Barrio Plaza España

Plaza veneciana

En la historia de la ciudad de Santa Fe las crecidas del río Paraná han dado por contrapartida anegamientos para la zona de la costa y el propio casco urbano. Flanqueada en tres de sus cuatro puntos cardinales por agua, lo que protegía al poblado de incursiones por tierra era su condena cuando el río se desbordaba. Así, surge como la crecida más importante del siglo pasado la acontecida a mediados de 1905, con una marca de 7,83 metros de altura en el entonces hidrómetro local. Esa crecida, además de posponer las obras en marcha del nuevo puerto de ultramar, afectó profundamente a toda la población, dado que un tercio del casco urbano existente entonces se anegó. Sin anillos defensivos, el agua ingresó a la ciudad y perjudicó no solamente a los pobladores ribereños, sino a muchas viviendas y comercios, y entre esos sitios anegados aparece Plaza España.

José Rafael López Rosas, en el libro publicado en 1985 por la Fundación Banco Bica con el título “De Antiguas Crónicas”, menciona sobre aquella crecida de 1905: “El 8 y 9 de julio el desastre es total. Se inunda parte del sur de la ciudad, como así también los ‘fondos del Hospital de Caridad’ y toda la ranchada que da al Salado. En la plaza Euskara y en el stand del Tiro Federal se alojan numerosas familias en carpas. El día 8 el río crece 31 centímetros. La Estación Francesa y la plaza España están convertidas en lagunas. Los alrededores, Rincón, Colastiné y la zona de Guadalupe son evacuados. Al día siguiente, barrio Candioti queda anegado, y en el centro de la ciudad las aguas llegan a calle San Martín, Falucho, Mendoza y Salta. Una casa de calle Rivadavia, perteneciente a doña Carmen Iturraspe de Lecubarri, contigua a la Agencia Sarsotti, se derrumba. Los trenes de pasajeros no pueden llegar a la Estación Francesa y transbordan a sus pasajeros a las canoas que esperan”.

“La situación se torna cada día más grave –recuerda el historiador local– Un diario difunde la noticia de que se han dado 30 casos de tifus; al par que los muchachos se divierten matando las víboras y los yacarés que vienen en el camalotal. ‘La plaza Colón -dice Nueva Época- y el parque inglés, están cubiertos, así como los sótanos de la Municipalidad’. Por fin, alrededor del 15 de julio las aguas empiezan a bajar. La ciudad -una verdadera Venecia- no sabe si llorar o dar gracias a Dios. Sólo el viejo cochero, sentado en su mateo, en la plaza de Mayo, advierte con pena que ya no tendrá los clientes de los días pasados”.

Pocos años después, en 1914, Plaza España volvería a anegarse, pero esta vez por copiosas lluvias, precipitaciones que incluso ocasionaron una inusual, y poco conocida, crecida del río Salado. En una mecánica que tenía al Salado totalmente desbordado pero con el Paraná en bajos niveles, esa condición sólo se repitió en 1973 (cuando el río derrumbó el flamante puente de la autopista a Rosario) y en 2003, cuando represado por el mismo puente angosto reconstruido, y cercado lateralmente por terraplenes, ingresó a la ciudad el 29 de abril por el extremo de la defensa dejada inconclusa a la altura de calle Gorostiaga, en la entrada al campo de golf del Jockey Club en el hipódromo Las Flores. Esa inundación, evitable si hubiera estado terminada la defensa dejada inconclusa, o al menos se hubiera efectuado el cierre provisorio en la brecha, dejó como saldo en sólo ese fatídico día 23 santafesinos muertos en sus barrios anegados, más casi dos centenares de fallecidos con posterioridad por secuelas psicológicas o patológicas de la inundación, tal como lo reclaman los organismos de Derechos Humanos que buscan justica en el Poder Judicial de la provincia.

Pero de regreso al anegamiento en 1914 de Plaza España, un trabajo de investigación periodística realizado por el periodista Fernando Pais sobre la Inundación del Salado de 2003, “Agua de nadie”, rescata los datos de esas lluvias y de cómo afectaron a la ciudad. En esta publicación de 2008 de la editorial de la Universidad Nacional del Litoral, dice en su página 55: “…se puede recuperar lo publicado en el Nueva Época del jueves 23 de abril de 1914 bajo el titular ‘La gran lluvia de ayer inundó gran parte de la ciudad’. En un formato de diario tipo ‘sábana’, sin fotografías y con columnas divididas por líneas, puede leerse en la portada dentro del subtítulo ‘Por los barrios del Norte’, la siguiente información: ‘En el norte de la ciudad es donde más se han sentido los efectos de la inundación, las familias que habitan casas de edificación antigua han tenido en su mayoría que desalojar pues el agua les invadía por los techos y por los pisos. El almacén situado en calle Rivadavia y Vera se inundó y tenía en su interior unos 40 cm de agua. El hotel Italiano situado frente a la Estación Francesa –hoy Terminal de Ómnibus ‘Manuel Belgrano’– tuvo que ser desalojado en absoluto. La casa que ocupa la relojería la Perla en calle Humberto Primo –en estos días Irigoyen Freyre– casi esquina San Luis sufrió desperfectos habiéndose hundido los pisos que se desplomaron en los sótanos’”.

Lo cierto es que en 1905, el agua en Plaza España y en sus calles aledañas ocupó gran parte de las crónicas fotográficas. Retratos de vecinos en canoas donde antes circulaban mateos y volantas, donde pasaba el tranway a caballo. Casas anegadas y zozobra de embarcaciones prácticamente sobre las calles Rivadavia y Rioja, en los muelles del antiguo puerto de cabotaje.

De esas postales surge un relato rescatado de la memoria colectiva del 1900 por don Ángel Menichini, en su trabajo “Memoria de tiempos idos”. Si bien su tarea se centra con exhaustivo detalle en el puerto de Colastiné, también aborda otros acontecimientos de la ciudad, entre ellos, el agua del Paraná en las calles de Santa Fe y en su Plaza España.

SERENATA VENECIANA EN SANTA FE

“Memorias de tiempos idos” – Ángel Menichini – Editorial Colmegna – 1979

Junio de 1905. Parecía que los sobresaltos no terminaban ese año. Fueron casi seis meses de padecimientos. Al comienzo, el 1° de enero, un ciclón azotó el Departamento La Capital. Nada más de cinco minutos, aunque el sacudón fue muy grande. En Santa Fe no pasó de un susto, pero en el puerto viejo de Colastiné destruyó y averió galpones de cereales y viviendas, cortó las amarras al velero ‘Chiarina’, viéndose los prácticos en figurillas para poder tomarle un cabo y retornarlo a su amarradero. El día 6, Fiesta de Reyes, una tragedia. Se hunde el remolcador ‘Benito Parma’ y se ahogan dos tripulantes. El río sigue creciendo y a fines de enero, estando ese puerto ya anegado, parte de sus habitantes tienen que abandonarlo y pasar a la capital. El 4 de febrero estalla una revolución en varias provincias y se combate en Rosario y alrededores. Santa Fe sufre la angustia de la incertidumbre recordando los sucesos de 1893. Luego renace la calma política pero subsiste el problema del río que no quiere bajar su nivel. A principios de junio el Alto Paraná viene creciendo por metros y esa masa de líquido se desliza aguas abajo sembrando el pánico y la destrucción a su paso. Los pobladores dejan sus bienes y buscan su salvación en las zonas altas. Todo hace suponer que ese repunte llevará las aguas a niveles más altos que los de 1878 y posiblemente será como la inundación de 1825 cuando un tigre entró en el convento de San Francisco, según lo registran las crónicas. Santa Fe se inunda en un tercio de su extensión, y las plazas Colón y España semejan lagos, y los vecinos deben hacer sus diligencias en embarcaciones. La farmacia ‘Las Colonias’ atiende a sus clientes, que llegan en canoas, con los dependientes actuando sobre los mostradores y planchas improvisadas, y así proceden otros comercios resinados a esta situación.

Pero en medio de tantas penurias también subsiste el buen humor de la juventud aficionada a las fiestas y parrandas. Un grupo de muchachos se encuentran molestos porque el agua no permite sus expansiones. Entonces recurren a los servicios de dos pescadores Don Mateo y Don Zacarías, que encantados ponen a su disposición sus canoas para participar de la jarana acuática. Esa noche a las nueve ya están embarcados todos. Algunos han traído sus instrumentos: violines, guitarras y flautas, y dos de ellos, aspirantes a líricos, con sus voces pasables cantarán las canciones que se ejecuten.

Todo ha sido preparado en silencio para dar la sorpresa. Familias amargadas por el problema de tener en agua a la puerta, inquietas por el futuro, son despertadas por los sones del vals “De las olas”, que está de moda. Sigue “Ondas del Danubio”, pocas, mazurcas, schottis, habaneras, lanceros, trozos de zarzuelas y operetas, y luego continúan con el tango, prohibido en los salines, pero que revolucionará las costumbres coreográficas en el futuro. De cuando en cuando surgen las voces de los canoeros recomendando no hacer imprudencias y mantener el equilibrio, porque un vuelco puede convertir en náufragos a los tripulantes y salir empapados con las consecuencias de la estación fría. En la quietud nocturna las notas musicales deslizándose armoniosas sobre las aguas quietas y el golpe de los remos impulsando la embarcación traen reminiscencias de los canales de Venecia con sus recuerdos de ensueño. Luego vienen las dedicatorias de la serenata por los jóvenes a las chicas de su preferencia, que son contestadas agradeciendo la gentileza a la par que algunas copitas de licor retribuyen lo original de la escena que se va desarrollando y que aportará nuevas sensaciones a los santafesinos que palpitan algo nuevo que no soñaban y que se ha realizado. Una fiesta veneciana en las calles de la ciudad.

El grupo marcha por las zonas anegadas hacia el sur llegando cerca del Cabildo siendo próxima la medianoche. Entonces se piensa en el regreso con la satisfacción de haber ofrendado a su población un acontecimiento no acostumbrado y que dará lugar a comentarios favorables de los beneficios por tal suceso.

Saben que este hecho, no recordado en las crónicas lugareñas, no se volverá a repetir. Apenas bajen las aguas se reiniciará la construcción del nuevo puerto de ultramar y cambiará la fisonomía de Santa Fe dando una nueva tónica a una población que tendrá un próspero despertar. El progreso en marcha cambiará las costumbres y aportará una nueva generación trabajadora y dinámica. El episodio sólo quedará en los relatos de los abuelos a sus nietos en las veladas familiares y en los recuerdos de la tradición.

 

 

FUENTES BARRIO PLAZA ESPAÑA

«El barrio del puerto» – Lilia Valentinuzzi de Pussetto – Ediciones Colmegna – 1996

«Memoria de tiempos idos» – Ángel Menichini – Ediciones Colmegna – 1979

«Historias de mi ciudad» – Juan Fernández y González «El Bachiller» – 1974

Ricardo Mascheroni – 7/7/2005 (http://www.fiestasantafesinas.com.ar/?id_noticia=406&opc=2&Pn=438)

Diario Santa Fe – (Hemeroteca de la Provincia)

«Alma de Barrio» – Programa de LT10 Radio Universidad de Santa Fe

Diario El Litoral

Diario El Orden – (Hemeroteca de la Provincia)

Inventario: 200 obras del Patrimonio Arquitectónico de Santa Fe – U.N.L. – F.A.D.U. – Colegio de Arquitectos de Santa Fe – Fundación Centro Comercial. Santa Fe, 1993

Banco de Imágenes Florián Paucke (http://gobierno.santafe.gov.ar/archivo_general/florian_paucke/)

http://www.santafe.gov.ar/hemerotecadigital/articulo/portada/

“La Modernidad en la ciudad de Santa Fe 1886-1930” – Felipe Cervera – 2012

«Itinerario de Santa Fe” – José Pérez Martín – Editorial Colmegna – 1965

«La Santa Fe que yo viví…» – Eduardo Bernardi – Fundación Bica – 2009

Blog http://barriosantafesino.blogspot.com.ar

Entrevista Club Macabi – Alberto Malkin – 2013 – Juanjo Tuma

«Agua de nadie» – Fernando Pais – 2004 – Ediciones UNL

“El ferrocarril, lo que el tiempo no borró” – Andrés Andreis – Ediciones UNL – 2003

http://www.colectividadesdesantafe.com/colectividades/6/siria+libano.html

www.paraconocernos.com.ar

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