salones y dos patios en un centro penitenciario destinado a un número considerable de reclusos. Tal es así que hacia los primeros años del siglo XX el diario Santa Fe titulaba: “En la cárcel pública. Visita periodística. La vida de los presos. Notas de la miseria”. Aún en ese momento, cuando la ciudad crecía de manera progresiva, la ubicación de la cárcel estaba “Apartada por completo del centro de nuestra ciudad (…) Sola, aislada, como si temiera el contacto con los conglomerados urbanos”.
El diario Santa Fe en 1912 explicaba las precarias condiciones del edificio a partir de su origen como asilo de inmigrantes: “Que él [el edificio] no es propio para las funciones a que se le destina, lo abona el hecho de que fue construido para hotel de inmigrantes, sin observarse por ende, ninguna de aquellas necesidades que deben ser imprescindibles en una cárcel”. (Santa Fe, 12/07/1912).
Las mejoras edilicias eran una promesa inconclusa realizada por cada uno de los gobiernos de turno. De hecho, en 1911, el diario Santa Fe comentaba que los dos aspectos fundamentales que debían resolverse eran el ensanche de los pabellones y el establecimiento de talleres para el trabajo de los reclusos. Mientras que la capacidad del edificio era de doscientas cincuenta personas, por el contrario, en 1911 el penal contaba con más de cuatrocientos cincuenta presos. (Santa Fe, 02/08/1911)
Un año después, la situación de aglomeración de la penitenciaría se había profundizado. Los pabellones resultaban insuficientes, lo cual provocaba el hacinamiento de los reclusos: “Los 500 presos con que cuenta el establecimiento se encuentran repartidos en fracciones de 220 en los pabellones 1 y 2, completándose el resto con los asilados en el pabellón 3, que comprende a los menores”.
Por otro lado, la cárcel pública contaba con ocho celdas, que según un testimonio recogido en la nota se utilizaban “casi nunca”. (Santa Fe, 12/07/1912) Sobre el pabellón de menores, hacia 1912 se encontraban treinta y nueve asilados, entre los once y los diecisiete años de edad. (Santa Fe, 25/07/1912)
En 1915 los reclusos ascendían al número de setecientos treinta. A partir del hacinamiento y de las condiciones insalubres en que se encontraba el establecimiento penitenciario, el Superior Tribunal de Justicia exigía al Poder Ejecutivo de la Provincia que tomara las medidas necesarias para la construcción de un edificio acorde, que cumpliera con los mandatos constitucionales sobre la higiene y seguridad de las cárceles. (Santa Fe, 23/04/1915)
Sin embargo, las condiciones precarias continuaban luego de un año de esta presentación. Los detenidos reclamaban por una mayor ración de alimento, pabellones más amplios y más limpios, como así también la construcción de talleres de artes y oficios. (Santa Fe, 17/10/1916)
Hacia diciembre de 1916 la situación en la cárcel pública se agravó a partir del abandono del pabellón de menores, que fueron trasladados a convivir con los presos mayores de edad en los pabellones ya existentes. (Santa Fe, 04/12/1916) Como en anteriores oportunidades, las pésimas condiciones del establecimiento dieron lugar a un informe elevado al Poder Ejecutivo Provincial, esta vez redactado por la Legislatura de la Provincia de Santa Fe. En esa oportunidad, lo más acuciante era la extensión de enfermedades contagiosas en los pabellones y la ausencia de agua potable, producto de la aglomeración y de la falta de condiciones adecuadas de higiene. (Santa Fe, 12/11/1918)
Va de suyo que ante esta situación de hacinamiento las enfermedades infectocontagiosas se propagaban con facilidad en la cárcel pública. De hecho, hacia 1919 se registraba un brote de tuberculosis, con veinte enfermos recluidos en el establecimiento. (Santa Fe, 20/03/1919)
En 1923 el diario Santa Fe comentaba: “Un asilado de edad de 23 años, llamado Marcelino Chamorro, ha muerto el pasado día 23, de la manera más horrible. Este asilado estaba tuberculoso. Y había adquirido la enfermedad por la falta de alimentos. Como enfermo de extrema gravedad se hallaba alojado en la enfermería de la cárcel, en medio de 12 o 16 enfermos más.” (Santa Fe, 26/08/1923)
Aunque limitados, algunos destellos de esperanza florecían cada cierto tiempo en la cárcel. Tal es así que, en los primeros años de la década de 1920 comenzó a funcionar en el establecimiento una escuela destinada a los reclusos que cumplían condena. Asistían sesenta alumnos y se buscaba ampliar la matrícula año a año. (Santa Fe, 03/03/1921)
Durante los años veinte el Director del establecimiento penitenciario, Vicente Pinasco, llevó adelante una serie de reformas destinadas a contrarrestar las insuficiencias crónicas en materia edilicia e higiénica. La iniciativa consistía en la asistencia de los reclusos a talleres de oficio y a la escuela primaria penitenciaria. Los talleres iban desde la panificación hasta la herrería y la talabartería. Sin embargo, hacia 1923 un nuevo problema azotó a la cárcel pública de Santa Fe: dos presos murieron por ingesta de carnes en estado de putrefacción y una serie de reclamos por parte de los reclusos ante el maltrato policial y castigos desmedidos. (El Litoral, 28/04/2021)
La cárcel pública se componía de cuatro galpones que funcionaban como pabellones hacia los años veinte. Contaba con una dirección modesta, una panadería, un pabellón de “distinguidos” (en la que convivían los presos acomodados, aunque en condiciones edilicias deplorables), una enfermería, un taller de artefactos en piedra, una huerta y una escuela. (Santa Fe, 12/10/1926)
“La voz de los presos debe ser oída”, comenzaba la carta firmada por veinte reclusos y dirigida al director del diario El Orden en agosto de 1928. Si bien este tipo de correspondencia estaba en contra de las reglas del establecimiento penitenciario, el documento solicitaba su publicación en las columnas del vespertino, con el fin de enumerar una serie de dificultades ya conocidas en la cárcel pública: falta de higiene, falta de agua potable, mala y escasa alimentación. (El Orden, 06/09/1928)
Pese a las sucesivas denuncias y reclamos ante las condiciones deplorables de la cárcel pública, no sólo por parte de las autoridades estatales sino también de los propios reclusos, las mejoras edilicias se hicieron esperar. Si bien hacia fines de los años treinta fue inaugurada la Cárcel de Coronda, lo cual significó cierto alivio para las instalaciones insuficientes de la Cárcel de Las Flores, los problemas continuaron para el establecimiento penitenciario del oeste de la capital santafesina. Recién hacia fines de los años sesenta se concretó la construcción de un pabellón a doscientos metros del establecimiento, destinado al asilo de más de setenta internados. (El Litoral, 01/07/1969)
La nueva cárcel de Las Flores fue inaugurada el 1° de febrero de 1979. Los antiguos pabellones fueron conservados, allí se trasladaron los talleres de oficios y la escuela penitenciaria. El viejo sector y los nuevos pabellones se comunicaban por un camino de acceso. (El Litoral, 26/01/1979) El edificio inaugurado contaba con cuatro pabellones, con una capacidad total de ochocientos internos, en celdas individuales. Se construyeron además salas de enfermería, de primeros auxilios y sala de internados, instalaciones deportivas y recreativas. (El Litoral, 01/02/1979)
La Cárcel de Las Flores, unidad penitenciar número dos de la provincia, tuvo otras ampliaciones y obras, las últimas mejoras comprendieron otra alcaldía y nuevas celdas y dependencias para inicio de la década del 2020. Por otro lado, el predio destinado a la seguridad contigua al penal, más allá de los pabellones, los patios internos y las alambradas principales, tuvo un destino para otros edificios relacionados al Servicio Penitenciario Provincial, como por ejemplo el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil (CERPJ) de Santa Fe, con dos pabellones ubicados en el predio de Las Flores, o el cuartel de bomberos zapadores zona norte de la ciudad, hasta la sección de canes de la policía provincial, en la parte noroeste del lugar. Por el lado del sur, un sector de ampliación de detención se construyó sobre el límite con calle Beruti.
Para el Barrio Estanislao López la presencia del penal de Las Flores ha sido por un lado una fuente de trabajo para varios vecinos que se asentaron en las cercanías de la cárcel. Por otro lado, puso un muro / alambrado en todo su perímetro desde la parte este de la barriada hasta el límite oeste, donde las casas conviven linderas con las celdas cercanas, los reclusos y la vida carcelaria.
