La historia del barrio Siete Jefes

Historia de Siete Jefes

El Barrio Siete Jefes tiene como designio la característica original de ser un espacio “alejado” del núcleo poblacional de la ciudad. Otrora un paisaje costero, en la desembocadura de la laguna Setúbal, esta zona de barrancas, que se extiende desde el final del bulevar hasta Salvador del Carril hoy en términos jurisdiccionales de su vecinal, tiene en realidad marcadas diferencias de desarrollo.

A lo abordado en el apartado que corresponde a la avenida que le da nombre, Siete Jefes posee la característica de una línea de viviendas palaciegas, o al menos de alto nivel, sobre la calle colectora de la avenida costanera. Hacia el oeste, paulatinamente, adquiere la fisonomía de un barrio similares a las características de barrio Candioti, y en términos generales comparte en sus moradores condiciones parecidas, al menos en su origen de ocupación, al estar vinculado a la estación y playa de maniobras y cargas del Ferrocarril Central Norte Argentino, luego FFCC Belgrano.

Pero más allá de lo que antes eran las vías del FFCC Francés, en el cruce sobre la laguna hacia el puerto de Colastiné, la zona de la vecinal Siete Jefes hacia el norte de Bulevar Muttis, tuvo otra característica muy diferente, de una población costera, más criolla, de vida en relación con el entorno fluvial. Ese espacio fue la zona de Monte Chañar, que se ubicaba con el mismo flanco al oeste de los rieles, pero entre Muttis y Calcena, hasta la costa, como lo señala Miguel Ángel Dalla Fontana en su libro “Barrios Candioti Norte, Sargento Cabral, La Lona, Monte Chañar”.

Ese espacio hoy es ocupado por el Polideportivo Provincial, la Dirección Provincial de Vialidad, el Ministerio de Infraestructura, es decir todos espacios de terrenos fiscales. Más hacia el norte, ya fuera de lo que era Monte Chañar, se encuentra la Escuela Técnica Avellaneda, el Parque de la Locomotora y el Parque de los Niños, un grupo de monobloks y luego nuevamente viviendas en loteos hasta llegar a Salvador del Carril.

En el imaginario colectivo urbano, al nombrar como Barrio Siete Jefes, se visualiza la zona relacionada a la avenida del mismo nombre, aunque esa visión deja fuera una gran parte de la vecinal.

En un plano de la ciudad de 1899 los terrenos correspondientes a la zona de Siete Jefes en realidad eran largas extensiones este/oeste con parcelas que iban desde la costa hasta el camino a Guadalupe (hoy Avda. General Paz). En esa gráfica aparecen, de sur a norte, varios propietarios: Luis Gómez Llambi, Bouvier, J.M. Zavalla, Herederos de Zavalla, Aldao, y en la zona norte dos grandes terrenos de Josefa Freyre Rodríguez de Fresno junto con Quinquín Valle Rivero,  luego otro de Leonardo Enzina. Al tiempo, como lo señala Dalla Fontana, esos espacio se parcelan y para el momento de la expropiación para abrir la avenida Siete Jefes los dueños eran “…José Elías Valle, Eduardo Burlando y otros, Matías J. Olmedo y Manuela Wasiman, Lucía rodríguez Valle de Mántaras y Virgilio Colombini”.

Con la apertura de la avenida comienza a poblarse la zona sur del barrio, siempre al este, con las primeras y señoriales casonas. Eduardo Bernardi en el apartado de las carreras de autos en la costanera describe el paisaje allá por los años ’30. Ese adelanto en términos de la ocupación del espacio, junto con el establecimiento de los terrenos ferroviarios al oeste, dieron paulatinamente la fisonomía de un loteo creciente de la zona, con calles transversales que fueron abriéndose, en continuidad lineal de nombre y traza con Candioti Norte, pese a la barrera de las vías.

Esa condición comenzó a evidenciarse a partir de 1910, de manera paulatina y creciente, siempre entre el bulevar y las vías del FFCC Francés al norte. El primer manzanero hasta Vélez Sarsfield creció desde bulevar hacia el norte. Luego, de manera gradual, con preeminencia en los frentistas de la costanera, el barrio fue loteado hasta completarse completamente.

Más allá de las vías a Colastiné la falta de continuidad de la avenida costera hacía que la urbanización debiera esperar un tiempo más para establecer viviendas y espacios de uso público.

PREPARACION CORSOS AVDA 7 JEFES - EL ORDEN 3-2-1940

Monte Chañar y Rancho Grande

Abrevar en el trabajo de Dalla Fontana permite adentrarse en un vecindario que ya no existe, y que dio paso a la creación de los parques de la Locomotora y de los Niños, pero en especial, que con su erradicación posibilitó la continuidad de la avenida costanera, bautizada como Almirante Brown desde Muttis hacia el norte.

En el sector extremo de la jurisdicción vecinal, es decir Salvador del Carril, esta calle estaba abierta como una extensión hacia el este propuesto por la Estación Santa Fe Cambios y su taller de mantenimiento llamado “La Redonda”. Así las cosas, el último espacio en urbanizarse, con la posibilidad de transitar por la avenida Brown, fue esa parte norte del barrio. Pero en el sector intermedio quedó en la historia urbana un caserío, más bien rancherío, de criollos, costeros, emigrados del decadente de cargas puerto de Colastiné, y que otra vez, fueron erradicados (a la fuerza) de un lugar que los seguía vinculando con su entorno fluvial, con su modo de vida y su cultura.

Dalla Fontana describe aquel espacio perdido en aras del progreso, la civilización, y el crecimiento de la ciudad. “Monte Chañar, debe su nombre a un sector cubierto por una espesa vegetación de chañares, en su mayoría. Este es un típico árbol con flores amarillas con estrías rojas, especie que puede alcanzar una altura de 3 a 5 m, en forma de copa invertida y ramas espinescentes”.

Continúa el autor, “Las razones de la ocupación de la zona tienen una íntima relación con los pobladores del Colastiné que decidieron migrar –por carácter económico en forma permanente– cuando la vida portuario de Colastiné comienza a extinguirse como consecuencia de la inundación de 1911. Los pobladores provenientes de Colastiné están emparentados con los que se ubicaron en este lugar y los habitantes del ‘Chilcal’ (suburbio del barrio Candioti Sur). Su elección depende de su actividad económica, ya que vivían del río. Mayoritariamente se afincaron pescadores y cazadores  la pesca diaria se enviaba a través del ferrocarril Central Norte a la ciudad de Santa Fe”.

Feria Expo Túnel 1966 en final Avenida Siete Jefes y comienzo de Almirante Brown

Dicen que por su pertenencia étnica y cultural “El lugar era propicio para los bailes al compás del chamamé (en guaraní ‘lloraquí’) y en tiempo estival, las parejas bailaban sobre la pista de tierra, en medio de una atmósfera sofocante. Era el lugar de cantores de oficio y payadores de profesión, que guitarra en mano, recordaban las anécdotas y leyendas que circularon por el barrio. Sobre este espacio se construyeron gran cantidad de ranchos pajizos (alrededor de 100) diseminados en forma desordenada, separados por caminos estrechos y senderos, que sólo ellos conocían”.

Lo dicho, el crecimiento de la ciudad hacia el norte, y la búsqueda de vincular por la costa la Villa de Guadalupe, rubricarían el destino de los paisanos del rancherío de Monte Chañar. Dalla Fontana puntualiza con datos precisos este proceso: “La desaparición del poblado se produce entre 1945/50 cuando el gobierno provincial encaró desde la Dirección Provincial de Vialidad, la construcción de Av. 7 Jefes o Costanera. De esta forma quedó sellada la suerte de los moradores de Monte Chañar que debieron emigrar a distintos puntos de la ciudad. Por un lado, la población provisoria que había ocupado la tierra y tenían mejoras edilicias y sembrados recibieron una indemnización que rondaba los $ 150 y $ 250 (un ferroviario calificado ganaba $ 600). Los arrendatarios, José Labandera, Duilio Badano y Antonio Sosías, que tenían plantaciones de árboles frutales y quintas, recibieron de pago entre $ 400 y $ 600. Por otro lado, el gobierno provincial pagó la expropiación de los terrenos, en este caso a los propietarios antes mencionados. En el momento de la erradicación, la Municipalidad de Santa Fe ofreció tres media manzanas con 12 lotes del barrio ‘4 de Julio’ (hoy forma parte del barrio Roma) ubicado entre las calles: Mendoza, al norte y Salta entre Aguado y Gervasio Artigas. Como su población vivía de la pesca  contaban con los elementos propios del oficio: canoas, redes, aparejos  hasta lanchas a motor, rechazaron la oferta, argumentando quedar alejados de la laguna Setúbal, fuente de su trabajo. Por eso, la Municipalidad autorizó la construcción de sus ranchos en el paraje ‘El Pozo? (hoy forma parte de la Ciudad Universitaria  la Av. Costanera Este), situado en la margen izquierda del riacho Santa Fe y a la derecha de la laguna Setúbal y los terraplenes de la ruta Nacional 168 d el FC.SF; y otro grupo se estableció en Alto Verde.

Aquellos, cuyas fuentes de trabajo no pertenecían al río, se radicaron en distintos puntos de la ciudad: 1° – ‘La Gran China’, hoy barrio Juventud del Norte. 2° – La Rinconada de Guadalupe ubicada en Javier de la Rosa (antes calle 37 sin nombre) entre Marcial Candioti y Alvear. Actualmente forma parte del barrio Guadalupe Oeste. 3° – La Lona, en una pequeña escala”.

Historia repetida de desarraigos forzosos para los menos pudientes de la comunidad santafesina, pero en el caso de Monte Chañar, sus apellidos fueron rescatados del olvido por Dalla Fontana: “Martínez, Yedro, Catarelli, Echeverría, Leiva, Rodríguez, Badano, Sosías, Bruno, Portillo, franco, Godoy, Mazei, Marelli. Labandera. Pedrossosa, González, Vásquez, Melanea, Ayala, Espinosa, Vega, Barrera, Vergel, Casco y muchos más”.

De regreso a Barrio Siete Jefes, pero todavía en las páginas del libro de Dalla Fontana, vale la pena cerrar este breve repaso de la historia del vecindario con este apartado sobre el “Rancho Grande”, como para dar cuenta de aquella contrastante fisonomía de sus inicios.

El lugar conocido como “Rancho Grande” allá incluso por los años ’40, era una construcción ubicada en un terreno aproximadamente “…junto a las vías del F.C. Belgrano entre Córdoba y Zenteno (para la época calles sin trazar), lindando con el entonces campo de deporte y recreación de los internos del colegio La Salle Jobson”.

No era un “rancho” pequeño, según Dalla Fontana, por testimonios de viejos vecinos, tenía unos 100 metros de largo por 6 de ancho, de barrio y paja, como un “conventillo”, pero criollo. Aporta el historiador de los barrios que “Tenía múltiples funciones, por un lado subdividido en numerosos estancos se convertía en albergue transitorio, y por el oro era el lugar de descanso y para compartir una copa de vino. Había sido construido por un comerciante del barrio Candioti Sur, Don Francisco López, que durante años rentaba el rancho al ‘turco’ Osman. Este albergue sirvió por años al personal ambulante del ferrocarril, en su mayoría peones de vía y obra, más conocidos en la jega como ‘catangos’. A partir de 1950 se produce la desaparición del Rancho grande cuando el área es urbanizada, por ejemplo, en la manzana que ocupara la quinta del colegio La Salle se construyó la Iglesia del Huerto y el jardín de Infantes Margarita A. de Pautasso”. (Miguel Ángel Dalla Fontana – “Barrios Candioti Norte, Sargento Cabral, La Lona, Monte Chañar” – 2002)

Bulevar Muttis
CALLE DE SIETE JEFES
SIETE JEFES Y VIADUCTO OROÑO
CASA BARRIO SIETE JEFES

Con el tiempo, Siete Jefes adquirió definitivamente su fisonomía de ser el barrio de la costanera. Lo dicho, sobre el este, las casonas de antaño, los palacetes y petit castillos, las casas de los ’50, de los ’60, y más también, de nueva y moderna arquitectura, sin edificios de alto, con una característica constructiva que denota el poder adquisitivo y nivel social de sus moradores. Hacia dentro, de Gran Bourg hacia Vélez Sarsfield, el paisaje urbano entremezcla casas de porte importante, algunas destacables como las de la costanera, con otras, más humildes, de clase media, trabajadores, comerciantes, cuentapropistas, profesionales. Así, entre los terrenos que descienden de nivel hacia la Setúbal, desde los rieles al oeste, la “lonja costera” de Siete Jefes da cuenta también, como otros barrios, del variopinto mosaico de etnias y clases sociales de la ciudad de Garay.

La historia del barrio Siete Jefes

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