Barrio Varadero Sarsotti – Historia

La historia detrás de la estela de los barcos
Varadero Sarsotti

La zona suroeste de la ciudad comparte un origen fluvial. Por orillar en el río, Barrio Centenario fue depositario de esa condición de un vecindario relacionado a las actividades náuticas. Y Varadero Sarsotti, como parte oeste del viejo Centenario, es la estampa que queda de aquellos recuerdos con rumor de vapores, de martinetes y de sirenas sonando en el arribo al astillero. Hoy, inmerso en una realidad muy diferente, sin barcos (más que algunos areneros), sin obreros, su nombre conserva la marca de su origen fluvial, náutico, emprendedor.

La historia más reciente del Varadero se hunde en la marginación y la pobreza, en los asentamientos precarios en la periferia de la ciudad, a donde fueron y son empujados sectores de la sociedad sin oportunidades. Por ello, hay dos partes en la vida del lugar, una con el astillero en funcionamiento; y otra etapa, luego de la construcción de la Avenida Circunvalación Mar Argentino, que separó a Varadero Sarsotti del Centenario, y de la propia trama urbana. Para comenzar por el principio hay que remontar la corriente hacia el pasado, hay que fondear el ancla del recuerdo en el comienzo de la historia de Varadero Sarsotti.

El nombre del barrio deviene de las “varas” que formaban parte de una especie de rampa por donde se deslizaban los navíos para sacarlos del agua y poder repararlos, o para botarlos una vez construidos. El aditamento del apellido italiano tiene su origen en el empresario naviero afincado en la ciudad de Santa Fe, que adquirió el lugar para levantar allí su astillero. Sarsotti, al igual que un reducido puñado de emprendedores, forjaron una burguesía empresarial no relacionada a la tenencia patricia de la tierra, y a su renta, sino a la generación de empresas comerciales vinculadas al auge del modelo agroexportador implantado en el país a fines del Siglo XIX y profundizado a principios del XX.

Como lo puntualiza la “Colección Historia de los Barrios I Centenario”, publicado en 1994 por la Municipalidad de Santa Fe, “Don Carlos Bartolomé Sarsotti había nacido en una familia piamontesa el 1° de abril de 1862 en la ciudad de Montevideo”. Esos inmigrantes fueron en su mayoría aquellos que vinieron a “hacerse la América”, muchos sin dinero, pero con ansias de trabajo y la consecuente búsqueda de riqueza, de progreso personal. Algunos pocos de los llegados de tierras lejanas lograron crecer como empresarios, para finalmente encontrar un lugar en la alta sociedad santafesina.

Así fue que en 1909, Don Carlos Bartolomé Sarsotti, compró a Eustolia Iriondo de Pizarro los terrenos en la ribera este del estuario donde desemboca el Río Salado, y donde junto con el Riacho Santa Fe, dan naciente al Río Coronda. Eustolia era la nieta de Francisco Candioti, el “Príncipe de los Gauchos” primer gobernador elegido por los santafesinos en 1815.

Sarsotti no era un improvisado, o un empresario aventurero. Por el contrario, la compra de lo que hoy forma parte del Barrio Varadero Sarsotti era la consecuencia de la expansión de su negocio naviero. Su compañía se había iniciado no muy lejos. Hasta la construcción del Puerto de Ultramar, su astillero estaba en barrio Candioti, en la zona de Alem y Marcial Candioti. Paralelamente, las actividades de carga y descarga se realizaban en el puerto del Río Colastiné. Entre barcos de pasajeros para el necesario servicio fluvial entre Santa Fe-Paraná, y las pequeñas cargas de chatas y barcazas, la empresa naviera fue creciendo, hasta el establecimiento del varadero, que brindó una nueva dimensión para su flota.

El astillero comenzó a funcionar plenamente durante 1913, cuando rápidamente comenzaron a repararse y mantenerse los navíos de la compañía de Sarsotti. A la par de los arreglos y reforma de buques pequeños, chatas, remolcadores y lanchas, el astillero del barrio ubicado en el extremo suroeste de la ciudad inició la construcción de embarcaciones, cada vez de mayor porte, para botarlas a su servicio. En ese lugar, que hoy añora el trepidar de las quillas montadas sobre las “anguillas” con cebo deslizándose a fuerza del malacate a vapor, emerge desde el fondo de la memoria el pasado fluvial, y naviero, de Varadero Sarsotti.

En ese astillero trabajaron cientos de santafesinos, con un plantel cambiante pero que en las mejores épocas llegó a tener hasta doscientos empleados. Muchos de ellos eran vecinos del Barrio Centenario, egresados de las escuelas talleres que enseñaban el arte de construir una embarcación. Una Santa Fe de incipiente industria naval, porque al fin y al cabo, fue por el camino del agua que llegó el vizcaíno, con sus bergantines, entre remansos y el silencioso correr del río.

En ese extremo del ejido municipal, hoy escindido de la ciudad por la Avenida de Circunvalación Mar Argentino, ya se ha perdido el otrora desarrollo de la industria naviera. Entre sus riberas hay una evocación que silga recuerdos, con un rumor de sirena de vapor arribando al muelle. Es que en Varadero Sarsotti se construyeron algunos barcos y se reformaron otros, como el “Jorge Alberto”, un vapor inglés adquirido por Sarsotti que fue adaptado hasta quedar como uno de los clásicos barcos que recorrían el Mississippi en Estados Unidos. Este buque, reformado casi íntegramente por los obreros santafesinos, con quince metros más de eslora y otras modificaciones, movía unas grandes paletas laterales. En su interior el “Jorge Alberto” poseía un comedor, con vajilla de Bavaria, y hasta un piano de cola, que amenizaba el trayecto de los pasajeros entre Santa Fe y Paraná, o a otros puertos cercanos.

Las dependencias del astillero eran importantes para el barrio. A la par del varadero de quebracho, estaban unas casillas de madera y techo de chapa, montadas sobre pilotes, tipo lacustres, que Sarsotti había mudado desde el puerto de Colastiné. De esas casas, para los ’90, se conservaba una en pié todavía.

El primer barco construido íntegramente en el lugar fue el que homenajeaba con su nombre a la madre de Don Carlos Sarsotti, “Anita Panero”, fallecida muy joven. Pero otras embarcaciones de la flota fueron reformadas, o hechas desde la quilla al mástil en el astillero. Las lanchas Fulgor y Rápido Argentino; los remolcadores Carlos Sarsotti, River King, Santafesino, Eugenio Puccio; las chatas Manona, Juan B. Sarsotti, Canelones, Prosepina, entre otras. Como lo señala la publicación de 1994, uno de los barcos más grandes construidos por el astillero fue el Sarsotti VI, de 520 toneladas.

Fuera de dar una visión única y parcial sobre aquel naciente empresariado santafesino, aparece su relación con los obreros, vecinos correspondientes a las clases más bajas de la ciudad. Al respecto, vale mencionar que en varias oportunidades Sarsotti mantuvo conflictos con sus empleados. De ello daban cuenta los diarios, como por ejemplo en noviembre de 1929, El Orden decía “Ayer por la tarde, una delegación de la Federación Obrera Marítima se presentó en la casa Sarsotti, de acuerdo a lo contratar los puntos en discusión –el error de redacción es del original- del pliego presentado, pero los representantes de la firma se negaron a conversar nada con los obreros”.

Casa Naviera de Carlos Sarsotti con sus oficinas ubicadas en calle Catamarca (hoy Eva Perón), entre San Jerónimo y San Martín. (Banco de Imágenes Florián Paucke)

Carlos Sarsotti en su casamiento con Luisa Etchevés Puricelli el 15 de septiembre de 1890 en Paraná, Entre Ríos. (Banco de Imágenes Florián Paucke)

Asimismo, lejos de idealizar una figura representativa de una determinada clase empresarial, que gracias a su progreso económico y vinculaciones buscaba escalar en los escaños sociales y políticos de la ciudad, el retrato histórico quedaría incompleto si no se mencionara que a partir del matrimonio de Carlos Sarsotti con Luisa Etchevés en 1890, quien tuvo quince hijos con Dos Carlos, de los cuales su hijo “Carlitos”, nacido en 1893, ocupó numerosas publicaciones y piezas gráficas en la sección sociales de los diarios de la década de 1930 y 1940. Desde el cumpleaños, con mención en diminutivos de los nombres de cada uno de los niños asistentes a la relevante fiesta, hasta celebraciones y recepciones que realizaba esa incipiente burguesía comercial e industrial que disputaba un lugar en el marco de poder económico y político de la capital provincial. Como lo investiga Felipe Cervera en su trabajo “La Modernidad en la ciudad de Santa Fe 1886-1930”, era la gestación de una clase pudiente en lo económico, pero reducida y sin impulsos industrialistas, solo comercial, que se asimilaba al entorno de poder de los patricios santafesinos, con una marcada desigualdad en términos económicos, culturales, educativos y políticos para la gran mayoría de los habitantes de la ciudad. Es decir, una sociedad emergente liberal en lo económico, conservadora en lo político, a similitud del esquema nacional hasta el surgimiento del radicalismo como primera alternativa política, y luego el peronismo con sus acciones transformadoras.

Las últimas botaduras

El citado libro, editado por el municipio, explica brevemente lo que ocasionó en parte la desaparición del astillero de Varadero Sarsotti: “Con el tiempo, por falta de espacio, muchos trabajos de reparación y modernización de barcos se efectuaron en los mismos diques del Puerto de Ultramar. Por otra parte en las décadas posteriores, disminuyó el trabajo de carga y descarga de mercaderías en el Puerto santafesino pues se habían habilitado otros embarcaderos a lo largo del Paraná. Ingresaron menos barcos de gran calado, decreció la actividad económica general vinculada con el movimiento portuario y esto ocasionó la disminución paulatina y el cese de tareas del Varadero Sarsotti”. En el año 1965 el astillero fue vendido a Marcos Rudi, quien arrendó parte del lugar para la instalación de areneras. De todas formas no se debe ignorar que la nacionalización de muchos buques con la creación de la Marina Mercante en el gobierno de Perón, acarreó la expropiación de navíos, entre los que estuvieron los de la flota de Sarsotti. Así, sin navíos propios, con trabajos a terceros en disminución, más nuevos conflictos gremiales, el destino final del astillero estaba sellado.

El astillero y varadero Sarsotti en 1966 durante la inundación. Se puede ver la zona que hoy ocupa el barrio y Cilsa sin casas y sin el intercambiador de tránsito en el cruce de Ruta Nacional N°11 con la Circunvalación Oeste y la Avenida Mar Argentino. El registro muestra el terraplén sobre el que se construyó la avenida. (gentileza 7° Distrito Santa Fe Dirección Nacional de Vialidad)

Justamente, en un artículo del diario El Litoral del 27 de enero de 1970 se repasaba la historia del Varadero, donde se especificaba que por ejemplo, las embarcaciones de Sarsotti cubrían el servicio de pasajeros y mercancías con la capital de Entre Ríos, con el vapor a paletas “Jorge Alberto”. “Esta nave, -puntualizaba el diario- junto con el ‘Zaracla’ y el ‘Ceres’, fueron los que realizaron el servicio hasta Paraná, que se prolongó hasta 1930, año en que comenzaron a prestarlo las balsas del Ministerio de Obras Públicas”.

En la misma página se refería a las otras naves que el astillero reparó o construyó. Entre ellas se puede mencionar al vapor “Lucero”, “…que hacía el trayecto hasta Helvecia y San Javier, única vía de comunicación por entonces con los distritos de la costa”. Esta cita demuestra la característica fluvial de Santa Fe. La relación con los poblados costeros, el tráfico permanente con la vecina orilla entrerriana, dan cuenta de un sentido portuario que la ciudad y la zona perdió paulatinamente a partir de la segunda mitad del siglo pasado. Santo Tomé tuvo su puerto, Santa Fe tuvo más de uno, “el de Frutas” de Barrio Centenario, el de Colastiné, el viejo puerto de cabotaje, luego el de Ultramar.

Como fuera mencionado, con la nacionalización de la marina mercante, durante el gobierno peronista, fue expropiada la flota de Sarsotti. Era 1950 cuando la compañía naviera fue vendida obligatoriamente al Estado Nacional. En ese marco sobrevivió el astillero, con la realización de trabajos a terceros, incluso para la Flota Fluvial del Estado y para el Ejército. Según El Litoral, en el lugar “se construyen las chatas utilizadas en la construcción del puente sobre el río Colastiné”, (en referencia al viaducto de la antigua Ruta Nacional N° 168, hoy transformada en Autovía con otro moderno puente a la par).

Cascos de barcos herrumbrados, el varadero de quebracho tapado por maleza, una postal de la actualidad del otrora astillero de una Santa Fe fluvial, mercante, portuaria. (gentileza Barrios Santafesinos)

La nueva historia de Barrio Sarsotti

A partir de la construcción en el año 1966 de la Avenida Circunvalación Mar Argentino por parte de Vialidad Nacional quedó sellado el destino del Varadero Sarsotti al cercenarlo de la trama urbana, y de su dependencia geográfica e histórica con el Barrio Centenario. Junto con el descenso de la actividad del astillero, y de las migraciones internas, se consolidó paulatinamente desde los ’70 en adelante la actual fisonomía del vecindario. Primero con las viviendas precarias establecidas en el albardón levantado a modo de defensa desde el estribo oeste del Puente Carretero, como continuidad del terraplén Irigoyen hasta aunarse con la Circunvalación. Luego, con el crecimiento desordenado, sin urbanización ni planificación, con asentamientos en cortes de ranchos, de familias que tenían la doble actividad del rescatar de los residuos algún elemento para procurarse sustento, o buscar en el río la pesca como alternativa.

Adentrados los años ’90, los problemas de marginalidad y seguridad se profundizaron en el barrio. Desde el punto de vista del terreno hay que señalar que todos son bajos e inundables por agua de lluvia dado el anillo defensivo que no cuenta con bombas extractoras, compuertas exclusas, o reservorios internos preparados ex profeso. Como dato anecdótico, puede decirse que esas defensas, y su situación aislada del sur de la ciudad, lo “protegieron” de la inundación de 2003 cuando el Salado ingresó desde el norte a la altura del hipódromo por la defensa no terminada y llegó a cubrir el Centenario con hasta tres metros de agua.

Con el paso del tiempo se fueron ocupando los espacios disponibles, con la apertura de una calle central desde el sur del predio del Club CILSA hasta el terraplén junto al Salado, pero con casas levantadas a la vera del camino, sin urbanizaciones de espacios intermedios, que siguen siendo bajos y anegables.

Una de las primeras instituciones del lugar fue un aula radial de la escuela parroquial N° 1224 “Nuestra Señora de Itatí”, que tiene sede al otro lado de la Circunvalación, en calle Nicasio Oroño 340, en Barrio Centenario. Desde los años ‘70 funciona, con notable precariedad en sus instalaciones, este espacio educativo en dos aulas prefabricadas. Un centenar de niños asisten al trayecto Primario, mientras que cerca de 50 comparten el único salón destinado al jardín de infantes.

Paralelamente se asienta en el Varadero una extensión del jardín N° 1453 “San José”. Como si fuera un complejo de solidaridad y educación en medio de tanta necesidad, contiguo en el mismo predio funciona un centro comunitario de Cáritas, junto a otro local que se usa como comedor escolar y como capilla. Comida para el estómago de los chicos y alimento para el espíritu.

En una barriada con tantas necesidades producto de la marginalidad se impone como condición vital la presencia del Estado, que se materializa con un comedor y un dispensario; y actualmente con un jardín maternal. Sin embargo, hay una entidad que sumó su tarea de verdadera promoción social. Al igual que en la mayoría de los barrios pobres de Santa Fe, también en Varadero Sarsotti, está el Movimiento “Los sin techo”.

Allá por el año 1992 comenzaron su trabajo por el lugar, con la premisa de demostrar que la marginalidad puede cambiar. Iniciaron su labor con la construcción de viviendas de material, para reemplazar ranchos por casas. Como es práctica del Movimiento, las moradas fueron levantadas por sus propios habitantes, con ayuda mutua de otros vecinos. Se comenzó con 25 familias, pero a lo largo de casi 20 años, han levantado la mayoría de las casas del lugar. En la publicación del Municipio de 1994 se daba cuenta que en dos semanas se habían colocado 25.000 ladrillos para comenzar por las habitaciones, pero que el mejoramiento no pasaba sólo por la vivienda familiar, sino además por los espacios compartidos en comunidad. El programa incluía la limpieza de calles y urbanización, planes de revoques para familias que ya contaban con piezas de material, y gestión de otras mejoras como alumbrado al municipio, especialmente en un barrio que carece hoy todavía de vecinal. A todas luces es innegable la tarea de “Los sin techo” en la ciudad, con la acción del Padre Atilio Rosso como referente del movimiento hasta su desaparición física. Pero como las verdaderas obras de promoción social de los excluidos, el trabajo iniciado hace casi 20 años en el varadero es visible, aunque la lucha continúe, igual que las esperanzas de un mejor futuro.

En poco tiempo el resultado inicial fue el mejorado de la calle central, fuera del albardón. La instalación de un tanque comunitario por parte del municipio, en 1993, proveyó agua potable a una parte del barrio. Recién en 2012 unos 1.400 vecinos, distribuidos en 290 conexiones domiciliarias, llegaron al vital líquido a través de la red de la ciudad. En este caso hubo que perforar por debajo de la Avenida Mar Argentino e instalar un ducto de 125 metros, más 1.750 metros de cañerías de distribución.

En el tiempo más cercano, en abril de 2012, la Municipalidad dejó abierto el segundo Jardín Maternal del Municipio, con atención para niños de 45 días a tres años de edad. En Sarsotti el jardín se ejecutó sobre la base de la construcción existente denominada El Solar, donde funciona por ejemplo la copa de leche de “Los sin techo”. Las obras se realizaron con financiamiento del Fondo de Asistencia Educativa (FAE), recursos que se obtienen de un porcentaje de los tributos municipales.

Según reza el comunicado de prensa oficial del municipio, “Desde el punto de vista arquitectónico, se buscó mantener la estrecha relación de los vecinos con el espacio del Solar, a través del planteo de una plaza pública de acceso y permitiendo que el patio del jardín se integre visualmente al barrio. De esa manera, el edificio no se proyectó cerrado en sí mismo sino que se incorpora al entorno, permitiendo la interacción y apropiación por parte de los vecinos”. (http://www.santafeciudad.gov.ar/noticias). El jardín maternal cuenta con dos salas, con diez chicos en cada una de ellas de un año, y dos secciones con quince chicos en cada una de ellas de dos años.

Pero el Barrio Varadero Sarsotti, más allá de su intricada urbanización, no tenía nombres en sus calles. Como sentido de pertenencia, como cuestión práctica y hasta de servicios, la falta de nomenclatura daba una sensación todavía más fuerte de exclusión. Por intermedio de Honorable Concejo Municipal esta condición cambió a partir de la fijación de los nombres de las calles mediante la ordenanza N°11872/2012.

En mayo de 2012 la norma fue sancionada, y luego promulgada, donde se nombra a las calles como Gorrión, Benteveo, Cardenilla, Golondrina, Hornero, Azulinos y Tijereta para las arterias que no contaban con nombres. Por otro lado, calles abiertas de hecho al uso público, se le asignaron los nombres de Tacuaritas, Gallareta y Caracolero. Además, se modificó la denominación de la calle Diego Núñez por el de Jilguero.

Va de suyo que se trata de pájaros autóctonos que forman parte de la fauna de los bañados del Río Salado, y del propio barrio. Y los nombres no fueron antojadizos, surgieron de los propios habitantes del lugar. Precisamente, fueron los asistentes al Hogar de Día de CILSA, niños que viven en Sarsotti, los que propusieron que fueran nombres de las aves que ellos ven cada día las que denominaran las calles. La idea contó con la aprobación de los vecinos, tarea que fue coordinada y canalizada por ediles y el propio municipio.

Así, la historia de Varadero Sarsotti todavía está escribiéndose, en tanto es un extremo de la ciudad que necesita más urbanización, más servicios, más seguridad y una regularización dominial de los terrenos para familias que los ocupan con viviendas, muchos de ellos, desde hace más de 30 años. Y su pasado, naval, de trabajo y construcción de navíos, permanece, en el varadero de quebrachos encubierto por canutillos y camalotes, en los hierros herrumbrados de un casco fuera del agua. Mudo testigo de una historia de vapores, de cabos lanzados hasta el muelle, y de hélices batiéndose en las aguas, corriente arriba, o de alivio, aguas abajo, camino al mar.

Es que hay un pasado fluvial que ancla invariablemente en el ambiente litoral donde la ciudad de Santa Fe se ubica. Una historia que interpela a un futuro de oportunidades de desarrollo que todavía fluye con las aguas del Paraná, no sólo de cargas, sino de crecimiento industrial y productivo. Como la historia misma de la ciudad de Garay, y de los navíos que sin dejar huellas en la superficie, esperan volver a “abrir puertas a la tierra”, a abrir mejores oportunidades de vida para todos los santafesinos, también desde el camino del agua.

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3 comentarios en «Barrio Varadero Sarsotti – Historia»

  1. Hay un error, pues dice a partir del casamiento de C.S. con Huri Iturraspe, y no es asi, don Carlos Sarsotti se caso en 15.09..1890 con doña Luisa Etrchevés, quién le dió 15 hijos, su hijo varon mayor fue Carlos Enrique Sarsotti, a quien llamaron «Carlitos» toda la vida, nacido en 1893.

  2. Huri Iturraspe fue la esposa de Carlos Enrique Sarsotti, su hijo mayor, A quién llamaron «Carlitos» siempre.

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