Héctor Bonetti – “Sintonía de Barrio” – 2015

Campo de descanso (cementerio) o de retiro espiritual de LA ORDEN DE LOS JESUITAS SANTA FE, ARGENTINA. Voy intentar hacer un relato, historia, crónica (si querés), de éste lugar que para los que vivimos en la zona norte de la ciudad tiene gratos recuerdos. Con la ayuda de mi mala memoria y con algunos datos aportados gentilmente por nuestro amigos/as del face.

Ahí vamos: El campo de los jesuitas está ubicado en el extremo noroeste de la ciudad limitaba por lo menos hasta hace unos 30 años, al sur con Callejón Gorritti, al este con el Camino Viejo a Esperanza, al norte las vías del ferrocarril Belgrano y al oeste con los bañados del Río Salado. Allí en algún tiempo venían hacer sus retiros espirituales, reuniones, campamentos los curas de la Orden jesuítica, como así también los estudiantes de la escuela Inmaculada. Incluso en la actualidad en la zona algunos terrenos figuran a nombre del COLEGIO INMACULADA.

En la parcela del terreno mencionada se erigía en el fondo un caserón antiguo (lo que ilustran las fotos, con los techos desmantelados), que era habitado por el casero o cuidador (un gallego traído de Galicia con su flia amigo de Don Benito Perez, creo) cuyo nombre no sé. En el caserío había varias habitaciones amplias en forma de pabellones, una ermita para oficiar misa supongo. El campo contaba con dos ingresos, el principal por el camino Viejo a Esperanza de corte ceremonial un portón de rejas negras con casi 2 metros y medio de alto con terminación en puntas filosas cerrado con un candado de la época de Cristóbal Colón que te daba miedo de sólo verlo, al ingresar por ése portón había una hilera de eucaliptus que aún hoy algunos resisten el embate del tiempo que terminaban en el río. También había pinos, álamos y una variedad enorme de rosas y frutales.

El otro ingreso (más sencillo) estaba en el extremo noreste más precisamente en la bifurcada que formaba el camino Viejo a Esperanza con las vías del ferrocarril Belgrano (allí a 200 metros al este existía una vieja estación de ferrocarril donde algunas veces se podía ver a los «catangos» y «las zorras» trabajando en el mantenimiento de las vías), era una gran tranquera de dos partes construidas con maderas duras y alambres tipos «San Martín» del grueso. Por allí generalmente entrabamos los grupos de contingentes de chicos/as de las escuelas de la zona Ceferino Namúncura, y la pública Nº 1109 “Hipólito Yrigoyén” los días 21 de septiembre de cada año para celebrar el día de la primera con picnic incluido.

Allí disfrutábamos de ése maravilloso espacio verde que además contaba con juegos para niños, hamacas gigantes, subibajas, 2 toboganes enormes y una piscina tipo de competición que muy pocos privilegiados podían utilizar. Hacia el sector pegado a las vías del ferrocarril solía verse los sembradíos de trigo, sorgo y maíz según correspondía a la época del año. Seguro que los que llegaron a esta parte de la lectura podrán aportar más datos que seguramente se me escapan. También en éste paradisíaco lugar podríamos decir que se gestaron grandes historias de amor, de encuentros, de amoríos, de catacumbas, de misterios, de miedo, de terror y de pasión. (todo aporte es bienvenido!!!) y con final abierto.