Fortín Brigadier Estanislao López
El nombre del barrio donde se asentó el matadero no tiene que ver ni con esa actividad, ni con la recordada “Gran China”, y su rancho cerca de la faena diaria. Tampoco tiene que ver con el antiguo piquete de milicias para defender a la ciudad que pernoctaba por la zona y que le dio nombre a la Colonia Piquete en 1860. Tampoco el nombre que recuerda al santafesino Patriarca de la Federación tiene que ver con la cárcel pública, o el parque Juan B. Justo que fue vivero estatal, menos con la estación ferroviara cercana en su límite oeste llamada Las Flores.
El Barrio Estanislao López adquiere su denominación en recuerdo al Brigadier, pero puntualmente, a la presencia desde mediados de la década de 1950 de la Asociación Tradicionalista Fortín Brigadier Estanislao López. Ubicado en la parte oeste del antiguo predio del Parque Juan B. Justo tiene su ingreso por Gorriti 5787, tranquera de la tradición que cuenta a la par con un mangrullo alegórico a los antiguos fortines federales santafesinos.
El centro tradicionalista fue fundado el 10 de octubre de 1956 y logró su personería jurídica en el año 1958. Según recuerdan sus miembros, por aquellos años un grupo de hombres y mujeres, conocedores de los valores tradicionalistas empezaron a reunirse y a organizarse para recaudar fondos y así poder crear una Asociación Tradicionalista.
Desde sus comienzos Fortín Brigadier Estanislao López participó en “cientos de desfiles, actos conmemorativos, fiestas tradicionalistas; nunca dejó de faltar a los grandes acontecimientos patrios y sus festividades”, como lo refiere la institución en su blog. Su sede social, “construida a pulmón con recursos generados por el mismo fortín”, cuenta con un museo nacional gaucho, un gran salón de fiestas, un quincho y asadores para cumplir con las comidas relacionadas a la cultura nacional.
Respecto al espacio de la memoria gaucha, que se encuentra en la sede social, el centro tradicionalista lo nombró como el “Museo Provincial y Nacional Don Francisco A. Candioti”, o más simplemente conocido como “Museo Gaucho”, y que forma parte de la Dirección de Patrimonios y Museos perteneciente a la Secretaria de Cultura de La Nación.
Este ámbito convocante de actividades y de visitas de delegaciones escolares, “Guarda en su interior la memoria de nuestro quehacer fortinero y también de nuestra memoria campera santafecina. Gracias al esfuerzo de varias generaciones de hombres que nos acompañan y otros lamentablemente ya no pueden hacerlo, hemos recuperado para el museo infinidad de valiosos objetos del pasado reciente de nuestra provincia, acondicionando, reparando y limpiando en una titánica tarea”. (Extraído de página web de la institución). Los elementos del museo se encuentran en exhibición permanente.
Integrado a la vida del barrio al que finalmente le dio nombre, el Centro Tradicionalista, o más popularmente como el Fortín Brigadier López, fue una de las entidades protagonistas en la solicitud y logro de progresos para el vecindario.
La actividad cultural desarrollada por el Fortín tiene a lo largo de su historia distintas instancias. Desde la conformación y liderazgo de la Federación Gaucha Santafesina hasta las permanente peñas realizadas en su salón que homenajea en el nombre de su escenario a uno de los periodistas y difusores más importantes de los medios santafesinos: Pedro Oscar Roteta, que con su “Campamento Litoral” en LT 10 supo dar cabida a los hacedores de la cultura regional de Santa Fe
Otra de las actividades tradicionales del Fortín es la participación en desfiles gauchos, no solo en la ciudad de Santa Fe sino además en otras latitudes de la bota santafesina. Asimismo, el ballet del centro, con sus distintas presentaciones, es motivo de orgullo para esta entidad que hace realidad desde 1950 el sentir provinciano de los santafesinos.
Justamente, uno de los hechos que lo vincula con la historia de Santa Fe es la recuperación y traslado a la ciudad capital de la antigua campana del cabildo, tomada como botín de guerra por las tropas unitarias invasoras al mando de Díaz Vélez.
Recuerda el sitio web “Para Conocernos” de Luis Mino sobre la campana histórica que “La campana del Cabildo de Santa Fe fue llevada por el Gral. Eustaquio Díaz Vélez, en nombre del Directorio porteño como prenda de saqueo de la ciudad en 1816, despojándole también de todo objeto de valor(…)
Algunos historiadores sostienen que fue forjada en las misiones jesuitas en 1773, y tras la expulsión de los religiosos de estas tierras pasó a ser propiedad del Cabildo. Pero luego del saqueo en 1816, estuvo en la Iglesia de La Ensenada hasta 1886, pasando al cuidado del párroco Roque Carranza. El sacerdote la dona al Museo de Luján en 1930, donde permaneció hasta ser restituida a la provincia de Santa Fe”. (www.paraconocernos.com.ar)
El acontecimiento histórico de su repatriación hacia la capital de la “Provincia Invencible de Santa Fe”, como la denominó por imperio de sus victorias bélicas y políticas Estanislao López, fue cuando paisanos miembros del Fortín Brigadier López la trajeron desde Luján, provincia de Buenos Aires, hasta la Casa Gris, de a caballo.
Fue en el año 1983 cuando por iniciativa del Fortín, y con el apoyo del gobierno provincial de ese momento, en el marco del bicentenario del nacimiento del brigadier Estanislao López, se organizó el traslado de la campana. Para restituir la pieza histórica se movilizó un conjunto de jinetes del Fortín, con el apoyo de la Federación Gaucha de la Provincia, cabalgaron durante nueve días para traer la campana, que fue recibida en un acto realizado por la gobernación, con la presencia de autoridades provinciales, alumnos de distintas escuelas y personas provenientes de distintas localidades. A partir de entonces, la campana “quedó depositada, protegida por cristales, en el centro del amplio descanso de la escalera principal de la Casa Gris”.
Como corolario del sentir santafesino, que anida en el Fortín Brigadier Estanislao López, se puede recordar que el bisnieto del Patriarca de la Federación, Don Alberto López Pianello, festejó sus últimos cumpleaños, más allá de un siglo de vida, en las instalaciones de la entidad, como muestra de que Santa Fe está presente no sólo en la historia sino en las tradiciones y vivencias cotidianas de los herederos “blandengues” de Estanislao López.
Estanislao López: entre la memoria oficial y el olvido ciudadano
Brigadier general Estanislao López. En vida tuvo altos niveles de popularidad, llegó a ser uno de los tres líderes principales de la Confederación Argentina y el caudillo que con mayor claridad pensó la República en su época.
Alejandro A. Damianovich
El próximo 23 de julio se cumplirá el bicentenario del ascenso de Estanislao López al gobierno del Estado autónomo de Santa Fe y unos días antes, el 15 de junio, el 180º aniversario de su fallecimiento. Desde diversos sectores oficiales y privados nos estamos preparando para conmemorar estas fechas y la ocasión parece inmejorable para fomentar la difusión, el estudio y el debate de su figura, tan relevante en su tiempo y, sin embargo, desdibujada en la actualidad, en un contexto cultural de indiferencia hacia la historia y el pasado, aun cuando desde ciertos espacios se alerte con razón sobre los riesgos del olvido.
En la ciudad de Santa Fe existe un magnífico monumento ecuestre de Estanislao López, muy próximo al Puente Colgante, y se guardan sus cenizas en el Convento de San Francisco. Aunque afronta en estos días el riesgo de su colapso, su casa se ha conservado hasta ahora en una importante esquina del sur de la ciudad y en el Museo Histórico Provincial, que lleva su nombre, se muestran objetos que fueron de su propiedad, junto a retratos y documentos. La autopista Santa Fe-Rosario y una avenida en nuestra ciudad llevan su nombre, al igual que el estadio de Colón, la emisora radial LT 9, varios restaurantes, un premio empresarial, establecimientos educativos y un “Fortín” tradicionalista, entre otras referencias que incluyen a la bandera provincial, por él creada, que se utiliza en todos los edificios y actos públicos.
Sin embargo, y contra lo que podría suponerse, la figura de López no es suficientemente conocida y su dimensión nacional directamente ignorada. Encuestas dirigidas a los más jóvenes indican que no saben quién fue. Si Sarmiento se hubiera fijado en López antes que en Facundo y hubiera escrito un libro llamado “López. Civilización o Barbarie”, seguramente que nuestro caudillo sería más famoso que el “Tigre de los Llanos”, que ha merecido hasta algunas consagradas líneas de Borges. Pero Sarmiento era cuyano y la figura de Quiroga le produjo un escozor más próximo que el que podía inspirarle el gobernador litoralense, a quien sólo favoreció con el tratamiento de “gaucho bruto”, como lo definió ante su biógrafo Ramón J. Lassaga en el transcurso de los funerales de Simón de Iriondo. Un simple calificativo de “gaucho bruto” no es suficiente espaldarazo para pasar a la historia grande, aunque provenga de Sarmiento. Las escuetas biografías atribuidas a Pedro De Angelis, publicadas en Buenos Aires en 1830 por encargo de Rosas, no tuvieron ningún impacto en la memoria de las generaciones futuras, y es hoy una rareza bibliográfica.
No existe una biografía moderna de Estanislao López que pudiera considerarse un suceso editorial. En Buenos Aires sólo se publicaron las de José Luis Busaniche (Eudeba, 1970, pero escrita en 1927) y la de Jorge Newton (Plus Ultra, 1964). Los buenos libros de Lassaga o Gianello no trascendieron la ciudad, pero todos, aquellos y éstos, sólo se encuentran hoy hurgando en las bibliotecas. Las “Aleluyas del Brigadier” de Mateo Booz corren igual suerte.
No hay un libro sobre López que uno pueda comprar en cualquier librería. Quizá la cumbre editorial alcanzada por López estuvo dada por el libro de Enrique Barba sobre la “Correspondencia entre Rosas, Quiroga y López” (Hachette, 1975). Pero claro, está muy bien acompañado, aunque figure en último lugar.
Los esfuerzos oficiales por rescatar la figura de López, entre ellos los del Archivo General de la Provincia que editó tres tomos con sus documentos entre 1976 y 1992, y los que desde 1938 impulsa la Junta Provincial de Estudios Históricos, no llegan al gran público. Los actos anuales de homenaje cuentan cada vez con menos concurrencia. En la escuela los maestros no encuentran muchos espacios en la currícula para referirse a López y en la secundaria unos pocos profesores buscan en vano, en manuales, referencias sustantivas sobre el caudillo argentino, para desarrollar unos programas que no aluden a la historia regional.
La hermosa cantata de Orlando Vera Cruz, o al menos algún fragmento, no ha logrado la misma difusión de sus otros temas, y la vieja zamba “La brigadiera” de Walter Albornoz y Patricio Quirno Costa, tuvo un corto brillo en los 70, cuando la cantaba Roberto Rimoldi Fraga.
Los esfuerzos de documentalistas y cineastas, como Mauricio Minotti o Jorge Álvarez, por registrar en sus trabajos la historia santafesina, nos permiten, por lo menos, descubrir en el zapping diario que, de tanto en tanto, está López en el canal Encuentro o en el Canal Familiar.
¿Habrá que recurrir a Wikipedia, y conformarnos con la más que escueta biografía de López que obtenemos con un clic del mouse? Bromas aparte, el Google y la Web en general pueden venir a salvar ciertas memorias perdidas en los armarios de las bibliotecas. Lo malo es que los chicos (y no tan chicos) suelen buscar respuestas rápidas y poco reflexivas a sus compromisos escolares, recurriendo al mecanismo de copiado y pegado.
Quizá no podamos devolverle a López, en estos días conmemorativos de su trayectoria, los niveles de popularidad que tuvo en vida, cuando llegó a ser uno de los tres líderes principales de la Confederación Argentina y el caudillo que con mayor claridad pensó la República en su época. Pero su recuerdo, desdibujado en la memoria colectiva, puede cobrar nuevos perfiles y generar nuevos debates a la luz de las preocupaciones de hoy. Después de todo, sus batallas y sus desvelos tienen una sonoridad familiar en nuestra hora, cuando seguimos reclamando por un federalismo en serio y una república verdadera.
Si Sarmiento se hubiera fijado en López antes que en Facundo y hubiera escrito un libro llamado “López. Civilización o Barbarie”, seguramente que nuestro caudillo sería más famoso que el “Tigre de los Llanos”.
DIARIO EL LITORAL 18/4/2018
«LOS FORTINEROS»
El 8 de noviembre de 1957, nacen a la consideración del público de la ciudad de Santa Fe, «Los Fortineros». El nombre se origina por pertenecer los integrantes a un centro tradicionalista existente en Santa Fe, denominado «Fortín Brigadier Estanislao López».
Desde entonces, han pasado por sus filas diversos integrantes, aportando su calidad humana y artística que fue conformando la imagen de lo que hoy significan «Los Fortineros», a través de su paso por emisoras radiales, televisivas, de festivales y casi todos los escenarios del litoral argentino, quedando enraizado desde el comienzo hasta el presente Andrés Segundo Luna pilar fundamental del conjunto, que a su vez es requinto y glosista del mismo.
Pero a partir de 1967, se integran al conjunto, Miguel Angel Altamirano (1ª voz y guitarra de acompañamiento), Luis Ricardo Klumpp (2ª voz y guitarra de acompañamiento) y Silvio José Tula (3ª voz y primera guitarra), quienes tratando de ubicarse dentro del panorama actual, le dieron al grupo el espectro amplio que exige el avance del tiempo dentro de la música y el canto.
Por eso es que de acuerdo a este criterio, resolvieron incluír dentro del repertorio temas de la música de América, considerando que son pueblos que hablan un mismo idioma, que están en un mismo continente y que fundamentalmente son hermanos a través de la historia.
La agrupación nació en 1957, en el Fortín Brigadier Estanislao López que estaba en Gorriti y Blas Parera, donde se hacían guitarreadas.
También se hacían fogones a pies del monumento al Brigadier de la Costanera, donde se «velaba la noche» con folclore.
En ese contexto nació el grupo Los Fortineros, con Andrés Segundo Luna, Leonardo Manielli, Domingo Rafaelli, Reinaldo Fernández y José Teodoro Giménez. De allí a su disolución, la agrupación albergó a más de veinticinco voces.
Vallone ingresó a la formación a mediados de los ’60, tocó con Andrés Segundo Luna, Ricardo Klumpp, Silvio Tula y Miguel Altamirano, y debió abandonarla años antes de su disolución. Recuerda que «Luna era el alma del grupo. Le llamábamos cariñosamente «el viejo», porque supo guiarnos con disciplina y conciencia de profesionalidad. Todos sentíamos al grupo como una familia».
A pesar del recambio de integrantes, la agrupación se mantuvo más de dos décadas en pie y, según Vallone, «Con el mismo espíritu. La última formación fue la de Luna, René Goyenechea, Claudio Rodríguez y Silvio Tula. El fin comenzó cuando falleció Silvio y enfermó «el viejo», porque él era el alma máter de Los Fortineros».
Otros integrantes de su historia fueron José T. Giménez, Goyo Velásquez, Alberto Méndez, Omar Chervet, Pelusa Pérez, etc. Editaron dos álbumes. El primero, hecho en 1979, fue grabado en el sello de Marrone, con temas de autores santafesinos, como Miguel Ángel Morelli y Juan Carlos Durán. El segundo, en 1991, en formato cassette, incluía una recopilación de temas de autores varios.
El festejo de los 25 años del grupo, en 1983, se hizo con una Plaza del Soldado colmada con más de 10.000 personas. Extractado de El Litoral – (17/11/2006)
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