Barrio Santa Rosa de Lima – Historia

Santa Rosa de Lima (Una ciudad dentro de la ciudad)

El crecimiento desordenado hacia el oeste de la capital provincial llevó a que los asentamientos informales, la ocupación de terrenos bajos, la precarización de las viviendas en zonas cercanas a posibles actividades de subsistencia como las relacionadas a los deshechos urbanos, o los hornos de ladrillos, fueron el signo distintivo por ejemplo para el surgimiento del Barrio Santa Rosa de Lima.

La presencia de la extensión hacia el norte del ramal del ferrocarril Central Argentino, paralelo a la calle Mitre, puso el límite este que profundizó el desarrollo marginal del espacio que quedó encerrado entre las vías y el Salado. Primero el borde oeste fue sólo el río, pero luego la construcción del terraplén Irigoyen puso una nueva frontera para ahondar el gueto. Finalmente, la construcción de la Circunvalación Oeste a fines de los años ’90 trajo otra cicatriz urbana, ya en un borde consolidado sin posibilidades de expansión, entre casabombas, reservorios, basurales, y chilcales impenetrables. Sólo la vieja calle Mendoza se abrió paso hacia el oeste hasta llegar a la nueva avenida.

En viejos planos de la ciudad, la zona aparece con los primeros atisbos de urbanización entre 1930 y 1935 con la apertura de las calles sentido este-oeste (Juan de Garay – Rosario <ahora Lisandro de la Torre> – Salta – Mendoza – Tucumán) y las de norte-sur (Mitre – Estrada – Aguado). Antes de ese tiempo no surgen trazas de manzanas, pese a que realmente muchos pobladores ya estaban en el lugar.

Los primeros moradores de la zona de Santa Rosa de Lima fueron aquellos que el crecimiento hacia el oeste de barrio Roma iba empujando por la urbanización. Pero especialmente, por los “trasladados” que estaban en el renombrado barrio “El Campito”, en la ribera del río Santa Fe, y que fueron desalojados cuando comenzó la construcción del puerto primero y en una segunda etapa con la Avenida Mar Argentino. En las publicaciones posteriores a la década de 1910 se hablaba de esas personas, desarraigadas y confinadas hacia los bañados del Salado, luego de haber vivido relacionados al río, al viejo puerto de cabotaje, donde vivían con su pobreza a cuestas muy cerca de la Plaza de Mayo, de la calle Comercio, de la catedral.

El progreso, el crecimiento de la ciudad, de los negocios, en vez de integrarlos, los confinó hacia el oeste. Sólo algunos pudieron sostenerse en el albardón que terminó siendo Alto Verde. Por ejemplo, el diario Santa Fe, de 1931, comentaba la vida expatriada dentro de la misma ciudad de los que formaban parte del naciente Barrio Santa Rosa de Lima. En una nota publicada el 12 de octubre de ese año, se decía: “De lo que fue el barrio ‘El Campito’, hace algunos años ubicado sobre la ribera del Paraná, dominios donde hoy se construye el puerto de cabotaje, sólo han quedado algunos vestigios, pero no allí, sino en un apartado rincón de la zona oeste donde se adujo que ‘por razones de estética’ la Municipalidad debía trasladarlo, como en efecto lo hizo”. La descripción de aquellos reubicados era la correspondiente a los criollos, mestizos oriundos de estas tierras desde que vino Garay, con esa mezcla de americano de origen e ibérico. Y el anclaje cultural a esas raíces criollas, costeras, santafesinas.

Decía el diario Santa Fe: “Entre aquel pequeño conjunto, cabe también la silueta de la mujer de aire paisano, ojos y cabellos negros con su correspondiente trenza que no transige con la moderna melenita”. El artículo hablaba de un tal Gómez, y de Ramón Romero, ambos vecinos del nuevo barrio cultores de las canciones criollas, de la guitarra, y del trenzado improvisado de décimas que los payadores detentan como lúcida habilidad poética para rimar sobre la realidad. El medio describía el barrio en cuestión y mencionaba que “Basta decir que se carece de los más elementales servicios sanitarios. Esta situación es sin duda alguna inconveniente, pero no hay más remedio que sobrellevarla, como se ve”, está última apreciación era en virtud de la ausencia de obras y mejoras del municipio. Va de suyo que aparece en este tipo de notas la caracterización de los primeros pobladores, y de sus condiciones de vida.

Por su parte, en el programa de radio “Alma de Barrio” se mencionaba sobre el crecimiento del vecindario que “…por el año ‘40 tenía el aspecto que suele tener un suburbio. Aire de campo, calles de tierra y muy pocas viviendas. Y por supuesto, ningún servicio. Ni siquiera agua corriente ni luz eléctrica. Obviamente en el paisaje de Santa Rosa se veían gran cantidad de ranchos. Los vecinos que los habitaban criaban ovejas y cabras. Y cuentan que también ordeñaban y vendían la leche en el barrio. Entre los primeros que empezaron a llegar estaban también los que desalojaron de los terrenos del Regimiento 12 de infantería. De la vía para el centro”. (“Alma de Barrio” – LT10 AM 1020 – Radio Universidad – 2004)

El mismo espacio radial recordaba que muchos de los llegados directamente ocupaban los lugares, mientras que otros lograban con sus exiguos ingresos comprar algunos lotes puestos en venta. Al oeste del barrio estaban enormes cavas, producto del movimiento de suelo que dejó como resultado la construcción del terraplén Irigoyen, hoy trastocadas en lagunas de captación de los desagües pluviales. Pero gran parte de estos terrenos fueron rellenados por la acción de cirujas, con la basura que transportaban en chatas tiradas por caballos.

Por otro lado se puede abrevar en el trabajo sobre los barrios Roma y Constituyentes realizado por Miguel Ángel Dalla Fontana, donde orilla en la historia de Santa Rosa de Lima, en tanto la expansión de la trama urbana hacia el oeste fue como una plano inclinado hacia el Salado para los sectores postergados de la sociedad santafesina de fines del Siglo XIX y hasta bien adentrado el Siglo XX. El lugar originalmente fue conocido como barrio “De la quema”, o “De las moscas”, hasta un pasado más cercano, a mediados de la década de 1940 donde se lo llamó “4 de Junio”, y luego “17 de Octubre”, antes de ser “Santa Rosa de Lima”. Había hornos de ladrillos, con las consecuentes cavas que eran rellenadas con la basura del centro de la ciudad. El recupero de elementos de los deshechos, y su deposición final desordenada en sitios de relleno, eran el mecanismo habitual de supervivencia.

Dalla Fontana menciona: “Sin duda, la única calle trazada desde Avda. Freyre hasta los bañados del Salado era calle Mendoza más conocida como ‘antigua de las carreras’ en alusión a las carreras ‘cuadreras’ o de ‘lonja’ que se desarrollaban entre Santiago de Chile y Lamadrid (barrio Roma en la actualidad)”. Más adelante refiere a que “También calle Mendoza, por años, fue utilizada como ingreso de los carros municipales, tirados por mulas, para depositar la basura sobre los bañados del Río Salado. Es más en 1900, el diario ‘Unión Provincial’ cita al oeste como ‘el resumidero de toda la basura de la ciudad’”. (Dalla Fontana – 2004)

Con respecto a los primeros terraplenes de defensa, entre las vías de los ferrocarriles Mitre y Belgrano que por el sur y el norte respectivamente cruzaban el Salado, Dalla Fontana señala que fue la empresa concesionaria del manejo de los deshechos “Abasolo y Cía.” la encargada de conformar esos iniciales terraplenes, con el consiguiente recupero de las tierras inundables para una posible extensión de la ciudad hacia el oeste.

Un recordado vecino

Un habitante rememorado todavía hoy en los antiguos habitantes del barrio fue Don Ignacio Sabá, de origen sirio libanés que inmigrado a la Argentina a fines de la década de 1920 llego primero a Mendoza y San José (barrio Roma), y que luego se trasladó el acopio y comercialización de residuos inorgánicos a la esquina de Mendoza y Estrada, en la puerta misma de lo que eran los volcaderos y rancheríos aledaños al oeste de Santa Rosa de Lima. Cuenta la historia que Eva Duarte de Perón llegó al barrio, con la inauguración de viviendas y la imposición del nombre en 1947 como barrio “4 de Junio”, que tenía por límites las calles Mendoza, Salta, Aguado y Gervasio Artigas. En esa ocasión un hijo de Sabá, que trabajaba en la campaña de las elecciones legislativas para el peronismo, tuvo un accidente por el cual fue atendido en la ciudad de Buenos Aires bajo cargo del gobierno. A modo de resarcimiento, Sabá fue beneficiado con la concesión y explotación del recupero de elementos de la basura de la ciudad.

Vale decir que en el domicilio de Sabá funcionó el primer destacamento policial del barrio hasta que fue establecida la comisaría, ya que era una de las pocas casas de material del lugar. Otra de las primeras viviendas edificadas en ladrillos que se recuerdan era de la familia Aranda, en la esquina de Mendoza y Estrada, donde funcionó un quiosco y después una ferretería.

Más allá de esta anécdota rescatada por Dalla Fontana en “Barrios Roma y Constituyentes”, otra acción de Don Sabá, conocido simplemente como “el turco”, fue la de fundar una pista de baile “peronista”. Era mediado de los años ’50, antes de la autodenominada “Revolución Libertadora” que derrocó a Perón, cuando el lugar danzante se denominó como “17 de Octubre”, en honor al “Día de la Lealtad”. Pero luego, la pista con la proscripción y prohibición del peronismo y sus símbolos y nombres, pasó a llamarse como «12 de Octubre”. Este lugar para la danza popular, donde actuaban  orquestas como “Los Ballenatos”, o cantores como Leo Dan, Alberto Castillo, y hasta “Los Palmeras”, estaba ubicada en calle Mendoza, entre Aguado y Estrada. La pista permaneció un tiempo sin actividades, las que se retomaron luego allá por 1968, con el nombre de “La Doce 68”. En el lugar actuó también una compañía de radioteatro, la de “Bernardo de Bustinza”. La pista se cerró definitivamente en 1985.

De marcas y postergaciones

Las estigmatizaciones, los estereotipos instalados en el imaginario social de la ciudad sobre las condiciones humanas de los habitantes del oeste no son un dato del Tercer Milenio. La carga valorativa, con generalizaciones arbitrarias y sesgadas, vienen de antaño. Justamente, el buceador contemporáneo de la historia de algunos barrios, Miguel Ángel Dalla Fontana, recupera de viejas publicaciones mediáticas, como la del diario Santa Fe del 27 de julio de 1930, que se decía: “Barrio bravo del oeste, patria chica de nuestros cirujas. Quien dice oeste ha mencionado el sector cuchillero, verdaderas encrucijadas del matonismo orillero, donde lo mismo se disputa una mujer que una piltrafa del vaciadero de basuras…”. Pero no todos los vecinos del incipiente vecindario ubicado detrás de las vías del ferrocarril, ayer como hoy, tenían actividades reñidas con la ley. Muchos trabajaban como porteadores, changarines en el Mercado de Abasto, de Freyre y Mendoza. Las mujeres como empleadas domésticas, siempre en tareas de servicios.

Con buen tino el mencionado autor analiza que la ocupación paulatina de Santa Rosa de Lima, como en la mayoría de los barrio del oeste arrinconados contra el río Salado, se dio por ocupación de terrenos descartados por la avaricia de las inmobiliarias del momento por ser anegables, sin servicios y con escasa valoración en el mercado, o en su defecto, comercializados sin ninguna mejora, vendidos antes de obtener la autorización municipal. La especulación para obtener rédito sobre la pobreza no es una capacidad que los excluidos puedan tener, como es de apreciarse, son otros estamentos sociales más encumbrados los que aprovechan las situaciones de desigualdad y atraso.

Angelito Mastromateo era el lechero del Barrio Santa Rosa de Lima. Recuerdan que vivía en la cortada Falucho, entre Aguado y Estrada. Allí también tenían unas lecheras con su familia. Dicen que iba en su carro y que arengaba en las calles a la yegua, «La Turca», que tiraba de la chata, gritando: «¡Dale Turca!». (Roberto Hernandez) Facebook Santa Rosa de Lima Recuerdos.

En el ámbito de las publicaciones de los diarios de la época se puede arribar a las mismas condiciones. Por ejemplo, en otro tiempo se hablaba en el Concejo Municipal sobre sobre los fondos destinados por la Nación para los damnificados de Santa Rosa de Lima por la inundación de 1940, la falta de construcción de las viviendas económicas anunciadas para ellos.

En el diario que reflejaba la sesión del Honorable Concejo Municipal de abril de 1943, el concejal Ritvo hablaba sobre las condiciones de precariedad laboral y explotación a la que eran sometidas 350 familias, habitantes del barrio del Oeste, que estaban relacionadas al “vaciadero”. Esa expoliación se traducía en pagar los diez kilos de vidrios recuperados de la basura a diez centavos, mientras que el concesionario del vaciadero lo comercializaba a un valor de diez o veinte veces más. Eran vecinos “ubicados al oeste de calle Sebastián Gaboto”, que según el medio, el edil señaló “la sensación de vergüenza que provoca la existencia de una zona, en una ciudad culta y civilizada, en donde la gente habita en condiciones de higiene tan precarias…”. (El Orden 6/4/1943)

El nombre del barrio y de la parroquia

Pero la expansión de Santa Rosa de Lima todavía estaba por llegar. Y fue gracias a la capilla que los vecinos empezaron a darle forma. La historia del crecimiento de Santa Rosa de Lima está íntimamente ligada a la capilla, que se edificó en el año 46 junto con el grupo de casitas que adjudicó el gobierno peronista. La capilla se inauguró un 30 de agosto de 1947. Cuenta la historia que el propio Perón junto con Evita la visitaron en el año 48 con motivo de inaugurarse un costurero y una mimbrería.

Como se dijo el barrio en oportunidad del gobierno peronista llevó el nombre de “17 de Octubre”, y en ocasión de una visita a Santa Fe del General Perón en ejercicio de la presidencia, acompañado por su esposa Eva Duarte, se llegaron junto con el gobernador Waldino Suárez a inaugurar un plan de viviendas en el vecindario, y visitaron el templo y la imagen de Santa Rosa de Lima. En la recorrida Perón abrió una de las nuevas casas, ingresó con la comitiva a ella, y luego se trasladó hasta la capilla. (El Orden 9/9/1948)

Vale decir que durante los primeros años la capillita estuvo abandonada entre el yuyal. Entonces se armó una comisión para renovarla. Así fue que la imagen de Santa Rosa de Lima llegó al barrio. La donó la Sra. Ramona Vda. de Suarez, madre del entonces Gobernador Waldino Suarez. En aquel tiempo, los sacerdotes oficiaban la misa los domingos y después cerraban el pequeño templo hasta la semana siguiente.

Con el correr de los años la capilla se fue transformando en el eje de nuevos emprendimientos. En el año 1966 se recaudaba dinero vendiendo empanadas, haciendo cenas, en patios familiares o con obras de teatro. Gracias a eso se fue levantando la escuelita parroquial. Allí empezó a funcionar el primer jardín de infantes de Santa Rosa de Lima. La primera maestra fue Edit Candelero. Esta docente trabajaba Ad Honorem y llegaba a Santa Fe desde Gálvez con el pasaje pago con la plata de las colectas.

Al año siguiente, en el 67, surge la escuela parroquial Nº196 Santa Rosa de Lima. Después se crea la Escuela Técnica Nº35 y más tarde la Nº1111 Luis Borruat, también vinculada a la capilla. En el año 1968 Monseñor Fasolino la nombra vice parroquia y al poco tiempo se convierte en parroquia por mandato de Monseñor Zaspe.

Con respecto a la escuelita parroquial se puede mencionar que en 1972 era noticia por el crecimiento de la entidad, y como un centro educativo privado gratuito, “Surgido del esfuerzo y la inquietud de su párroco, alentado y mantenido por el permanente apoyo de la población y un abnegado grupo de maestras y profesores, hoy es un centro de educación y formación de valiosa influencia en la población del lugar”. Lejos de imaginar un edificio ostentoso, con lujos, la escuela parroquial, como muchas otras, muy humilde, estaba en consonancia con la necesidad de sus alumnos. La escuelita surgió junto al edificio de la capilla, en Pasaje Liniers 4649, con cinco aulas, y en aquel comienzo de los ’70 contaba con unos 400 alumnos. Pero además, sumaba un par de grados radiales, con otro centenar de niños, que dictaba clases en dependencias de la vecinal “12 de octubre”.

También funcionaba en el mismo edificio, pero en horario nocturno, una escuela de oficios (la número 35), que comenzó su tarea en 1967, y que en 1972 daba clases de tornería, radio e instalaciones eléctricas. Había unos 70 jóvenes aprendido estos oficios, con profesores que no percibían “suelo ni remuneración por parte del Estado”, decía El Litoral del sábado 5 de febrero de 1972. Y justamente, el tema central de la nota era la falta de aportes de erario público en apoyo de esta escuela de Santa Rosa de Lima en particular, que lejos de cobrar una cuota a sus alumnos, daban un servicio educativo a sectores poco pudientes de la sociedad.

Cabe consignar que los chicos que no encontraban lugar en la escuela parroquial de Santa Rosa de Lima debían caminar varias cuadras, y trasponer las vías, para llegar hasta la Escuela Pascual Echagüe, de Zavalla y Entre Ríos, en barrio San Lorenzo. Todo ello hasta la construcción de las Escuelas Monseñor Zazpe y General López.

De regreso a la historia de la parroquia de Santa Rosa de Lima, es necesario mencionar que fue tomando autonomía. Se empezaron a celebrar los bautismos y casamientos, que antes se hacían en el Sagrado Corazón. De la parroquia surgían nuevas alternativas para el barrio. Nació un grupo de chicos que practicaban deportes y se llamaba «Ateneo Santa Rosa». Eran casi 100 niños que participaban en torneos escolares o barriales.

Por aquella época Santa Rosa estaba totalmente marginado. Era barrio de cirujas, portuarios, peones del Mercado de Abasto, lavanderas y empleadas domésticas. Ya entonces era un barrio populoso. Según los diarios, en 1967 Santa Rosa de Lima contaba con unos 15.000 habitantes (el censo de 1963 marcaba 12.000), mientras que hoy orilla los 30.000. Sin embargo seguía con muchas carencias: alimentación, viviendas, desocupación, problemas de salud. Era la época en que se luchaba por el agua, el alumbrado, el loteo, los teléfonos y el traslado de la Avda. Circunvalación que estaba trazada sobre Azopardo.

En el año 1977 llegó al barrio un sacerdote salesiano, el Padre Luis Eduardo Quiroga que se hizo conocido como el padre Lucho. Todavía se lo recuerda por las obras que realizó en Santa Rosa de Lima, al igual que en otros barrios pobres del cordón suroeste. Quiroga organizó a un grupo de señoras que cocían y vendían ropa a bajo costo en el barrio. Inauguró el Centro Comunitario Corazón de María donde había peluquería, mimbrería, corte y confección, y alfabetización entre otras actividades. Hoy un pasaje en el corazón del vecindario lleva su nombre.

Los procesos “modernizantes” de la ciudad trajeron consecuencias también para Santa Rosa de Lima. En 1980 sucedió el traslado del Mercado de Abasto perjudicó al barrio, ya que muchos quedaron sin empleo. Era gente que vivía de las changas con la fruta y la verdura. Por eso el Padre Lucho creó un comedor para gente mayor en el Centro Comunitario Cristo Rey.

Así fue que la parroquia fue contribuyendo al desarrollo de Santa Rosa de Lima. Pero también ayudaron las Vecinales y el Movimiento «Los Sin Techo». Gracias al Plan Lote y con la contribución de la Municipalidad los «Sin Techo» construyeron en 1987, treinta y dos casitas de bloque. Y las bautizaron con el nombre de «Complejo Padre Lucho».

Ya en los tiempos más cercanos la organización CANOA (Hábitat Popular) ha trabajado por la verdadera promoción social. En su sitio Web esta organización menciona al respecto: “Santa Rosa de Lima para Canoa es muy importante. Es el lugar donde hace más tiempo que trabajamos y donde hemos construido lazos muy fuertes con vecinos, vecinas, organizaciones e instituciones del barrio. Arrancamos allá por el ’94 formando parte de un conjunto de instituciones y organizaciones que desarrolló el proyecto de “dos manzanas”. Hacia 1997 convocamos al barrio a participar de algunos talleres sobre tres temas que hoy siguen siendo fundamentales de resolver: la tierra, la vivienda y los servicios”. (www.canoa.org.ar)

Sin embargo, la lucha por mejoras y servicios para un barrio postergado no sólo es patrimonio de las consecuencias de las políticas neoliberales de los años ’90. Tiene raíces tan antiguas como el mismo cimiento de las primeras casas de Santa Rosa de Lima.

La acción vecinal

Bajo la intendencia de Ramón Lofeudo, se entregaban en Santa Rosa de Lima los títulos de propiedad de los cien primeros lotes del barrio, cedidos a familias por el municipio. Esta primera entrega comprendía a terrenos ubicados entre Mendoza y la prolongación hacia el Salado de Bulevar Pellegrini, ámbito que correspondería luego a Villa del Parque. Eran 30 manzanas, según la publicación, y de ellas, cinco fueron las adjudicadas a pobladores ya asentados “con permiso precario municipal”. Las palabras de Lofeudo reflejaban las condiciones de poblamiento de la barriada. El diario en cita directa rescataba de aquella alocución: “Con ello no se les ha hecho algún regalo sino reconocer un derecho de los habitantes, adquiriendo mediante su propio trabajo y lucha de largos años en una zona inhóspita y estéril, condiciones agravadas por las periódicas inundaciones y otras situaciones no ya impuestas no ya por la naturaleza sino por la indiferencia de las autoridades”.

En aquellos años la vecinal del lugar, más allá de que la plaza y la zona se la conociera como Santa Rosa de Lima, se llamaba “General Arenales”, acaso deviniendo del antiguo nombre del Regimiento N° 12, dado que los terrenos del ejército ubicados entre Salta y Juan de Garay se extendían originalmente hasta el Salado. En el comienzo de los ’60 el pedido vecinal era por mejorar el dispensario, ampliar sus servicios, y fundamentalmente, extender la red de agua potable, restringida a unas pocas canillas públicas.

Tiempo después, el título de El Litoral rezaba “Detrás del terraplén, en el límite oeste de la ciudad, hay un barrio olvidado: S. Rosa de Lima”, y la crónica del vespertino desandaba la situación de precariedad de servicios e infraestructura para el vecindario. Decía el medio en aquel tórrido viernes 19 de enero de 1962: “Pero pareciera que Santa Rosa de Lima estuviera fuera del ámbito ciudadano, que los límites del municipio terminaran en el terraplén ferroviario (o antes, si se ve el estado de muchas calles de Barrio Roma); tantos son los problemas que debe soportar ese vecindario sin que las autoridades parezcan advertirlos ni tener intención de solucionarlos”. Muchas veces cuando se habla de marginalidad, de postergación, de demanda social insatisfecha, y finalmente, de exclusión, se debe interpelar la historia de aquellos barrios que llevan como marcar de origen otras consecuencias sociales y culturales como el desprecio, la discriminación, la pobreza, el olvido. En ese contexto, el descontento, la falta de sentido de pertenencia a una sociedad que en realidad los excluye, con situaciones del Tercer Milenio más complejas que la de los ’50 y ’60, explican en parte los índices de violencia en que se ven sumidos primero los mismos vecinos de los barrios de la periferia, y luego, la ciudad toda.

Ser la zona de los desperdicios de la ciudad, donde los zanjones del Hospital Iturraspe, la Maestranza Municipal (En Pellegrini y Perón) y el Hospital Italiano, desaguaban, dan la pauta de esta condición que imprime en lo cotidiano una especie de gueto urbano inescindible para sus vecinos. Un estigma que muchos, con trabajo y honestidad, con militancia social, a más de 60 años, siguen tratando de revertir desde el mismo lugar. Para muestra basta decir que en 1962 entre Suipacha y Catamarca, no había ni alumbrado público ni canillas comunitarias.

Allá por los sesenta se instala en la historia de Santa Rosa de Lima la construcción de la “Avenida de Circunvalación”, que en principio representaba el desalojo de unas 600 familias según crónicas de 1966. Esa arteria tenía por derrotero calle Buenos Aires (hoy Zazpe), Lamadrid, Provincia Unidas, hasta lo que hoy es Perón y Pellegrini. No obstante,  la avenida finalmente no llegó a construirse en la magnitud que se proyectaba desde Vialidad Nacional.

Otro tema recurrente para el barrio fue, es, y serán, los desagües. Por ejemplo, a fines de los sesenta se hablaba desde los estamentos públicos municipales de las mejoras en el desagüe de Catamarca, desde Freyre hacia el oeste. Mientras se anunciaba la pavimentación, a costo de los frentistas y con aportes municipales, de las calles Mendoza, entre Europa y Azopardo, y ésta última desde Mendoza a Pasaje Linieres, y del pasaje entre Azopardo y Estrada, y Aguado entre Liniers y Mendoza, para completar circuito “céntrico” del barrio.

Ya para 1971 estaba establecidas las tres vecinales que comprende a la barriada Santa Rosa de Lima, la propiamente llamada “Santa Rosa de Lima”, la “12 de Octubre” y la “Estrada”. En el comienzo de los ’70 se planteaba en conjunto la necesidad de desagües, arreglo y apertura de calles hacia el este, y la erradicación de basurales, producto de la actividad de recolección informal de residuos de muchos moradores. Otras notas de ese tiempo remiten al estado de las calles, intransitables en días de lluvia, sin iluminación. Por ejemplo, se mencionaba en 1972 sobre el agua potable que “Para conseguir el preciado líquido, los pobladores de la zona están obligados a caminar 10 cuadras, hasta llegar a Lamadrid y General López”. (El Litoral 2/8/1972)

Con el avance del tiempo las postergaciones del oeste retrocedieron un poco. En 1973 El Litoral realizaba una recorrida por la vecinal 12 de octubre, en la zona sur de Santa Rosa de Lima, y mencionaba a modo descriptivo, sobre la esquina de Europa y Rosario (hoy Lisandro de la Torre): “Desemboca en ese lugar un desagüe por el que afluyen hacia el oeste, aguas pútridas, negras, cenagosas, que atraviesan por un basural. Junto con sus desdibujadas márgenes, míseros ranchos elevan sus endebles paredes. Han sido levantados con barro, material que abunda y que no cuesta nada, palos, cartones, trapos, chapas en desuso y hasta papeles”. Y frente a ese contexto, “El deseo de los vecinos que se haga realidad al denominado ‘proyecto Penissi’ para dotar a la ciudad de una red adecuada de desagües…”. Del proyecto Penissi poco registro se encuentra en la actualidad. La nota abundaba sobre las condiciones de intransitabilidad de las calles ante lluvias, condición que hacía imposible la entrada de ambulancias y la consecuente angustia de familiares al no poder acudir por atención a centros asistenciales.

Uno de los puntos culminantes para los vecinos sobre las promesas de mejoras incumplidas fue alcanzado cuando en agosto de 1974 se movilizaron hasta la municipalidad. El reclamo era por las obras de adoquinamiento de las calles Aguado, Suipacha y Estrada que nunca se habían concretado. También se pedía por el cumplimiento de las obras de desagües, de ingreso por calle Caputto por sobre el terraplén de la vía, iluminación, entre los más acuciantes. Los vecinos de entonces, en el marco de un país con Juan Domingo Perón fallecido, y su viuda Estela Martínez en la presidencia desde el 1° de julio de 1974, expresaban su necesidad por sobre la convulsión política del momento. Decían al diario: “No somos políticos pero tampoco queremos que nos usen políticamente. Estamos con la reconstrucción nacional, que será la base del bienestar del pueblo pero para estar con el pueblo hay que darle lo que le pertenece”. (El Litoral 22/8/1974)

Por otro lado, confinado a los terrenos bajos en los bañados del Salado, el caserío precario, y no tanto, sufría las constantes inundaciones producto de las lluvias y del agua, que del macrocentro corría, y corre todavía, hacia Santa Rosa de Lima. En enero de 1978 las copiosas lluvias anegaban por varias semanas más de 200 casas y numerosas calles de las cuatro vecinales en aquellos años: “12 de Octubre”, “16 de Noviembre”, “José M. Estrada” y “Santa Rosa de Lima”. Eran por entonces las bombas, insuficientes y no todas en funcionamiento, no daban abasto para evacuar por sobre el Terraplén Irigoyen las aguas atrapadas en las zonas bajas. 31 años después, en 2007, con más cantidad de personas, y muchos más recursos, la historia por desidia de los responsables del Estado volvería a repetir las mismas postales de aguas en las casas. (El Litoral 3/1/1978).

Como respuesta, el gobierno de facto, iniciaba al otro día, es decir el 4 de enero de 1978, la construcción de un desagüe entubado desde Azopardo hasta el terraplén Irigoyen, por calle Primera Junta. (El Litoral 4/1/1978). Un año después esos trabajos de entubados estaban detenidos e inconclusos. Además, la preocupación de los vecinalistas se expresaba por nota al municipio sobre la necesidad de entubamiento de otros desagües a cielo abierto, mejoras en los canales de la zona de la estación transformadora del Oeste, y en especial una “Ubicación competente, responsable y permanente de personal idóneo municipal en la Casa Bomba N° 2, con el fin de que asegure el inmediato funcionamiento de las bombas de desagote en casos de lluvias”. (El Litoral 17/2/1979)

Las condiciones de anegamiento del barrio, por sus bajas cotas respecto del centro de la ciudad, y por la presencia del terraplén Irigoyen como defensa oeste, hizo –y hace– que el agua de lluvia no se evacúe sino es por bombas extractoras, especialmente cuando el Salado está por sobre el nivel de las compuertas. Hoy la ampliación y mejoramiento de los canales y reservorios junto a la Circunvalación Oeste, el incremento de la capacidad de bombeo de las estaciones ubicadas en el lugar, hacen que el nivel del agua pueda regularse mejor y se eviten las inundaciones de antaño, aunque con copiosas lluvias el barrio en las calles, y en algunas casas, sigue anegándose.

La educación en Santa Rosa

Como barrio postergado, con carencias y limitaciones, llevar la educación al territorio de Santa Rosa de Lima fue uno de los objetivos de los vecinos movilizados. En la barriada existen la Escuela Parroquial N° 1196 “Santa Rosa de Lima” en pasaje Liniers al 4600, donde además funciona la Escuela Técnica, también parroquial N° 2035. Además, en Estrada al 2200, se ubica la Escuela Secundaria Orientada Nº 512 “Alfredo Pedro Bravo”, donde también funciona la Escuela Primaria N° 809 “Brigadier Estanislao López”. En el sur del barrio, en calle Monseñor Zaspe al 4400 existe un complejo educativo donde se encuentra la Escuela Secundaria N° 507 “Juan Pablo Mendoza”, y la emblemática escuela Primaria Monseñor Zazpe.

Pero con una rica historia, en el otro extremo de la barriada, se asentó a fines de los ’60 una escuela que había sido creada para Villa del Parque. En 1960 el gobierno de la provincia creó por decreto la escuela N° 1111 para ser ubicada en el barrio “El Triángulo”, hoy Villa del Parque. Sin embargo, la escuelita 1111 no comenzó sus actividades hasta el 5 de julio de 1967. Habían pasado siete años desde su creación en los papeles cuando el Consejo General de Educación y Cultura buscó con esta institución sin funcionar atender la necesidad de una escuela por el gran crecimiento de la población escolar de la zona de Santa Rosa de Lima.

Así, el 30 de agosto de 1967, a propuesta del inspector general de escuelas Carlos González, el Consejo de Educación asignó el nombre de “Luis Borruat” a la Escuela N° 1111. La iniciativa reconocer y homenajear a Borruat, un docente que gracias a su labor educativa transitó por escuelas de San Justo, San Carlos Centro, Villa Constitución y Rosario. En los primeros tiempos la entidad ocupó un galpón del Ministerio de Salud ubicado en el barrio Santa Rosa de Lima, donde asistieron en el primer año de funcionamiento casi 160 alumnos. Pero pronto, se hizo patente la necesidad de contar con un edificio propio. Esta alternativa comenzó a materializarse en 1968 con la donación por parte de la Municipalidad de un terreno en calle Aguado al 2900. Tres años después, el 15 de marzo de 1971 se inauguró el nuevo establecimiento, con una asistencia de 170 alumnos, en el extremo norte del populoso barrio Santa Rosa de Lima.

La propiedad como derecho

Para los vecinos de los barrios más postergados, que crecieron desordenadamente y muchas veces sin planificación, acceder a los títulos de propiedad de los terrenos es una tarea difícil. Ya sea por compra de terrenos fiscales o particulares nunca escriturados, o por la ocupación de hecho de las parcelas. A lo largo de la historia uno de los derechos que llevan al arraigo y el sentido de pertenencia es la posesión legal de las propiedades. Terrenos –mejor dicho viviendas- que fueron en numerosos casos construidos y habitados por años. Sobre la problemática han trabajado diversas entidades intermedias, pero también en algunas oportunidades el Estado.

En particular, desde 2008, el municipio ha desarrollado un Plan de Regularización Dominial. Justamente, en Santa Rosa de Lima el intendente José Corral entregó en 2012  documentos que forman parte del proceso para que 85 familias pasaran a la condición de legítimos propietarios del terreno donde han construido su vivienda. En ese sentido, en la ocasión se otorgaron 34 Constancias de Ocupación, 35 Certificados de Cancelación de Deuda y 16 Escrituras Traslativas de Dominio.

Según el comunicado de prensa oficial: “El acto se realizó en las instalaciones del Salón Comunitario Corazón de María, ubicado en Juan de Garay 4.499, en intersección con Aguado”. Las constancias de ocupación permiten iniciar el trámite de compra del terreno a valor de avalúo fiscal, para poder escriturar en forma gratuita. En tanto, el certificado de cancelación de deuda admite cancelar el compromiso de pago de cuotas pendientes en terrenos que hayan sido afectados por la inundación 2003. Finalmente, la escritura da el acceso al título de propiedad del terreno.

De acuerdo a los números brindados por el municipio: “Hasta 2008, 50 barrios de la ciudad tenían asentamientos informales, 17.000 familias no tenían la propiedad del terreno donde residen y más de 1.000 tenían sus viviendas en áreas de riesgo hídrico. Cuatro años después (por 2012) más de 9.000 familias de 32 barrios de la ciudad se encuentran en proceso de regularización dominial, de las cuales 1.600 ya cuentan con la escritura del terreno a su nombre”. (www.santafeciudad.gov.ar)

Desde el hoy mirando el mañana

En la actualidad, el barrio Santa Rosa de Lima supera los 30.000 habitantes, si se entiende al vecindario con sus límites anclados en la historia y la cultura ciudadana. Vale aclarar que en realidad Santa Rosa de Lima como territorio tiene cuatro vecinales: Santa Rosa de Lima, Estrada, 12 de Octubre y General Mosconi. Esta subdivisión, como en muchos lugares de la ciudad, no responde estrictamente a la idiosincrasia del barrio, sino más bien a algún oportunismo del momento para implantar posiciones político/partidarias, con la acción vecinal trastocada hacia los llamados “punteros barriales”. Sin ahondar en los detalles propios de las razones del surgimiento de cuatro vecinales para un mismo barrio, en la realidad cotidiana histórica, estas prácticas de fragmentación del territorio, y de utilización de la acción vecinal como instrumento político, tiene también en Santa Rosa de Lima un claro ejemplo. Fuera de los límites impuestos por ordenanzas, se puede decir a grandes rasgos que Santa Rosa de Lima está limitada por las vías del ferrocarril Mitre al sur y al este (paralelas a calle Mosconi), la Circunvalación Oeste al poniente, y las vías del ex ferrocarril Belgrano al norte.

MEDIATECA DE CUMBIA
En diciembre de 2018 quedó inaugurado por el municipio el edificio NIDO (Núcleo de Innovación y Desarrollo de Oportunidades), ubicado en Pasaje Mitre y Tucumán, denominado MEDIATECA “La Cumbia”. La obra se incluyó con las mejoras realizadas a la Plaza Arenales del Barrio Santa Rosa de Lima, financiados por el Gobierno Nacional a través del Programa Mejoramiento de Barrios.

Según el comunicado oficial  la Mediateca es “un centro de espacios y recursos abierto a todos los vecinos”, con un salón de usos múltiples “donde tendrán lugar diferentes propuestas culturales como ciclos de recitales y presentaciones de discos, además del ensamble de música y comedia musical barrial”. El primer piso se ubica la mediateca propiamente dicha y en el segundo piso las salas de grabación y ensayos.

Por lo pronto, con más énfasis en lo real que lo simbólico, aunque en ambos aspectos, los terraplenes circundantes del barrio, las vías o las defensas, hacen que Santa Rosa de Lima adquiera, como otros lugares con problemas de violencia urbana, inseguridad, postergaciones y marginalidad social, fisonomía de una porción de Santa Fe escindida de la propia ciudad muchas veces. Frente a ello, desde las instituciones, desde algunos estamentos gubernamentales, la ciclópea tarea de derribar los muros tangibles, e intangibles, que propone la estigmatización, la falta de oportunidad, la desigualdad, encuentra a muchos vecinos, propios del barrio y ajenos, con refuerzo en el trabajo diario de echar por tierra aquello que la marca de origen intenta imponer. Se trata de valorizar el sentido de pertenencia, no como un ADN que no puede modificarse, como una predestinación insalvable, sino como una identidad que sin perderla permite construir desde las orillas de la sociedad santafesina hacia la inclusión, la igualdad de oportunidades y el ejercicio de los derechos ciudadanos.

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Barrio Santa Rosa de Lima – Historia

2 comentarios en «Barrio Santa Rosa de Lima – Historia»

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