Barrio Santa Rosa de Lima – Monseñor Zazpe

Monseñor Vicente Zazpe en Santa Rosa de Lima

“Cuando las Fuerzas Armadas presentaron el documento final sobre lo actuado por la dictadura, en el que se pretendía que no había más información que dar, que había habido una guerra sucia y que por lo tanto cualquier exceso era comprensible, Zazpe sentenció públicamente: «Es insólita la calificación de «actos de servicio» para la tortura, el secuestro impune, la muerte clandestina, la detención sin proceso, la entrega de niños a desconocidos y el latrocinio descarado de los hogares»”.

(Olga Wornat – ​“Nuestra santa madre: Historia pública y privada de la Iglesia Católica Argentina”)

Bastante tiempo después del fallecimiento de Vicente Zazpe la calle Buenos Aires cambió su nombre en toda su extensión. Así, desde el centro colonial se adentró hacia el oeste hasta llegar al barrio Santa Rosa de Lima la calle Monseñor Zazpe, tal como lo hizo en su acción pastoral como obispo de la diócesis de Santa Fe Vicente Faustino, en respaldo y defensa, hasta donde pudo, del Padre Atilio Espinosa, y de Osvaldo Catena.

Pero como una encrucijada que en Santa Rosa de Lima siembra memoria, la Escuela N° 1298, con su nombre, está en la calle que lo rememora, en el número 4491, al fondo, donde solo queda más allá algunas pocas casas humildes, unos ranchos y el reservorio para que el centro no se inunde.

Zazpe era porteño, pero su recuerdo se siente tan santafesino, como el Barrio Santa Rosa de Lima.

Zazpe, el obispo que habló cuando otros callaban

Revista Criterio | Autor: Sivak, Pedro

Excepcional inteligencia, compromiso radical con la sociedad y denuncia de las injusticias en los años más difíciles de la argentina convierten al arzobispo Vicente Zazpe (1920-1984) en una figura ineludible a la hora de desentrañar la historia de la iglesia en nuestro país. La Iglesia no pudo soslayar la grave crisis que vivió la Argentina en la década del setenta y de sus integrantes se involucraron en los dos bandos y algunos cometieron o avalaron toda clase de tropelías. Pero si ciertos hombres son todavía cuestionados, también hubo otros –como el arzobispo Vicente Zazpe– que se desgastaron física y psíquicamente en su acción destinada a hacer prevalecer los principios evangélicos en un período de gran confusión de ideas. Zazpe murió a los 65 años, abandonado por muchos miembros del episcopado, por algunos de sus hombres más cercanos y víctima de la persecución ejercida desde distintos sectores de las Fuerzas Armadas que no aceptaban sus fundadas críticas.

El arzobispo de Santa Fe inició un nuevo estilo en el magisterio episcopal que se tradujo especialmente en un profundo análisis teológico pastoral del país, a partir de sus charlas radiales dominicales, que por su brillantez eran retransmitidas o publicadas por diversos medios. Fue un pastor que abordó todos los problemas que afligían a la Argentina por aquellos años: la violencia, la inmoralidad, los atropellos, el aborto, el homicidio, el adulterio, el robo, los negocios y los negociados, el soborno, la coima. Marcó un estilo que fue continuado por varios obispos que actualmente redactan reflexiones dominicales que publica la Agencia Informativa Católica Argentina.

Analista sin fisuras

Zazpe fue nombrado arzobispo de Santa Fe en 1969 y, al año siguiente, los obispos argentinos eligieron como presidente de la Conferencia al arzobispo de Paraná, Adolfo Servando Tortolo, hombre de fuertes convicciones conservadoras y con fluidas relaciones con altos jefes militares. Tortolo era el vicario castrense y fue reelecto tres años más tarde. Debía existir una marcada confusión de ideas entre los obispos, porque después de reelegira Tortolo en 1973, designaron a Zazpe como vicepresidente. Pese a ser vecinos, río Paraná de por medio, Tortolo y Zazpe representaban dos línea antagónicas. Y Tortolo no tuvo inconvenientes en ponerlo de manifiesto.

A principios de 1970, al evaluar la situación del país, Zazpe expresó: “Es indudable que sólo un grupo de las Fuerzas Armadas juega un papel decisivo en el proceso. Por otra parte, la presencia demasiado generalizada de oficiales en retiro o en actividad en organismos de poder –públicos y privados– proyecta una imagen que para bien de las Fuerzas Armadas debe corregirse”.

La clara crítica del arzobispo santafesino se transmitía por tres radioemisoras, pero la censura gubernamental impidió que se emitiera por la radio estatal y la emisora comercial optó por la autocensura; sólo la radio universitaria emitió el mensaje. “Tengo la impresión de que hemos entrado, por la violencia y el terrorismo, en un clima de guerra civil incipiente”, dijo entonces. Tortolo convocó a una conferencia de prensa y expresó que “el mensaje de monseñor Zazpe era para la Iglesia de su jurisdicción ya que cada obispo constituye una especie de monarca en su diócesis. Para que la palabra episcopal vaya dirigida a toda la Nación debe provenir de la Conferencia Episcopal Argentina”.

Promotor del laicado

Nacido en 1920 e hijo único, Vicente Zazpe estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y luego en la Facultad de Medicina, hasta el tercer año de la carrera. En 1942 ingresó al Seminario de Villa Devoto. Ordenado sacerdote en 1948, tuvo como maestro a Rodolfo Carboni, párroco de Santa Rosa de Lima, en el marco de todo un grupo de sacerdotes que llegaron al episcopado (Luis Tomé, Juan José Iriarte, Carlos Ponce de León, Arnaldo Canale y José Manuel Lorenzo entre ellos).

En Santa Rosa, Zazpe fue un entusiasta animador de la Acción Católica y tenía un contacto fluido con los jóvenes. Dictaba charlas y predicaba ejercicios espirituales, pero se lo conocía especialmente por ser un gran confesor y director espiritual. El primer confesionario de la izquierda siempre se encontraba repleto de jóvenes que buscaban la pa- labra del sacerdote.

 Después de haber sido párroco de Nuestra Señora de Lourdes y Luján Porteño, en 1961 fue designado primer obispo de Rafaela, y se dedicó a recorrer la “pampa gringa” poblada de descendientes de italianos, a alentar las asociaciones de laicos y a realizar una intensa actividad apostólica. Zazpedio suma importancia a la promoción del laicado: consideraba que por tratarse del cuerpo más numeroso dentro de la Iglesia debía tener un papel protagónico, tan importante como el de los ministros consagrados. Y a pesar de su intensa actividad no dejaba de leer, estudiar y preparar sus homilías y sus documentos pastorales.

Por su capacidad intelectual, su redacción precisa y clara, el joven obispo tuvo una actuación destacada en la delegación argentina que participó del Concilio Vaticano II. Y los obispos lo designaron luego para que representara a la Iglesia argentina en los Sínodos episcopales de 1971 y 1974, celebrados en Roma. También fue elegido para partici- par en las asambleas del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) que se realizaron en 1968 en Medellín, Colombia, y en 1979, en Puebla, México.

Pero mucho más significativo fue que Pablo VI lo designara como delegado personal en La Rioja en el entredicho que había surgido entre el obispo Enrique Angelelli y trece feligreses pertenecientes a la aristocracia de esa provincia. Zazpe la pasó mal. En el templo de Anillaco, las trece personas en cuestión manifestaron que “habiendo fracasado nuestro intento damos por finalizado el diálogo y hacemos abandono del atrio del templo de Anillaco, capital de la fe. El pueblo ahora decide”. El clima se tornó violento y hubo agresiones, y Zazpe decidió concluir la visita, sin dejar de repetir en distintas ocasiones que “Angelelli no es comunista ni marxista, sino un obispo en total comunión con el Papa”.

Cuando el 4 de agosto de ese año apareció en la ruta el cuerpo sin vida de Angelelli, Zazpe presidió la misa de despedida, que fue concelebrada por nueve obispos y 70 sacerdotes. Más de 6 mil personas despidieron sus restos.

Hombre de confianza de Pablo VI

El papa Pablo VI guardaba una particular estima por Vicente Zazpe, y fue así que en enero de 1976 lo eligió para predicar ejercicios espirituales en Cuba. El primer encuentro fue en La Habana, dirigido a los obispos de ese país y a los sacerdotes; el segundo, a las religiosas y los seminaristas del Seminario San Carlos.

En agosto de 1976, Zazpe fue invitado por el obispo de Riobamba, Leónidas Proaño, a un Encuentro de Pastoral Indígena en Ecuador, donde participaban obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de América latina y los Estados Unidos. La dictadura que gobernaba entonces ese país suspendió el encuentro, calificándolo de subversivo, y los obispos fueron acusados de planificar la caída de los gobiernos dictatoriales de la región. Fueron detenidas 55 personas, de las cuales 17 eran obispos. Se los acusó de marxistas y de participar en una supuesta conspiración política. Cuando los detenidos solicitaron la asistencia de los embajadoresy autoridades eclesiásticas, el pedido fue denegado.A las 2.30 de la mañana, indignado, el nuncio Jacobilogró que fueran liberados.

A su regreso, Zazpe recibió una nota del presidente del episcopado, cardenal Raúl Primatesta, expresándole su fraternal adhesión. Pero confidentes de Zazpe dijeron que se había sentido triste por la indiferencia que notó en el episcopado. El padre Domingo Bresci comentó: “Lo vi profundamente dolorido, fastidiado y enojado por el vacío que le habían hecho”.

Gestión pastoral en Santa Fe

Durante los 15 años de su trabajo pastoral revirtió el panorama vocacional: fue uno de los primeros obispos argentinos en ordenar diáconos permanentes. A poco de asumir como arzobispo abrió la Escuela de Sagrados Ministerios San Esteban y el 6 de octubre de 1977 ordenó a los tres primeros hombres casados.

En su mensaje dominical del 8 de junio de 1980, criticó la hipocresía de los grupos dominantes: “Admiten que el evangelio tenga que ver con el aborto, el homicidio, el adulterio y el robo clásico, pero rechazan su intromisión en el consultorio, la empresa, el estudio profesional, los planes económicos, los cargos públicos, los negocios y los negociados, el soborno, la coima, los impuestos, las declaraciones juradas, el ejercicio de la justicia, el desempleo, los honorarios, el alza de precios y hasta la velocidad en la ruta”.

Estas críticas le valieron severos cuestionamientos. Sus permanentes visitas a las cárceles, sus pedidos por los desaparecidos y sus sugerencias en el seno de la Conferencia Episcopal para que rompiera su connivencia con la dictadura hacían de Zazpe un hombre peligroso para el pacto de silencio que comenzaba a construirse como preámbulo de la transición democrática. Pero él no callaba: “A algunos sectores les molesta que la Iglesia reciba y escuche a los obreros, a los familiares de los desaparecidos y de los detenidos sin proceso o con procesos eternizados, a los jubilados y a los pensionados”.

El 15 de agosto de 1982 Zazpe fue víctima de un accidente en San Carlos Centro, que sin embargo el ex gobernador de Santa Fe, José María Vernet, señaló como un atentado: “Un choque de un camión de atrás, dicen. Pero hay muchas sospechas. Fue un golpe muy violento”.

Rechazo a un documento

En mayo de 1983, la Junta Militar dio a conocer un documento final sobre la lucha antisubversiva, dando por muertos a los desaparecidos.

Zazpe definió como insólita la calificación que hizo el documento militar de actos de servicio “para la tortura, el secuestro impune, la muerte clandestina, la detención sin proceso, la entrega de niños a desconocidos y el latrocinio descarado de los hogares por fuerzas parapoliciales y paramilitares”. Se preguntó si se podía hablar de excesos, como definió el documento militar, “cuando todo el proceso antisubversivo respondió a una premeditada planificación”. “¿Se puede afirmar que no se dispone de más información cuando los servicios de inteligencia controlan rigurosamente a personas, grupos, instituciones y teléfonos?”, sentenció.

Ese mismo año renunció a su cargo en la Conferencia Episcopal, luego de exigir una actitud más firme contra el gobierno militar, señala Emilio Mignone en su libro Iglesia y dictadura. Zazpe comenzaba a sentirse solo en el seno de la cúpula y en el interior de su Iglesia arquidiocesana. Había soportado las amenazas de la Gendarmería provincial, de la Armada y de la Triple A, pero no pudo superarla presión y la conjura de aislamiento que se gestó desde el seno del arzobispado santafesino. Le confió al padre Elvio Mautino: “No puedo más, me siento muy solo porque me están haciendo una especie de aislamiento y, además, lo que más me duele es que provenga de mi primer colaborador”.

El 24 de enero de 1984, en el Centro de Investigaciones Neurológicas y Psiquiátricas de Santa Fe, a las 10.30, Zazpe murió víctima de una hemorragia cerebral. El padre Idelso Re dijo entonces: “Cuando muchos callaban… él habló. Cuando la ‘prudencia’ aconsejaba el silencio, él dijo siempre la palabra orientadora e interpelante. Cuando llegó el tiempo en que todos se animaron a hablar, porque no era ya riesgoso hacerlo… él calló. Fue el 24 de enero de 1984”. En la ceremonia de su sepelio, el cardenal Primatesta expresó: “No le fueron ahorradas las persecuciones, tampoco la cárcel y, lo que es más doloroso, la incomprensión de los hermanos”.

Durante la gestión de su sucesor, la Iglesia santafesina hizo silencio sobre Zazpe. Pero las instituciones le tributaron numerosos homenajes, colocando su nombre a un barrio y a establecimientos educativos. Su sucesor, Edgardo Storni, renunció en 2002, después de un escándalo que lo envolvió en acusaciones de abusos sexuales por los que finalmente fue condenado en 2009. Con la llegada de José María Arancedo –actual presidente del episcopado– la memoria de Zazpe fue rehabilitada y ya se editaron tres tomos con sus mensajes dominicales radiofónicos, que hasta ese momento sólo circulaban fotocopiados.

Publicación impresa | Año: 2012 | Número: 2380

https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2012/04/02/zazpe-el-obispo-que-hablo-cuando-otros-callaban/

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